sábado, 6 de febrero de 2016

Capítulo 75. Ryan.

Narra Marta.
--Entonces, ¿estáis bien?-su forma de hablar aún me hace sonreír, sin maldad alguna, sino más bien con cierta ternura.
--Claro que sí-respondo con tranquilidad-Estoy en Inglaterra, aquí la gente no lleva pistolas por la calle, por si no lo recuerdas-añado con clara diversión.
--Oye, está en nuestra Constitución. Es como si quisieras que allí se prohibiera el té o a la gente pálida y sin sangre-él continúa con la broma, al otro lado de la línea telefónica, al otro lado del Océano Atlántico.
--Golpe bajo, golpe muy bajo, cariño-niego con la cabeza, a pesar de que me encuentro yo sola en la habitación y de que nadie puede verme, mucho menos él.
--Que conste que has empezado tú-se defiende, aún sonando divertido.
--¡No es verdad!

Mi sonrisa se amplía mientras dejo que él continúe diciendo una y otra ventaja que los americanos tienen sobre los ingleses. No lo hace enserio, en realidad, sé que se moría de ganas por venir conmigo, con nosotros, aunque siendo realistas, se hubiera muerto de ganas por ir a cualquier sitio que implicara estar cerca de mí. Podría haberle dicho que me voy caminando a México, que él habría cogido la mochila y no se lo habría pensado ni dos veces. Pero estaba claro que no podía dejarle venir aquí, no al menos a esta parte en concreto de la ciudad, no sabiendo que lo que he hecho ha sido hablar con Harry, mucho menos, sabiendo que aún estoy esperando una llamada suya, una para poder explicarle todo a fondo. Pero esa llamada no ha llegado, no ha llegado después de los días que han pasado, y empiezo a pensar que nunca va a llegar.
A pesar de todo lo que me han dicho, de todo lo que me han gritado por la calle, de todo lo que me han acusado por las redes sociales y de todo lo que la prensa del corazón cotillee, mi intención nunca fue hacer daño a Harry. Tampoco quise ser una Yoko Ono que le separara de los chicos, ni mucho menos una caza fortunas que le quitara el dinero en cuanto se diera media vuelta. Lo único que me he quedado lo cogí sin querer, sin que ninguno de los dos nos diéramos cuenta.
Acaricio mi tripa con cuidado. Ya ni siquiera puede ocultarse, aunque supongo que debo de agradecer al invierno y a los grandes abrigos que todavía nadie se haya dado cuenta y haya ido corriendo a la televisión a contarlo.
Dieciséis, casi dieciséis semanas que esto pasó, según el médico. Así que siento mucho todas esas personas que se dedican a decir que soy una golfa que va con el cuento a Harry para que me mantenga por un hijo que no es suyo, pero es que sí que lo es. Según las cuentas, debió de ser en verano, uno de esos días de calor y pereza en el que aprovechamos que todos estaban fuera, de excursión, en la ciudad, o haciendo cualquier cosa, que nos dejó a Harry y a mí esa fabulosa casa de verano...completamente a solas. Y sorpresa: apareció un bebé.
Suspiro silenciosamente, tratando de centrarme en la conversación con Ryan, pero es prácticamente imposible.
Desde el verano, desde principios de agosto, más o menos, hasta septiembre, hasta el mismísimo cumpleaños de Niall, pasó algo más de un mes, y en algún punto de ese mes yo me di cuenta, mi madre se dio cuenta, hasta Lucía se dio cuenta. Mi madre no dijo nada, ¿qué iba a hacer? Sí, era y sigo siendo menor de edad, pero ella decidió que era cosa mía, y por supuesto de Harry. Lucía sin embargo fue la que sí que se lo tomó peor; no es como si me hubiera recriminado nada, simplemente, era el hecho de saber que lo estaba, y también de saber que iba a cortar con Harry sin hacérselo saber. Es por eso que Lucía, mi único confidente, tan solo me ayudó a escapar, y ahora...ahora ya ni me habla.
La televisión capta mi atención de forma inmediata, apartándome tanto de mis pensamientos, como del fino hilo que estaba consiguiendo seguir en la conversación con mi novio, con mi pareja, con ese aquel que sabe toda la historia, y aún así no me juzga, más aún, me apoya., me apoya de una manera incondicional, que hace que el cariño que tenía por Harry, se reduzca a la nada. Live while we're young comienza a sonar por toda la habitación de este hotel escondido en el que me encuentro, y mis ojos se abren como platos al sentir como el pequeño se revuelve dentro de mí.

