sábado, 29 de agosto de 2015

Capítulo 64. ¿Obikam teh?

Capítulo dedicado al sexy cumpleañero (sí, hacer esto es muy carrot. A quien le importa, yo soy feliz) porque se merece todos los capítulos del mundo (en realidad no, no le haría sufrir teniendo que leer todo esto) y porque se merece todo lo mejor que hay en esta vida :')


















·Feliz cumpleaños Daddy·

--------------------------------------
Narra Ed.
Cabeceo de manera inconsciente, despertándome al segundo por ello. Empiezo a sentir como si las cervicales me estuvieran gritando que pare de hacer eso, porque alguna se va a romper. Llevo la mano derecha a la parte trasera del cuello y lo acaricio en lo que trato de mantener mis ojos abiertos. Un bostezo sale de mis labios sin que yo pueda evitarlo. Son las tres de la madrugada, está claro que no puedo evitar bostezar.

--¿Por qué no vuelves a casa?-el rubio me pregunta, con esa sonrisa amigable que he decidido que no debe de parecerse a la de nadie en concreto, porque no he dado con la persona a la que me recuerda.

Palmea mi hombro con compañerismo antes de sentarse junto a mí. Bebe de la botella de agua que tiene en la mano y se dispone a mirar el interesante mundo que hay frente a nuestros ojos: una sala de espera vacía. Y sin embargo, a él parece convencerle, ya que se pasa unos minutos observando todo a su alrededor, con ojo crítico, como si fuera a encontrar algo sorprendente en estas cuatro paredes, algo que en los tres días que llevamos aquí no ha encontrado.
Bella aún no se encuentra muy estable que digamos. Viene, se va, se queda por unas horas, vuelve a darnos un susto, vuelve con nosotros. No sé cuánto tiempo va a durar, pero James no parece muy preocupado al respecto.
Por lo que me ha ido contando a lo largo de estos tres días, solo tiene veinticinco, pero el estrés, el trabajo, la vida con Bella, su propia vida...., le desgastan, le hacen ver cansado y le echan una buena cantidad de años encima. Trabaja allí donde le pueden necesitar: centros cívicos para terapias grupales, acerca de temas de drogas, alcohol, ludopatismo, acerca de cualquier tema de adicción; para ayudar a personas con discapacidad a encontrar un empleo; a la reinserción de exconvitos en la vida social y profesional; en hospitales para animar y sacar una sonrisa a todos los que aquí se encuentran, en especial a los niños. Empezó a dedicarse a esa clase de cosas por su hermano -el padre de Bella- que tuvo problemas con las drogas, con el alcohol y con la ley. Su otro hermano se encuentra en paradero desconocido; no me ha contado mucho más acerca de él, tan solo que el tal Will fue a por la chica que menos le convenía.
Se desvive por su sobrina, que es casi como su hija, y trata de ayudarla cuanto puede. Empleando todo su tiempo y más en que deje las adicciones, pero a la vista está que no es suficiente, o que ella está ya demasiado enganchada. Por eso hay días en los que ella se pone mal, muy mal, con el mono o simplemente estando en todo lo alto, que se pone a chillar, a ver cosas que no son, a golpear sillas y tirar cosas que rompen ventanas, a llorar, y a culpar de todo a la única persona que está con ella: a él. James se ve obligado a controlarla, a frenarla de alguna manera, al principio con cuidado y delicadeza, pero conforme pasan los minutos, parece que ella pierde por completo la cabeza y él se ve obligado a gritarla y a decir que pare, pero nunca, nunca la haría daño, nunca la pegaría, en sus ojos preocupados se puede ver que nunca levantaría ni media voz si no fuera estrictamente necesario.
Se casó hace un año, con un chico al que saca un par de años, por lo que cuando se casaron -a espaldas de ambas familias- ambos solo tenían dieciocho y veintidós años. Una locura, la mayor de sus vidas, ya que solo llevaban once meses saliendo, pero después de un año pasado del enlace, no parece que haya problemas entre ellos, pese a la diferencia de edad, que en este caso, puede causar muchos problemas. James es adulto, tanto mental como físicamente, Byron -su marido- solo tiene diecinueve, aún es un adolescente con la cabeza vacía que quiere irse de fiesta cada cinco minutos. Es sorprendente que se casaran, que aceptaran tal cosa, ya que es algo muy grande, muy importante, y que aún sigan en pie.
En definitiva, este chico que hay sentado junto a mí, ese al que yo había tachado de maltratador, de borracho, de inhumano, es posiblemente, una de las mejores personas que este mundo ha podido dar. Que graciosas son las apariencias, como les gusta engañar a la gente.

--No quiero irme sabiendo que se encuentra mal-respondo encogiéndome de hombros.
--Una vez estuvo de esta manera por más de una semana-responde con tono sombrío, pero tratando de mantener la sonrisa, con la mirada puesta en el final de la sala blanca y vacía-Deberías irte a casa, dormir un poco. No creo que sea sano mantenerse despierto tanto tiempo.
--Estoy bien, de verdad, solo...necesito café-digo mientras me levanto de la silla azul marino de metal.

Me estiro de manera disimulada, sintiendo como todos y cada uno de los huesos de mi torso hacen un "clack" en cadena, que me indican que llevo aquí sentado demasiado tiempo.
No me he movido de aquí en tres días, tan solo para ir a casa, ducharme, cambiarme de ropa y comer algo, el resto del tiempo aquí, con el chico rubio, a veces con el marido que viene con frecuencia para saber de la chica, y de su propia pareja, claro. He estado llamando a Taylor y a Harry varias veces al día. Él dice que se encuentra bien, que solo está cansado. Ella, que piensa que está deprimido, pero no de la manera en la que uno piensa que está deprimido el primer día de clase después de las vacaciones, no, deprimido de verdad. No quiere salir de la cama. Solo duerme y duerme, a veces llora y luego duerme de nuevo. Apenas somos capaces de que coma más de dos bocados Taylor me informo con voz temblorosa cada vez que la llamo. Y yo, solo suspiro antes de llamar al chico en cuestión, notando su voz apagada, pero en un visible intento de mostrar que está bien. Louis a veces también me llama, solo para pedirme que hable con él, ya que parece ser que soy al único al que escucha. Todos están bastante desesperados con su situación.

--Ed, enserio, vete a casa, duerme un poco-escucho que dice James a mis espaldas, con cierta pesadez ya de decírmelo cada hora-Ella va a estar bien. Si pasa cualquier cosa te llamaré, te lo prometo-dice con tono solemne.

Dejo salir un bufido, también cansado de escuchar lo mismo durante horas. Acaricio mi pelo, revolviéndolo un poco más de lo normal y pienso en la posibilidad de ir a casa, de dormir un poco y dejar de sentir como si cada célula en mi cuerpo pesara tres toneladas. De verdad que lo pienso, me lo planteo, pero no puedo, simplemente no puedo irme a casa -que no es que esté muy lejos, apenas a quince minutos en coche- y simplemente dormir, pensando en que ella podría necesitarme, que podría estar mal, que podría irse de nuevo, sin saber que yo estoy aquí. Que no necesita toda esa mierda para sentirse bien. Que le queda la música. Que le quedo yo: yo como Ed, como si amigo y vecino detrás de una valla; y como Ed Sheeran, el cantante, su ídolo.
Simplemente no puedo irme ahora.
Me doy media vuelta para decirle una última vez a James que no voy a irme, cuando una enfermera, bastante familiar entra en la sala. Ni siquiera me molesto en pensar de qué la conozco, porque parece que últimamente todo el mundo se me recuerda a alguien, pero podría jurar que he visto a esta chica en el hospital de Londres, en el que Harry estuvo ingresado. Pero no, no importa, no cuando nos mira con esos grandes ojos y pregunta:

--¿Familiares de Isabella Turner?
Narra Liam.
Unos finos labios acarician mi nariz de manera corta, acto seguido, mi mejilla izquierda, luego la derecha, la frente, la barbilla, recorren mi mandíbula y se extienden por mi cuello, todo ello de manera fugaz, creándome un cosquilleo que me hace sonreír perezoso. De inmediato pienso que es Ale quien me está brindando los suaves besos mañaneros, pero luego me doy cuenta, de que en la semana que lleva aquí, no ha estado por la mañana.
Llega en la madrugada y se va antes de que me despierte, lo sé, la he escuchado algunas noches, a veces incluso mañanas. Una nota siempre reposa en la almohada, al lado de mi cabeza, diciéndome que ha tenido que ir a ver a alguien, que ha salido a comprar, que no tardará en volver, pese a que no vuelva hasta pasada la medianoche. No sé a dónde, con quién, lo que hace o por qué, y me preocupa, pero me preocupa mucho más que no me lo cuente, y claro está, que pueda ser dañada de alguna manera.
Por mi parte, me he pasado los últimos días en casa, hablando de vez en cuando con Cassie -siempre manteniendo las distancias, solo por si acaso, aunque no creo que sea peligrosa ni nada de lo que Ale piensa- visitando a Harry, quien parece envuelto en algo que, si no es depresión, se le parece mucho, todo porque Marta apareció de la nada. Zayn fue el que me lo contó, ya que nosotros dos estábamos juntos mientras todo pasó, el moreno parecía algo molesto mientras me lo contaba, aunque yo molestia, lo que se dice molestia, no he llegado a sentir, pasó todo muy rápido por lo que tengo entendido, es normal que no llamaran. Pero Zayn no lo ve así. Igualmente, hemos ido a visitar a Harry todos los días, y cuando ya sentimos que está harto de nosotros, Zayn se acerca a casa o yo me voy a la suya, dejando que nuestros hijos "jueguen", o al menos así lo llama Malcom, también conocido como "El niño con poderes mentales ocultos a su padre", aunque creo que son ocultos para todo el mundo, salvo para mí. Sea como fuere, lo único que hago es mantenerme ocupado, con la mente en otra cosa, que no sea Ale y sus escapadas durante casi veinte horas al día.
Hace un par de noches, escuché como si alguien corriera escaleras arriba por la casa. Algo asustado, cogí a Matt -que anteriormente dormía sobre mi pecho, como siempre-, lo envolví en una manta y lo dejé en la bañera, con la puerta cerrada, solo por si alguien había entrado en casa, haciendo huir a mi novia. Al salir de la habitación, lo único que pude ver fue la puerta de Cassandra cerrarse con velocidad y quizás, demasiada fuerza. Era una mala señal, sin duda, pero aún así, bajé las escaleras, encontrándome con que la causante del supuesto miedo de la otra muchacha, no era otra que Alejandra, quien en ese momento, estaba viendo un canal extranjero de televisión, que supe de inmediato, hablaban en el mismo en el que sé que ella lo hace. Negué con la cabeza, pensando en que tan solo le habría dicho algo que la había preocupado, que habrían discutido, y me dispuse a darme media vuelta hacia la habitación, cuando su móvil empezó a sonar. Tuve de nuevo la intención de volver a la cama, pero el ver cómo ella parecía ponerse nerviosa mientras hablaba en ese extraño idioma -con quien fuera que hablase- no me dejó lo suficientemente tranquilo, mucho menos escuchar mi nombre y el de mi hijo salir entre millones de palabras incomprensibles. La conversación se extendió por cerca de una hora, conmigo desde las escaleras, oculto a sus ojos, escuchando una discusión en una lengua extranjera, discusión, que ella pareció perder, o que más bien se dejó vencer, ya que acabó colgando después de sisear entre dientes algunas palabras, seguidas del nombre "Blazhe". Finalizada la llamada, ella tiró el teléfono móvil hacia un sofá cualquiera, mascullando aún en ese otro idioma, con furia, con rabia, incluso con dolor. Algunas lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras se alejaba del salón, supuse que para ir a la cocina, por lo que no tuve más opción que volver definitivamente a la cama, esperando porque ella apareciera en poco tiempo, dispuesta a explicarme de qué iba todo aquello. Buscándome como refugio, como persona en la que confiar, pero pasaron horas antes de que ella volviera. Cuando lo hizo, pude sentir sus labios sobre los míos por una fracción de segundo, transmitiéndome un sabor amargo, desagradable a esas horas de la madrugada -casi las cuatro- o puede, que a cualquier hora, ya que sabía a whisky en concentración muy alta. Cogió a Matt de mi pecho, con todo el cuidado del mundo, apenas despertándole, apoyándole contra su pecho, cantándole una canción desconocida, pero claramente de cuna, una nana. Parecía de alguna manera aliviada, tranquila pese a su anterior arrebato de ira, pude verlo con los ojos entrecerrados. Posiblemente ella supiera que estaba despierto, pero no dijo nada, no hizo nada que no fuera acunar a nuestro hijos entre sus brazos, con lágrimas en los ojos y una sonrisa en la cara. Para cuando desperté de nuevo, habían pasado seis horas, quizás siete, y de nuevo me encontraba con el pequeño contra mi pecho, y una nota en la almohada:

He ido a ver a unos amigos.
Volveré tarde.
No dejes que Alexia se acerque a Matt.
Te quiere.
Ale.


Clara. Concisa. Sin dar detalles. Ya sin mentirme en cuanto a la hora en la que volvería. Tan solo recordándome que Cassandra es "peligrosa", o al menos, lo es a sus ojos. Eso es todo lo que supe de ella, hasta las dos de la siguiente madrugada.
Así se ha repetido durante el resto de la semana, salvando el día de hoy, por lo que parece, ya que dudo mucho que Cassie se tome estas confianzas, que sí, que la aprecio, pero ella no me besaría de esa manera, ni mucho menos cogería, o tan siquiera miraría a Matt.
Entreabro mis ojos para confirmar que, en efecto, por primera vez desde que volvió, Ale está en la cama, junto a mí, con una brillante sonrisa, que se amplia en cuanto ve que mis ojos se abren. Su pelo cae por un lado de su cara, castaño, arreglado, al igual que el maquillaje en su rostro. ¿Acabará de volver o estará a punto de irse?

--Buenos días-susurro sin poder reprimir la sonrisa, pese a la preocupación y el misterio que rodean a la chica que amo.
--Buenos días-contesta ella sin dudar, antes de besar mis labios con habilidad, pues agarra a Matt con un solo brazo, para apoyarse en el otro sobre la cama.
--¿Qué hora es?-me atrevo a preguntar mientras me incorporo en la cama sobre mis codos.
--Las siete.

Y es en su sonrisa tensa, donde veo que algo va mal, pero no mal como cuando se fue sin razón, ni mal de cuando se pasa el día fuera sin dar señales de vida, sino mal de verdad.
Me despejo de un golpe, haciendo que el cansancio de haber dormir siete horas mal dormidas solo por esperarla, se esfume. Todo mi cuerpo está en tensión, preparado para salir huyendo, si es lo que ella me pide; preparado para sacar dinero del banco; preparado para sacar a alguien de la cárcel; preparado para todo, para todo, dentro de las posibilidades que su persona me ofrece.
Ella se da cuenta de mi nerviosismo, y deja caer su sonrisa junto con su mirada, hasta que llega a nuestro pequeño, quien ríe alegre, ajeno a lo que le rodea, puede que tan ajeno como yo mismo.

--¿Qué pasa?-pregunto con rapidez.

Me acerco a ellos dos hasta que mi mano llega a acariciar su mejilla, mientras la otra está puesta en su mano, con la que parece arropar a Matt. 
Apenas se toma unos segundos para suspirar y, acto seguido, responderme. Sus ojos puestos en los míos, nerviosos, temblorosos, podría incluso decir que cansados y rojizos bajo todo el maquillaje.

--Nos tenemos que ir.

