domingo, 13 de septiembre de 2015

Capítulo 67. Duele.

Otra dedicación súper carrot y sin sentido, esta vez en honor a mi bebé irlandés (aunque el capítulo no tenga nada que ver con él ¿va?)




























Feliz cumpleaños :')
-----------------------------------

Narra María.
El coche se mantiene en un extraño y escalofriante silencio que por mucho que intente romper, vuelve a nosotros después de un par de segundos. Zayn normalmente va hablando con Malcom, o conmigo, va canturreando algo con el pequeño, o es el mismo M el que nos cuenta algo que no comprendemos, pero que igualmente escuchamos con interés. Sin embargo, ahora ni la radio suena. Zayn mira cada poco tiempo por el espejo retrovisor, como si se asegurara de que el pequeño está bien, por lo que yo misma me veo obligada a girar mi cabeza también, pensando en que quizás esté haciendo algo, incluso esté haciendo alguna mueca que indique miedo, dolor o incluso hambre, no sé. Pero tampoco parece haber nada distinto en Malcom, tan solo se mantiene con el brazo apoyado en la puerta y la cabeza sobre la mano, mirando cómo las calles pasan a nuestro alrededor, con sus piernas balanceándose desde su asiento infantil. Pongo mi mirada de nuevo en Zayn, esperando a que él me cuente por qué parece estar tan paranoico con Malcom, cuando el pobre niño solo parece en entretenerse con cosas simples, como ver cómo las gotas de lluvia escurren por las ventanas del coche, pero Zayn no me dice nada, ni para bien ni para mal, tan solo parece ir pensando, inmerso en su propio mundo, uno en el cual no parece que tenga permiso para entrar.
De nuevo mira por el retrovisor, esta vez frunciendo ligeramente su ceño.

--¿Qué pasa, M?-pregunta justo antes de tomar un giro a la izquierda.

Puedo ver desde aquí la casa de Harry. Ya le he dicho muchas veces a Zayn que no sé si es recomendable que un niño pequeño esté cerca de alguien tan mal como lo está Harry, mucho menos un niño como M. Tal vez un niño de cuatro años con su inteligencia e inocencia normales, tan solo pensaría que Harry está cansado o triste por cualquier cosa, y rápido se volvería a jugar, pasando olímpicamente de lo que le pase o no a su "tío", pero Malcom, precisamente Malcom, que tiene una mente tan avanzada, tanto como para entender perfectamente lo que le pasa a Harry, por qué y cuan peligroso puede ser...Definitivamente creo que no es buena idea que el pequeño tenga que ver todo eso, pero Malcom es algo cabezota (de hecho, tiene todo el derecho del mundo a serlo) y ya nos ha explicado tanto a su padre como a mí las razones por las que debe de estar en esa casa, entre las que incluye el hecho de que él mismo ya estuvo con Ane, y la ayudó, al menos de manera momentánea; el que no quiere que uno de nosotros tenga que quedarse en otro lugar solo por cuidar de él, o incluso una explicación resumida -y para nada entendible- de cómo el ver a Harry en ese estado le ayudará a él mismo a no temer a la gente, tanto sea desconocida como conocida.
Niego con la cabeza ligeramente antes de girarme hacia el pequeño una vez más, viendo como ahora sí que tiene un leve ceño fruncido en su rostro.

--¿Te encuentras mal, cielo?-pregunto con suavidad.

Él relaja su ceño para mirarnos, apartando la mirada del cristal. Nos sonríe con esa inocencia -que realmente no sé cuánta de ella aún posee- y niega con la cabeza, todavía balanceando sus pies en el asiento.

--Estoy bien-contesta el pequeño con una sonrisa dulce.

