jueves, 28 de julio de 2016

Capítulo 82. Ámsterdam.

Narra Louis.
Llevo contados tres días sin salir de casa. Tres días encerrado en la habitación. Tres días asustado como un niño, o más bien como un imbécil. Tres días evitando a Harry.
Miro el reloj de la mesilla, encontrando así con que son casi las cinco de la mañana. He intentado dormir cuanto me es posible durante estos últimos días, aunque solo sea para dejar de pensar, para dejar de sentir ese miedo irracional. No es exactamente miedo a Harry. No le temo a él, sino a lo que pueda pasarle. Y en el fondo, es una estupidez, porque no va a pasarle nada malo, mucho menos a manos de mi padre. Pero aunque sepa que es una tontería...me cuesta evitar el pensamiento de que en cualquier momento puede aparecer y matarle a golpes, como un día quiso hacer conmigo.
Aprieto mis brazos alrededor de mi estómago al sentir algo apretarse, ante la simple idea de alguien haciéndole daño. Ante el pensamiento de que un día pueda no estar a mi lado, y que eso sea por mi culpa.
He intentado olvidarlo. Olvidar todos y cada uno de esos recuerdos, que hasta hace bien poco estaban en un lugar muy apartado de mi mente, pero es imposible. Cada vez que recuerdo el beso de Harry... Todavía siento la suavidad de sus labios sobre los míos. Inconscientemente, vuelvo a llevar mis dedos a ellos, acariciándolos con cuidado. Quiero sonreír de pura dicha, porque sí, sí que me hizo feliz ese beso, y sí que me sigue haciendo feliz el recuerdo. Pero de nuevo aparece su imagen rota, ensangrentada, desmadejada como si fuera un muñeco de trapo, en el suelo de mi antigua cocina, y de nuevo tengo que apretar los brazos contra mi estómago.
Por otra parte, Harry y el hecho de mantenerle a salvo de un peligro inexistente, no es mi única preocupación. Me ha tomado muy poco tiempo darme cuenta de lo que significó el beso, puede que porque siempre hubiera estado ahí, porque siempre hubiera sido obvio, puede que porque ya lo supiera, aunque me prohibía a mí mismo pensar en ello. Pero sí, así están las cosas, me gusta Harry y no puedo hacer nada por cambiarlo. Y con ello, llega mi segunda preocupación: Lucía.
No es que haya dejado de quererla, ni de preocuparme por ella. No quiero que la pase nada malo tampoco, eso está demás. Pero durante todo este tiempo que he estado sin verla, unos cuatro días si no me equivoco...no he tenido ninguna necesidad e ir a verla, de ver su sonrisa, o de sentir sus labios, mucho menos de acariciarla y llegar a mayores. No he sentido la necesidad de estar con ella de ninguna forma. Y sin embargo, me estoy desquiciando solo de saber que Harry está en la habitación de al lado, y no puedo dirigirle una simple mirada. No es que haya dejado de quererla, es que puede que nunca llegara a hacerlo. No al menos con la misma intensidad que con Harry. Y está claro, que seguir haciéndola creer eso, no es justo. Ni para ella ni para mí.
Me levanto de la cama con cuidado, asegurándome de que el colchón no haga ningún ruido. Por descontado, no paso por la ducha. Cualquiera de esas cosas podría despertar a Harry, y no tengo la más mínima necesidad de tener un ataque de miedo absurdo a estas horas, no cuando me dispongo a ir a ver a Lucía, y puede que a romper con ella. Ante ese último pensamiento sí que siento algo de tristeza, aunque no tengo claro si es una tristeza causada por perder el derecho a quererla, o por el daño que voy a hacerle.
Apenas abro el grifo del baño. Solo lo justo y necesario para lavarme la cara y los dientes. Camino tanto por mi habitación como por el pasillo de puntillas, sabiendo qué zonas hacen ruido y debo evitar. Lo mismo me pasa al bajar las escaleras.
Pienso en dejarle una nota a Harry, quien no ha dejado de roncar con suavidad durante todo el tiempo, pero tengo la idea de volver antes de que se despierte, así que lo dejo pasar. Me pongo el abrigo y salgo de casa.
De inmediato el frío corta mis mejillas. Saco el móvil de mi bolsillo, viendo cómo está a punto de morir a causa de la baja batería, aunque tampoco me preocupa dada la hora que es. 24 de Noviembre de 2012. 5:58 a.m me informa la pantalla. A estas horas no me va a llamar nadie.
Sé que a Lucía le debe de quedar una media hora para levantarse. Puede incluso que ya esté despierta, esperando a que aparezca en su jardín. La culpabilidad me golpea con más fuerza aún que el frío en mi cara. No he ido a verla en cuatro días, y ni siquiera la he enviado una mensaje con una explicación o una disculpa. Una parte de mí casi parece aliviada ante el pensamiento de que ella ya debe de estar sospechando lo que pasa entre nosotros, o más bien lo que no pasa. Puede que ella misma haya llegado a la conclusión de que lo nuestro está muriendo, y de que más vale quitarse la tirita, el trozo de cera caliente, rápido, antes de que sigamos engañándonos y acabemos peor.
No tardo más de veinte minutos en llegar a su casa, pese a que mi paso haya sido lento. Una parte de mí no quería llegar, todavía no quiere hacerlo, pero ya no hay vuelta atrás. No puedo seguir engañándola. No puedo seguir mintiéndola.
El jardín está tan oscuro, frío y vacío como lo está el resto de la calle. Con la poca esperanza de que me siga esperando, me acerco hasta quedar bajo su ventana. La luz de su cuarto está encendida, aunque no está abierta la ventana. No sé qué significa eso realmente, si sigue o no esperando por mí, pero decido no darle más vueltas.
Empiezo a chistar en bajo, esperando que eso sea suficiente, ya que eso de tirar piedrecitas a la ventana podría acabar en desastre y en una ventana rota, mucho más con estas temperaturas que hacen que sienta mi dedos completamente agarrotados. Veo su sombra al otro lado de la cortina, moviéndose con lentitud, como si no supiera si realmente alguien la está llamando desde fuera.