Su voz suena mucho más fuerte de lo que aparenta. Sus ojos buscan en los míos alguna señal de miedo o incluso negación a su propuesta, pero no, nunca le negaría nada, mucho menos el que nos vayamos a donde quiera que sea.
Técnicamente estoy de vacaciones, por lo que me puedo ir, al menos hasta un par de días después de año nuevo, que empezaré con los ensayos, pero hasta entonces, podremos irnos.
No pregunto a dónde, no pregunto por qué, tan solo veo duda y nervios en sus ojos, preocupación, miedo, y sé que tengo que hacerlo, por ella, por nuestro hijo, por nosotros. Si ella necesita irse, nosotros lo haremos con ella.
Sonrío de manera débil, pensando en dónde es donde nos estamos metiendo. Acaricio su mejilla con cuidado, antes de dejar mi mano junto a la otra, para apretar la suya y dejarle en claro que sí, que está bien, que nos iremos cuando y a donde quiera. Beso sus labios de manera corta, sintiendo el sabor del pintalabios mezclado con su natural aroma. Beso la cabeza de mi hijo con cariño, y con un suspiro, me levanto de la cama. Al hacerlo, veo su maleta, su gran maleta, llena, cerrada, apoyada contra la cama con su abrigo encima. 
Me giro para mirarla algo confundido, sorprendido. No pensé que el "Nos tenemos que ir" fuera inmediato, pero si ella lo pide, por algo ha de ser. En sus ojos veo la disculpa, aún mezclados con algo de miedo y preocupación.

--¿Ahora?-me atrevo a preguntar con voz pausada.

Ella asiente con la cabeza de manera débil, con una sonrisa tensa y torcida en su rostro, aún acunando en su pecho a Matt con suavidad, con este sacudiendo de manera tranquila su pequeño peluche.
Miro la maleta, acto seguido mi armario y suspiro de nuevo.

--Está bien-contesto mientras me acerco a la cómoda, sacando un taco de ropa interior-Solo...solo déjame ducharme, desayunar algo y coger ropa-añado dirigiéndome al armario-¿Vamos a un lugar cálido? ¿Frío? ¿Ciudad? ¿Campo? Ni siquiera sé si Matt tiene ropa de abrigo suficiente...

Silenciosa y sin que me dé cuenta -como siempre- aparece a mi derecha, con gesto compungido, colocando su mano izquierda sobre la mía con suavidad. Dejo de sacar ropa para mirarla, extrañado. Su ceño está visiblemente fruncido, su pelo aún cae por un lado de su rostro de manera suave. Niega con la cabeza de manera casi inapreciable, antes de alzar su vista hasta que encuentra a la mía.

--Yo me voy, Liam-habla con tono firme, casi demandante, sin embargo, aparta a Matt de su pecho con cuidado y cariño, para dejarle pegado a mí. De inmediato yo cojo a mi hijo, todavía sin comprender-Yo me voy-repite solemne, con su mano izquierda agarrada a la de nuestro pequeño-Tú te quedas aquí, con Matt.

Siento la necesidad de preguntar. De saber a dónde se va, de con quien, de por qué no podemos ir con ella, pero sobre todo, siento un gran "¿Cuándo vas a volver?" atrancarse en mi garganta, evitándome preguntar nada.
Ella no puede irse de nuevo, prometió que se quedaría, que nunca más se iría, que estaríamos los tres juntos, como una familia, y -por alguna razón- también dijo que a salvo.
Ale se da cuenta de mi duda, de mi miedo, sé que se da cuenta por la cálida sonrisa que me dedica, acercándose un paso a mí para poder acariciar mi mejilla con el dorso de su mano.

--Liam-de nuevo la voz firme, pero cálida-Sé que no te fías, que sabes que algo va mal, que piensas que todo lo que sale de mi boca es mentira, pero tienes que confiar en mí ¿vale?-quiero decir que sí, que vale, que lo entiendo y que, en efecto, sé que me oculta cosas, pero de mis labios solo sale un balbuceo difuso que ella corta-Lo hago por vosotros-dice con seguridad.

Une sus labios a los míos antes de que pueda decir nada. Sus labios dulces y suaves, algo bruscos, necesitados, preocupados, atemorizados. Nuestro hijo entre nosotros, guardando silencio, como si supiera que este momento es importante para nosotros.
Las mismas preguntas no dejan de repetirse en mi cabeza una y otra vez. ¿A dónde vas? ¿Por qué? ¿Con quien? ¿Cuándo vuelves? ¿Estarás bien? ¿Por qué no podemos ir contigo? Pero ninguna sale de mis labios, pues están unidos a los suyos. Cuando se separan, siento como jadea, con la mirada baja, con su frente apoyada en mi barbilla, ya que esa es la distancia que nos separa cuando no lleva zapato de tacón. Ninguno dice nada durante un minuto.
Por mi parte, pienso en todas esas preguntas. Me gustaría saber qué ocurre, qué tiene ella que ver, pero sé que si no me lo cuenta, que si no responde a mis preguntas, es por una buena razón.
Deja un beso en la cabeza de mi niño y una última caricia en mi rostro, dispuesta a darse media vuelta, coger su maleta e irse a donde sea que tiene que ir, pero un impulso inconsciente hace que agarre su mano con suavidad, evitando que se aleje de mí. Sus ojos me miran suplicantes, pidiéndome, rogándome porque no le haga esto más difícil, pero necesito tener respuesta a alguna pregunta, a las que menos puedan entorpecerla en su propósito, las que menos les cueste responder.

--¿Cuándo vas a volver?

Su mirada denota cierto pánico, nerviosismo, mientras echa una mirada rápida a sus espaldas, doy por supuesto que al reloj. La estoy entorpeciendo, la estoy quitando tiempo, pero al menos necesito saber eso. Necesito saber cuánto tiempo voy a estar sin ella, otra vez. 
Ale resopla, mirándome aún con cierta súplica, pero al bajar la vista a nuestras manos unidas, parece cambiar de opinión, ya que relaja su postura y me responde, aunque sea con sencillez.

--En una semana.
--¿Una semana?-la sorpresa visible en mi voz. Yo ya estaba dando por supuesto que se iba a ir de nuevo durante meses, pero una semana puedo aguantarlo.
--Sí Liam, una semana, siete días ¿vale?-dice lo más suave que puede-Ahora tengo que irme, de verdad.

Suelta mi mano dejando un pequeño apretón. Yo dejo caer mi mano, viendo como ella atraviesa la habitación. Agarra el abrigo y parece dispuesta a mover la maleta, la enorme maleta que pesa más de quince kilos y que no sé cómo va a pasar por un aeropuerto -si es que viaja en avión, claro-. La coge del asa y la arrastra con habilidad, mientras se despide de nosotros una última vez con un movimiento de mano y un "Os quiero", pero yo todavía no me siento tranquilo, aunque en el fondo sé que nunca voy a sentirme de esa manera, no hasta que ella me aclare lo que pasa a su extraño y misterioso alrededor.
Salgo detrás de ella, pensando en la excusa de ayudarla a bajar esa enorme maleta por las escaleras, pero para mi sorpresa, ella no detiene su paso rápido y silencioso, cargando la maleta solo con un brazo, mientras que en el otro lleva colgando su abrigo. Aún así la sigo, pensando en otra cosa más que decirle, en qué preguntarle, en si debería pedir que se fuera.

--Ale-la llamo cuando aún estoy a unos cuantos escalones de la escaleras. Ella ya se encuentra abriendo la puerta de casa. Ni siquiera se gira para contestarme.
--Tengo que irme, Liam-su voz es escucha entrecortada, ahogada, como si llorara.

Y a pesar de sus palabras, no se mueve. Se queda en la puerta, con la mano en el pomo, dispuesta a salir. 
Yo bajo los últimos escalones de la escalera con lentitud, como si dudara de su próximo movimiento -como siempre- y me dispongo a seguir preguntando. Esta vez, algo que sí que necesito saber.

--¿Estás metida en problemas?

Su respuesta tarda en llegar. Aún me da la espalda y mantiene su mano en el pomo cuando me responde, todavía con voz llorosa.

--Un poco. Nada fuera de lo habitual.

Y eso es lo que desata el resto de preguntas, las que no debería preguntar porque sé que ella ni quiere, ni puede responder.

--¿A dónde vas?
--No puedo decírtelo.
--¿Por qué te vas?
--No puedo decírtelo.
--¿Me prometes que vas a volver?

Y de nuevo hay un silencio, un incómodo, uno angustioso que quita el aire y te hace sentir los latidos de tu corazón en la sien.

--Lo voy a intentar-apenas susurra.
--¿Qué quieres decir con eso?-pregunto precavido, extrañado.

Si ha dicho que va a volver en una semana, ¿por qué ahora no puede prometerme que va a volver? 
Veo como la mano derecha, la que agarra la maleta de ruedas, está agarrando con fuerza el asa del dicho objeto, con tanta, que sus nudillos comienzan a ponerse blancos.
No es una buena señal, definitivamente no es una buena señal. El ambiente es tenso, incluso Matt lo nota, ya que comienza a mover sus brazos con rapidez, con brusquedad, como si estuviera intentando moverse, levantarse y saber qué es lo que va mal.

--¿Ale?-pregunto con un ligero temblor en la voz.
--Me tengo que...-intenta decir de nuevo, pero no dejo que termine la frase.
--¿Estás en peligro?

De nuevo silencio. Silencio que no quiero sentir una vez más. 
Entonces entiendo: no se va por gusto, sino por necesidad. Está huyendo, de algo o alguien. Se siente insegura. Necesita salir de aquí.

--¿Tienes problemas con la policía?-pregunto mientras me acerco más a ella. Su posición ni siquiera varía, es como si se hubiera quedado helada-¿Te han pillado haciendo...algo? ¿Quieren encerrarte? Sabes que sea lo que sea pueden defendernos, tenemos buenos abogados y...
--La policía no tiene nada que ver. No estoy en peligro-esta vez me interrumpe ella a mí.

Para mi sorpresa, se gira, dejándome ver su rostro afligido, preocupado. De nuevo me mira con súplica, como si solo estuviera agravando las cosas, pero ni una lágrima cae de sus ojos.
Me mira con fijación, pidiéndome porque no pregunte más, porque la deje ir, ya que la estoy retrasando. Sus ojos caen hacia el pequeño, que aún se revuelve nervioso. Un balde de agua fría cae sobre mí.
No, ella no está en peligro, ella nunca podría estar en peligro. Sea quien sea, sea lo que sea lo que la está presionando irse, nunca la atacará de frente, nunca nadie se atrevería a atacarla de frente, menos con la de gente que hay en su barrio que la protegería -ya que supongo que todo esto tiene que ver con ese barrio peligroso-. De ninguna manera, nadie tan siquiera la miraría de mala manera, sino que atacaría lo que ella quiere: a Matt. A mí. A nosotros. A su familia. Somos nosotros los que corremos peligro.
Y definitivamente, las ganas de preguntar se me quitan. Un nudo en mi estómago me presiona y siento la angustia en mi pecho. Ella se da cuenta de que he caído en un punto clave de todo esto.

--Si me voy ahora, no va a pasar nada. Los dos estaréis a salvo-parece que me promete, que nos promete, pero precisamente esa frase no me deja más tranquilo.
--¿Y tú? ¿Tú estarás a salvo?-fracaso estrepitosamente en mi intento de no parece preocupado, desesperado.

Esta vez no es el silencio lo que la impide contestar de inmediato, sino el sonido de su teléfono móvil. Ella no contesta, ni siquiera se preocupa en buscarlo, tan solo sisea algo en la lengua desconocida antes de dirigirse a mí de nuevo, sin contestar a mi pregunta acerca de su seguridad.

--Me tengo que ir-es lo único que responde mientras abre la puerta.
--¿Con quién vas?-pregunto desesperado, atravesando el hall en tres zancadas-Antes dijiste "Nos tenemos que ir"-la recuerdo mientras salgo de casa. 

El frío de la acera incrustándose en mis pies descalzos, en mi pecho apenas cubierto por una camiseta de manga corta, en mi pobre niño, que solo tiene su ropita y una manta rodeándole. Le aprieto sobre mi pecho mientras sigo de cerca a Alejandra, la cual se detiene frente a un coche desconocido, un todoterreno negro, grande, amenazante, caro, pero sin llegar a ser destacable. Ella se gira de golpe, ya sin aparente rastro de duda o miedo en su cara, aunque sí en sus ojos. Me mira con detenimiento y abre la boca para responderme, pero la respuesta sale por la puerta de piloto del coche, con una gran sonrisa, si el más ligero atisbo de preocupación.

--Hola Liam-saluda con voz alegre-¿Estás lista para irnos? Vamos a perder el vuelo a esta paso-añade con todo divertido.
--Sí, podemos irnos-contesta ella con tono firme, cortante, que me atraviesa el pecho como si solo fuera una hoja de papel.
--Bien, entonces vamos-contesta él mucho más amigable-Nos vemos en unos días, Liam-añade mirándome con una sonrisa.
--¿Puedo hablar contigo, Josh?

Veo como frunce una ceja, extrañado.
Él. Él es el que está extrañado. Él, que sabe de qué va todo esto. Él, el que parece que es quien la va a acompañar. Él, que no tiene nada que ver con su antiguo barrio, con su antigua vida. Él es el que se muestra confundido porque yo, el que no sabe nada, el que puede estar en peligro, el que tiene un niño que también puede estar en peligro, parece confundido con el hecho de quiera hablar con él.

--Claro-responde sin más, echando un pie hacia mi dirección para hablar más cerca de mí, pero ella le agarra de un brazo con fuerza, sus finos dedos apretando la pálida piel de mi amigo, de su hermano, sin ninguna clase de arrepentimiento.

Él se detiene, de nuevo mostrándose extrañado con lo que se desarrolla ante sus ojos. Ale sisea algo, algo que no entenderé nunca, con los dientes apretados y casi saliendo en un silbido. Josh como respuesta rueda los ojos, provocando un bufido por parte de ella, mientras responde en voz algo más alta, en el idioma X -ya que he decidido que por mucho que me esfuerce, no voy a saber qué idioma es. Podría saberlo si en el momento de tener la nota entre las manos, me hubiera ido a Google Traductor, pero ya no hay rastro de la nota ensangrentada-.
El castaño se acerca a mí, con su sonrisa amigable y su rostro de niño inocente. Algo dentro de mí me dice que él tampoco sabe nada de esto, de lo que va a hacer su hermana, de a dónde se va o por qué, de si está en peligro, de quién es el tal Blazhe. Está claro que él no sabe dónde se está metiendo, pero lo está haciendo por ella, porque la quiere, igual que yo voy a dejarla marchar: porque es lo que ella desea, porque la quiero.
Nos quedamos uno frente al otro, con Ale observándonos a una distancia prudente, como si estuviera asegurándose de que no hay nadie observando.

--¿Recuerdas cuando encontraste a Ale de nuevo?-pregunto sin más.
--Sí, claro-responde aún sonriente, pero extrañado-¿Por qué?
--Te acuerdas de que te metiste en mi cuarto echo una furia, porque Ale te había dicho que...bueno, teníamos relaciones, ya sabes de lo que hablo. ¿Lo recuerdas?

Él parece pensárselo un momento, con el ceño fruncido, pensando en lo que ocurrió, en cuándo ocurrió y el porqué.

--¡DIME QUE LA CUIDARÁS!-gritaba con fuerza, con furia, empujándome contra la pared de mi propia habitación. Mi nariz sangrando.
--Jo-Josh... ¿de...de qué me hablas?-fue mi pregunta, asustado, sorprendido porque él, porque Josh, alguien que nunca había levantado la voz, se pusiera así conmigo, justo después de haberme golpeado.
--¡SOLO JÚRAMELO! ¡JÚRAME QUE NUNCA LA DEJARÁS! ¡QUE SIEMPRE ESTARÁS CON ELLA Y LA PROTEGERÁS!
--L-lo juro, te lo juro.