Aparentemente todo está bien, no hay nada que parezca perturbarle, pero después de todo lo ocurrido, incluyendo los datos, apenas aproximados, de su gran mente, ya no sé qué creerme o no del pequeño niño que me sonríe con aparente candidez.
Miro una vez más a Zayn, viendo cómo esta vez su cabeza se gira por un segundo hacia mí, con una débil sonrisa, con la que supongo que quiere indicarme que todo va bien. Coloco mi mano en su rodilla más cercana, y él rápidamente la cubre con la suya propia, entrelanzando nuestros dedos por un momento, antes de tener que soltarme para aparcar frente a la casa de Harry.
Zayn y yo casi salimos a la par del coche. Es él el que se acerca a la puerta de Malcom, la cual lleva un seguro de esos para niños, para evitar que abra la puerta del coche jugueteando, aunque dudo mucho que M hiciera algo así. Veo como el niño baja de un salto del coche, con su mano agarrada a su padre. Me mira con esa blanca y ancha sonrisa, alzando su otra mano para que la agarre de la misma forma, cosa que no tardo en hacer, sonriendo por ese hecho.
Y por un momento, parecemos una familia completamente normal. Dos adultos -más o menos- y un niño, los tres caminando juntos hacia una casa de un...pongamos que es familiar, ya que según Zayn prácticamente lo son.
Mientras Zayn alza a Malcom para que pueda tocar el timbre de la casa, y esperamos a que alguien nos abra, pienso en los motivos por los que Harry está así, y no llego a nada en claro. No porque no entienda por lo que él está pasando, ya que cada uno tiene un nivel de dolor distintos y aguanta y reacciona de manera diferente, sino los motivos de Marta. Se fue una vez, destrozando a Harry, rompiéndole y lanzándole a hacer cosas horribles y peligrosas, y justo cuando más débil está el pobre chico, ella vuelva, como si quisiera rematarlo, o comprobar que su tumba ya está cavada y lista para él.
La persona que nos abre la puerta tras haber llamado no es otro que mi hermano, aunque no de la manera que me esperaba: sus ojos están rojizos y sus mejillas algo húmedas, pese a que trate de limpiárselas con una sonrisa. El pequeño Matt parece alzar las manos desde su regazo como manera de queja, soltando sonidos vocálicos que no tienen sentido alguno. Por un momento me temo que algo malo haya pasado, algo peor si es que eso es posible.

--¿Qué pasa, Lou?-pregunto rápidamente mientras me acerco a él. Coloco mis manos en sus mejillas para que no se mueva y así poder ver la cantidad de tiempo que debe de haber pasado llorando.
--Nada, nada, no te preocupes-responde él con una sonrisa y un tono divertido, mientras se echa un paso hacia atrás, no sé si para evitar que me eche más encima de él, o para invitarnos a pasar. De igual manera, yo no dudo en acercarme, esperando que me cuente lo que ha ocurrido.

Él se aparta una vez más de mí, haciendo un gesto que indica que le deje en paz, pese a que tenga una sonrisa en la cara. Le sigo de cerca, preguntándole por el motivo de sus lágrimas, pero él solo me suelta una larga tras otra acompañada de una pequeña risa. Pero como siempre, entre hermanos de la risa se pasa al llanto, o más bien a la discusión.

--¡Louis! ¡Dime por qué estás así!-le reprocho.
--¡Déjame en paz! ¡Eres peor que mamá!
--¡NO SOY PEOR QUE MAMÁ!
--¡LO ERES!
--¡AL MENOS NO HAGO COMO SI NADA HA PASADO! ¡NUNCA ME CUENTAS NADA!
--¡ERES MI HERMANA PEQUEÑA!-grita con un bufido-¿¡QUÉ QUIERES QUE TE CUENTE?
--¡PUES CÓMO TE SIENTES!

Para cuando me doy cuenta, Zayn y Malcom están a nuestro lado y el mayor coge al bebé (que no sé cuándo ha empezado a llorar) en sus brazos.

--¡MIRA LO QUE HAS HECHO! ¡HISTÉRICA!-sigue gritando mientras señala a Matt-¡LE HAS HECHO LLORAR!
--¿¡YO?! ¿¡DE VERDAD ES MI CULPA QUE TÚ NO ME CUENTES NADA Y YO ME MOLESTE POR ELLO?!
--¡LO ES!