--Oh Dios-murmuro sin poder creérmelo. Mi mano quieta en el punto en el que lo he sentido.
--¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Estás bien?-se apresura a decir Ryan al otro lado de la línea.
--Sí, sí, es solo...se acaba de mover...-admito mordiendo mi labio inferior, tratando de evitar las lágrimas que hacen fuerza por salir.
--Dios, ¿enserio?-su voz se escucha llena de ilusión, de emoción, como si fuera su propio hijo-Eso es genial cariño. Me encantaría poder estar allí para sentirlo...
--No te preocupes-respondo en voz baja, acariciando mi pequeña barriga con cuidado-Posiblemente compre hoy ya los billetes de vuelta.
--¿De verdad?-su voz se mantiene con esa ilusión, propia de la de un niño el día de Navidad-¿Has terminado ya todo lo que tenías que hacer?
--Sí, claro-respondo, con una sonrisa boba, esperando de nuevo un movimiento, por mínimo que sea.
--Entonces...¿ya has aclarado todo con Harry?
--Técnicamente...-murmuro en medio de un suspiro.
--Técnicamente llegaste, le soltaste que vas a tener un hijo suyo y te fuiste, ¿verdad?-no me está echando una reprimenda, aunque tampoco suena ya contento o ilusionado.
--Llegué, provoqué una discusión en la que insultó a Ane, se pegó con Niall, todo el mundo acabó fuera de casa, le solté que tengo un hijo suyo, un novio encantador, que podíamos ser amigos...y luego me fui, sintiendo varios pares de ojos mirarme con asco-admito, sin sentirme realmente orgullosa de lo que provoqué con mi presencia.
--Marta...-se queja, aunque no parece molesto-Pensé que lo que querías era arreglar las cosas con él, no provocar una Tercera Guerra Mundial.
--¡No lo hice a propósito!-me defiendo-No sabía que estaban todos allí. Había una probabilidad entre un millón de que tanta gente estuviera allí, ¿sabes quién estaba? Taylor Swift ¡Hasta Taylor Swift estaba!
--¿Y qué hacía allí, si puede saberse?-pregunta, sin poder evitar sonar divertido, dejando a un lado mi plan fallido de arreglar las cosas.
--¡Pues no lo sé! Pero estaba allí todo el mundo. Sinceramente, no tuve mejor momento para aparecer...-resoplo, frustrada por completo.
--¿No has pensado en hablar con él por teléfono? O ir a verle a su casa, estoy seguro de que no habrá tanta gente con él, ya has gastado tu probabilidad entre un millón-comenta con cierta gracia.
--Sí...supongo...-llevo una mano a mi frente, acariciándola en un intento de aliviar la presión que empiezo a sentir dentro de ella-Hablaré con él antes de irme...
--Está bien. Tómate el tiempo que quieras, sabes que no hay prisa-puedo sentir su sonrisa tranquila y paciente en su rostro-Solo te echaré un poco-mucho de menos, pero podré sobrevivir a ello.
--Eres el mejor-admito en un suspiro-¿Qué he hecho yo para merecerte?
--Dejarme los apuntes de Electromagnetismo cuando me puse malo-responde divertido.

Sí, una gran manera de que un par de cerebritos se enamoren: por conveniencia en una clase de Electromagnetismo, pero qué puedo decir, todas las que nos encontrábamos allí nos habíamos girado dos veces al ver al rubio de ojos verdes bajo unas gafas de pasta, sonrisa sincera y porte extrañamente atlético para ser un ratón de biblioteca.

--Anda, será mejor que te vayas ya a dormir, para tu cerebro solo son las cinco de la mañana.

Me giro en la cama para poder coger el móvil y así mirar la hora de aquí, aunque no la que tiene mi cerebro programada.

--Aquí son las diez de la mañana-admito divertida-Creo que eres tú el que debería irse a la cama.
--Los dos deberíamos hacerlo...Más bien los tres. El bebé también necesita dormir, es bueno para él.
--Lo que es bueno para el bebé es que estés conmigo-susurro, mordiéndome el labio.
--Sabes que si quieres que esté contigo solo tienes que decirlo. Cogeré un bueno esta misma noche si es lo que quieres-y sé, que no está tirándose un farol, o tratando de hacerme sentir mejor: realmente cogería un avión y se atravesaría un Océano en plena noche para estar conmigo.
--Quiero pero...tú tienes que quedarte allí. Tranquilizar a mi madre, y esperar a que vuelva. No tardaré más que un par de días.
--Arregla las cosas con Harry, anda, sabes que yo te estaré esperando aquí.
--Te quiero.
--Y yo a vosotros.