--Lu, soy yo-susurro, y de inmediato me muerdo la lengua. No debería haberla llamado Lu, no cuando estoy apunto de hacerla trizas sentimentalmente, pero es demasiado tarde para arrepentirse. Sobretodo cuando la cortina se mueve y la ventana se abre.

Pese a la escasa y mala luz que hay, puedo ver que algo falla. Tiene unas ojeras inhumanas, que parecen haber crecido en apenas cuatro días. No hay una sonrisa radiante como suele haber en ella, sino una mueca que me resulta difícil tanto explicar como comprender. Sus cejas están algo fruncidas, confusas.

--¿Qué haces aquí, Louis?-su voz suave débil, desgastada, completamente ronca. La culpabilidad me vuelve a golpear con fuerza.
--Necesito hablar contigo-confieso, tratando de no fijarme en el mal aspecto que tiene. Cualquiera diría que sigue viva.

Veo como sus delgados dedos se aprietan en el marco de la ventana. Su mandíbula también se endurece y un suspiro que se convierte en vaho ante la diferencia de temperatura, sale de sus delgados labios. Gira la cabeza hacia dentro de su casa, asegurándose de que no hay nadie cerca que pueda escucharla, y de nuevo la dirige a mí.

--No puedes subir-dice finalmente.
--No es necesario-respondo, todavía en un susurro.


Ella mantiene los labios apretados y en su mirada hay cierta lástima. Asiente con la cabeza, como si esperara a que yo siga hablando. Cojo aire y pienso en el discurso que llevo creando en mi cabeza desde que he salido de casa. Suspiro y me recuerdo que cuanto más rápido sea, mejor.

--Mira Lucía-me aseguro de no llamarla de forma cariñosa para no hacerla aún más daño-Sabes que te quiero muchísimo, ¿verdad? Te quiero más que a nada y siempre lo he hecho, siempre lo has sido todo para mí.
--Louis, lo nuestro se ha acabado-me interrumpe de forma abrupta.

Abro los ojos sorprendido, sorprendido de que ella haya sido capaz de decirlo, de hacerlo con más rapidez que yo. En efecto ha sido indoloro, sobretodo por el hecho de que no te puede doler algo que ya no te importa, o que al menos no te importa como antes. Por unos segundos mantengo mis ojos como platos en ella, sin saber qué decir ahora. Su pálido y demacrado rostro cambia con rapidez en este corto periodo de tiempo, convirtiéndose en una mueca triste.

--¿Estás bien?-apenas murmura, mientras yo todavía sigo sin saber cómo reaccionar. Finalmente asiento con lentitud, sin apartar mis ojos de ella-Has sido muy importante para mí. Sigues siéndolo y siempre lo serás, pero...creo que no quiero seguir teniendo novio. No quiero estar con nadie ahora mismo ¿sabes? No es por ti, es por mí, y no lo digo como excusa, es enserio-el tono de su voz no cambia: se mantiene bajo, ronco y calmado.

Sé que debe de estar esperando alguna clase de reacción (exagerada o no) por mi parte. Que llore, que me enfade, que le pregunte por qué, aunque ya me lo haya explicado. Su rostro compungido y frustrado me indica que no debe de estar siendo fácil para ella. Mucho menos, cuando ve que empiezo a sonreír de lado a lado. Sus cejas casi se juntan al fruncirse, confundidas.

--Eso es genial, Lu-de nuevo no puedo evitar el apodo, pero esta vez ya no importa. Respondo con una gran sonrisa y sintiendo el alivio llenar mi pecho-Eso es...maravilloso.