Nuestra -completamente normal y habitual- pelea de hermanos, prosigue por unos minutos más, hasta que terminamos de recriminarnos cosas que no tienen el mínimo valor, pero que son lo único que ya nos podemos echar en cara, como aquella vez que tuvo que llevar una camiseta de princesas por mi culpa, o la vez que yo tuve que quedarme castigada porque él había estado haciendo el subnormal con un mechero y acabó quemando el sofá, y no quiso asumir sus culpas.
Nos quedamos mirando el uno al otro por unos segundos, jadeando por la intensidad del los gritos, nos sonreímos y caminamos hacia el salón, donde Zayn y Malcom están entretenidos con el pequeño Matt. El bebé descansa sobre el pecho del más mayor, tranquilo, jugando a tironear de la camiseta de Zayn, mientras éste solo sonríe con calidez. Sus largas pestañas se muestran en todo su esplendor al tener reclinados los ojos hacia el niño; sus labios curvados dejan ver unos dientes blancos inmaculados, colocados no a la perfección, pero casi, y eso sin necesidad de haber llevado ninguna clase de aparatos en su vida. Todo él irradia completa tranquilidad y felicidad a causa de la vida que tiene entre sus manos, y eso que ni siquiera ha sido obra suya. Algo dentro de mí se hincha de felicidad con la certeza de que Zayn hubiera tratado a Malcom como si fuera lo más valioso y delicado del mundo desde su propio nacimiento.
Veo como M tira de la manga de la camiseta de su padre, y éste de inmediato le mira, admirando el puchero que se ha formado en sus labios. Ahogo un "Aw", al ver que se siente un poco celoso y puede que desplazado por el bebé que tiene toda la atención de su padre. Zayn ríe por lo bajo, dándose cuenta de inmediato. Aparta su mirada hasta que llega a mí, ensanchando su sonrisa si es que eso es posible, antes hablar.

--¿Lo coges un rato, Mary?

No me da tiempo a responder un "Claro", ya que Malcom se me adelanta.

--No, papi, yo quiero. Por fa, por fa-dice con el mismo puchero de hace unos segundos.

Le miro sorprendida. No estaba sintiéndose celoso ni desplazado, al contrario, él mismo quiere poner su atención en el dulce bebé, que deja salir otra cantarina risa.
Con una expresión de extrañeza y duda, Zayn le coloca al niño en brazos, haciendo que éste lo agarre con fuerza, pero no dañándole. La sonrisa en el rostro del pequeño iluminaría el cielo encapotado que hay sobre nosotros, de no ser porque se encuentra dentro de casa. Es el niño más tierno, amoroso, inteligente y, por qué no, guapo de todo el mundo, y no lo digo porque sea su madre -que a fin de cuentas lo soy en el 90% de la palabra-, sino porque es verdad, está demostrado, y él mismo se supera cada día más en todos y cada uno de los aspectos posibles.

--¿Dónde está el resto?-pregunto sin poder evitar la sonrisa de orgullo, mirando hacia mi hermano.
--Los Horan estarán de camino, probablemente-responde Louis-Taylor ha dicho que se iba a ver a Ed a Halifax, que lleva días sin saber de él y por lo que parece, ni siquiera le coge el teléfono. Lida se fue a su casa para darse una ducha y esas cosas. Andrew...bueno, ha vuelto a desaparecer-dice como si tal cosa, encogiéndose de hombros-tal vez aparezca por aquí en cualquier momento. Lucía está encerrada en su casa. Y Liam está arriba con Harry, con Cassandra custodiando la puerta.
--¿Cassandra?-pregunta Zayn con tono confundido-¿Y Ale no está?
--Ale no está, por si no te has dado cuenta casi nunca está. No sé si es porque no se lleva con Harry o qué, pero el caso es que esta casa casi no la toca-responde Louis de nuevo, con un aspaviento de manos, quitándole importancia a que esa chica no esté nunca con Liam o con Matt, es decir, con su familia.
--¿Y qué es lo que hace Cassandra aquí?-pregunto de nuevo, el tono confuso claro en la voz.

Louis se encoge de hombros con una mueca de "Yo qué sé", antes de responder.

--Tan solo ha venido con Liam y se ha quedado pegada a él. Ni siquiera está dentro de la habitación con Harry y con él, tan solo está en la puerta, cual portero gorila de discoteca.

Unos pasos se oyen bajar por las escaleras, por lo que todos nos quedamos callados, esperando para ver quién es el que viene, aunque solo hubiera dos posibilidades, y ambas dos sean quienes están bajando.
Liam no dice nada y tan solo se deja caer en el mismo sofá que Zayn con pesadumbre, soltando un largo suspiro. Cassandra por otro lado, se mantiene de pie, a unos cuantos pasos de Liam. Parece como si ella estuviera vigilándole por alguna razón. Mira de un lado al otro continuamente, con toda la sutileza que puede, pero está claro que está intranquila, a la defensiva, preparada para cualquier cosa, aunque se mantenga de pie con una pose relajada.

--¿Y bien?-pregunta Zayn mirando al castaño.
--Dormido-es su respuesta en un resoplido-De nuevo está dormido.
--Pero eso es algo bueno, ¿no?
--No realmente-mi hermano responde-Si duerme no se mueve, ni come, ni se ducha, ni vive prácticamente.
--Quizás sí que esté realmente deprimido-escucho como Zayn dice en apenas un susurro.