Cuelgo el teléfono fijo, perteneciente a esta habitación y me tumbo de medio lado, mirando hacia la cama vacía que se queda a mi lado.
Mi mano continúa colocada en mi estómago, acariciándolo, esperando a que vuelva a moverse, pero eso no pasa. Me dispongo a volver a dormir, al menos hasta que en mi mente sean realmente las diez, pero lo único en lo que puedo pensar es en mi futura conversación con Harry. Trato de planear cada minuto, cada segundo, cada reacción posible, pero sé que ninguna de las opciones que planeo será la que realmente ocurra. Y sinceramente, no quiero hacerle más daño aún.
Nunca fue mi intención hacerle daño, aunque si bien es verdad, tampoco lo era haber dejado que todo llegara tan lejos. Tenía que haber cortado con él cuando supe que se había acabado, no haber dejado que él siguiera enamorándose más y más, cuando en mí, ese sentimiento ni siquiera había llegado a arraigar del todo. Durante los primeros meses pensé que así era, puede que sintiera algo que hasta se le pareciera, pero con el tiempo, ese supuesto amor pasó a ser cariño, del cariño a la amistad, y de la amistad a la lástima. El amor, ese amor que tanto le profesé, que tanto pensaba que era, solo era un encaprichamiento, solo un amor de fan, que está claro que no tendría que haber pasado de eso: una relación fan-ídolo, pero pasó, y yo me sentía bien, y le quería, pero ¿durante cuanto? ¿Tres? ¿Cuatro meses? Y para cuando acabé todo...íbamos a hacer nueve meses juntos. Tendría que haberlo parado mucho antes, pero no lo hice y ahora, ya no hay vuelta atrás. Lo único que me queda es tratar de hablar con él, tratar de hacerle entender todo esto sin que le haga más daño, dejar mi conciencia tranquila, y así poder volver a mi vida universitaria, a mi vida en Nueva Jersey, a mi vida con Ryan.
De alguna manera, ni puedo evitar pensar que Lucía está sufriendo lo mismo, solo que ella prefiere negárselo a sí misma, hacer como si Louis fuera lo que ella realmente quiere. Ella quiere a Louis Tomlinson, al Louis de las revistas, de las entrevistas, de los pósters y de los discos, es lo que ella siempre había querido, al igual que yo, y sin embargo, ella es la que está llevando aún más lejos el corazón del pobre Louis, para acabar rompiéndoselo con más fuerza y dolor. Ella nunca me lo ha dicho, pero está claro que debe de ser lo que siempre. Nosotras nos enamoramos de nuestros ídolos adolescentes, no de los chicos que realmente son. No es lo ideal, ni siquiera es moralmente correcto a ojos de cualquiera, pero es lo que pasó. Yo tan solo espero que no deje que Louis siga y siga cayendo por ella.
La televisión aún encendida y puesta en cualquier canal de música, de nuevo me saca de mis pensamientos, y vuelve a hacer que escuche la voz de aquel al que tanto pensé que quería, y al que tanto daño he hecho. Llevo mis ojos a ella, encontrándome con Little Things. Su voz grave aún provoca que sonría y que un escalofrío me recorra. Siempre le voy a querer de esta manera platónica y -para cualquier otra persona- insuficiente, pero para mí, es lo ideal.
Mi pequeño vuelve a revolucionarse, y deja salir una patada. De nuevo me sorprendo al sentir el extraño movimiento dentro de mí, pero entonces entiendo qué es lo que le altera. Sonrío mientras paso mi mano por el lugar que acaba de patear.

--Sí, papá canta bien, ¿verdad?


Narra Louis
De repente todo lo que hay a mi alrededor son gritos. Gritos. Muchos gritos. No veo nada, no siento nada, y sin embargo me golpean, me desorientan, me pierden. No sé de dónde vienen. No sé por qué se suceden. Pero está claro que es una fuerte discusión. Y también está más que claro, que son las voces que discutían mientras...mientras el beso con Harry.
Como si antes no tuviera la oportunidad, abro mis ojos, y de inmediato siento como hay algo que no va bien, por no decir, que no siento que haya algo que no vaya mal. Es como si todo se moviera demasiado, como si no estuviera dentro de mi cuerpo, propiamente dicho, y yo me balanceara tras los ojos de aquel que controla este cuerpo. Trato de adivinar donde estoy solo por los objetos que me rodean: un sofá demasiado grande, color mostaza, para nada parece nuevo; una mesita de café de madera desgastada, con un libro sosteniendo una de sus patas para que deje de estar coja; juguetes, juguetes de acción y Barbies, tirados todos entre la mesa, el suelo y el lugar en el que supongo que estoy sentado; fotos...fotos mías, fotos con mamá, con Mary, con...

--Que me dejes en paz Johannah.

Él.

De un golpe, siento como si el control del cuerpo pasara a mí, todo deja de moverse en exceso y puedo llevar una mano a mis ojos para tratar de no marearme. Mis manos, ¿qué les pasa a mis manos? ¿Por qué son tan pequeñas? ¿Qué es todo esto?

--Lou.

Una suave y dulce voz me llama, llena de miedo y cierto dolor. Giro la cabeza de inmediato, para dar con que no soy el único que se encuentra sentado en este viejo sofá. Una niña pequeña me observa, con unos grandes ojos azules llenos de lágrimas, unas mejillas sonrojadas y húmedas, unos labios gruesos en un puchero. Lleva un vestido de tiernas florecitas azules, a juego con el lazo que recoge todo su pelo casi rizado en una coleta en lo alto de su cabeza. ¿Mary?

--Papi y mami gritan-su dulce voz está rota. Se restriega un ojo con cierta ternura. Su respiración está entrecortada.
--No pasa nada-una segunda voz aguda se escucha en la sala, y está claro que es la mía, aunque no lo sienta así. Parece como si las palabras salieran solas de mí, como si estuviera programado lo que tengo que decir, y no las preguntas como "¿Qué coño está pasando aquí?". Prácticamente respondo sin ser consciente, como si estuviera ya escrito en un guión inexistente que tengo que decir eso. Mi voz también suena tierna e inocente, pero para nada llena de la ingenuidad que ella posee. 

Me acerco a ella, también sin ser consciente de ello, solo como si mi cuerpo se moviera mecánicamente, y, no sin dificultad, hago que se coloque sobre mis piernas. Las lágrimas parecen volver a rodar por sus mejillas con continuidad. Sus grandes ojos azules se ponen en los míos.

--Tienes pupa-dice con cierta curiosidad, mientras alarga su manita. En cuanto ésta toca mi mejilla, efectivamente siento dolor, pero parece que lo que tengo que hacer es sonreír con debilidad para acto seguido contestar.
--Pero no me duele. Estoy bien.