No es que no fuera hacerlo de igual manera, pero, el hecho de que se pusiera así solo para asegurarse de que nunca la haría daño, me hizo saber cuan importante es para ella, lo que la quiere, lo mucho que él también ansía protegerla, que es lo que ahora mismo siento que ella necesita: protección.

--No..., no me acuerdo-admite dudoso-¿Cuándo fue eso?-pregunta extrañado.
--Me diste un puñetazo en la nariz-le recuerdo con nerviosismo-me empujaste contra la pared y me gritaste que te jurara que la protegería.
--Oh, sí, me acuerdo-admite asintiendo con la cabeza, con una risa floja-Siento el golpe, pero habías dejado embarazada a mi hermana, entiende que me enfadara. Aunque claro, el resultado ha sido precioso ¿no es así?-dice con tono ñoño mirando al pequeño entre mis brazos.

Abro los ojos algo sorprendido. Definitivamente, yo no tenía entendido que fuese ese el porqué, no fue lo que Alejandra me dijo. Ni siquiera yo sabía que ella estaba embarazada entonces...ella lo supo prácticamente desde el principio, desde mucho antes que pensáramos que le habíamos perdido.
Agacho la mirada hacia el pequeño, que ya no se muestra tan revoltoso, pero que aún no está tranquilo. Sus grandes ojos castaños me observan, con un ceño fruncido y un puchero, envuelto en esta manta que le mantiene caliente por el momento.
Sacudo la cabeza, sin querer pensar en cuánto tiempo ella supo que estaba embarazada, y cómo nunca me lo dijo, aunque lo sospechara, aunque dudara, aunque lo supiera.

--Sí, sí, lo entiendo-contesto con rapidez-Ahora yo necesito que me lo jures a mí-le pido aún angustiado. La mueca de extrañeza todavía en su rostro, por lo que sigo hablando-Necesito que me jures que la vas a proteger. Sé que tampoco tienes ni idea de dónde te estás metiendo, probablemente sepas menos que yo, pero sea lo que sea que ella pretende hacer y con quien, no dejes que nada malo la pase ¿vale?

El gesto de confusión es sustituido por una sonrisa tierna que no comprendo, pero que tampoco me importa. Este no es un momento tierno, esto es muy serio.

--Tranquilo, Liam. Te juro que nada malo va a pasarla mientras yo viva-dice con seguridad mientras palmea mi hombro con cariño.

Yo asiento con la cabeza, sintiendo como todo mi cuerpo tiembla, sintiendo ese mal sabor de boca, ese pálpito fuera de lugar, ese nudo en el estómago, que me dice que algo malo va a pasar, y que no puedo hacer nada por evitarlo.
Mi amigo se aleja de mí, volviendo al coche, parece que cargando la maleta de Ale en ese coche con el que nunca le había visto, porque está claro que no es el suyo, a Josh le gustan los coches más ostentosos -Ferrari, Lamborghini...-coches rápidos, de esos que te quedas mirando con la boca abierta, de ninguna manera su estilo es un coche tan grande.
Suspiro, viendo como se van a marchar, viendo como parece que se van a ir definitivamente. Solo una semana, Solo se va una semana me recuerdo a mí mismo. Además, se va con Joshn, seguro que es algún tema familiar, por eso Ale está tan nerviosa: no tiene aprecio a su familia. Sí, es eso. Nada más, no hay de qué preocuparse.
Para mi sorpresa, Ale se acerca una última vez a mí, resoplando, parece que todavía poco convencida, aunque de ninguna manera asustada o preocupada. Me dedica una sonrisa cansada, una que no me esperaba, ya que pensé que estaba enfadada conmigo por hacerle tantas preguntas, pero por la manera que comienza a besarme, descarto esa posibilidad. Entre beso y beso, escucho como susurra cosas, cosas del idioma X, cosa que no sé lo que significan, hasta que reconozco algo, no porque sepa su significado, sino porque lo he oído antes. Es algo que le dijo a Josh, algo que he oído que le dice a Matt de manera regular.

--Obicham te. Obicham te-murmura sobre mis labios.
--¿Obikam teh?-pregunto tratando de sonar igual que ella, pero por su suave risa sobre mí, doy por hecho que no está bien.
--Obicham te-repite de manera más lenta, clavando sus ojos en mí, sonriendo de esa manera que no está llena de picardía, pero tampoco es plenamente inocente.
--Obi...obicham te-balbuceo sintiéndome algo estúpido por el sonido que me cuesta pronunciar.

Ella asiente con la cabeza, conforme con mi pronunciación, parece que incluso ilusionada con la idea de que sepa decir algo en esa lengua.
Murmura un par de cosas más sobre mis labios, antes de dejar un ultimo beso en la cabeza de nuestro hijo, y ya sí, meterse en el coche. Se despide con un movimiento de mano asomando por la ventanilla y desaparece al girar la calle, yéndose a algún lugar al que no puedo ir, a algún lugar aparentemente peligroso.
Bajo la mirada de nuevo hacia Matt, quien vuelve a sonreír sin ese ceño fruncido. Suspiro y le devuelvo la sonrisa.

--Vamos dentro, que hace frío y aún nos quedan unas cuantas horas de sueño antes de tener que ir a ver a tío Harry.


----------------------------------

*susurra* ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Habéis muerto todos? Bueno, parece que sí, ya que hasta Bea me ha abandonado T-T, que triste todo. 
Como sea, disfrutad del capítulo. 
Voy a intentar subir todos los capítulos que pueda porque en Mayo me propuse terminar la fic en Julio, al llegar a Julio y ver que no iba ni por la mitad, dije que al menos acabarla en Septiembre, o quedarme cerca. Ahora...bueno, voy a intentar subir hasta el 70 antes de que empiecen las clases.


Queeestion!!
(para los pocos que quedéis por aquí)

¿Quién ha atado cabos y sabe ya quien es James y que tiene que ver con la fic?
-¿Alguien se acuerda de quién era Byron? La verdad es que lo dudo bastante, porque apenas se le menciona en dos capítulos y es en el principio de la primera fic, pero oye, todo es posible xD.
-¿Quién no se ha dado cuenta todavía (aparte de Liam, obvio) de quién es Blazhe?
-¿Hay odio hacia Alejandra? ¿Pensáis que es mala gente y que van a matar a todos por su culpa? -

Disfrutad de lo que queda de verano ^^.

Love you all xxoo.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Capítulo 63. Guantazo.

Narra Niall.
--¿A quién le toca entrar?

Una rubia asustada pregunta, en medio del pequeño grupo en el que nos hemos organizado: Louis, Lucía, Taylor, Lida, Andrew, Ane y yo. Zayn y María dijeron que estaban de camino, y a Liam le he dejado un mensaje acerca de lo que ocurre, ya que no coge el teléfono ni por asomo. Así que este es nuestro equipo. Nuestro equipo para: 1. Estar con Harry y animarle y 2. Para evitar que se quite la vida (otra vez).
Todos nos miramos dirigiéndonos miradas que van desde el miedo a la ira, pasando por la confusión y la frustración.
Desde que Marta -por alguna razón- vino para luego irse apenas el día de ayer, nuestro amigo no ha hecho otra cosa que estar en la cama, durmiendo o haciendo como que duerme, sin querer levantarse, sin querer hablar con nadie.
Casi todos han intentado hablar con él, usando una táctica distinta: Taylor ha tratado de hacerle reír con alguna broma sin sentido. Louis ha hablado con él amistosamente para que coma algo, al menos. Lucía ha estado intentando saber un gato adorable le haría reaccionar; son tiernos, debería de funcionar. Lida -quien nadie sabe de dónde o cómo ha salido, pero que ya que parece que le hace bien a Harry, y Louis la conoce de algo, nadie le dice nada- se ha limitado a acariciarle el pelo, a susurrarle cosas tranquilizadoras, diciéndole que todo iba a ir bien, que no pasa nada, que todo se puede arreglar. Nadie sabe lo que Andrew -otro que también ha aparecido de la nada, porque hacía meses que no le veía-ha dicho o hecho, pero de igual manera ha salido con cara de auténtica derrota. Ane, bueno, Ane ha probado una terapia ideada por ella misma, o lo que es lo mismo, poner tono firme (prácticamente grito), quitarle el edredón de encima y hacerle saber que tiene que vivir, que no puede quedarse en la cama por una chiquilla y que es gilipollas si lo hace; así, pero con más palabrotas que palabras.
Nada ha funcionado, por lo que, me toca a mí intentarlo.
Suspiro y salgo del círculo hecho, para ponerme frente a la puerta que esconde el chico vegetal. Cuadro los hombros, coloco la cinta que sujeta mi guitarra a la espalda, cojo aire y entro sin llamar, porque para qué llamar si él no me va a responder o me va a decir que me vaya.
La habitación de Harry nunca me había parecido tan...oscura y sin vida como ahora.
Todo sigue igual que siempre: un escritorio a mano izquierda en el que descansa un ordenador y un par de hojas. A la derecha, un armario bastante amplio en el que no hay ni un póster o fotografía, aunque se ven las marcas de que en algún momento, ahí hubo algo pegado con celo, posiblemente fotos. Dos estanterías en las que hay libros, carátulas de películas y cajas de juegos. Un televisor al que se pueden ver conectados los mando de la Play. Y una cama individual bajo la ventana en la que se puede ver un edredón azul marino arrugado, hecho una especie de montaña entre alguna otra manta, y debajo, Harry.
Y no, la oscuridad que siento no está producida por alguna ventana cubierta o con la cortina echada, no es que no haya luz, que a estas horas de la mañana -las once- la hay. No es porque el cuarto esté todo pintado de un color oscuro o tenebroso, que tampoco, porque las paredes son de un color azulado muy tranquilo. La oscuridad procede únicamente del chico que está dándome la espalda bajo ese edredón.
Me acerco despacio, aun sabiendo que está despierto, sintiendo como esa oscuridad, ese dolor, esa agonía, se siente con más fuerza conforme más cerca estoy de él. Es como si una nube de tormenta se hubiera colocado sobre él, como en los dibujos animados. Coloco una mano sobre su hombro con cuidado, esperando que al menos se asuste, o se sobresalte, ya que he sido silencioso, pero no, ni siquiera se inmuta.

--Hola Harry-digo con voz tranquila.

No hay respuesta.

--Quería saber cómo estás.

De nuevo, silencio.
Me aclaro la garganta antes de continuar hablando.

--¿Tienes hambre? No has desayunado y casi es la hora de comer.

Ni un asentimiento de cabeza, ni un murmullo, ni una reacción.
Decido ponerme a intentarlo con mi táctica. Si ni el cariño, ni el sentido común, ni la broma, ni la firmeza han hecho que se levante, entonces solo queda una opción.
Aparto mi mano de su hombro con un nuevo suspiro. Tiro de la cinta con los colores de la bandera de Irlanda que sujeta mi guitarra, saco la púa que está sujeta en los trastes para dejarla en mi bolsillo, ya que no la voy a usar y me coloco a una distancia cercana. Coloco mi mano izquierda para que los dedos marquen un Re y dejo que mi intento fluya.


--If you ever find yourself stuck in the middle of the sea, I'll sail the world to find you-canto con suavidad. Todavía Harry no reacciona-If you ever find yourself lost in the dark and you can't see-veo como las mantas empiezan a removerse, parece que para cubrirse un poco más, pero doy por hecho que es un avance-I'll be the light to guide you

Harry se da media vuelta bajo las sábanas, quedando esta vez mirando hacia mí. Sus ojos parecen hinchados y rojizos, anegados por las lágrimas, muchas de éstas descienden por sus mejillas de manera continua. Debo pensar en que es algo bueno y positivo, ya que llorar es hacer algo y soy el primero que lo consigue, pero está claro que no puedo alegrarme porque mi amigo llore.
No le importa que le esté mirando, no le importa que vea como llora, a Harry nunca le ha importado. 

--Find out what we're made of when we are called to help our friends in need...

Y entonces rompe en un llanto desastroso que inspira todos y cada uno de los dolores que hay en este mundo. Las lágrimas se han convertidos en ríos que surcan sus mejillas apenas sonrojadas. Su cuerpo tiembla bajo la manta y el edredón, y veo como trata de encogerse, tratando de buscar calor o alivio.
Me quito la guitarra, dejándola en el suelo sin pensarlo, casi tirándola y me acerco a él los tres pasos que nos distanciaban. Me apresuro a sentarme en la cama, haciendo que él se agarre a mi cadera con fuerza, apoyando la cabeza en mis piernas y llorando desesperado.
Dejo que llore cuanto quiera, acariciando sus rizos con cuidado, sabiendo que eso le reconfortará.

--You can count on me like one two three-susurro entre sus sollozos-I'll be there...

Cada vez que estamos lejos, cada vez que nos sentimos algo solos al estar lejos de nuestras familias, de nuestras novias, cada vez que tenemos los ánimos por los suelos y pensamos que nadie puede comprender nuestra soledad particular, cojo la guitarra, me dejo llevar por Bruno Mars, y poco a poco, los chicos se van animando y acabamos todos cantando la alegre canción.
Esta vez, no es que funcione, no del todo, aunque tampoco me esperaba a Harry dando saltos de un lado al otro uniéndose a mi voz, pero por lo menos se desahoga y poco a poco, se calma.
No sé cuánto tiempo exactamente pasa, pero el gran chico que llora sobre mi regazo se va tranquilizando, aún temblando de miedo, de enfado, de frustración, no lo sé. Sé que todavía llora, pero sus lágrimas se reducen hasta el punto que al menos puede respirar sin soltar un sollozo lastimero.
Sé cuánto le duele...bueno, realmente no sé exactamente cuánto le duele, porque nunca he estado en una situación así, pero cuando la Gran Pelea con Ane, estuve muy dolido y desesperado, me obligaba a levantarme de la cama para ir a ensayar y pensaba en lo pronto que podría estar en casa para poder volver a meterme en la cama y dormir. Dormir como analgésico, dormir como morfina, dormir para olvidar por unos momentos el dolor en el pecho que lentamente se expande, como si tuviera vida propia.
Poco a poco, parece cómo su cuerpo pierde la rigidez causada al apretar las manos en mi ropa como desahogo, y cómo al mismo tiempo, su anatomía pesa más. No tardo en darme cuenta de que lo que pasa es que se está quedando dormido por el esfuerzo.

--And I know when I need it I can count on you like four three two-susurro, ya más para mí que para él-You'll be there...'Cause that's what friends are supposed to do, oh yeah...

Su respiración aún entrecortada y algo pesada es lo único que se escucha en la habitación, aparte de los murmullos al otro lado de la puerta, opinando acerca de lo que puede estar pasando.
Pienso en lo que le debe de haber pasado por la cabeza a Marta como para que venga para irse apenas tres minutos después, quiero decir; ¿ha viajado siete horas -largas- desde Estados Unidos solo para decirle a Harry que está embarazada? que no es que no sea una noticia importante, pero que si se ha ido dejando a Harry tan mal, no creo que haya sido para decirle que se vaya con ella... o quizás que ni siquiera el hijo es suyo. A fin de cuentas, no es como si tuviera una gran tripa, como si el chico que duerme sobre mis piernas hubiera tenido un descuido una de las veces que hicieron algo, aunque por otra parte, solo se fue hace dos meses, aún quedarían probabilidades de que fuera de Harry ¿no? 

--No quise hacerte daño.

Su ronca voz me sobresalta. Supuse que había quedado dormido después de todo.