Todo el mundo en la sala se queda callado ante sus palabras. Nuestras miradas van lentas y dolidas de unos a otros, pensando en que el problema de Harry sea realmente un problema, y no simplemente que está triste porque su exnovia le acabe de hacer daño, una vez más. Durante unos minutos no se escucha ni el balbuceo de Matt, quien parece haber notado la tensión y también guarda silencio, pese a que siga con sus pequeños movimientos de piernas y brazos, como si fuera lo más increíble de este mundo, aunque para él, seguro que lo es.

--No sería la primera vez-murmura Liam-ya tiene antecedentes, aunque no tan graves como esto.
--Ese es el problema-responde Louis-que nunca han sido tan graves como lo que está pasando ahora. Llevo mucho tiempo viviendo con él, he vivido sus cortes, sus lloros, sus días de solo querer estar en la cama y sus momentos de negarse a comer, pero nunca le he visto así. No a él.
--¿A qué te refieres con "No a él"?-Zayn pregunta, casi como si temiera la respuesta.
--A Ane-responde contundente-Harry no ha llegado al punto de quedarse en shock, te habla, te responde, te llora y te pide cosas, te sigue con la mirada, pero definitivamente se está comportando como su hermana hace cosas de unos meses.
--¿Qué estás tratando de decir?-pregunta esta vez Liam, con tono nervioso.
--Que va a tener que venir a verle alguien-contesta con un suspiro, mirando hacia el suelo-Que hable con la psicóloga, le den pastillas, lo que sea, pero no podemos dejar que se quede así sin más. Por sí mismo no va a poder salir de esto.
--Tenéis ensayos y conciertos, ¿cómo vais a lidiar con eso y con Harry?-pregunto al darme cuenta de que ahora mismo, están en un corto descanso, pero dentro de cosa de meses, estarán de nuevo en marcha-¿Cómo va a poder él ensayar y cantar si ni siquiera puede mantenerse en pie?
--No lo sé-de nuevo es mi hermano el que se encarga de hablar y contestar como portavoz del chico que se encuentra en cama, de su mejor amigo, de su hermano, de su todo, porque ese fue, es y será el gran problema de mi hermano: vive dependiendo de Harry, del estado en el que se encuentre; si uno llora, el otro le consuela, pero aún así, también llora; si uno ríe, el otro ríe con él; si uno entre en depresión...no sé lo que va a ser de mi pobre hermano. Se me encoge el corazón de pensar que él pudiera reaccionar incluso peor de lo que está haciendo Harry-La única solución es que hable con Ally. Ella lo va a arreglar y estará perfectamente.

De nuevo la sala se queda en silencio. Sé que Louis trata de sonar tranquilo, como si tuviera todo bajo control, como si nada fuera a ir mal pase lo que pase, como si todo tuviera solución. Pero está claro, que está luchando mucho consigo mismo, con sus propios sentimientos e incluso con su propia razón de ser y posiblemente de existencia, que es Harry. Mucho hasn sacado teorías, han hablado de la relación entre ellos. Sinceramente a mí no me importa la relación que tengan, lo único que me preocupa es mi hermano, y el hecho de que si algo le pasa a Harry, Louis se va a hundir con él, y tras de Lou, irán cayendo el resto.
El silencio se ve interrumpido por el sonido de un trueno lejano, procedente de la tormenta que llevan diciendo días que viene hacia aquí. Malcom se sobresalta con el sordo sonido y por consiguiente, el bebé que se encuentra en sus brazos también lo hace y comienza a llorar de nuevo.

--Lo siento, lo siento-murmura M con tono preocupado, acariciando las mejillas del más pequeño en un intento porque deje de llorar, pero está claro que eso no funciona.
--No te preocupes-Liam responde acercándose a su hijo, con tono enternecido-De todas maneras seguro que ni siquiera ha empezado a llorar por eso, sino porque tiene hambre-explica con una sonrisa mientras carga al niño en sus brazos.
--Yo no quería que llorase-murmura M, restregándose un ojo, señal de que también va a comenzar a llorar.
--Claro que no querías que llorase-responde Zayn con tono cálido, cogiendo su mano con cuidado-Pero es un bebé y llora. No es culpa de nadie, solo es su manera de decir que necesita algo-le aseguro.