Ella hace un puchero y se abraza a mí con fuerza. Mis ojos comienzan a sentirse húmedos, pero eso no quiere decir que deje las lágrimas caer, tan solo mantengo a mi hermana pegada a mi pecho, como si eso fuera a arreglar algo, como si eso fuera a protegerla de todo el mundo. Ninguno de los dos dice nada más, y eso es lo que me permite escuchar la discusión que se sucede apenas a unos metros de nosotros, si no recuerdo mal, en la cocina que hay a mis espaldas.
Una de las voces me atraviesa, me golpea, me deja sin aliento y me llena de un miedo atroz y una rabia casi incontenible. Mis cortos brazos aprietan a mi hermana con más fuerza, ahora sabiendo perfectamente el motivo por el que inconscientemente, siempre siento la necesidad de abrazarla para protegerla, para evitar que se vaya de mi lado.

--No es normal, Johannah-su voz no expresa miedo, ni siquiera parece alterado, tan solo irritado.
--¡ES SOLO UN NIÑO!

Mamá. Es mamá, sin duda alguna, y está claro que ella sí que está fuera de sí. Nunca ha sido histérica, más bien todo lo contrario, lo cual me indica, que se está metiendo con algo que realmente quiere, y dado que creo (y solo creo) que soy el único hijo que ha tenido ese cabrón, doy por hecho que discuten acerca de mí.

--Los niños normales no hacen eso. Me da asco.

Sus palabras están llenas de asco, de miseria, de odio, como si realmente hubiera podido hacerle algo, ¿el qué? si aparentemente solo tengo siete años como mucho. O al menos, eso me había parecido cuando toda esta locura empezó, ya que para cuando vuelvo a mirar a mi hermana, parece como si hubieran pasado trece años de golpe. Misma casa, mismo salón, mismo sofá, mismos juguetes, misma ropa por lo que veo tanto en mí como en ella. Mary ahora mide su casi metro sesenta y cinco, su pelo se ve más largo y más ondulado que rizado, todavía recogido con cierta ternura con un lazo; y sin embargo, sus grandes ojos azules siguen siendo llorosos, sigue manteniendo su aire de ingenuidad, como si todavía no entendiera lo que está ocurriendo. Sus labios están en un puchero y me mira con miedo, con terror, como si una parte de ella supiera cual es el final de esta historia. 
No hago otra cosa que no sea rodearla con mis brazos, obligándola a que su rostro se esconda en mi cuello. Comienzo a tararear cualquier canción en apenas un susurro, esperando que, de alguna manera, mi voz eclipse la discusión que se sigue sucediendo a nuestras espaldas.
Siempre supe que mi padre no nos quería. Estaba más que claro. Pero en mis recuerdos, no hay constancia de que le diera asco, de que le diera tal repulsión como para alterar a mi madre de esta manera.

--Estrellita donde estás me pregunto quién serás...-canto casi en el oído de mi hermana.
--¡ES TU HIJO!-mamá me defiende, me defiende porque es lo que hacen las madres, y porque se supone que es lo que debería hacer todo aquel que tiene un hijo.

Casi puedo ver como él bebe de su vaso de cristal, acabándose el enésimo trago de whisky barato del día. 
María pega un bote sobre mí al escuchar la voz estridente de mamá. Yo continúo cantando para calmarla.

--Estrellita donde estás me pregunto quién serás...
--Troy Austin no tiene hijos maricones. Eso no es mi hijo.

Sus palabras me hacen callar, me hacen quedarme tenso, rígido. Siento cómo la sangre huye de mí y el frío empieza a apoderarse de mí. 
¿Maricón? 
¿Qué?

--¡PUES CLARO QUE ES TU HIJO!
--¡No mientras siga comiéndole la boca a sus amigos!-su tono se eleva, mostrando aún más irritación. María pega un bote aún más fuerte, pero ni siquiera soy capaz de seguir cantando; un nudo ha cerrado mi garganta, y no creo que ni siquiera esté siendo capaz de respirar correctamente.

¿Comerle la boca? ¿A mis amigos? 
Yo...yo no hacía eso cuando era pequeño. Esto ya no es un recuerdo, no puede serlo, de ninguna manera, se sale de la realidad. Si hubiera sido así me acordaría...me acordaría ¿verdad?

--¡TROY, POR DIOS! ¡DEJA DE DECIR BARBARIDADES! ¡ES TU HIJO Y SIEMPRE LO VA A SER! ¿¡QUÉ IMPORTA A QUIÉN QUIERA!?
--¡A MÍ ME IMPORTA!-chilla y se escucha como un vaso se rompe. Por un momento todo se queda en absoluto silencio, al menos hasta que él mismo vuelve a hablar-Empiezo a pensar que realmente no es mi hijo, no podría serlo, mucho menos con la madre tan puta que tiene, ¿con quién te has estado acostando, Jay?
--Troy, déjame en paz...

La derrota es evidente en la voz de mi madre. La está agarrando, la está amenazando, la tiene atemorizada, pero ella no va a perder, no se va a rendir, yo no lo voy a permitir, mucho menos cuando esta vez puedo evitarlo. 
Dejo a mi hermana en el sofá, dejando así que ella me muestre el pánico en todo su rostro. Una y otra lágrima rodando por sus mejillas.