--No quise ponerme así con todos. Yo no quise...-su voz se quiebra y de nuevo su mano aferra el borde de mi camiseta-solo...pensaba en protegerla...y y-yo...
--Está bien Harry, todo está bien...

Unas cuántas lágrimas más caen sobre mí mientras mis dedos acarician sus rizos con cuidado. Unos minutos más tarde, su respiración es pesada y su cuerpo pesa más que antes. Me inclino para verificar si está dormido, encontrando así con sus ojos cerrados. Sus pestañas prácticamente rozan su rostro, cubiertas de lágrimas como el resto de sus mejillas. Sin embargo, su respiración es pausada y su rostro irradia paz y serenidad, como la de un niño.
Dejo salir un suspiro silencioso mientras acaricio sus mejillas, apartando la humedad que queda en ellas. Él como respuesta, sonríe en sueños de manera inconsciente y casi imperceptible. No puedo evitar devolverle la sonrisa con algo de pena. 
Me levanto con mucho cuidado de no despertarle, él no opone resistencia, ya que se encoge rápidamente, aovillándose, dejando salir un suspiro que no llega a ronquido mientras su mano izquierda reposa junto a su cabeza. Me aseguro de que la ventana está cerrada y de que está tapado por todas partes, solo para que no pase frío. Beso su cabeza como si de mi hermano pequeño se tratara, cojo mi guitarra del suelo y salgo de manera silenciosa.
En cuanto pongo un pie fuera, un puñado de ojos variopintos me miran cual zombie en busca de un cerebro: con los ojos muy abiertos y dispuestos a saltar en cualquier momento, como si fueran a atacarme en el momento en el que respire de manera más fuerte que lo normal.
Dejo salir un suspiro quizás demasiado fuerte, y en efecto, todo se desata.

--¿Cómo está?
--¿Has conseguido algo?
--¿Ha hablado contigo?
--¿Tiene hambre?
--¿Necesita algo?

Cojo aire de nuevo, tratando de no dejarme llevar por su histeria, y simplemente camino lejos de ellos, suponiendo que me van a seguir, y así que se alejen de la puerta de Harry, ya que creo que lo mejor es dejarle tranquilo, y no hay manera de estar más tranquilo que durmiendo -al menos eso es lo que supongo-.
Tal como había supuesto, todos -en especial los dos mayores histéricos: Ane y Louis- caminan tras de mí a la espera de que diga algo acerca del chico de la habitación, pero yo no suelto prenda hasta que llegamos al piso de abajo, al comedor, para ser más exactos.
Dejo la guitarra a un lado, y me apoyo en el sofá de manera que me quedo casi sentado en el reposa cabezas, mientras el resto se arremolinan a mi alrededor. Apoyo las manos a ambos lados de mis piernas y procedo a contarles lo que he hecho y cómo ha reaccionado él. A mi historia le sucede un silencio, que mi prometida (quién sino) interrumpe con cincuenta millones de insultos en varios idiomas, que la verdad, no sé ni siquiera de dónde los ha aprendido, pero la cosa clara, es que van en contra de quien ha provocado esto, y para mi sorpresa, la chica casi desconocida y -aparentemente- dulce e inocente, la acompaña. Ambos dos explotando en contra de Marta, la cual no está presente, aunque por no estar, no sabemos ni siquiera si está en el país.
Está claro el motivo de Ane: es su hermano, el cual ha estado esperando por mucho tiempo, es normal que nadie quiera ver sufrir a un ser querido. Por otra parte, desconozco la visible rabia que la chica medio pelirroja -o medio castaña. O pelirroja entera, depende mucho de la luz-. Se supone que Marta no le ha hecho nada a ella. La verdad, es que al único al que ha hecho daño de manera directa, es a Harry.
Llegados a cierto punto, ya no sé si las dos chicas están gritando en contra de la misma persona, de dos completamente distintas o entre ellas. Miro al resto, que al igual que yo, tan solo se ha mantenido apartado del huracán durante los dos minutos que llevan de desahogo, y la única respuesta que recibo es un encogimiento de hombros por parte del chico castaño al que nadie parece haber invitado, pero al que nadie quiere echar.
Resoplo, sabiendo que por parte de la chica a la que quiero -aunque me pese, también en estas circunstancias- aún le queda mucho, pero mucho tiempo para terminar de soltar todo lo que piensa, por lo que hago lo único que se puede hacer con ella en estos casos: me acerco a ella, sintiendo cómo irradia el enfado por todas y cada una de sus partes; veo su cara roja, no sé si por falta de aire o exceso de esfuerzo, coloco una mano en su rostro, que no paree ni siquiera notar, y uno mis labios a los suyos, primero sintiendo cierto rechazo, incluso una especie de empujón, pero en pocos segundos está devolviéndome el beso, y recuperando la compostura.
A mis espaldas sigo escuchando las quejas de la otra chica, las cuales, en comparación con las de Ane, suenan casi a palabras normales en un tono algo más alto que la voz de Louis.
Una vez acabado el beso, mantengo mi mano izquierda en su mejilla y la derecha en su cadera, sintiendo como ella jadea por la necesidad de aire. Subo mis labios hasta su frente, donde los coloco mientras espero a que se tranquilice del todo, aunque eso tampoco dura mucho.

--Vamos a aprovechar el enfado-murmura contra mi barbilla.

No puedo evitar fruncir el ceño al no comprender sus palabras, pero tampoco puedo preguntar, ya que para cuando quiero darme cuenta, ella ha salido de casa, diciendo que vamos a volver en menos de quince minutos, y que si pasa algo con Harry, que nos avisen.
Caminamos unos cuantos pasos, los míos torpes por la sorpresa y la duda de lo que estará pasando por su cabeza,mientras que los suyos se muestran firmes y rápidos, mientras me arrastra con ella hasta la casa de al lado.
Oh no.
Anne ahora no.
No no.
Desde que su hija me eligió en vez de a ella, no ha vuelto a hablarme, prácticamente ni a mirarme, y cuando lo ha hecho, ha sido con rencor, con enfado, pese a que la última vez que la vi -hace dos días- estaba de buen humor, por el hecho de que Harry iba a salir del hospital y pronto estaría bien. Está de más decir, que con Des la cosa no está bien que digamos; siempre le caí bien, y así pensé que era, hasta que vi como me miraba con el ceño fruncido sin motivo. Supongo que Anne se encargaría de contarle todo lo ocurrido, pasando por alto, los detalles como que yo no sabía nada mientras todo pasaba, aunque también fue mi culpa no escuchar a los chicos, especialmente a Harry.
No creo que hablar ahora con ella -ahora también con él, ya que creo que ambos dos están aquí, al menos durante unos días- sea una buena solución, no con Ane aún con los nervios de punta, pero es tarde cuando me decido a hablar, ya que estamos frente a su puerta, llamando al timbre.
Anne no tarda en abrir, mostrando una expresión de sorpresa que rápido cambia a preocupación.

--¿Qué le ha pasado? ¿Está bien?
--Está bien-su hija responde cortante-Marta apareció ayer. Le ha soltado que tiene un hijo y se ha vuelto a largar. Pero él está bien, solo un poco cansado-explica con simpleza, incluso podría decir con frialdad. Su mano agarrando la mía con algo de fuerza, demostrando que la serenidad que muestra, no es más que una fachada.

El rostro de preocupación de la mujer adulta que tenemos delante, cambia de nuevo con velocidad, esta vez adquiriendo el mismo color rojizo de ira que su hija momentos atrás ha sufrido. Sin embargo, no explota, tan solo aprieta los puños y respira con pesadez, tranquilizándose por sí misma, sin necesidad de gritar. Aún así, cuando habla, su voz suena tensa y a punto de romper en cientos de gritos.

--Si es que...dos hijos que tengo, solo dos, y los dos parecen imbéciles.

Sin palabras me sorprenden hasta a mí, que ya estaba preparado para cualquier clase de enfrentamiento, o incluso insulto hacia mí, pero no, parece que ahora es momento de culpar a sus hijos...de lo que sea que les está culpando. Por la manera en la que la mano de Ane se afloja, doy por hecho que también le ha sorprendido la reacción.

--¿¡Qué es lo que os pasa?!

Y aquí vienen los gritos.

--¿¡ES QUE NO TENÉIS OJOS?! ¿¡ES QUE NO OS DAIS CUENTA DE QUE OS...ENCOÑÁIS DE GILIPOLLAS QUE SOLO OS HACEN DAÑO?!

Y sí, también vienen los insultos hacia mí, pero no me defiendo, ya que sé que no va a funcionar que diga nada. Solo hay que dejar que se libere, y así acabará por calmarse, y, con un poco de suerte, más tarde disculparse.
Si es que de tal palo, tal astilla.

--¡MAMÁ! ¡NADIE TIENE LA CULPA DE ENAMORARSE! ¡NO ES COMO SI NOS PARÁRAMOS A PENSAR EN QUIEN NOS VA A HACER MÁS DAÑO! ¡Y TÚ MÁS QUE NADIE DEBERÍAS SABERLO!
--Oye, oye, ¿qué está pasando aquí?-la voz grave de Des interrumpe, pero no frena a las dos mujeres, que -de nuevo- se están echando cosas en cara, que no vienen a cuento.
--Nuestros hijos Des, nuestros hijos, que son masoquistas, los dos. No había más personas en el mundo, de verdad que no las había, que una...cría que se larga a la primera de cambio, y un imbécil que no tiene otra cosa que dejar aún más tonta a la gente.
--Mamá, ya-gruñe la chica junto a mí, de nuevo apretando mi mano con fuerza-No he venido a que insultes a las personas que más me importan, ¿entiendes?
--Pues entonces no sé qué haces aquí, porque te dejé bien claro que era o él o yo, y me parece que elegiste y no te molestó en lo más mínimo ¿entiendes?-la burla clara en la última palabra de la persona que más parece odiarme de todo este universo.
--Necesito coger mis cosas.
--¿Qué cosas? Aquí no hay nada tuyo, todo lo que hay bajo este techo es mío.
--Mis cosas, de mi habitación, que he pagado con mi dinero-Ane recalca las palabras, mirando con fijación a su madre, la cual le sostiene la mirada sin titubear.
--Ni de coña pienses que vas a coger esas cosas, porque no las has pagado con tu dinero, sino con el mío, con el que yo te he dado durante todos estos años, al igual que la ropa, la comida, la educación y un hogar. Y mientras ¿él que te dio? Dime, qué fue lo que él te dio-sus ojos verdes, ahora chispeantes y a punto de estallar, se fijan en mí, haciéndome sentir cohibido e incapaz de poder defenderme-¿Dónde estabas tú cuando ella necesitó ropa? ¿Dónde estabas en su primer día de clase? ¿Dónde estabas cuando se caía? ¿Dónde estabas para levantarla, para consolarla? ¿Dónde?
--Anne, déjalo-Des interrumpe, lo cual agradezco.

Coloca una mano en el hombro de la mujer que poco a poco parecía acercarse a mí, dispuesta a golpearme en cualquier momento. Ésta no aparta de mí esos ojos llenos de furia y dolor, ni por un momento, retrocediendo lentamente, parece que relajando el enfado.

--Deja que coja lo que quiera y que se vaya si es lo que quiere-dice él, par ami gran sorpresa, simplemente manteniendo la tranquilidad, sin necesidad de enfadarse pese al cabreo de ella.

Siento una especie de déjà vu, que es acompañado de un escalofrío que recorre mi espalda, indicándome un mal presentimiento, del que ahora no soy consciente, pero que sé que no es algo agradable, ni mucho menos.

--No puedo hacer eso, sería darle lo que quiere-Anne replica, clavando ahora su mirada en el hombre que una vez fue su marido.
--Vaya sorpresa, darme lo que quiero para que me calle. Es lo que llevas haciendo toda tu vida, mamá.

Las dos miradas verdes y brillantes como esmeraldas, se encuentran, haciendo que sienta como si un rayo acabara de aterrizar entre ellas, de nuevo, dando inicio a la tormenta.

--Ane, vamonos. Esto no tiene sentido-consigo decir cuando encuentro la voz, a tiempo de evitar una catástrofe más.
--Hazle caso, al menos dice algo inteligente una vez en su vida-espeta la más mayor.

Y sí, me duele, pero en el fondo me lo tengo merecido, y tampoco es momento ni lugar como para responder. Aprieto con cuidado la mano de Ane, esperando captar su atención y que deje de pelear su madre por el simple hecho de pelear, como si lo hicieran por gusto.

--Anne, te estás pasando. Esta no es tu guerra.
--Hazle caso, vamos, si de alguien es la culpa de que tengas hijos gilipollas es suya. El cuidado lo tendríais que haber tenido vosotros.

Las palabras de mi prometida me sorprenden más que cualquier otra cosa, y por la cara del hombre frente a mí, parece que a él también, ya que alza las cejas con los ojos como platos. Se escucha un sonido sordo, que rápidamente entiendo que es un guantazo, proporcionado a la chica que hay junto a mí.
Sin pensármelo, me meto entre ellas dos, manteniendola tras de mí, evitando que tan siquiera pueda pensar en repetir lo que ha hecho.
Des también reacciona, pero él no protege a nadie, sino que se lleva sin decir palabra a Anne, hacia cualquier parte de la casa, dejando la puerta abierta, sin importarle si entramos o no.
Dejo salir todo el aire que tenía retenido, frunciendo el ceño ante la imagen que acaba de suceder. Mi madre se ha criado muy a la antigua, en un pueblo, rodeada de gente de su edad, criando a sus hijos como sus padres la criaron a ella, y sí, alguna vez a mí me ha llovido un guantazo por una impertinencia, pero en este caso, creo que el golpe ha sido injusto.
Me doy media vuelta, encontrándome de frente con Ane, quien solo se ha quedado con la boca abierta y una mano sobre el lugar en el que ha impactado. Está claro que ha sorprendido a todos.
Acerco mi mano a la suya, cogiéndola con cuidado para poder ver unas marcas rojizas en su suave y pálida piel. La ha pillado pero bien, sí, y yo no he podido hacer nada por evitarlo.

--Ane, yo...yo lo siento-me disculpo mientras paso las yemas de mis dedos por el contorno de la mano de Anne impregnada en su piel-No esperaba que lo hiciera.
--Me ha pegado-susurra, sin otra expresión que no sea la sorpresa, la alucinación-Ella...ella me ha pegado... A mí...
--Solo ha sido un guantazo, bastante fuera de lugar, pero un guantazo-es lo único que me sale decir, apretando mis labios en cuanto lo suelto.
--Mi madre acaba de pegarme...-sigue susurrando, parece que analizando la situación.

Pasan apenas unos minutos de silencio entre nosotros, en los que yo acaricio su mejilla con dulzura, tratando de suavizar el golpe dado, tratando de que la marca se vaya cuando antes, aunque aún van a pasar unos quince minutos largos para que eso ocurra. Ella agarra mi mano, cogiéndola en la suya de nuevo, su mirada todavía algo sorprendida, clavándose en la mía. La sorpresa no tarda en ser sustituida por el dolor, que hace que sus ojos se llenen de lágrimas de inmediato.
Trato de sonreír de alguna manera, como si eso fuera a arreglar algo, y ella se abraza a mí, colocando su cara en mi pecho, dejando a la vista los dedos de Anne marcados en su cara. No llora con violencia ni de manera ruidosa, tan solo me abraza mientras algunas lágrimas mojan mi chaqueta.
Coloco mis labios en su cabeza mientras acaricio su espalda, consolándola al tiempo que mantengo su temperatura cálida.

--Venga, será mejor que volvamos a casa de Harry-me atrevo a decir pasados unos segundos-Ya volveremos otro día a por tus cosas.