Malcom asiente con la cabeza gacha, todavía restregándose los ojos. Comienza a hipar y sé que eso es el comienzo de sus lágrimas. Hago un intento de levantarme para ir a por él y arrullarle en mis brazos, pero Zayn se me adelanta, y el pequeño acaba en su regazo, sollozando por la idea de haber hecho daño a Matt de alguna manera. Una sonrisa de ternura y pena cruza mi rostro, el de Louis, está claro que el de Zayn, el de Liam, y para mi profunda extrañeza, también algo muy parecido a una sonrisa parece surcar los labios de Cassandra.

--No te preocupes, pequeño-oigo que su padre susurra en voz muy baja, besando su pelo con cariño-Está bien. Él está bien, te lo prometo.

Él mira a su padre con un puchero tembloroso mientras éste le sonríe con calidez, apartando las pequeñas lágrimas que ya había en sus mejillas. Asiente con la cabeza, pero vuelve a abrazarse a él con fuerza. Zayn le devuelve el abrazo mirándole con una sonrisa, besa su cabeza con cariño y acaricia su espalda con ternura, esperando a que se calme.
Por un momento parece como si todo hubiera vuelto a la normalidad. Harry solo duerme. Louis y Lucía están bien. Ane y Niall también están bien. Yo solo estoy confundida por la manera en la que Zayn parece estar ocultándome algo, pero supongo que no será nada demasiado grave, si así fuera ya lo sabría. Liam parece tener algún problema con Ale, pero no parece muy preocupado, ya que solo sonríe mientras le hace carantoñas a su niño.
Todo parece estar bien, por fin todo parece estar bien, al menos de momento.
Al poco tiempo, para cuando M ya se ha calmado y se ha puesto a pintar apoyado en la mesa del salón, y Matt duerme entre los brazos de su padre, con el estómago lleno por el biberón que se ha tomado, llega Lida, quien se queda durante un rato, antes de que se escuche un lamento procedente de la habitación de arriba y sea ella la que se ofrezca a estar con Harry hasta que vuelva a tranquilizarse.
No parece haber rastro todavía de Taylor, Lucía, Ane o Niall, por lo que doy por hecho que ya se acercarán por la tarde, en cuanto puedan.

--Cassie-Liam habla mirando a la morena, que no se ha movido ni un milímetro de su lado, como si fuera su sombra.

No responde, tan solo mira al chico que la llama. Sé que es una chica tímida, me lo demostró desde el primer momento en el que nos conocimos, aún la agradezco que hubiera hecho lo que hizo por librarme de Jason. Es por este mismo motivo, que sé que hay algo que a ella no parece hacerle gracia. Durante los escasos momentos en los que he estado con ella, siempre se ha mostrado con una sonrisa, comentando de vez en cuando en las conversaciones, aunque no sea mucho, pero eso de quedarse detrás de Liam, como si hubiera algún peligro acechándole, sin decir palabra, no me da buena espina.

--¿Ves por ahí la bolsa de Matt?-pregunta alargando su cuello, en busca de dicha bolsa-Creo que alguien digiere la comida a velocidad sobrehumana-bromea dando un pequeño golpe en el pañal de su pequeño.
--Sí, está aquí-responde ella en voz baja mientras se agacha.

Liam la agarra y le agradece a la chica con una sonrisa y un beso en la mejilla, antes de dirigirse hacia algún lugar de la casa para cambiar el pañal de Matt. La chica le sigue de cerca, pero nadie parece notarlo o darle importancia, por lo que también decido pasarlo por alto. Louis y Zayn comienzan a hablar de cualquier tema, mientras Malcom dibuja y yo le observo con atención, tratando de ver desde aquí qué obra de arte está realizando.
De repente el niño detiene sus trazadas, frunce el ceño y alza la cabeza, primero en dirección a su padre, luego a Louis y finalmente a mí, antes de poner la vista en el pasillo y acto seguido volver a ponerla en el dibujo, con una sonrisa. Mi mirada sigue la suya por unos segundos, antes de acabar en su dibujo nuevamente. Pienso en preguntarle qué es lo que le ha llamado la atención como para que mire hacia el resto de la casa así, cuando una voz que nadie esperaba irrumpe en el salón. Mi corazón se para por una fracción de segundo mientras Zayn suelta un pequeño grito, todo ello producto de ese:

--¿De qué habláis?