Esta vez, los ojos como platos los tiene ella. Esa oscuridad en su mirada es similar a la de la noche que lentamente se está acabando. Puedo ver cómo a lo lejos empieza a llegar la claridad de un nuevo día.

--Louis, estoy rompiendo contigo-me repite con lentitud, me intenta aclarar, como si no la hubiese entendido. Esas palabras ya no solo me llenan de alivio, sino de felicidad.
--Y es lo mejor que podías hacer-confirmo, intentando evitar la risa que quiere salir de mí.
--¿Se te está yendo la olla o es que no escuchas bien? ¡Que te estoy dejando!-ahora parece casi más frustrada que antes, y eso es lo que finalmente causa que mi risa salga.
--¡Yo venía a romper contigo!-respondo entre medias de mi carcajada.
--¿Qué?-en su voz se aprecia la extrañeza y la misma diversión que en la mía-¿Cómo que venías a romper conmigo?
--Pues eso-me encojo de hombros, divertido. Veo como ella niega con la cabeza, sonriente, apartando su mirada de mí por un momento.

Sin decir nada, se mete a su cuarto, dejándome aquí solo y perplejo. Al menos se podría haber despedido o algo ¿no? Espero durante unos segundos, haciéndome a la idea de que no va a salir. Finalmente me doy media vuelta, dispuesto a volver a casa, ya sin ese miedo ni esa preocupación por haber hecho daño a Lucía.

--Espera, Lou-escucho su voz a mis espaldas cuando apenas he llegado a la calle. Me giro sobre mí mismo, todavía confuso.

Lleva un pijama de monos que le llega hasta los pies y un abrigo cubriendo su torso. Todavía conserva el moño mal hecho, la palidez y las ojeras violáceas preocupantes, pero al menos ahora, tiene una gran sonrisa en la cara. Supongo que también debía de haberla preocupado el hecho de hacerme daño, pero al ver que no es el caso, toda su posible dolencia ha desaparecido.
Por un segundo pienso en su madre, en que pueda ver que ella no está en la habitación, y en ganarme una última regañina antes de volver a casa. Sería una manera muy original de despedirme también de ella. Por otro lado, me gustaría ver a Ben, su padre, una última vez, aunque solo sea para decirle que ha sido un placer tenerle como yerno temporal.

--Yo te he dicho mis motivos-comenta sin más, sin borrar su sonrisa-No quiero tener un novio, no hasta que pueda entenderme con mi madre. ¿Cuáles son los tuyos?

Arrugo la nariz al darme cuenta de mis motivos, de mi motivo: Harry es mi motivo, y no tengo muy claro que eso vaya a sentarle bien. De todas formas, ella ha sido sincera conmigo, lo menos que puedo hacer es devolverle el favor.

--Me gusta...otra persona-evito un pronombre o palabra que indique que no es una chica. Ella de nuevo abre los ojos, algo sorprendida, aunque tampoco parece dolida esta vez.
--Está bien-responde finalmente, de nuevo con una sonrisa sincera-¿Puedo saber quién es? Solo por curiosidad.
--Eh...
--Vamos, confía en mí, no voy a ir detrás de ella como una psicópata-ríe entre dientes, divertida-¿Estáis en una relación secreta o algo? ¿Es famosa? ¿La conozco? Dime que no es Elena, por favor-por un momento hace una mueca de asco, a la que yo no puedo evitar reír.
--No estamos en una relación, técnicamente-ahora mismo no sé ni siquiera si seguimos siendo amigos, la verdad sea dicha-Sí que es famoso y sí que le conoces-muerdo el interior de mi mejilla al darme cuenta de que no me he seguido refiriendo a "esa persona" como una chica. Lucía se da cuenta, y alza una ceja, sin perder la sonrisa.
--Le conozco...-remarca el pronombre masculino, y yo solo asiento con la cabeza, sintiendo mis mejillas coger color-Ya me parecía muy difícil que no pasara nada entre vosotros... Marta me debe quince pavos, esté donde esté.
--¿Cómo?-pregunto, algo desorientado. Me alegra saber que no se molesta, ni se enfada ni nada, pero...es como si ella lo tuviera más asumido que yo ¿es eso posible?
--Creo, creo firmemente, que no debería decirte esto...-se lleva un dedo a la boca, dando toques en su labio, como si realmente se estuviera pensando si debe decírmelo o no. Ya ha conseguido mi plena atención y mi total curiosidad, así que más le vale seguir hablando-Siempre he shippeado Larry-dice finalmente, mordiendo su labio superior, para evitar reír.

Me tengo que parar un momento a pensar en sus palabras. Shippea Larry, cree en Larry como pareja, cree que Harry y yo realmente somos una pareja, y no se aleja de la realidad, pero...