Veo como niega con la cabeza. Sus ojos aguados llegan hasta los míos, dejándome ver un ceño fruncido pese al aspecto lloroso del resto de su rostro.

--Vamos a cogerlo todo, ahora. No quiero tener que volver a esta casa.


Narra Harry.
Me sonríe. Me sonríe a un escaso metro de distancia. Tranquila. Como si nada hubiera ocurrido. Y yo, como el idiota -aún enamorado- que soy, le devuelvo la sonrisa, con la misma tranquilidad, con el mismo sentimiento de que todavía podemos arreglarlo, de que todo puede acabar bien todavía: ella, yo, el bebé, los tres juntos, pero una punzada de rencor sigue instalada en mi pecho, impidiéndome sentirme tan lleno por ella como alguna vez me sentí.
El ascensor tambalea cuando ese extraño hombre sale. La miro asustado, sabiendo que tenemos que salir de aquí cuanto antes, que esto se va a caer y que vamos a morir en cualquier momento. Pero ya es tarde. El ascensor se descuelga y siento ese hormigueo de miedo y adrenalina subir por mi estómago. No hay silencio alguno, no hay gritos, no parece haber lágrimas, es como si no pudiera escuchar absolutamente nada a mi alrededor.
De alguna manera las paredes del ascensor desaparecen y tan solo quedamos ella y yo cayendo al vacío. Consigo agarrarme a algún saliente de ese oscuro y profundo hueco al cual no veo fin, pero ella no lo hace, y veo cómo- a cámara lenta-, ella extiende sus brazos hacia mí, mirándome suplicante, pidiéndome porque la salve. Pero me lo pienso, me pienso en si salvar su vida o dejar que caiga. Sé que lo mejor sería dejarla caer, que se vaya, que salga por fin de mi vida y que no vuelva, que no me haga más daño del que ya me provoca, pero la razón me dice, que no puedo dejar que ella muera, que se caiga, que se vaya sin más, por lo que estiro mi brazo con intenciones de cogerla, pero ya es tarde. Mi mano no es cogida y ella cae, extrañamente sin crearme ningún sentimiento de culpa, más bien todo lo contrario: me siento libre, me siento vacío, pero de esa clase de vacío que te alivio y te hace sentir ligero, feliz. Pero no dura mucho tiempo, ya que siento como algo da un tirón de mi pierna, haciendo que me agarre con ambas manos al saliente y mire para abajo, para así ver cómo ella está agarrada a mí, aún agarrada a mí, tirándome hacia abajo, llevándome con ella al fondo oscuro, angustioso, lleno de dolor y sufrimiento.
Pienso con rapidez, y sé que si ella se suelta, si me deja ir, podré salvarme, podré salir de este pequeño y angustioso hueco, podré volver al mundo iluminado, a uno tranquilo, pero no puedo dejarla, no puedo dejar que caiga. Si no se suelta, si no se sacrifica por mí, ambos dos caeremos y moriremos, nos hundiremos sin poder salvarnos.
La miro, la miro esperando que ella sepa cuál es la solución. En su rostro no hay miedo, ni siquiera rencor o dolencia porque en un primer momento no la haya agarrado, no, tan solo se aferra a mi pierna, sin preocupación alguna, parece que decidiendo que si ella se va, yo me iré con ella.
Me agarro tan fuerte como puedo, tratando de hacer fuerzas para subir y poder salvarnos, pero las fuerzas parecen insuficientes. Mis brazos rápido pierden la fuerza y solo me queda gritar por ayuda hacia esas personas que están fuera, que no conozco, pero que sé que están, en esas salas de oficinas blancas y ordenadas, viviendo sus vidas tranquilos, sin saber que aquí hay dos personas que están apunto de morir.
Aprieto mis ojos con fuerza. Por alguna razón, no siento ganas de llorar, no siento miedo, no parece importarme el hecho de morir, pero aún así, siento pánico, un pánico lleno de angustia que apenas me deja respirar, y en el que pienso antes de dejar que mis manos resbalen y así caer al vacío.
De repente, nada. No hay oscuridad, no hay dolor, no hay nada. Me encuentro fuera del ascensor, en una planta blanca, con algunos letreros que en mi vida había visto que me indican oficinas. Me he salvado. Realmente me he salvado. Y sin saber cómo, ella no lo ha hecho.
Esta vez la angustia es la que me lleva, y echo a correr en cualquier dirección, como si supiera dónde está cada cosa en este edificio desconocido, llegando así a una oficina, la única en la que parece haber gente, pues dos hombres de aspecto elegante y profesional se encuentran ante mí. Les grito, les grito desesperado, les grito sin sentir que la voz salga del cuerpo, sintiéndome impotente por no poder decirles que hay una chica en peligro, pese a que ya sepa que es tarde para ella. Por alguna razón, los hombres -desconocidos, sin duda- se levantan de sus respectivos asientos con algo de premura y miedo, pero no da tiempo, porque mi nombre retumba por todo el lugar.
Me giro, sintiéndome aturdido, confundido, sin entender realmente nada de lo que está pasando, sin saber qué es este edificio, por qué estoy aquí, cómo se dónde está cada cosa, quienes son estos hombres. Sin entender realmente nada de nada. Pero eso no parece importar, cuando doy con ella, tras haber recorrido toda una planta llena de mesas y plantas decorativas.
Ella grita, grita con desesperación mi nombre, como si hubiera sido yo el que hubiera caído por ese hueco de ascensor, en vez de ella, quien tan solo se encuentra algo manchada, con el pelo castaño revueltos y dejando salir miles de lágrimas. En cuanto me ve, se tira a mis brazos, y yo la recibo gustoso, sintiendo sus lágrimas caer sobre mí, sintiendo como ella parece estar feliz, pero cómo por el contrario, yo no siento nada salvo alivio de que esté viva.
No siento felicidad. No siento ninguna clase de cariño. No siento la necesidad de besarla y llorar junto a ella con una gran sonrisa. Tan solo siento que no ha muerto, y que eso está bien, justo antes de que un resplandor blanco me ciegue por completo.

Me levanto sobresaltado, con el corazón a mil por hora, totalmente desorientado. Las luces de la habitación son demasiado brillantes y tan solo me desconciertan más. Dos pares de ojos entran en mi campo de visión, y siendo como si la habitación me diera una y mil vueltas. Trato de agarrarme a lo que sea, temiendo caer de donde sea que esté, mientras escucho voces apagadas pero preocupadas a mi alrededor. Mi cabeza da vueltas, tanto con respecto a mi entorno como a lo que acabo de vivir en sueños. No entiendo nada, no sé por qué estoy aparentemente mareado, ni por qué he soñado tal cosa, encima con ella.
Tardo un angustioso minuto en ubicarme, en enfocar todo lo que hay a mi alrededor, para así poder ver que me encuentro en mi cuarto. Unos ojos cambiantes como el cielo a punto de estallar en una tormenta es lo primero que veo, acompañado de unos rizos alborotados que dada la luz, hoy parecen castaños, cuando en cierto momento los llegué a ver rojizos. Parpadeo aún atontado, mirando a mi alrededor para dar con unos claramente azules, llenos de lágrimas y con la angustia atenazándolos. Por alguna razón, sé que las propietarias de los ojos, son quienes me están sujetando de los brazos para que no caiga. Aún así, sigo encontrando pares de ojos a mi alrededor: unos castaños, que solo me transmiten aún más confusión, ya que por algún motivo, siento que esa persona no pinta nada aquí; unos aún más azulados que los anteriores, más oscuros, transmitiéndome la más profunda de las angustias, mientras siento como me dice algo con una voz aguda que daña y alivia mis oídos y mi mente; unos negros -o casi negros- como la noche más oscura y cerrada inimaginable, absolutamente perdidos y desconcertados; por últimos, veo otro par azules, de ese oscuro que anteriormente he encontrando, solo que estos no parecen angustiosos, sino serios, duros, mostrando su preocupación a su manera.
Las palabras se atrancan en mi garganta mientras me esfuerzo en terminar de enfocar todo lo que hay a mi alrededor. Balbuceo algo, sé que balbuceo, ya que escucho esa aguda voz entrar en absoluto pánico, pensando en que mi cerebro se ha frito y no soy capaz de organizar un puñado de letras.

--Estoy mareado, eso es lo que me pasa, mi cerebro está perfectamente-soy consciente de que lo consigo decir con la suficiente claridad y la suficiente fuerza, ya que todos se callan, aún cuando ni siquiera me había dado cuenta de que estaban hablando.

Veo a la rubia y a la -por hoy- castaña -antes pelirroja y mucho antes peliazul-. Las veo perfectamente, veo sus rasgos, veo la seriedad y la preocupación en sus rostros, veo como el pelo rubio de Taylor cae liso, sin un pelo fuera, mientras que los rizos de mi otro lado parecen algo desordenados, y aún así, se ve tierna. Una sonrisa débil sale de los labios de la última, a la que inevitablemente me he quedado observando, para ver como pronuncia un "Gracias" con suavidad, que no logro comprender hasta que habla.

--No soy tierna, soy terrorífica. Algún día dominaré el mundo-dice mientras amplía su sonrisa, apartando los rizos que caen por mi frente.

Siento la necesidad de golpearme la cara de vergüenza y frustración. Vale, puede que no se haya quedado el pensamiento de que es tierna, en mi cabeza, sino que ha salido sin que haya podido hacer nada por evitarlo. Afortunadamente, ella no parece echarle más importancia de la que merece, sonriéndome mientras afloja el agarre que ejercía sobre mi brazo.
Me giro hacia mi otra amiga, viendo como ella aún me mira con pánico, sin entender que todo está bien, que estoy en mis cabales y que no voy a saltar por la ventana o a clavarme un cuchillo en el pecho. Sonrío de manera exclusiva para ella, convenciéndola de manera muy sutil de que estoy bien, hasta que finalmente suelta mi brazo, dejándome a mí solo apoyarme en mis codos para ver a los que me rodean sin decir palabra: Louis (la voz aguda que había entrado en pánico), Lucía (los ojos oscuros como la noche), Andrew (el que no pinta nada aquí, pero que por algún motivo, agradezco que esté) y María (los segundos ojos de ese color azul que expresan preocupación de una manera distinta al resto). No hay rastro de Zayn, Liam, Niall o incluso de mi hermana, lo cual me preocupa y me duele, ya que siento la necesidad de estar junto a ella, como si no fuera a permitir que el pecho vuelva a dolerme, aunque ya lo esté empezando a sentir; como si ella no fuera a dejarme caer en la oscuridad, al igual que en mi sueño; como si fuera la que va a mantenerme siempre a flote, aunque sus técnicas no sean ortodoxas, ya que aún siento su mano alrededor de mi tobillo tratando de sacarme de la cama, esta misma mañana...o ayer...o cuando fuera, ya que de nuevo, he perdido la noción del tiempo.

--¿Y Ane?-no dudo en preguntar.

Siento cómo todos se miran entre ellos, lanzándose miradas que me erizan la piel. Algo malo ha pasado, seguro.

--¿Dónde está?-de nuevo pregunto.

De nuevo las miradas que no conducen a ninguna parte, las miradas que nunca llegan a mí, las miradas que transmiten mil y un pensamientos al resto, menos al pobre idiota que como ha intentando matarse recientemente, no puede alterarse. La verdad, es que el que no me respondan me está causando mucho más ansiedad que si me dijeran que mi hermana se ha ido del país huyendo de la policía.
Dirijo mi mirada a todos y cada uno de ellos: Taylor la retira sin dudarlo, tan solo acariciando mi mano derecha con cuidado. Lida está mirando a Louis, esperando que sea él el que hable. Siento los ojos de Lucía puestos en mí, pero al darse cuenta de que la miro buscando una respuesta, tan solo sonríe de manera tensa, sin decir palabra, antes de mirar a Andrew. El castaño duda entre si hablar o no, titubea y hasta parece dispuesto a hablar, pero acaba mirando a María, y ésta, a su hermano con firmeza. Al final es éste último quien habla.
Su voz se atranca y parece temblar como una hoja en otoño. Aprieta los ojos por un momento, aclarándose la garganta antes de hablar.

--Se ha ido un momento. Estaba alterada y Niall la ha acompañado fuera de casa-explica con su voz mucho más aguda de lo normal-Volverán en cualquier momento-añade con una sonrisa, que al igual que su voz, tiembla de manera involuntaria.

Frunzo el ceño confundido, sintiendo como por algún motivo, no me creo su respuesta pero como tampoco le doy importancia a que parezca que hay algo que va mal. No debería darme igual, es mi hermana, si está matando a alguien con sus propias manos debería saberlo, si está huyendo del país debería saberlo, si la ha pasado algo debería saberlo, pero parece que, o bien solo son mis pensamientos, o bien ha pasado algo que ninguno quiere contarme. Sin saber cómo soy capaz de ser tan pasotista con respecto a mi hermana, solo asiento con la cabeza, dando por terminada la conversación, la preocupación. Todo. Me dejo caer en la cama, con la cabeza contra la almohada y me encojo, sin tener ganas ni siquiera de saber qué es lo que le pasa a mi hermana, cosa que no debería, pero siento una extraña debilidad en mi cuerpo, como si el simple hecho de hablar con ellos, me hubiera acabado las energías, y necesitara dormir de nuevo...¿tres? ¿cinco? ¿diez? no sé, las horas que se supone que han pasado desde que caí dormido junto a Niall, hasta que me he despertado por la pesadilla.
Por un momento, nadie dice nada. Todo y todos se encuentran en el más absoluto silencio, como si la reina acabara de entrar en este cuarto, cosa que dudo, ya que qué iba a hacer aquí la reina Isabel. Tampoco me molesto en saber el porqué de su silencio. Me limito a suspirar y a echarme aovillado bajo las mantas, mirando la pared de mi cuarto como si fuera lo más increíble del mundo.
No sé cuánto tiempo pasa, pero una pequeña y cálida mano acaricia mi hombro con cariño, tratando de captar mi atención, lo cual consigue sin dudarlo, aunque tampoco le doy demasiada importancia, al menos hasta que caigo en quien es. Sus rizos tan desperdigados como los míos se balancean entre nosotros, su sonrisa parece algo menor y visiblemente más tensa, preocupada, dudosa.

--¿Qué pasa?-susurra con tranquilidad.

Me limito a negar con la cabeza. La extraña debilidad que siento dentro de mí, no solo ha dominado mi mente, sino también mi cuerpo, y siento como si apenas pudiera mantener los ojos abiertos. Su mano baja hasta mi mejilla, y es entonces cuando me doy cuenta de por qué me ha preguntado lo que pasaba: estoy llorando. ¿Cuándo habré empezado? ¿Lo sigo haciendo? ¿Por qué? Yo no tengo ganas de llorar, no tengo ganas de hacer realmente nada, pero es solo cansancio, no tiene nada que ver con mi estado anímico.
Siento como aparta las lágrimas que, por algún motivo, quieren salir de mí mientras que con la otra mano, cubre mi hombro destapado, como si tuviera frío, aunque la verdad es que sería imposible sentir frío en esta casa, al menos con Louis rondando por aquí. Agacho mi cabeza de manera que quede tapado hasta el punto en el que mi nariz no se ve y cierro de nuevo los ojos, cansado de nada, o quizás, cansado de todo.
Mi cabeza se queda vacía, y siento como lentamente me duermo, sin importarme la gente que esté mirándome, la gente que esté a mi alrededor, preocupados de mí, sin importarme que no comprenda cómo o por qué solo siento ganas de dormir, sin importarme realmente nada.

lunes, 24 de agosto de 2015

Capítulo 62. Tenemos que ir.