Todos ponemos la vista en el chico que sonríe divertido, por detrás del sofá en el que se encuentra Zayn, y por lo tanto frente a mí, pero está claro que no le he visto, ni mucho menos oído. Veo como la sonrisa de Malcom se ensancha, sin que él parezca alterado: ya sabía que estaba en la casa ¿Cómo? No tengo ni la menor idea.

--Jesucristo, Andrew-Louis dice con una mano en el pecho que indica que él tampoco ha visto venir al chico-¿Cuándo coño vas a dejar de aparecer de la puta nada? O mejor, ¿cómo cojones has entrado en mi casa?
--Dejaré de hacerlo cuando ya os acostumbréis a ello-responde divertido, guiñando un ojo antes de pegar un salto desde la parte trasera del sofá, quedando sentado junto al lado de Zayn-Y si no quieres que os asuste, será mejor que cerréis mejor las puertas-añade aún divertido, apartándose el gorro negro de la cabeza, que cubría su pelo castaño revuelto, con una mano-El enano me había visto-dice mirando a M, quien ríe por lo bajo volviendo su vista al dibujo-tiene buen oído.
--Podrías haberme avisado, que casi me muero-bromea Zayn, aún con la respiración agitada por el susto, mirando a M.
--Solo te he asustado un poco, era una broma-él responde con su voz aguda.
--¿Y si hubiera sido un ladrón?
--No es un ladrón.
--¿Pero y si lo hubiera sido?
--Entonces sí te lo habría dicho.
--¿Y si fuera que a Andrew se le ha ido la olla y viene a matarnos a todos?-pregunta Louis, tratando de quitarle todas las opciones a M, no con mal, solo como broma.
--Oye, que no se me va a ir la olla, no más que ahora-responde el acusado, soltando una pequeña risa.
--No iba a matar a nadie-responde el pequeño, con la vista puesta en el dibujo, mientras se encoge de hombros.
--¿Y eso cómo lo sabes?-pregunto esta vez, sintiendo como mi corazón (el que ha estado a punto de sufrir un paro repentino por la presencia del chico) va volviendo a su velocidad habitual.
--Porque le he escuchado.
--¿Cómo que me has escuchado?-pregunta divertido Andrew-Si no he dicho nada hasta que tu padre casi muere de un infarto.
--He escuchado lo que pensabas.

Por un momento se hace el silencio. Mis ojos se abren por la sorpresa y mi mirada vuela a Zayn. Él tiene el ceño levemente fruncido, mas no hay mueca de sorpresa, es como si ya se esperara esa respuesta. Así que era eso lo que tanto pensaba Zayn: tal y como nos informó la gente del MI6, Malcom puede desarrollar ciertas capacidades que, en cualquier otra situación, hubieran parecido de ciencia ficción, pero parece ser que son posibles. Malcom no parece darle importancia al asunto, no parece ni siquiera preocupado ¿Será algo que ha desarrollado a raíz de la visita al hospital o es algo que ha conseguido con el paso de los años? ¿Habrá nacido con ese extraño don?

--¿Cómo puedes escuchar lo que pienso?-pregunta el castaño de nuevo, con el ceño algo fruncido, pero todavía rostro amigable y sonrisa divertido.
--Pudiendo-responde M encogiéndose de hombros levemente.

Ninguno dice nada, no sabemos qué decir, por lo que solo nos dedicamos a retomar nuestra conversación, la cual sale algo forzada con la cabeza llena de posibilidades y extrañas teorías. Mis ojos solo pueden ir a Malcom cada pocos segundos (tal y como Zayn hacía en el coche, solo que ahora le veo un claro sentido). No hay rastro de preocupación o duda, parece estar muy seguro de lo que hace, de lo que dice y de por qué. ¿Entenderá él mismo su propia capacidad sobrehumana? Apuesto lo que sea a que sí, mucho más si ha nacido ya con ella, pero puede que nunca ninguno lo sepamos o llegamos a entender, puede que nadie nunca llegue a saber qué es lo que pasa por la cabeza de mi pequeño niño, salvo él.
Todos mis pensamientos acerca de la mente del pequeño se esfuman cuando siento que definitivamente algo va mal en él. No es un ceño fruncido, no es de nuevo una mirada a lo largo de la casa, no. Su cuerpo se ha quedado rígido; su rostro blanco por completo, falto de sangre; sus ojos grandes y castaños parecen quedarse quietos y opacos por un momento. Se queda con la mirada perdida en el fondo de la habitación. La cera que agarraba cae de su mano.

--Zayn...-susurro alarmada, esperando que esto sea algo que ya le ha pasado antes y que él ha visto.