--Lucía. Hemos follado-suelto sin más, todavía sorprendido-Hemos follado mucho, en muchas partes. Nos hemos besado, hemos dormido juntos, tu madre por poco me mata al pensar que estabas embarazada. Nos hemos dicho "Te quiero". T-te pedí matrimonio...-siento un escalofrío recorrer mi espalda al pensar lo cerca que estuvimos de liarla, pero de liarla mucho.
--¡Lo sé!-exclama ella, todavía intentando no reír-Al principio me parecía extraño. Pensaba que...no sé, te obligaban a salir con una chica o algo así. Después simplemente pensé que te habías peleado con Harry y lo hacías para fastidiarle. Luego llegué a la conclusión de que lo mismo eras bi y por eso...pues eso, sentías cosas por mí...-acaba diciendo lo último en voz baja. Doy por hecho que mi cara de sorpresa debe de haber frenado su diversión-¿Estás...enfadado?

Parpadeo un par de veces, todavía alucinado, con mis ojos puestos en ella. ¿Enfadado? ¿Cómo voy a estar enfadado? ¿Cómo voy a estar enfadado con ella por algo así? El que estalla a reír soy yo, y antes de que pueda decir nada, me acerco a ella y la abrazo con fuerza.

--Eres la mejor novia, exnovia, amiga y ser humano en este puto planeta, Lucía Gagslow-la digo con toda la sinceridad del mundo, apretándola entre mis brazos hasta el punto de levantarla del suelo. Ella como respuesta me acompaña en las risas, enganchando sus piernas a mi cintura como tenemos, o teníamos, la manía de hacer.

Acabamos como tantas otras veces lo hemos hecho: ella en mis brazos, con los suyos en mi cuello, sonriéndonos, mirándonos como si no hubiera más en el mundo...y sin embargo los sentimientos, el contexto de la situación, ha cambiado tanto... Ella deja un beso en mi frente, antes de llevar una de sus manos a mi flequillo, peinándolo para que no se me meta en los ojos.

--¿Por qué Marta te debe quince libras?-pregunto, todavía sin bajarla al suelo.
--Tampoco debería decírtelo...-comenta mientras peina mi pelo con suavidad. Siento la necesidad de cerrar los ojos ante su caricia, pero me lo prohíbo, al menos hasta saber qué habían apostado sobre mí, o sobre nosotros.
--Vamos, no puede ser tan malo...-la animo.
--No es que sea malo, es...-tuerce sus labios, creando una mueca extraña que me hace sonreír-...es brusco.
--¿Brusco?-frunzo ligeramente el ceño, sin seguir el hilo de sus pensamientos. Ella mantiene la mueca por unos instantes antes de responder.
--Le dije que follábais más entre vosotros que con nosotras.
--¡Lucía!-exclamo, sintiendo mis mejillas coger color.
--¡Te dije que era brusco!
--Eso no es ser brusco, eso es ser una cerda integral-ruedo los ojos, de nuevo sonriente pese a mis mejillas rojas-Y no, no te los debe porque no es cierto. Entre Harry y yo solo pasó eso una vez...y fue mucho antes de conoceros.
--¿Tú arriba?-alza de nuevo una ceja, inquisitiva.
--¿Para qué demonios quieres saber eso?-pregunto tratando de no reír. Si fuera posible, me pondría aún más rojo de lo que ya estoy.
--Tú solo dímelo, por favor...-hace un puchero, batiendo sus pestañas en un intento (muy conseguido) de parecer adorable.
--Yo arriba-confirmo, negando con la cabeza débilmente-¿Es que ahora te va el porno gay o algo? ¿Quieres que convenza a Harry de que te hagamos un vídeo dedicado?
--No lo rechazaría...-contesta, con una gran sonrisa divertida. Y lo peor es, que sé que habla enserio-Y Marta me debe otras quince libras-añade antes de dejar otro beso en mi frente, para acto seguido saltar fuera de mis brazos.
--Estás muy salida. Pero que muy, muy salida.
--¿Acaso puedes culparme?-se encoge de hombros.
--Supongo que no-resoplo, llevando una mano a mi nuca.

Nos quedamos mirando el uno al otro durante un momento, antes de que una voz grave se escuche desde la puerta de su casa. Ambos dos nos giramos para ver a su padre.

--Tu madre se acaba de despertar-susurra con voz preocupada-Será mejor que lo dejéis para otro momento...

Poso mi mirada en Lucía, al igual que ella lo hace en mí. Dudo de que vaya a haber otro momento, pero de todas formas, nos acercamos para despedirnos, solo por si acaso. Poso mis labios sobre los suyos con brevedad, siendo así nuestro último beso. Ella lleva una mano a mi mejilla, que se mantiene ahí aunque nos separemos.

--Ya nos veremos-susurra, todavía cerca de mí.
--Ni lo dudes-confirmo sonriente.

Lucía me devuelve la sonrisa, antes de darse media vuelta, dispuesta a entrar en su casa antes de que su madre me proclame la guerra. Entonces me doy cuenta de algo que quizás debí haber pensado antes. Algo más que importante, no solo para ella, sino para mí...y para Harry. Corro apenas tres pasos para coger su mano, haciendo que ella se dé media vuelta, confusa.