Narra Zayn.
--Creo que ya debería volver a casa-admito al ver que en el reloj del salón marcan las siete-Además, seguro que Ale vuelve en cualquier momento y lo último que quieres es que estemos de por medio-bromeo alzando mis cejas, haciendo que él ría con desgana, negando con la cabeza.

Con lo que es Liam, no ha estado muy hablador. El que Ale tarde tanto en volver -aunque haya dicho que no tardaría- está claro que le afecta, por lo que creo que lo mejor es que M y yo nos volvamos a casa, nos bañemos, cenemos con María y vayamos a dormir después del día tan extraño y largo por el que hemos pasado, dejando que Liam se tranquilice con Matt.
Mi amigo se levanta del sofá al tiempo que lo hago yo, con intenciones de saber qué es lo que han estado haciendo nuestros hijos, ya que después de media hora, Liam creyó oportuno que Malcom dejara a Matt, no porque mi pobre niño fuera a hacerle algo, sino por el hecho de tener que estar cargándolo durante tanto tiempo. Extrañamente, Malcom se quiso negar a que dejara de cogerlo, al parecer le ha gustado la idea de un bebé. 
Quizás algún día Mary y yo podamos darle un hermanito con el que jugar, un pequeño moreno de ojos azules, quizás una niña con el pálido británico y este color de ojos que tengo que tanto gusta, puede que sea una pequeña versión de Louis, lo cual me asustaría y preocuparía bastante.
Me río de mí mismo con el pensamiento, negando con la cabeza mientras nos dirigimos a la parte opuesta del comedor, donde Liam tiene colocada una especie de manta colorida con algunos juguetes colgando de un par de barras hechas de tela y rellenas de tejido blando, algo que a Matt puede que no le resulte interesante todavía, dado que apenas tiene dos meses de vida, pero que ha sido la única opción que Malcom ha aceptado, ya que quería seguir "jugando" con él. Al llegar hasta el lugar que ha estado fuera de nuestra visión toda la tarde, encontramos a nuestros hijos dormidos; ambos dos en la manta de colores, Matt agarrando un peluche de un conejo con una mano, mientras que la otra agarra un dedo a Malcom. Éste, está aovillado, dándonos la espalda, como si mantuviera a su primo protegido entre su propio cuerpo y la pared del salón. Una sonrisa involuntaria sale de mí al ver que, por muy inteligente que sea mi niño, sigue siendo eso, un niño, uno muy cariñoso, uno que acaba de encontrar un nuevo amigo, afortunadamente cerca.
Me giro para ver a Liam, él también lleva una sonrisa de ternura, y ambos dos nos quedamos de pie frente a ellos, viendo como duermen tranquilos. No puedo evitar suspirar mientras coloco mi cabeza en el hombro de Liam.

--Que bien se nos da hacer niños ¿no crees?-bromeo.
--Eso es lo más gay que has dicho en tu vida, Malik-él contesta tratando de frenar la risa. Aún así pasa un brazo por mi espalda, devolviéndome el gesto de cariño-Pero sí, se nos da muy bien tener hijos increíbles.

Pasados unos minutos, ambos dos nos vemos obligados a separarles y cogerles en brazos. M se levanta de inmediato, sobresaltado, mirando a su alrededor confundido y puede que algo asustado, aunque rápidamente se relaja cuando ve que soy yo el que le está cogiendo y simplemente apoya su mejilla en mi hombro, dispuesto a seguir durmiendo. Con un pequeño medio dormido en mis brazos, y otro aún más pequeño en los de Liam, nos despedimos, Malcom con un adormilado "Adiós Matt", como si el bebé pudiera escucharlo, y por lo que tanto Liam como yo reímos.
Con la ropa ya más que seca, y el estómago lleno, ya que Cassandra se ofreció a prepararnos algo de comer, vuelvo a casa a paso lento, con M dormido. Su brazo izquierdo cuelga por mi espalda y su mejilla izquierda se apoya en mí, viendo como sus carrillos parecen aún más hinchados que de costumbre, con sus largas pestañas reposar casi en la parte más alta de sus pómulos y sus labios gruesos unidos, dejando salir de vez en cuando suaves suspiros.
Me gustaría poder pensar que va a ser así de pequeño y tierno toda la vida, que siempre va a mirarme como si fuera el héroe más valiente del mundo, que siempre vendrá corriendo hacia mí llamándome "Papi", con un nuevo dibujo en su mano, o una nueva idea acerca de cómo se formó el universo, o preguntándome si puedo enseñarle a jugar a la Play. Me gustaría, de verdad que me gustaría poder pensar que siempre va a ser así, pero sé que no lo será. Crecerá, irá... no sé, diría al instituto, pero puede que simplemente vaya a la universidad, se irá de fiesta, llegará a las cinco de la mañana colándose por la ventana, se interesará en otras personas, tendrá una relación, se casará, tendrá hijos y yo habré dejado de ser su gran héroe al que una vez llamó "Papi"

--Estás triste-susurra en un hilo de voz, apenas entreabriendo los ojos.

Le dedico una pequeña sonrisa, sintiendo como efectivamente, me entristece la idea de que crezca, pero supongo que eso le pasa a todo el mundo. Niego ligeramente con la cabeza mientras acaricio su espalda con mi mano.

--No cariño-le aseguro antes de dejar un beso en su frente-No estoy triste.
--Lo estás-no pregunta, afirma muy seguro de ello, cerrando de nuevo los ojos por completo-No quiero que estés triste.
--No pasa nada pequeño, todo está bien.

-Moments-

Miro con la boca abierta a María, buscando algún atisbo de duda o incluso broma, pero ella solo se muestra tensa y algo nerviosa. Cojo aire y pienso en todo lo que me acaba de contar, antes de hablar.

--Que Marta ha llegado, ha puesto todo patas arriba y se ha ido-resumo manteniendo mi voz tranquila.
--Exacto.
--Marta. La ex de Harry, la que tenía un par de años menos que tú pero que iba a tu clase.
--Esa misma, sí.

De nuevo me quedo callado, mirándola a los ojos, esperando que sea una broma, que no sea la misma persona, lo que sea, porque el simple pensamiento de ver cómo Harry vuelve a dañarse por ella, hace que me entren náuseas y un claro enfado hacia esa chica.
Nunca tuve nada contra ella, es más, me caía bien, fui yo el que se ofreció a llevarla al baile de su instituto el año pasado, solo porque ella ya daba por perdido a Harry. Por un momento pensé que éramos algo parecido a amigos, pero después de lo que ha hecho, después de causar tanto daño a Harry, no puedo ni siquiera pensar en ella sin que me den ganas de decirle cuan horrible persona es.

--Encima ha aparecido embarazada y dice que es de Harry-añade sin que yo pregunte.

Las náuseas y el enfado incrementan dentro de mí. Cojo aire, acariciando mis brazos como gesto nervioso, pensando en demasiadas cosas. En ella. En su aparente crueldad. En su falta de sentimientos. En ese bebé. En Harry. En su dolor. En lo que puede llegar a causarse él mismo. En que todos han estado allí con él, todos menos Liam y yo.

--¿Y por qué no me has llamado?-pregunto dudoso, no molesto, aunque sí dolido con el hecho de que parezca que Liam y yo hemos pasado de él cuando más lo necesitaba, cuando la realidad es que no teníamos ni la más mínima idea de lo que estaba ocurriendo a unas calles de distancia..
--No lo sé, supongo que todo pasó en un abrir y cerrar de ojos, no se me ocurrió llamarte-dice mientras se deja caer con la espalda contra el sofá.
--Va a pensar que pasamos de él-me quejo imitando su gesto.
--Eso no es verdad.

Pongo de lado mi cabeza en el respaldo del sofá, para ver cómo ella ha hecho lo mismo, con una sonrisa sincera y sus ojos azules brillando tanto como siempre. De nuevo suspiro, dejando que esa pequeña "traición" hacia ella por no haberme avisado se desvanezca, le devuelvo la sonrisa y me acerco un poco más, tanto que nuestras narices casi se rozan. Ella se acomoda de manera que ambas piernas quedan recogidas en el sofá, con su brazo derecho bajo la cabeza, usándolo de almohada, su otro brazo se mueve con lentitud hasta mí, quedando su mano en mi hombro, prácticamente en mi cuello, donde acaricia con suavidad con las yemas de los dedos.

--¿Y qué habéis estado haciendo todo el día en la casa de Liam?-pregunta en un susurro.
--Yo he estado hablando con él, tratando de que se distraiga un poco. Ale últimamente se ha estado comportando extraño y él está preocupado-respondo con voz pausada mientras cierro los ojos, producto de las caricias que poco a poco me van relajando-Malcom ha estado con Matt, parece que se han caído bien-añado con una sonrisa.

Siento como en su rostro también debe de haberse formado una. Ella se mueve apenas un centímetro, dejando su cabeza colocada en mi hombro, aún con su mano acariciando la parte trasera de mi cuello. Bajo mis labios hasta el suyo y dejo un suave beso. Por un momento no decimos nada, tan solo hay delicadas caricias y pequeños besos en el salón de casa. Malcom duerme en el piso de arriba, completamente agotado por todo lo ocurrido.
Escucho como el aire aúlla fuera de casa, acompañado de algunas gotas que chocan contra los cristales de las ventanas, se escuchan algunos truenos lejanos, que estoy seguro no tardarán en llegar por aquí. Está claro que esta noche va a haber tormenta después de mucho tiempo.
Mi nariz acaricia su cuello mientras voy bajando, repartiendo besos, hasta que llego a su hombro. Mi mano acaricia su espalda desde su nuca hasta su cintura. Sonrío contra su piel cuando tanteo sobre el borde de su camiseta, metiendo la mano bajo ésta para acariciar su suave piel. Por alguna razón ella no hace ni dice nada, lo cual me sorprende, ya que no la gusta simplemente dejarse hacer.
Entonces un puñado de palabras sin sentido llegan a mis oídos y tengo que frenar mis caricias. Reorganizo las palabras en mi cabeza, una y otra vez, buscando algo que tenga mayor sentido de lo que me ha parecido entender, pero no, está muy claro lo que ha dicho. Jason se va a casar. Me aparto de ella con cuidado, tratando de no ser brusco, pese a que sienta como mis músculos se han tensado con su simple nombre. Siento el puñetazo de María en mi nariz, palpitar con fuerza. Siento los recuerdos. Los gritos. El miedo. Las pesadillas. Siento todo lo que ella sintió, lo que ella sufrió, ¿hace cuánto? ¿nueve? ¿diez meses? ¿Qué importa realmente? Ella aún no ha podido superarlo y ni siquiera me dejó decirle cuatro cosas, denunciarle, ir a la policía, lo que fuera. Busco su mirada, pero se encuentra baja, mirando el asiento del sofá, con un ceño fruncido que ya me esperaba.
Cojo aire tratando de mantener la compostura antes de hablar.

--¿Y qué pasa con eso?-pregunto con toda la suavidad que puedo, llevando mi mano hasta su brazo para sentir como su piel se ha quedado fría. No hay respuesta por su parte-¿Mary?-pregunto dudoso-¿Es que acaso ha vuelto a tocarte?-mi voz suena tan tensa como el resto de mi cuerpo, a la defensiva, lleno de ira.

Su cabeza se mueve de un lado a otro, negando sin decir palabra, aún con el ceño fruncido. Parece que suspira, sin decir palabra aún. Alza su mirada hasta que sus ojos impactan con los míos, transmitiéndome un millón de sensaciones que ni siquiera comprendo. ¿Está asustada? ¿Está dolida? ¿Él la ha dicho algo? ¿Piensa que va a volver a pasar? ¿De nuevo me teme? ¿Quiere gritar? ¿Quiere reír? ¿Quiere llorar? ¿Qué?
Sacude su cabeza una última vez, haciendo que esa extraña expresión se aparte de ella para ser sustituida de nuevo por una cálida sonrisa. Antes de que pueda decir nada, sus labios colisionan con los míos, encajando al momento, y haciendo que me quede tumbado en el sofá, con ella sobre mí, besándome con algo más de fuerza con antes, pero aún no llega a un beso pasional que eleva la temperatura diez grados en toda la casa.
Creo que no hace falta que diga que sigo perdido y confundido, sin entender por qué ha dicho eso de ese infeliz así porque sí, para luego aparentar estar...dolida -tal vez- y acto seguido lanzarse a mí para besarme. Definitivamente no entiendo nada.
Su frente se queda apoyada contra la mía, respirando con algo de velocidad, pero no llegando al jadeo. Sus ojos de ese profundo azul puestos sobre los míos, aún lanzándome miradas que me tienen confuso y extrañado.

--Zayn-no sé si llega a decir en un susurro, o solo articula sus labios, pero de igual manera la entiendo.

Mi respuesta es mirarla a los ojos, esperando su pregunta, su oración, lo que sea que tiene que decirme, tanto si es relacionado con ese ser, con el momento en el que por alguna razón ella se ha enterado de esa extraña noticia, ya que no me puedo creer que nadie sea capaz de casarme con semejante bestia, como si tiene que ver con lo que ha ocurrido en casa de Harry mientras yo no estaba.
Su corazón palpita prácticamente sobre el mío, casi acompasado, de no ser porque el mío va algo más rápido por la tensión, por la duda, por el pensamiento de que han podido hacerla daño de nuevo en mi ausencia, por la idea de que me haya ocultado algo, tanto relacionado con él como relacionado con mi amigo, al cual tendría que haber llamado, y a quien tendré que visitar mañana por la mañana para asegurarme de que está bien. Pese a que Mary me haya dejado en claro que cuando ella salió de allí, no solo su hermano había recuperado la vida -ya que en algún momento del que nadie fue consciente, rompió con Lucía-, tampoco que por primera vez en mucho tiempo, Ane y Niall no hayan discutido durante más de tres horas, mucho menos la idea de que el tal Andrew -ese que recuerdo haber visto una vez muy cerca de Marta- hubiera aparecido de la nada, o que Taylor y una muchacha pelirroja de la que nadie sabe nada, estuvieran allí, sino que él parecía tranquilo, lloraba como es de suponer, pero estaba tranquilo en su cuarto, sin hacer ninguna clase de estupidez como me hubiera esperado después de la última vez.
Mis manos están colocadas en su cintura con suavidad, esperando a que prosiga con sus palabras, las cuales nunca llegan a salir, pero tampoco es necesario, porque siento su corazón acelerarse por la anticipación, sus manos acariciarme con algo de picardía y veo su labio inferior ser mordido con suavidad. Y sin pensármelo ni media vez, beso sus labios mientras me levanto, cogiéndola en mis brazos, para dirigirnos a la habitación. Entre caricias y besos conseguimos llegar, tratando de ser tan silenciosos como podemos, solo para no despertar a Malcom -aunque sé que igualmente acabará despierto, pero rezo porque no sea así-. Me deleito desnudándola, acariciando cada parte de su piel con mis manos, acompañadas ocasionalmente por mis labios. Mis ojos puestos en ella, pensando en que en cualquier momento, un mal recuerdo llegará a ella y me pedirá que pare, pero eso no ocurre. No ocurre mientras la dejo en su gloriosa y deslumbrante desnudez. No ocurre mientras dejo que ella quite mi ropa con el mismo cuidado que yo he hecho con ella. No ocurre mientras la beso con necesidad, acariciando su rostro, acariciando su cuello, acariciando todo su cuerpo. No ocurre en el momento en el que me encuentro dentro de ella con un movimiento suave y pausado. No ocurre mientras nuestros respectivos nombres salen de los labios del otro. Simplemente no ocurre. Nos dejamos llevar por el amor y el placer, sintiendo cada rincón del otro sin miedo o preocupación alguna, hasta que ambos estallamos en el más puro y poderoso de los orgasmos.
Entre "te quieros", "te amos" y algunos "eres lo mejor que me ha pasado en la vida", acabamos cayendo dormidos junto al otro.
Me levanto mucho más que sobresaltado gracias a un trueno que ha hecho que todas las ventanas retumben. Abro los ojos de golpe, quedando sentado en la cama, para ver cómo María duerme plácidamente, sin rastro alguno de preocupación o miedo -ni por la tormenta que se está desatando, ni por ninguno de sus pensamientos-. Veo a través de las cortinas cómo los relámpagos se dejan ver, uno detrás de otro, acompañados de sus respectivos truenos. El viento ahora más que aullar, parece que golpea contra todas y cada una de las superficies que se encuentra, dejando ruidos sordos que mañana en cuanto amanezca, nos dejará imágenes de ramas de árboles caídos y algunos cubos de basura fuera de su lugar.
Y sin embargo, nada de eso me preocupa o mucho menos asusta. Siento mi corazón acelerado y mi respiración entrecortada con un único nombre en la cabeza: Malcom. Sí, parece lo normal, es mi hijo, está claro que debo de pensar en él, pero levantarme tan de golpe con el estruendo de un trueno y que lo primero en lo que piense sea su nombre, no es algo que me deje tranquilo.