--Lou, no te vayas. No quiero que tengas más pupa-el tono de su voz se mezcla con la infantilidad de sus palabras, y está claro que no ayuda lo más mínimo a mi mente a poder levantarme e ir a enfrentar al mal en persona, a poder tan siquiera aclararme y entender un mínimo de lo que está ocurriendo aquí, de si es un recuerdo, de si es una pesadilla.
--No pasa nada, pequeña. Voy a estar bien, ¿vale?-consigo decir de alguna manera, antes de dejar un beso en su frente-Pero necesito...necesito que vayas a la habitación. Te vas a meter en nuestro escondite y no vas a salir hasta que mamá o yo vayamos a buscarte ¿vale?-susurro acariciando su mejilla.
--No...tú tienes que venir conmigo, Lou. Tienes que esconderte conmigo...
--Ahora voy, no tardaré mucho-digo con una sonrisa lo más convincente posible-Te lo prometo.

Ella, que ya no sé ni qué edad tiene, ni si realmente es un recuerdo exacto o mínimamente parecido, parece tragarse la mentira. Me devuelve la sonrisa y se va con los pasos torpes de un niño, hasta que veo como desaparece por las escaleras. No me siento tranquilo hasta que no escucho una puerta en el piso de arriba cerrarse.
Apenas tardo segundos... Ni siquiera son segundos, es como si de repente estuviera en la cocina, frente a la...horrible imagen que hay frente a mis ojos. Mamá está acorralada en una esquina de la cocina, parece joven y asustada, pero no hay ni una lágrimas en sus mejillas, ni siquiera tiene una expresión de derrota. Por otro lado, el otro ser que me creó, parece acercarse con paso lento (demasiado lento como para ser realista) y amenazante hacia ella. Puedo ver como mi madre está tanteando a sus espaldas, posiblemente cogiendo algo con lo que defenderse, pero sé que no le dará tiempo, sé que no.
De golpe, me encuentro entre ambos, con mamá a mis espaldas, y mi padre biológico enfrente.

--Quítate ahora mismo de mi vista-su tono es casi un rugido.

Mi corazón va a mil por hora, siento miedo, siento el mayor miedo que haya podido experimentar en toda mi existencia, pero la rabia le iguala, por no decir que le supera.

--No.
--Pequeño desperdicio humano, quítate si no quieres que te mate a ti también.
--No.

¿Y esa valentía? ¿Y esa capacidad como para responder tan fríamente? ¿Y esa manera de sentirme poderoso por un momento? ¿De dónde se supone que ha salido?

--¿Acaso quieres que cuando acabe vaya a por tu amiguito?-una sonrisa torcida y llena de burla surge en su asqueroso rostro.

Por fuera tal vez esté mostrando la misma frialdad y enfado, mi misma cara de desprecio y asco, mi rostro de hombre adulto, de uno que tiene veinte años y que pretende darle un buen golpe en cuanto pueda, pero por dentro, solo tengo siete, solo lloro y me agarro a la camiseta de mi madre. Las dos realidades se mezclan, se retuercen hasta llegar a ser una sola, y de cualquier manera, sé que esto no va a acabar bien, nada de esto lo hará, puede que ni aunque me despierte lo haga.

--¿De qué coño me hablas?-escupo las palabras con la misma repugnancia que me da su simple existencia.

Su sonrisa torcida y llena de aparente poder se ensancha, para acto seguido convertirse en una carcajada casi diabólica, casi de villano de dibujo animado. De la nada, parece que tira algo al suelo, sin el más mínimo interés en si lo rompe, si lo daña... Y para mi sorpresa, ese algo, resulta no ser otra cosa que Harry...
Harry tirado en el suelo.
Harry magullado.
Harry sangrando.
Harry amoratado.
Harry llorando.
Harry apenas pudiendo mantenerse en sus rodillas.
Harry roto frente a mí.
Harry así...por mi culpa.
¿Por qué está tan siquiera aquí? ¿Por qué él tiene que pagar por esto? ¿Por qué él es parte de mi pesadilla? 
Pesadilla... 
Sí, es solo una pesadilla, nada puede hacerle daño, él no se encuentra así, él está bien, dormido en su cama, como tal vez lo esté yo. Esa idea es la que causa que ni siquiera me inmute (puede que también ayude el hecho de que me he quedado completamente rígido al encontrarle de esta manera, tan repentina y dolorosa). Mis labios se mantienen sellados y mis ojos se apartan rápidamente de este Harry que no es mi Harry... bueno, que no es el Harry real, me refiero.

--Que ya no eres tan machote ¿verdad?-la malicia evidente en su voz, antes de soltar un rodillazo contra la espalda del chico que se encuentra entre nosotros, y que finalmente causa que caiga al suelo, absolutamente derrotado.

Y aunque sepa que no es real, aunque sepa que nada de esto es real, ni mi padre, ni Harry, ni su dolor, ni mi madre, ni mi hermanita, ni el peligro... siento como si realmente estuviera ocurriendo, como si los sollozos lastimeros de mi amigo escaparan uno tras otro junto con sus lágrimas.
Y aún así, no me veo capaz de reaccionar. Aún frío y tenso, con mi madre tras de mí, la cual no parece tener nada que decir salvo un "¿Por qué dejas que lo haga?" que susurra contra mi oreja. No me giro con la obvia extrañeza para mirarla. Mis ojos tan solo están puestos en Harry.

--¿Qué? ¿Me he equivocado de follaculos o qué?-esta vez lo que suelta es una patada, que acierta a dar en el estómago del agredido, haciendo que éste se retuerza en el suelo.