Ante mi voz llena de miedo, el llamado deja de hablar para mirarme, sé que lo hace porque siento su mirada puesta en mí, pero mis ojos siguen en Malcom, cuya reacción es nula. Afortunadamente, Zayn parece darse cuenta de mi preocupación. Sus ojos también se abren por la sorpresa y rápidamente se levanta hasta quedar a un lado de su hijo.

--¿Malcom?-susurra con voz cautelosa.

Los ojos del niño dan una vuelta completa, quedándose en blanco, haciéndome chillar sin poder evitarlo. Mi propio corazón quiere salirse de mi pecho para ayudarle. Puedo sentir cómo a Zayn le pasa lo mismo, mientras le llama una y otra vez, preguntándole por lo que le ocurre. Andrew se queda estático en su asiento, anonadado y sin saber qué hacer, mientras que escucho como Louis agarra el primer teléfono que encuentra para llamar a una ambulancia.
Por unos segundos hay un pequeño caos, que erradica en el momento en el que los ojos de Malcom vuelven a su sitio, mientras el propio niño suelta un alarido lleno de dolor que hace que todos nos sobresaltemos.

--Malcom. Malcom cielo. ¿Qué pasa, cariño?-Zayn habla con voz temblorosa, llena de lágrimas mientras busca su mirada. Yo ni siquiera he sido capaz de levantarme de mi asiento a causa del miedo.

El color vuelve a las mejillas del niño. Su rigidez se desvanece y sus ojos se clavan en los de su padre. Las lágrimas se desbordan por sus mejillas antes de soltar un nuevo chillido lleno de dolor. Zayn carga al niño en sus brazos, temblando todo su cuerpo. Yo sigo en el sofá, sin tener la más mínima idea de qué hacer, al parecer, al igual que Andrew, solo que en su rostro no parece haber rastro de dolor, o lágrimas, como las que yo siento salir de mis ojos sin apenas darme cuenta.

--Está bien, vas a estar bien-balbucea Zayn, tan perdido y asustado como lo puedo estar yo-Solo dime qué te duele, cariño.

Un tercer chillido que nos taladra a todos hasta lo más profundo es su respuesta, seguido de un largo sollozo mientras se agarra al cuello de su padre con fuerza. Escucho a Louis dar la dirección de casa, explicándoles todo cuanto ha pasado lo más rápido que puede, incluso informándoles de la manera en la que el niño está reaccionando en estos instantes.

--¡DUELE!-solloza el niño-¡PARA! ¡PARA!
--¿Qué duele, M? Dime qué duele. ¿Yo te hago daño?-Zayn definitivamente ha perdido la cordura, y ya no sabe ni lo que dice.
--¡HARRY, PAPÁ! ¡HAZ QUE PARE!

Sus palabras solo acaban confundiéndonos más si es que hay alguna probabilidad de que eso ocurra.
Sigo en el sofá, mirando como Zayn agarra el pequeño que no deja de llorar. Andrew tiene una expresión serena, que ante el nombre de "Harry" parece perturbarse, como si él comprendiera a lo que se refiere. Sin decir nada, se levanta del sofá y vuela escaleras arriba. Louis ya ha colgado el teléfono, pero lo sostiene en su mano con fuerza, mirando todo con seriedad, tratando de mantener el control de la situación tan solo con su mirada. Liam y Cassandra aparecen, mirando todo con miedo, con nerviosismo. Matt llora. Yo lloro. Zayn llora. Malcom chilla como si le estuvieran arrancando la piel a tiras, sollozando. Cassandra vuela hacia la ventana, como si el dolor y la angustia del pequeño vinieran de allí. Liam tan solo pregunta a Louis qué es lo que pasa, mientras mi hermano tan solo suelta unas cuantas palabras que resumen lo que ha ocurrido mientras ellos cambiaban el pañal a Matt.
Lo que antes era un pequeño caos, ahora se ha convertido en una absoluta locura.

--¡SE HACE DAÑO! ¡ME HACE DAÑO! ¡DILE QUE PARE!-Malcom aúlla de dolor, cubriéndose sus orejas con las manos, sollozando-¡DUELE!