--Papi.

Me giro hacia un lado, sobresaltado al haberle escuchado tan cerca, pero para mi sorpresa no hay nadie, la habitación está completamente a oscuras. Solo estamos María y yo, pero su voz se ha escuchado como si estuviera junto a mí. Sacudo la cabeza, pensando en que puede que solo esté un poco paranoico con la idea de que M vive en un constante peligro en el que en realidad no vive.
Tomo aire, respiro con tranquilidad. Mi respiración vuelve a estar acompasada y tranquila, pese a que la tormenta siga justamente encima de nosotros, mostrándonos toda su fuerza, todo su poderío. Dejo caer mi cuerpo en la cama de nuevo, con María todavía dormida junto a mí sin captar ninguna clase de peligro. Cierro mis ojos mientras llevo mi mano derecha hasta la suya y suspiro dispuesto a dormir de nuevo, cuando de nuevo un trueno resuena por toda la casa, seguido de un relámpago a los pocos segundos.

--¡Papi!

De nuevo pego un bote en la cama, mirando hacia todas partes, buscando a mi hijo, a quien de nuevo he sentido apenas a unos centímetros de mí, pero de nuevo nada, vacío, oscuridad. ¿Qué es lo que se supone que está pasando? ¿Por qué escucho a M llamarme cada vez que un trueno sacude el lugar? De nuevo pienso en la idea de estar volviéndome loco, pero esta vez no me da tiempo a tranquilizarme y volver a intentar dormir de nuevo, ya que se produce otro estruendo, y la voz de mi pequeño suena llorosa y desconsolada, suena en lo más profundo de mí, pero de ninguna manera como si viniera de la habitación de al lado.
Sin querer buscarle un sentido, sin esperar a que se produzca otro trueno que me confirme -o aclare- qué es lo que está ocurriendo, me levanto de la cama, dejando a mi novia dormir plácidamente sin darse cuenta de que me estoy levantando. Agarro mi ropa interior y me la pongo con rapidez antes de salir a pasos rápidos de la habitación para llegar de la misma manera a la de mi hijo.
Pongo la mano en el pomo de la puerta, dudoso, sin saber cómo o por qué estoy escuchando cómo me llama desconsolado, por cómo lo hace como si estuviera dentro de mí y no al otro lado de la puerta. ¿Acaso eso puede ser real? ¿Tiene algo que ver con lo que la gente del hospital dijo acerca de que Malcom podía desarrollar capacidades sobrenaturales? ¿Acaso es el instinto paternal, que me hace saber cuándo mi hijo está asustado? ¿O es solo que estoy perdiendo la cabeza?
En lo que me dedico a pensar, un nuevo trueno, casi más fuerte que el que me ha despertado, hace que vibre toda la casa, y que al mismo tiempo, escuche un llanto, un grito roto que es eclipsado por el sonido de la madre naturaleza, provenir del otro lado de la puerta. Una nueva llamada, esta vez sí que se escucha desde dentro del cuarto, me pide que vaya a por él, y sin dudarlo yo entro en el cuarto.
Un relámpago me permite ver con claridad la situación en la que se encuentra el lugar: la cama vacía, las puertas del armario abiertas, la pequeña mesa que tiene volcada junto con las sillas, los colores fuera de sus cajas y esparcidos por el suelo, mi pequeño acurrucado en una esquina, con el edredón rodeando su cuerpo, llorando como nunca -y no exagero- nunca le había visto llorar, perdido, desconsolado, confuso, sin comprender dónde o cómo está, llamándome en medio de la oscuridad.
Me acerco a él tan rápido como me es humanamente posible y con un movimiento del que apenas soy consciente, le cojo, colocándole sobre mi pecho, apretando su pequeño cuerpo contra el mío para que sienta que estoy al fin con él, pero eso no le alivia, ni mucho menos, ya que sigue llorando con fuerza, junto con la fuerte lluvia que golpea los cristales.
Un nuevo trueno se produce, y un grito agudo sale de él antes de romper a llorar de nuevo.

--Cariño, cariño, está bien, es solo una tormenta-susurro con calidez mientras inconscientemente me balanceo con él entre mis brazos.

Pero él solo llora transmitiendo el más profundo de los temores por alguna razón que no puedo comprender, pero por la que tampoco puedo preguntar.
La tormenta prosigue junto con el llanto de mi hijo mientras yo camino por la habitación con él entre mis brazos, acunándolo, tratando de tranquilizarle, aún sin saber el motivo de tanto miedo, de tanto dolor que expresa.
Conforme la tormenta se va alejando, el llanto del pequeño también, pero yo no dejo de moverme de un lado al otro, buscando que su respiración vuelva a normalizarse hasta el punto de que caiga dormido del propio agotamiento producido por el llanto.
Pienso en cómo puede temerle a un fenómeno meteorológico, en que había dado por supuesto que entendería que una tormenta no va a causarnos daño, que solo es un poco de ruido, algo de luz, mucha lluvia y un viento furioso. Estaba claro que contaba con que él supiera que es solo eso, que está formado por las corrientes de aire cálidas y frías que se encuentran y producen todo este alboroto, pero claro, no contaba con que su mente aún está llena de inocencia y de algunos miedos infantiles.
Su respiración acaba por volverse tranquila de nuevo, aún con cierto temblor en todo su cuerpo y con algo de fuerza en sus brazos, que agarran mi cuello con auténtica necesidad.

--Ya ha pasado, ¿ves? Ya se ha ido la tormenta, ya no hay más truenos-le aseguro apartando de su rostro algunas de las cientos de lágrimas que bañan su piel.

M asiente con la cabeza contra mi pecho, relajando sus brazos en torno a mi cuello pero aún agarrándome. Aún tiembla por el miedo, por lo que sigo caminando con tranquilidad por el desordenado cuarto mientras dejo suaves besos en su cabeza y cara, y le susurro cosas tranquilizadoras, entre ellas, nuestra canción.

--The landlord say your rent is late, he may have to litagate. Dont worry be happy...

Siento como sus labios se mueven contra mi pecho, como si susurrara la canción junto a mí, pero parece que aún se encuentra demasiado alterado como para seguir la canción conmigo. Muevo mis brazos de manera que él queda algo más alzado y separado de mí, lo suficiente como para que podamos estar cara a cara. Acaricio sus mejillas de nuevo, con la mitad de las lágrimas ya secas, pero apartando las que todavía quedan, mientras pongo muecas graciosas para él, buscando hacerle sonreír.

--Look at me I'm happy-digo con la voz lo más parecida a Bob Marley que me es posible, consiguiendo por fin la preciada sonrisa aniñada que buscaba-Don't worry...
--Be happy-él murmura, dudoso, con la voz aún temblorosa.

Sonrío agradecido porque haya pasado el mal trago y asiento con la cabeza, conforme con haber conseguido que se tranquilice.

--Ese es mi chico-susurro antes de dejar un beso en su frente.

Camino con este paso lento hasta llegar a su cama, donde me siento con él quedando en mi regazo, aún tarareando la pegadiza canción. Le miro sonriente y tranquilo para ver cómo él me devuelve la sonrisa, con ojos algo soñolientos y acto seguido me abraza con esa fuerza con la que tanto me gusta que lo haga, y con la que tanto hace que mi pecho se infle de emoción, de orgullo, de amor y cariño hacia él, hacia mi pequeño. Sin que yo le diga nada, él se baja de mi regazo y se mete de nuevo en la cama, alcanzo el edredón que ha quedado caído en el suelo y lo coloco sobre él, haciendo que él se acurruque dejando salir un bostezo. Me aseguro de que quede bien arropado y beso su frente una vez más.
Con una sonrisa, él cierra los ojos para caer rendido de inmediato.
De nuevo no puedo evitar suspirar, tranquilo al ver que ya no está asustado, que la tormenta se ha alejado y que mañana tan solo habrá algunas nubes en el cielo que nos recuerden lo que acaba de pasar.
Observo su rostro tranquilo, apaciguado, lleno de vida y paz, sin marcas, sin golpes, sin esa palidez enfermiza o la extrema delgadez, sano, feliz, con el único miedo que le puede causar una tormenta.

--No pasa nada pequeño, todo está bien-repito las mismas palabras que le he dedicado hace unas horas, ahora mucho más convencidas y sin ese pequeño sentimiento de abandono que algún día sentiré, porque al menos de momento, me sigue necesitando y sigue necesitando de mi protección- Todo está bien...-murmuro, más para mí mismo que para él, quien ya deja salir suaves suspiros a causa del sueño profundo.

Me levanto de la cama con cuidado, sin despertarle ni de lejos, y camino hasta la puerta tratando de no tropezarme con nada, recogiendo a mi paso todo cuanto puedo, solo para que él no se caiga si se levanta de nuevo en medio de la noche o cuando lo haga por la mañana.
Echo un último vistazo para asegurarme de que está dormido, sano y salvo, acurrucado bajo su edredón, y sonrío mientras susurro un "Te quiero, cielo". Cierro la puerta aún con esa sonrisa, cuando de nuevo escucho su voz dentro de mí, su dulce, suave y tranquila voz, proceder de algún lugar que no logro comprender, ya que suena como un susurro, pero él está al otro lado de la puerta, durmiendo, y aún así, he escuchado perfectamente ese "Te quiero, papi"


Narra Ale.
--De momento no hay que preocuparse demasiado. No es algo que no podamos controlar. Al fin y al cabo sabíamos que pasaría todo esto, nacimos para esto y posiblemente muramos por esto-pese a sus duras y, para nada, tranquilizadoras palabras, sonríe de manera débil.

Y lo sé, que me pregunte quien quiera que lo sé, siempre lo supe y siempre viviré con y por ello. No se puede evitar lo que está escrito en tu futuro, pero eso no quita que, si pudiera haber escrito mi historia, yo no estaría metida en toda esta mierda que acabará conmigo de un momento a otro.
Por eso es por lo que Liam no puede saberlo. No puede vivir con la certeza de que un día saldré de casa y que lo siguiente que sabrá de mí, será que tengo dos tiros en el pecho y uno en la cabeza. No puede vivir con el miedo de quedarse solo con un niño. No puede. No puedo permitirlo. No puedo dejar que lo sepa. Porque, aunque por alguna razón o motivo, pudiera comprender lo que me dedico a hacer y el porqué. Aunque aceptara el hecho de mi muerte repentina. Aunque no tratase de evitar que dejara de hacerlo. Aunque aceptara todo ello -cosa que dudo- si él supiera lo más mínimo, el siguiente en aparecer con tres tiros en su cuerpo, sería él, y de seguido, Matt. Y eso sí que no puedo permitirlo.

--Lo pero no puedo evitarlo-admito en un suspiro-Me da mucho miedo dejar a Liam solo en casaencima con MattApenas he podido estar con ellos.
--Oye...-él susurra con suavidad-Sabes que estamos haciendo esto por ellos. Por todos. Hay que mantenerlos a salvo-me asegura.

Yo alzo la mirada hasta llegar a sus ojos castaños. Un puchero tembloroso llega a mí, haciendo que agache la mirada como una niña, una niña asustada por perder a su familia, una niña que está haciendo todo lo posible para mantener a salvo lo que quiere. Como siempre ha sido.
Él abre sus brazos, invitándome a meterme entre ellos, cosa que hago sin dudar.
Puedo matar, puedo secuestrar, puedo tratar con tráfico ilegal de drogas, de armas, de prostitución. Puedo lidiar con todo sin sentir el más mínimo arrepentimiento. Pero la idea de que me arrebaten lo que más quiero, me provoca pavor, miedo, pánico, ganas de llorar y esconderme en este cálido pecho que siempre estuvo por y para mí, en cada noche fría, en cada día de mi oscura vida -al menos en su mayoría-, en cada bala disparada, en casa golpe recibido. Él siempre va a estar conmigo, pase lo que pase.

--Vamos, tienes que volver. Seguro que Liam está preocupado y bastante mosqueado con que no hayas aparecido en todo el día-dice antes de dejar un beso en mi frente.
--Creemeque está mucho más que mosqueado-admito sin separarme de él-Estoy segura de que sabe que hay algo que anda mal, pero no pregunta. Simplemente se hace el tonto, y de verdad que se lo agradezco.
--Es un buen chico.
--Lo es.

No nos separamos hasta después de un buen rato, sintiendo el calor y el cariño del otro, en medio de esta noche fría londinense, aunque la verdad, he llegado a estar bajo una noche más fría y con menos ropa.
Para cuando rompemos el abrazo, él lleva una sonrisa tranquila -siempre tranquila- en su rostro. Besa mi nariz y acto seguido mi mejilla.

--Te quieroDari-susurra contra mi mejilla.
--Y yo a tiBlazhe-respondo sin dudarlo un segundo.
--Nos vemos mañana-es lo único que dice, antes de desaparecer en medio de la oscuridad nocturna.

Suspiro mirando la fría y solitaria calle.
Algunos pueden pensar que vivo en una mentira, al menos a ojos de Liam. Yo pienso, que esta sería mi vida, mi vida tranquila y normal con Liam y Matt, mi vida de ensueño, si no fuera una de las dos cabezas que llevan el mayor y mejor, grupo de aliados de la organización más peligrosa de toda Europa.
No puedo decir que odie esta vida, pero sin duda, yo no se la desearía a nadie.
Algún día, cuando muera y toda mi familia esté a salvo, Liam sabrá todo lo que siempre estuvo a mi alrededor, y por tanto, al suyo.
No sabías donde te metías cuando me encontraste en aquel centro comercialLiam Payneno tenías ni la menor idea pienso negando con la cabeza mientras entro en casa, tan silenciosa como puedo, es decir, sin hacer un solo ruido.
Le prometí que volvería antes de la hora de comer, que solo iba a comprar algunas cosas y no tardaría. Pero él ya sabía que no sería así, anoche pude comprobar en su mirada que ya no confiaba en mi palabra, y tampoco me importa, no si por lo menos cree en una de las pocas cosas sinceras que le he dicho: que le quiero.
En el fondo, no le he mentido, no del todo. Estaba claro que no volvería antes del mediodía, pero sí que he estado comprando. He estado comprando varias toneladas de cocaína. Técnicamente no es mentir ¿no?
No puedo evitar reírme por lo bajo. He estado comprando varias toneladas de cocaínaSi se lo dijera tal cual a Liam, sé que me creería, y puede que ni siquiera me preguntara que a quien se la había comprado, o si eso es lo que me ha llevado todo el día. Tan solo me preguntaría ¿Por quéY entonces, si se lo explicara, estaría en esa lista negra de personas que van a ir cayendo muertas en extrañas circunstancias.
Cierto la puerta una vez dentro, dejando las llaves con cuidado sobre el mueble de la entrada. Quito mi abrigo con intenciones de colgarlo en la percha que hay detrás de la puerta, cuando escucho ese sonido tan familiar para mí: un arma siendo cargada.
En cualquier otra situación, puede que me hubiera sobresaltado, incluso preocupado. En otra situación el arma estaría ya en el suelo, quitada de una patada rápida y la persona que se ha atrevido de apuntarme con ella, con un tiro entre ceja y ceja. En otra situación. En esta, solo sonrío, pensando que quizás se ponga divertida la noche.
Termino de quitarme el abrigo con tranquilidad y lo cuelgo en la percha, sabiendo perfectamente que no disparará, aunque sé que está apuntando directamente a mi cabeza.
Me doy media vuelta con aire casual, las manos metidas en mis bolsillos y me la quedo mirando, con una sonrisa que no muestra mis dientes, pero sí mi burla a lo que se está atreviendo a hacer.