Yo me mantengo quieto, ya no por el shock, ya no por el miedo, simplemente mi boca no quiere que articule palabras, gritos, insultos; mis brazos no quieren moverse, no quieren apartar al falso Harry del dolor que está padeciendo por mi causa; mis piernas no quieren moverse, ni siquiera ante la idea de devolver los golpes al culpable de todo esto. Simplemente no me muevo. Simplemente no puedo. Un golpe tras otro, un sollozo tras otro, una palabra tras otra de mi madre a escasa distancia de mí, preguntándome que por qué no estoy evitando la imagen que se sucede ante mí, una y otra y otra palabras de desprecio por parte de mi parte, acompañadas por sonrisas torcidas y escalofriantes. Nada. Nada consigue sacarme de mi trance, hasta que unos ojos verdes y llenos de lágrimas, de dolor, de sufrimiento, llegan a mí. Veo como sus labios quieren articular un "Louis", pero una nueva patada en él lo calla, y al mismo tiempo, me devuelve la fuerza. Pero parece que esa fuerza ha llegado demasiado tarde. El falso Harry ya no se levanta, ya no llora, ya no parece importarle que le peguen y que le insulten.
Troy se esfuma con una carcajada, exclamando un "Tú también acabarás así". Mi madre también se desvanece, pero por su parte no hay ninguna amenaza, tan solo lo que habría podido ser una advertencia antes de llegar a este funesto fin "Tendrías que haber decidido antes". Tan solo quedamos Harry y yo en la -repentinamente- fría cocina.
Mis rodillas tiemblan, cayendo acto seguido contra el suelo, frente a un inmóvil Harry. Todo mi cuerpo tiembla, incluidas mis manos, que se mueven con suma lentitud hacia mi amigo. Las palabras de mi padre parecen haber sido puestas en repetición.
Tú también acabarás así.
Tú también acabarás así.
Tú también acabarás así.
Así.
Ensangrentado.
Amoratado.
Pálido.
Inmóvil.
Sin vida.

--Harry, no. Harry d-despierta-apenas consigo balbucear, apartando con manos aún más temblorosas  que hace apenas segundos, algunos rizos que se pegan a las sangre que baña sus mejillas-Harry no me hace gracia. Vamos, abre los ojos. No es-no es divertido. N-no tienes cinco años para jugar a esto-le pido, ¿a quién le pido? ¿A un cuerpo sin vida?-Harry vamos, vuelve. No puedes irte. No puedes dejarme solo.

Pero nadie me responde, mucho menos él. Su rostro pálido está lleno de dolor aún, con lágrimas tan frías como él mismo, todavía en sus mejillas. Un labio partido, aún chorreando sangre. Un pómulo violáceo, a juego con uno de sus ojos. Una herida en alguna parte de su cabeza debe de ser la causante de que su rostro esté manchado de sangre. 
Pero no está muerto. No puede estarlo. Harry no se puede morir. Él no se va a morir. No me va a dejar aquí, solo en esta casa, fría, llena de funestos recuerdos, con la culpabilidad carcomiendo cada pedazo de mí.

--Harry-sollozo-¡Harry despierta, por Dios!

Y al igual que mis padres, su cuerpo desaparece como si se lo llevara un soplo de viento. Sin embargo, mis manos siguen ensangrentadas, manchadas con la culpabilidad de su muerte.
Yo. Yo solo. Yo solo en una cocina fría, oscura, con manchas sanguinolentas que parecen convertirse en grandes charcos. Trato de alejarme de ellos, apenas siendo capaz de ponerme en pie, y volviendo a caer en cuanto lo intento. Me limito a quedarme pegado contra un armario bajo, apretando mi espalda contra la tabla de madera que una vez fue blanca, pero que ahora tiene motas borgoña.
La discusión, las palabras de hace unos minutos, -o quizás unas horas, no estoy seguro- se repiten, una y otra vez, chillan, lloran, gritan de dolor, suplican, ríen... y lo único que puedo yo hacer es cubrirme los oídos, sintiendo el líquido aún espeso bajar por mi cuello, pero eso no parece ser lo relevante, por no decir que resulta francamente inútil. Sollozo, apretando mis manos con mas fuerza en mis orejas. Llamo a mi madre, llamo a mi hermana, llamo a Harry. Le llamo una y otra vez, pidiendo que vuelva, pidiendo que me perdone, pidiendo porque me saque de aquí.

--¡LOUIS!

Siento como si el corazón se me hubiera detenido por un segundo, al igual que la respiración, solo por el hecho de haber sentido ese grito tan fuerte y tan cercano y...tan a Harry. Miro hacia todas partes, sintiendo como mi cabeza se moviera más de lo habitual, aunque eso no evita que mis ojos se encuentren con unos grandes y verdes, aparentemente en un rostro falto de sentimientos, pero con una mirada en la cual puedo ver como desborda la preocupación.

--Harry...-balbuceo, sin saber cómo soy realmente capaz, ya que mi respiración está completamente descontrolada, y ni siquiera sé cómo todavía estoy consciente.
--Sí-es su respuesta corta y tajante. Una respuesta que podría haber sonado incluso borde y desagradable, si no fuera porque ya me esperara que su breve momento de lucidez verbal fuera solo eso: un breve momento.