--Nadie puede saberlo-digo con rapidez-Ni Larry ni...ni nada de eso. Por favor-mi voz suena repentinamente temblorosa y preocupada.

No sé hasta qué punto debe de hacerles gracia a nuestros managers el tema, pero prefiero no comprobarlo. Además de que todavía no soy capaz e hablar con Harry, por lo que no sería lo idóneo que se enterase de que...me gusta, por culpas de las redes sociales. Y por encima de todo, si las redes sociales estuvieran llenas de Larry...mi padre lo sabría, sabría que su intento por hacerme "normal" ha fracasado después de todo,  y...siento cómo la sangre debe de haber huido de mi rostro de una manera drástica, ya que en sus oscuros ojos de nuevo hay preocupación.

--No se lo voy a decir a nadie, Lou. Puedes confiar en mí-dice con voz muy segura-Nunca te haría algo así. Nunca os haría algo así.

Un suspiro de alivio se queda atrancado en mi garganta. Asiento con la cabeza, agradecido aunque todavía preocupado, y dejo un último beso en su frente, antes de dejarla marchar, susurrando un "Gracias". Espero a que ella se meta en casa y me despido con la mano de ella una última vez, al tiempo que de su padre, quien me sonríe desde la distancia. Le devuelvo la sonrisa antes de que ambos dos cierren la puerta tras de sí.
La vuelta a casa se me hace mucho más rápida, sobretodo por el hecho de que esta vez no quiero evitar mi llegada. Lucía no está enfadada, ni mucho menos dolida, está bien con el tema, con que hayamos roto, y con que sigamos siendo amigos. No ha habido lloros ni gritos, solo risas, como siempre ha habido entre nosotros. Además, cree en Larry, le gusta Larry, le gustamos como pareja... No me doy cuenta de la sonrisa boba que tengo en mi cara hasta que llego a casa, donde se borra de inmediato.
El grande cuerpo de Harry casi me placa, y por muy poco no me tira al suelo. Sus brazos me rodean con fuerza, y mi cuerpo se tensa de inmediato. De nuevo intento pensar en que nadie nos ve, en que nadie, y menos mi padre, sabe que nos estamos abrazando, que nadie sabe que...nos queremos de alguna forma, más que Lucía, quien ha prometido mantener el secreto. Pero ninguno de mis pensamientos me convence, y acabo sintiendo mis lágrimas rodar por mis mejillas. De nuevo el pensamiento, la posibilidad de que le hagan daño, por mi culpa.
Sé que me está diciendo algo, pero no soy capaz de escucharle. Llego a la conclusión de que está llorando por algo, y eso solo me provoca más lágrimas. Le estoy haciendo llorar, le estoy haciendo daño...

--Harry...-dudo de que mi voz haya sido audible, pero es todo lo que el nudo en mi garganta me permite-Por favor, aléjate...Apártate...-casi le suplico.

Él no tarda en reaccionar, dejándome mi espacio, lo cual agradezco. Me mira a un par de pasos, con esos grandes ojos verdes suyos, llenos de lágrimas que rebosan al igual que las mías.

--Perdona-balbucea de manera torpe y ronca-¿Estás...estás bien? ¿D-dónde estabas? Pensé...pensé que te habías ido y que...me habías dejado solo-su voz se rompe y sube casi una octava, doy por hecho que el causante es el mismo nudo en la garganta que apenas me deja respirar. Ni siquiera intenta disimularlo.
--Estoy bien-susurro, alejando mi mirada de la suya.

No añado nada más y le esquivo con facilidad, para llegar a las escaleras. Una vez allí, corro hasta llegar al piso de arriba, y me encierro en mi cuarto una vez más, como todo un niño asustado. Me siento contra la puerta, con las rodillas contra mi pecho, y las manos en mi cara, intentando frenar las lágrimas de alguna manera.

--Nunca te dejaría solo, nunca te dejaría-no sé si tan siquiera digo en voz alta. De lo que sí estoy seguro es de que no me oye, pero necesito de alguna manera o por algún motivo, decirlo, dejarlo bien en claro-Ni aunque eso fuera lo mejor para ti...


Narra Zayn.
--El móvil está localizado en Spijkenisse, es una pequeña ciudad a veinte kilómetros de Róterdam-en la ronca voz de Tanner se puede apreciar la excitación, la emoción que le está provocando todo este rastreo.