--¿A ti nunca te dijeron que no se deben coger las cosas de los mayores?-pregunto con tranquilidad.

La miro de arriba a bajo: pies descalzos, pijama simple que cubre desde sus tobillos hasta sus antebrazos, pelo suelto y ondulado cayendo por debajo de sus hombros, ojos llenos de miedo que trata de ocultar, pero podría oler la manera en la que quiere huir desde kilómetros. Sí, va a ser una noche muy entretenida.
Titubea, sin estar muy segura de responderme, sin saber si tiene que disparar, si me tiene que responder o si solo tiene que huir.

--S-soy cinco años mayor que tú-trata de sonar dura y amenazante, y sí, puede que en el barrio lo consiga aparentar, pero no frente a mí, mucho menos si balbucea como una gilipollas a punto de mearse en los pantalones.
--¿Y qué?-pregunto con simpleza. 

Meto una mano en mis vaqueros, mano que es seguida por sus ojos, pensando en algo que decir que suene amenazante, pensando en algo que pueda detener mis movimientos, pero no lo dice, tan solo me mira con ojos nerviosos y una pistola en sus manos que, con suerte, sabrá como quitar el seguro. 
Saco un cigarrillo y me lo meto en los labios, sin sentir presión o amenaza alguna. Esta chica me da bastante pena, pero no la clase de pena que te da un perrito bajo la lluvia, sino la clase de pena que te da cuando alguien cuenta un chiste horrible y nadie se ríe de la broma.
Sus ojos siguen cada movimiento que doy, todavía sin responder, sin decir nada, sin explicarme qué es lo que se le ha ocurrido como para atreverse a apuntarme con algo que no sabe utilizar y que...oh, claro, es mía, y está llena de sangre. Se me habrá olvidado en los otros vaqueros.
Doy un par de caladas mientras me muevo con pasos lentamente exagerados. El cañón de la pistola rozando mi cabeza. Yo solo dejo salir el humo, haciendo que choque en su cara y que ella ponga una mueca de disgusto.

--Vaya, todavía tiene los sesos de último idiota que se me puso delante-chasqueo la lengua mientras observo el cañón de pistola que está casi pegado a mi frente-Debería limpiar estas cosas-añado antes de soltar otra ráfaga de humo en su cara.

Ella sigue sin decir nada, ahora con una mueca de horror pintando su cara, al saber que la sangre que hay, es de la cabeza de otra persona. En el fondo era obvio que no iba a ser ketchup ¿no? 
Sonrío satisfecha con su expresión facial y me doy media vuelta, todavía dando pasos largos que hacen que resuenen mis zapatos por el suelo, lo suficientemente alto como para que a ella le resuenen en los huesos, pero lo suficientemente bajos como para que Liam no lo escuche. No creo que le guste saber lo que sus "niñas inocentes" están haciendo.

--Bueno, ¿vas a disparar, vas a decir algo o me puedo ir a la cama?-pregunto con ambas cejas alzadas.

Ella parece pensárselo unos segundos, con el ceño fruncido y los labios apretados en una sola línea. Ruedo los ojos ante tanta indecisión.
Es por estas cosas por las que uno está o no está en asuntos turbios: o naces entre balas, drogas y sangre, o siempre tendrás esas duda antes de disparar, entregar dinero o probar la droga para saber si es buena. Cuanta inutilidad tiene esta gente que nace entre algodones de azúcar y unicornios de peluche.
Me apoyo en la pared del recibidor, aún esperando una respuesta, una reacción. Fumo tranquila, con la pistola aún apuntándome.

--¿En qué mierdas estás metiendo a Liam?

Me sorprende escuchar su voz, mucho más que no vacile o balbucee, mucho más su pregunta como tal. Pero al igual que el tener la sangre fría y la capacidad de desmontar una pistola y volverla a montar en minutos, tengo la capacidad de la interpretación, por lo que solo giro mi cabeza hacia ella, con expresión divertida, que es realmente lo que me provoca todo esto: diversión.
De nuevo camino con pasos lentos, casuales, dando una calada de vez en cuando a mi cigarrillo.

--¿A qué te refieres?-pregunto con cierta diversión.
--Sabes a lo que me refiero. Estás metida en problemas, y por lo tanto, Liam y Matt también lo están.

Alzo mis cejas y pongo una cara de "No, para nada" mientras me detengo en la pared de enfrente, observando un cuadro del que no me había percatado hasta ahora. Un montón de fresas en blanco y negro, salvo una roja, que destaca entre las demás. Original.

--¿Por qué crees que estoy metida en problemas?-pregunto sin inmutarme lo más mínimo.
--Te pasas el día fuera. Nadie sabe dónde vas o lo que haces. No llamas a Liam. Apareces de madrugada, con pistolas ensangrentadas y ropa que le hace juego. Está claro que no te vas a jugar al bingo.

Por un momento me sorprende la ironía con la que me habla, parece incluso valiente la chica, pero en cuanto la miro de nuevo a los ojos, todavía sigue la duda y la confusión y por supuesto, todavía apesta a miedo.

--Me parece que mis problemas son solo míos, ¿no crees?
--No si van a hacer daño a Liam o a Matt por tu culpa.

Un escalofrío me recorre la espalda ante el pensamiento de que les hagan daño, pero como siempre, disimulo.

--Nadie les va a hacer daño. No hay motivos para ello-respondo encogiéndome de hombros.
--Si no hay motivos, ¿por qué vas armada y llena de sangre?

Me miro la camiseta, encontrando un par de gotas de sangre sin importancia. Sin importancia porque ni siquiera es mía la sangre, claro está. Hago una mueca de desinterés antes de responder.

--Es mi trabajo-respondo sin más.
--Tu trabajo va a matar a tu familia.
--Mi trabajo y mi familia son mi problema, no el tuyo, puta barata.
--Soy tan barata como tú-se defiende con cierto enfado.

Vaya, parece que no le gusta vender su cuerpo. Qué pena más grande que me da.
Niego con la cabeza con una sonrisa mientras camino de nuevo, esta vez saliendo del cuarto. Me muevo con la suficiente rapidez y agilidad como para acabar a sus espaldas mientras ella todavía duda entre si seguirme o no.

--¿Tú sabes lo que es usar una tapadera?-pregunto en un susurro con los labios pegados a su oído.

Siento como ella se estremece y el olor a miedo se intensifica. Una sonrisa casi como la de ese gato que tanto sonríe...sí, ese de la película de dibujos animados...bueno, como sea, una gran sonrisa se extiende sobre mi rostro al sentirlo. Está a punto de echarse a llorar y salir corriendo a alguna parte, posiblemente a su cuarto, debajo de la cama y colocando un mueble que "evite" que yo entre en medio de la noche a matarla.
Ella ni siquiera se gira o trata de apuntarme de nuevo con la pistola, más bien lo contrario: baja sus brazos, relajando su posición, sabiendo que no tiene nada que hacer contra mí, sabiendo que ni aún con una pistola podría dañarme, y por supuesto, sabiendo que si quisiera matarla, lo habría hecho en el momento en el que supe que estaba en esta casa.
Me muevo hasta que mis labios llegan a su otro oído.

--¿De qué tienes miedo, Alexia?-pregunto en un ronroneo antes de dejar un beso húmedo justo debajo de su oreja-¿Piensas que te quiero matar?-pregunto de nuevo en un tono aterciopelado, mientras me muevo a su alrededor.

Ella totalmente muda, sin moverse mi medio centímetro, casi sin respirar, como si estuviera en medio del mar con un tiburón nadando a su alrededor, acariciando sus piernas con las aletas, siempre dejándole constancia del peligro, de que puede morir en cualquier instante.

--Si has sido tú la que me ha apuntado con mi pistola en mi casa-comento a menos de un centímetro de ella-Tendría que ser yo la que sintiera miedo, ¿no es así?

Con un dedo, trazo la distancia que hay de un lado al otro de su cuerpo, empezando por un brazo, siguiendo por uno de sus senos, bajando hasta el centro, donde su corazón palpita con violencia, pasando al otro de sus senos y acabando en el otro brazo. Su respiración es tan agitada que hace que todo su torso tiemble. Pero todavía no hay ninguna expresión en su rostro.
Sus ojos parecen llenarse de lágrimas cuando mi fino dedo llega a su estómago, apretando, haciéndola saber que todo lo que tiene, puede irse a la mierda con que yo haga un movimiento brusco. Y sí, podría hacerlo, podría hacerla sufrir con uno de los mayores dolores que hay en esta vida, solo por su impertinencia de haberme amenazado, pero no lo voy a hacer, solo porque me está divirtiendo la manera en la que su miedo llena mi orgullo -y puede que un poco por el respeto que le tengo a Liam, a su vida tranquila y a su bonita moqueta-.

--No te metas donde no te llaman-susurro cerca de ella, mi nariz casi tocando sus labios-o podrías convertirte en un daño colateral.

Llevo mi mano derecha a su pelo, acariciándolo con cuidado. De nuevo ella tiembla ante mi toque. Bajo mi mano por su mejilla, cuello y pecho, apenas rozando las yemas de mis dedos. 
Paso mi lengua por su labio inferior, acto seguido por el superior. Su cabeza se echa hacia atrás, claramente molesta con mi acto. Sonrío satisfecha antes de llevar mi mano izquierda a su cuello y hago fuerza para que sus labios lleguen a los míos de un movimiento brusco. Ella trata de apartarse de mí con necesidad, haciendo así que afloje su mano de mi pistola, lo cual me facilita el trabajo de quitársela de la mano sin problema.
Succiono su labio inferior con fuerza, antes de alejarme riendo, viendo su cara llena de espanto.
Ni siquiera me da tiempo a darla las buenas noches, ya que huye al piso de arriba mucho más rápido de lo que pensé que podría correr.
No puedo evitar reír por su reacción. Putas principiantes, las sacas de los hombres y se encuentran perdidas y asustadas. 
Sí, definitivamente está siendo una noche muy divertida.
Miro la pistola que por fin vuelve a estar en mi poder. Limpio la sangre seca del cañón con mi camiseta, sabiendo que será otra camiseta que tendré que quemar para evitarme problemas. La guardo en el borde de mis vaqueros mientras camino hacia el salón, no sin antes pasar por la cocina para coger un botellín de cerveza.
Me dejo caer en el sofá, colocando los pies con cuidado sobre la mesa y enciendo la tele, buscando el único canal de noticias que está en mi idioma materno. Es un alivio poder escuchar ese acento aparte de cuando hablo con Blazhe.

El mafioso Rafi Venian, también conocido como Ivo, se encuentra aún en paradero desconocido. Muchos apuntan a que se encuentra escondido en alguna parte de la ciudad española de Madrid, aunque aún nadie le haya visto.

--Ay primo Rafi, qué poco que vas a durar-murmuro riendo antes de llevarme la botella a los labios, dejando que la amarga sustancia baje por mi garganta-Si no te pilla la poli, te pillamos nosotros, ya lo verás.

Se asegura que muchos de los matones de Venian trabajan como porteros de discoteca en la mencionada ciudad. Aunque algunas fuentes informan de que solo es una tapadera, para poder vigilar a sus enemigos de más cerca, mientras disfrutan de la noche. En cuanto sus víctimas se encuentran solas, desaparecen por completo del mapa. Nadie vuelve a saber de ellos.

Río divertida por la afirmación "Nadie vuelve a saber de ellos". Miro mi camiseta ensangrentada. Sí, yo sí que sé acerca de cómo están, dónde o cómo acaban.
Niego con la cabeza antes de tomar el mando, dispuesta a apagar la televisión y a poder quemar esta camiseta, antes de irme a dormir junto a Liam, cuando salta otra noticia.

Última hora. El gran y peligroso Svetomir, antiguo cabecilla de la red mafiosa búlgara, ha sido encontrado muerto en medio de un descampado. Se encontraba desnudo, atado con una soga del estómago y colgado de un árbol, tal y como si hubieran realizado con el la Trichane na kuche.

El cuerpo ha sido identificado gracias a las propias pertenencias del antiguo líder más peligroso, pues el resto de su cuerpo se encontraba completamente calcinado.

Todo a punta a una venganza por los antiguos crímenes realizados, aunque algunos opinan, que podría ser una advertencia para sus hijos, Blazhe y Darina Yekelevich, quienes se encuentran controlando los antiguos asuntos de su padre, entre los que se les atribuye, la trata de blanca, narcotráfico y por supuesto, las desapariciones y asesinatos por todo el país.


Sin apartar los ojos de la pantalla cojo el móvil y llamo a mi hermano. Éste lo coge de inmediato.

--Lo estás viendo ¿verdad?-pregunta con tono frío.
--Sí-contesto sin más-¿Realmente piensas que es una advertencia?
--Si lo fuera lo sabríamos-responde rápidamente.
--¿Entonces qué?
--Es una provocación.
--¿Provocación para qué?-pregunto sin poder dejar de mirar el cuerpo totalmente quemado que se balancea de un lado al otro de la soga mientras intentan bajarlo sin mucho éxito.
--Piensan que estamos fuera del negocio. Dan por hecho que no nos estamos ocupando de lo que debemos. Quieren que entremos en acción, que volvamos. Quieren vernos.

Cojo aire mientras cierro los ojos. Acaricio mi frente con suavidad, tratando de que el dolor de cabeza que está empezando a azotarme, redima por arte de magia. Esto no puede estar pasando.

--Alguien te vio con Matt mientras estabas allí.
--No. Imposible. Estuve escondida.
--Pues saben que tienes un hijo, Darina, saben por donde atacarte. Estás tirando demasiado de la puta cuerda. Quieren que vayamos y nos ocupemos de nuestros putos asuntos de una vez. Si no volvemos y nos hacemos cargo de la muerte de papá, Nadezhda y Zhelyazko darán por hecho que nos hemos retirado. Empezarán a controlar lo que ahora mismo es nuestro, y nos matarán antes de que podamos tan siquiera pensarlo.
--¿Entonces qué propones?-pregunto mientras me levanto del sofá, dejando la cerveza en la mesa junto con mi cigarrillo ya apagado.
--Tenemos que ir.
--No puedo volver a irme, Blazhe. ¿Quieres que a Liam le dé un ataque? ¿O que maten a mi hijo en lo que llego al aeropuerto?
--No Darina, tenemos que ir solos tú y yo. Matt se queda con Liam aquí.
--¿Te piensas que voy a dejar a mi hijo con Liam en un país en el que están completamente desprotegidos, mientras yo voy a verme con quienes han matado a mi padre y lo han torturado, sabiendo que ellos pueden estar en cualquier sombra, esperando a matarles?
--¿Acaso tienes una idea mejor?