Tardo un poco en reaccionar, aún perdido, con la mente llena y los pulmones con sensación de vacío. Alzo mis manos, que se encuentran limpias, sin rastro aparente de que haya habido sangre, y por tanto, sin rastro de que todavía siga en una pesadilla preocupantemente real y macabra. El hecho de encontrarme en el salón, en el mío, en el de mi casa, mi casa compartida con Harry, también me da cierta seguridad, y me hace poder respirar hondo, o al menos intentarlo.
Mis manos llegan al rostro de mi amigo, sintiendo sus mejillas cálidas, llenas de vida aunque no sea lo que su expresión facial quiere mostrar. Continúo el camino, llegando a su cuello con marcas aún rojizas y bajando hasta su pecho cubierto por una camiseta de manga corta.
Está bien. Está perfectamente, dentro de lo que cabe. Esta vivo. Está aquí. Está conmigo.
Sabía que era un mal sueño, que no era real, estaba claro que no lo era, pero eso no quita que haya sentido miedo, que haya sentido mucho más miedo del que he sentido nunca.
Me permito cerrar los ojos por un momento, dejando salir un suspiro de alivio. Mis manos son reacias a apartarse de él, con la idea de que todavía pueda pasarle algo malo. Para cuando los vuelvo abrir, él sigue aquí, mirándome en silencio, aún sin una sonrisa, sin una mueca, sin nada más que sus ojos preocupados y confusos puestos en mí.

--¿Estás bien? ¿Necesitas algo?-me apresuro a preguntar, dando por hecho que si se encuentra aquí, es porque necesita algo, de mí o que puede conseguir gracias a mí.
--Yo sí. Tú no-responde contundente, sin moverse un milímetro, inclinado hacia mí.

Al darme cuenta de que no debe de estar en una posición cómoda, me incorporo, haciendo que él se levante apenas. Dejo un hueco a mi lado para que él se siente, cosa que no hace; tan solo se mantiene de pie frente a mí, mirándome, esperando una respuesta.

--¿Cómo que yo no?-mi respuesta viene en forma de pregunta.
--Gritabas. Llorabas-dice, acercando una mano a mi mejilla con cuidado, acariciándola y así haciéndome sentir que, en efecto, está húmeda.

Me aparto un poco de su mano, de manera que así puedo confirmar ese hecho. Hace...años, años que no tengo una pesadilla de este calibre. Si no recuerdo mal, esto no me pasa desde que no era más que un mocoso con las rodillas raspadas por haberme caído jugando. Solo pura casualidad.
Harry se mantiene de pie, mirándome, esperando.

--Solo era una pesadilla-respondo sin darle mucha más importancia. Me aparto las lágrimas que quedan en mi mejilla mientras me levanto del sofá-¿Es ya hora de comer? ¿Quieres que pidamos una pizza? Podemos llamar a los chicos a ver si les apetece-hablo con más rapidez de lo habitual, tratando de llenar el silencio por parte de Harry, y así poder evitar que siga preguntándome.
--Me llamabas-es su respuesta, para mi suerte o para mi desgracia.
--¿Cómo?-pregunto alzando las cejas, con una sonrisa que trata de asimilarse a una divertida.

Él suspira pesadamente. Acaricia su rostro falto de sentimiento, hasta que una de sus manos llega a su cabeza, peinándolo hacia atrás con aparente frustración. Siento como si yo fuera el causante de estar sobrepasando sus límites, haciéndole hablar más de lo que su mente quiere. Antes de que pueda decirle que no se preocupe, que no tiene importancia, él ya está de nuevo en su intento por hablar sin perder todas las fuerzas en el proceso.

--Cuando dormías. Llorabas. Gritabas y me llamabas-una frase larga, cada vez lo son más, al igual que las de esta misma mañana.
--¿Te llamaba?-pregunto, sin la sorpresa que tal vez debería mostrar, pero dado el nivel de sufrimiento durante la pesadilla, no me sorprende que le haya llamado mientras aún estaba frente a su figura onírica sin vida. Un escalofrío me recorre solo de pensar en ello, en la posibilidad de que Harry no esté en este mundo.
--Sí. Por eso he bajado. Pensé que...que te había pasado algo.
--Era solo un sueño-me encojo de hombros con una sonrisa-¿Entonces qué? ¿Te apetece pizza o prefieres que preparemos algo?
--¿Yo estaba en el sueño?

Tengo que tragarme un resoplo, agachando la cabeza y cerrando los ojos. Supongo que debo alegrarme  porque la terquedad de Harry vuelva a su ser, pero sinceramente, preferiría que la utilizase para decidir qué comer y no para obligarme a contarle ese sueño tan...perturbador.

--¿Importa?
--Sí.
--Sí que estabas-dicho eso, me doy media vuelta y camino hacia la cocina. Siento sus pasos pegados a los míos, como si fuera mi propia sombra.
--¿Qué me pasaba?
--No te pasaba nada.
--¿Me pasaba algo malo?

De nuevo me veo obligado a callarme, a apretar mis labios y a pensar en algo que contestarle. No puedo contárselo, no puedo contarle que le he visto morir a golpes por mi padre...y por mi culpa, la misma culpa que ahora me pesa y que trata de tirarme al suelo.

--Solo era un sueño-repito, en voz baja, sintiendo como no se ha movido ni un paso tras de mí. Me apoyo en la encimera, sabiendo que no lo va a dejar pasar, y sabiendo que tengo que esforzarme en una mentira lo suficientemente convincente...o en como poder decirle la verdad.
--Qué me pasaba-él también repite sus propias palabras, contundente.
--No te pas-
--Qué era-me interrumpe, y para mi sorpresa, parece que empieza a sonar...enfadado. En cierto modo eso está bien, el enfado es un sentimiendo, a pesar de que sea uno que en Harry, en su estado, pueda llegar a intimidarme.
--¿Qué importa?-digo tajante, dándome media vuelta.