No sé si es por el hecho de que le encanta esta parte de su trabajo, o porque después, Malcom será parte de su grupo. Un escalofrío me recorre de arriba abajo solo de recordarlo.
Me giro instintivamente hacia la puerta, la puerta de una sala cualquiera de este extraño hospital. Pienso que en cualquier momento María va a atravesar esta puerta, que va a venir con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre su torso, pero que se va a quedar, dispuesta a ayudar y a apoyarnos. Pero después de tres días...después de tres días sin habernos intercambio más que unas cuantas palabras, empiezo a dudar de que vaya a volver.
Sé que no le hace gracia que Malcom esté metido en esto, pero él lo ha decidido, él sabe que no le va a pasar nada malo. No se puede luchar contra el destino, ya está escrito, y M estaba dentro de esta organización, en las oficinas o en los laboratorios, por supuesto, no en misiones con armas y malvados de película. Nunca permitiría algo así, que le pasara algo malo, por mi culpa.
Pese a los tres días que llevamos viniendo aquí, este es el primero en el que realmente nos dicen algo. Antes teníamos que arreglar no sé qué papeles para asegurar que no intentaríamos huir una vez Liam estuviera a salvo. Han sido muchos folios que leer, qué duda cabe, pero una parte de mí sigue sin fiarse de ellos, y por tanto, me veo obligado a leer cada palabra del contrato. Malcom me repitió una y otra vez que es todo seguro, que se limitará a estar a cubierto y fuera de la acción, que no trabajará más de dos horas al día, porque al fin y al cabo, sigue siendo un niño, y que con su persona aquí, podrá salvar a muchas persona. Aún así me fijé en cada letra de aquellos papeles, para asegurarme de que no hubiera letra pequeña.

--Vale, han pasado por Los Países Bajos-resuelvo con rapidez-¿Y qué pasa con eso? ¿Alguien los ha visto? ¿Han dejado una nota o algo?
--Solo una mujer ha comentado que vio pasar a un coche negro, a juzgar por la descripción un Renault Mégane-hago una mueca al no tener ni la más mínima idea de cómo es un coche así. Malcom no tarda en hacerme llegar una imagen del dicho coche.
--No me suena de nada-murmuro, haciendo que Tanner asienta con la cabeza-Salieron de aquí con...con uno granate-añado, tratando de recordar algún rasgo más de aquel vehículo, pero lo vi hace más de una semana, en la madrugada, con los ojos llenos de lágrimas, y la mente ocupada con la idea de que mi mejor amiga se iba a enfrentar a la propia muerte.
--Un Citroën C4-Malcom dice con rapidez, con nerviosismo incluso, aunque rápidamente ese sentimiento desaparece de él.
--¿Visteis la matrícula por algún casual?

Mi respuesta es una negativa con la cabeza. Mi pequeño tarda más en responder, supongo que esforzándose en sobrepasar el punto ciego, que ya les cubría desde ese momento.

--Era...era una matrícula inglesa-murmura, y aunque no puedo verle, sé que está arrugando el ceño-No...no era de Londres. Tal vez...¿de Kent? Llevaba una G al principio y...llevaba un once, así que...de Marzo del 2011...-casi parece que se pelea con su propia mente, con su propia boca para poder volver.

A nuestro alrededor, hay una serie de...agentes, científicos o simples apuntadores, que recogen cada dato que sale de la boca de mi pequeño. Yo le aprieto un poco contra mí, con suavidad y subo una mano hasta su mejilla, para acariciar de la misma manera.

--Tranquilo...-susurro-No te fuerces demasiado a ti mismo...

Puedo ver en la mirada grisácea que hay tras la mesa, que no está de acuerdo en mis palabras. Claro está, que él no es padre, sino, tal vez tendría un mínimo de compasión y comprensión. Me gustaba más la acompañante, la mujer morena. Tenía cierto toque maternal, y no era para nada fría.

--Está bien, supongo que con eso será suficiente para localizarlo-dice sin más, todavía con frialdad y cierta hostilidad.
--Lo has hecho muy bien, cielo-le arrullo con cariño, aunque solo sea para hacer contrapeso a la indiferencia del caballero de pelo cano.

Malcom no se gira para sonreírme o tan siquiera para mirarme, supongo que porque no quiere perderse detalle de lo que nos están diciendo. Sin embargo, sí que coloca una mano sobre la mía, haciéndome saber que me agradece sus ánimos.

--Nos han permitido revisar las cámaras de seguridad de una de las casas que hay por allí-según habla, una pantalla se ilumina a su espalda, mostrándonos la grabación.

El coche negro que han dicho, parado en un lugar cualquiera, sin el menor atisbo de sospecha. Los cristales están tintados, así que no se puede ver lo que está ocurriendo dentro del coche. A los pocos segundos, sale una figura alta, con ropas de abrigo y una bufanda que cubre la mitad de su rostro.

--¡Es Cassandra!-exclama Malcom de inmediato.
--Sí, es la señorita Heilch-confirma Tanner, con el ceño algo fruncido.
--Espere..-le interrumpo-¿Heilch? ¿Como...como los Heilch? ¿Los multimillonarios relacionados con la Familia Real?-mi voz se va haciendo más aguda cuanto más asombrado me encuentro.
--La antigua heredera-confirma él, lanzándome una mirada chispeante-Pensé que ya sabía que era ella-añade encogiéndose levemente de hombros.
--No, no, yo no...no tenía ni idea-admito en un murmullo. No hace falta que mire a mi hijo para llegar a la conclusión de que él ya lo sabía. Decido pasar por alto el tema de que me lo haya ocultado, ya que supongo que tendrá sus motivos, personales o simplemente relacionados con su pasado o su futuro.

La grabación continúa, dejando ver cómo Cassandra tira algo a una basura cercana. Está en una bolsa, por lo tanto no podemos ver lo que es. Acto seguido, se mete de nuevo en el asiento del copiloto, o...tal vez sea un coche europeo, así que seguramente sea el asiento del piloto. De cualquier forma, se marcha de allí.

--Al menos sabemos que han...han llegado allí bien ¿no?-me apresuro a preguntar, al ver que ninguno de mis acompañantes responde.
--No exactamente-Tanner de nuevo habla-Ella ha pasado por Ámsterdam. No sabemos si iba acompañada o si se ha quedado allí.
--Pero...pero también estaba el móvil de Liam ¿verdad?
--Podría habérselo llevado ella, sabiendo que intentaríamos seguirles.
--¿Cómo iba a saber ella que les íbamos a seguir?
--¿Por qué iba a tirar los móviles entonces?

Me callo ante la respuesta, más que válida y lógica. Todavía no entiendo cómo es que sabían, o ella más bien, sabía que les íbamos a seguir.

--El coche se encuentra abandonado en un pueblo alemán que hace frontera prácticamente con Dinamarca.

Imágenes del coche negro en medio de un paraje verde pasan por la pantalla que hay a sus espaldas.

--Enviamos un pequeño equipo de rastreo para que fuera a verlo. En estos momentos deben de estar desmantelándolo para encontrar alguna clase de ADN y confirmar quienes eran sus ocupantes.
--Entonces...entonces estarán en Dinamarca ¿no?
--Tal vez-se encoge de hombros, todavía con una arruga en el ceño de concentración-Quizás solo hayan intentado despistarnos y ahora mismo estén en algún lugar de Canadá.
--¿Para qué harían eso?-pregunto confuso.
--Para despistar, papá-Malcom me repite las palabras anteriores, como si fuera lo más obvio del mundo-No quieren que les encontremos-añade en voz más baja.
--Eso tampoco tendría sentido-añado con rapidez-No están huyendo de nosotros.
--¿Y de quién se supone que están huyendo?-la mirada fría de Tanner se clava en mí, dudoso, de nuevo con la emoción de seguir con todo este plan-No me había dicho que estuvieran huyendo de nadie.
--No...no estoy seguro de que estén huyendo-respondo con cautela-Sé que se fue muy rápido, sin decir a dónde, ni cómo, ni si alguien iba con él. Simplemente...se fue.
--La gente no se va sin más-responde él, encogiéndose de hombros-¿Tendría algún sentido que su amigo se fuera sin más, sin darle una localización aproximada y dejando atrás su teléfono móvil?-alza una ceja, astuto, sabiendo la respuesta a esa pregunta.
--No.
--Entonces están huyendo de algo o de alguien.
--O están buscando a alguien-la aguda voz de mi pequeño interrumpe nuestra conversación. Todos los que nos encontramos en esta sala le miramos con atención. Tanner incluso le mira con sorpresa, como si no se esperara esa posibilidad-Vi a Ale...pero ella se había ido antes, a lo mejor la están buscando.
--¿Quién es esa tal Alejandra?
--Su novia, la madre del niño-respondo sin dudarlo-Era...un tanto extraña. Aparecía y desaparecía sin dar muchos datos acerca de ello. Se fue...hace muchísimos meses, plantando a Liam en el altar, estando embarazada y...volvió a principios de mes, con el bebé en brazos-el resto de personas que hay a nuestro alrededor siguen escribiendo como locos cada cosa que decimos. Empieza a resultar agobiante.
--No parece una buena madre, ni una buena esposa-comenta asintiendo con la cabeza-¿Descripción física?
--Diecisiete años. No superaba el metro setenta. Delgada. Piel más pálida que la mía. Pelo castaño y largo, ondulado. Ojos...castaños si no recuerdo mal-enumero las pocas cosas que recuerdo de, la nuevamente desaparecida, Ale.
--¿Algún rasgo que la haga distinta del resto? Esos no son datos muy útiles.
--No era destacable, a decir verdad-respondo de la misma manera cortante y desagradable que él. Ni siquiera se molesta por ello: mantiene la mirada fría puesta en nosotros. De vez en cuanto mira a aquellos que están tomando nota-No tenía piercings, ni tatuajes que yo sepa, tampoco ninguna cicatriz visible, aunque...una vez la apuñalaron-Tanner se envara en un segundo ante la palabra. Sus ojos se abren con curiosidad y algo de sorpresa-así que...tendrá una cicatriz en el costado.
--¿La apuñalaron?
--Sí, en su antiguo barrio. No era un muy seguro.
--Tottenham Hale-M añade con rapidez. Me gustaría decir que me sorprende que lo sepa, ya que en ningún momento se ha mencionado tal lugar...luego recuerdo que no hace falta que alguien lo diga para que él lo sepa.
--Un mal barrio, sin duda. ¿Tenía problemas?
--Siempre lo sospechamos. Tuvo una pelea con una banda rival y...algunos no le tenían mucho aprecio, pero dudo que sea tanto el odio como para huir del país.
--Hay algunas bandas callejeras muy...digamos que concienzudas en su trabajo-Tanner me informa. Aparentemente no descarga la posibilidad de que dos bandas callejeras de poca monta, con algo de droga y prostitución de por medio, sean capaces de hacer huir a toda una familia de Londres-¿Algo más sobre tal joya?
--Tiene un hermano, Josh Devine. Él está adoptado, por eso lo del apellido. Creo que ella no se apellidaba así.
--¿Descripción?
--Metro setenta y cinco. Le gusta el gimnasio, así que no está delgado precisamente. Mucho más pálido que su hermana. Pelo negro y corto. Ojos castaños. Tiene...un piercing en una oreja y...creo que un par de dilataciones. Un tatuaje en su brazo derecho.
--Parece que le conoce bien-de nuevo ya está su delgada y cana ceja arqueándose, mirándome con curiosidad. Otra cosa que empieza a sacarme de mis casillas.
--Es el batería del grupo. He pasado mucho tiempo con él-hace una mueca que no sé descifrar, pero que tampoco hace que gane puntos en cuanto mi amistad hacia él.
--¿Le ha visto últimamente?
--La verdad es que no-admito con sinceridad-Pero en Febrero empezamos la nueva gira, así que el mes que viene tendremos que empezar los ensayos, por lo que le veré.
--¿Podría especificar dónde se encuentra él ahora?
--Pues no-respondo con una ceja fruncida-Pero puedo llamarle.
--Hágalo.