Y sí, de nuevo le tengo pegado a mí, atrapado entre su cuerpo y la encimera. La angustia comienza a ser parte de mi cuerpo, y eso es precisamente lo que me dice que le aparte, que haga que se aleje, antes...antes de que aparezca mi padre, de que nos vea, de que le vea. ¿Estúpido verdad? Hace demasiado tiempo que no veo a mi padre, ni siquiera sé si está en el país, si está tan siquiera vivo, pero... ¿pero qué?
No era real, era solo un sueño me trato de convencer a mí mismo. Nada de lo que pasaba era real, que nos encontráramos en mi antigua casa no era más que una coincidencia, que mi hermana estuviera allí también lo era. ¿El hecho de que estuviera Harry? Casualidad. ¿La razón por la que moría? Cosa de los recuerdos infantiles que tengo de mi padre. ¿El hecho de que...de que los motivos de mi padre para pegarle fuera porque estaba liado con él? Quizás...quizás solo fuera por el beso... sí, solo era por el beso, no tiene ninguna otra explicación.

--A mí me importa-él responde, sacándome de mis enrevesados pensamientos.
--Harry, da igual. Tú estás bien, yo estoy bien, todos estamos bien.

Pero mi respuesta no parece ser suficiente para él. Se mantiene de pie, contra mí, haciéndome sentir...angustiado. Harry siempre ha sido cercano a mí, siempre ha sido mi mejor amigo y siempre hemos estado prácticamente juntos, y sin embargo, es ahora cuando empiezo a sentir que me agobia, que me ahoga, que me hace querer apartarle de mí, pero no puedo hacer tal cosa: es algo natural para él quedarse cerca de mí. Al igual que lo es rodearme con sus brazos, claro, exactamente igual que cuando duerme conmigo y...exactamente igual que hace unas horas. Es todo natural para él, normal, sin ninguna clase de malentendidos, es un chico cariñoso, eso es todo.
Puedo ver cómo suspira mientras se pega más a mí (si es que eso es posible). Sin decir nada más, hace que me pegue a él, abrazándome con fuerza, no sé si para reconfortarle a él o a mí. Y por primera vez en años, no me gusta, no quiero que lo haga, no quiero que se acerque más a mí, quiero que pare, y quiero que lo haga ahora.
Ni siquiera sé cómo soy capaz de hacerlo, pero consigo que se separe de mí, y así poder salir de entre sus brazos. No digo nada, por no decir que ni le miro, solo camino hasta el centro de la cocina, pensando en voz alta cosas que no sé ni de dónde salen, porque está claro que no son realmente lo que pienso.

--¿Qué pasa?-su voz grave se escucha tras de mí, pero ya no cercana, ya no la siento en mi nuca, ni mucho menos el calor de su cuerpo en mi espalda.
--Nada-respondo sin más-Creo que voy a llamar a los chicos. Niall seguro que no está haciendo nada de provecho, habrá que convencerle de que levante su culo del sofá-trato de bromear, sin girarme para verle, tan solo centrado en mi móvil y en buscar tan rápido como puede el número de teléfono de Niall, para que venga, para que esté aquí, para que evite...algo.

Estoy tan concentrado en escuchar los tonos, en esperar impaciente por escuchar la voz de Niall al otro lado de la línea, que ni siquiera me voy cuenta de cuándo es que se ha movido Harry. Para cuando soy consciente de ello, su mano está puesta en mi hombro y yo me aparto de ella como si me quemara. Me giro al hacerlo, viendo su mirada confundida y ciertamente dolida; su rostro es aún inexpresivo.

--¿Qué pasa?-de nuevo pregunta.
--Nada-de nuevo mi respuesta.
--¿Por qué te apartas?
--¿Y tú por qué me tocas?-las palabras salen tan rápido de mí que ni siquiera me da tiempo a pensarlas.
--¿No puedo hacerlo?
--¿Para qué quieres hacerlo?

El metro de distancia que nos separa me permite percatarme de cómo su ceño comienza a fruncirse. Está bien, eso está bien, más sentimientos, más reacciones, mejor para él, mejor para todos que se va a poner bien dentro de poco.

--Eres mi amigo-responde sin moverse.
--Lo eres.
--Entonces, ¿por qué no puedo tocarte?
--Porque no tienes por qué hacerlo-respondo con una histeria poco normal en mí.
--¿Por qué no?
--Porque es raro.
--Pero tú también lo haces.
--No.
--Sí.
--No, no lo hago. Si lo haces tú no es mi problema.
--No es un problema.
--Lo es. Te confunde. Te estás confundiendo conmigo, Harry.
--No me conf-
--¡Lo haces!-casi chillo, sin ninguna razón, sin ningún motivo aparente, al igual que la histeria y el miedo que está creciendo dentro de mí a una velocidad preocupante-Yo no soy así ¿vale?
--¿Así? ¿Así cómo?
--Yo no soy como tú. S-soy normal. Y-y no doy asco.
--¿Louis?-pego un bote al sentir una voz en mi oído-Louis, ¿qué coño pasa? ¿Por qué ibas a dar asco?
--Niall-digo casi sin voz, mis ojos puestos en los de Harry, que lo único que hacen es dedicarme dolor, decepción, frsutración, vergüenza...-Solo...¿quieres venir a comer?