Un por favor y un gracias no hacen daño a nadie pienso con cierta molestia. Escucho una risa baja provenir de Mlaocm, por lo que supongo que le ha hecho gracia mi pensamiento. Tanner mantiene su rostro serio, a la espera de que llame a Josh. Saco el teléfono de mis pantalones y sin dudar marco su número. De inmediato me informa de que el número al que llamo, no existe. Miro confundido la pantalla, sin entender cómo es eso posible.

--¿No está localizable?-inquiere, de nuevo con sus cejas alzadas.
--No parece-respondo dudoso. Hago otro intento para llamarle, pero me responde lo mismo. ¿Eso quiere decir que Josh está con Ale, esté dónde esté?
--Tampoco veo a Josh-Malcom murmura-Están...todos cerca del punto ciego.
--¿A cuántas personas has dejado de ver, Malcom?-esta vez el hombre tras la mesa se dirige a mi pequeño.
--Liam, Matt, Cassandra, Alejandra y Josh-enumera sin dudar.
--¿No creen que es un poco sospechoso? Me refiero, son todos de la misma familia, a salvedad de la señorita Heilch, claro.

Me quedo con las ganas de preguntarle qué es lo que está insinuando con eso, ya que Malcom se tensa de inmediato. De nuevo todos los ojos están puestos en él, y sin embargo, los suyos están puestos en la nada. Empieza a mover la mano como si estuviera dibujando algo. Antes de que pueda pedir lápiz y papel, alguien ha colocado ambas cosas a su alcance. Coloco el lápiz en su mano, y aún con la mirada perdida, empieza a dibujar.
Ante nuestros ojos curiosos (los de Tanner, más bien asombrados), no tardan en aparecer objetos reconocibles. Una carretera no demasiado bien pavimentada. A ambos lados, se puede ver un bosque denso, de árboles increíblemente altos. En primera plana, lo que parece ser un cartel, escrito en otro idioma, pero en nuestro alfabeto: "Velkommen til  Kornsjø". Todo ello da la sensación de estar cubierto por nieve.
Malcom suelta el lápiz contra la mesa, sobre el dibujo, y se gira para mirarme con ojos abiertos como platos.

--Kornsjø-murmura él, como si yo pudiera seguir la conversación a la misma velocidad que él.
--¿Kornsjø?
--Noruega, Señor Malik-Tanner capta mi atención lo suficiente como para que deje de mirar a mi hijo. Hay una gran sonrisa de satisfacción en su rostro y detrás de él, la pantalla muestra un mapa en el que se ve Noruega y Suecia, con un punto marcado en la línea de ambos países-Han pasado por Noruega.

No hay comentarios:

Publicar un comentario