Como si otro más hubiera comprendido la relación de las palabras de Malcom, Louis sale corriendo en la misma dirección que Andrew: al piso de arriba. Por alguna razón, me consigo levantar del sofá, aún con los llantos llenos de sufrimiento de Malcom y el lloro infantil de Matt. Veo como Liam me mira lleno de horror, como si él también entendiera la situación, y deja al bebé en los brazos de Cassandra, antes de seguir el mismo camino que los otros dos.
No sé si es por curiosidad, por intuición, o solo por sentirme útil y hacer algo, comprender algo, pero yo también subo al piso de arriba, lo suficientemente pegada a Liam como para llegar al mismo sitio que él, y por tanto al mismo lugar que el resto.
Ante mis ojos se desata otra situación completamente distinta. No hay gritos, no hay lamentos, no hay lágrimas, no hay dolor. Tanto Louis, como Andrew, como Liam se encuentran de pie en la habitación, confundidos, mirando a la chica medio pelirroja que les devuelve la mirada llena de extrañeza.
No parece haber nada fuera de lo que ya suponíamos: Lida sentada en la cama junto a Harry, que duerme agarrando una mano de la chica. ¿Qué es lo que le duele a Malcom? ¿Qué tiene que ver con Harry, si él está durmiendo pacíficamente? ¿Qué ha escuchado que le está causando tanto miedo?
Todavía desorientada, camino hacia la cama, hacia el lado de Lida, quien me mira con la misma confusión con la que mira a los tres chicos que hay frente a ella. Es entonces cuando veo cómo la mano de Harry parece apretar la de ella, ésta se gira rápidamente hacia él, observando el ceño fruncido del chico que duerme. Lida acaricia sus rizos con su mano libre, antes de dejar un beso en su cabeza.
Se escucha un nuevo lamento lleno de dolor de Malcom, acompañado con el llanto de Matt.

--¿Qué pasa?-pregunta la chica con voz dulce, aunque claramente extrañada y visiblemente preocupada por lo que está escuchando provenir del piso de abajo.

Pero ninguno parece saber la respuesta, ninguno contesta, ninguno dice palabra, porque no sabe cómo explicar lo que está sucediendo abajo. Sin embargo, para mí está más que claro: Harry está teniendo una pesadilla llena de dolor y sufrimiento, y Malcom -de alguna manera- la está viviendo con él.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Capítulo 66. No estoy aquí.

Narra Ed.
James sale pasados apenas diez minutos. Está claro que él tenía que ser el primero en pasar a verla, por mucho que él mismo haya insistido el que a ella le gustaría verme a mí primero, pero la verdad, no estoy muy seguro de eso. Va a ser la primera vez que me vea, que me vea cara a cara, que sepa quién soy, que sepa con quien ha estado hablando todo este tiempo, y la verdad, temo que se altere y se ponga peor, porque se enfade conmigo por no habérselo dicho antes.
El rubio me mira con una sonrisa afable, apretando mi hombro con cariño, como si me diera apoyo. Él no tiene ni idea de que a su sobrina le gusta mi música, de que le gusto yo -como cantante-, mucho menos de que ella no lo sabe. Él piensa que yo soy solo el vecino que ha estado hablando con ella. Me ha dejado bastante claro que la música actual no es lo suyo: él se quedó en N Sync, The Black Eyed Peas y lo más antiguo de Chayanne y Ricky Martin.
Me acerco a la puerta, cojo aire, coloco la mano en un puño y golpeo con suavidad el tablón de madera que (como siempre) me separa de ella. Se escucha un "Adelante", que hace que coja de nuevo aire y lleve la mano al pomo de la puerta. Pienso en sus posibles reacciones: sorpresa, confusión, duda e incluso enfado; enfado por no haberla dicho antes quien era, cuando ella fue la que al primer día de conocernos me dijo qué era lo que pensaba de mí -como cantante-. Me giro una última vez a ver a James, que me sigue sonriendo de manera amplia y desenfadada y me hace un gesto con las manos de que pase. Sin un último pensamiento, abro la puerta que nos separa, dejándome ver a la chica rubia que yace sentada en la cama. Ambos dos nos quedamos en silencio una vez cierro la puerta tras de mí.
Me quedo con la espalda contra la madera blanca de la puerta, esperando cualquier reacción por su parte, cualquiera a la que ya estuviera preparado, pero para cuando sus ojos castaños surcados por unas grandes y preocupantes ojeras, terminan de escanearme, de su boca salen palabras que no me esperaba.

--¿Qué puta mierda me ha vendido Arthur?-parece que se pregunta a sí misma.

Parpadea un par de veces antes de restregarse los ojos con las manos. Bueno, al menos no está enfadada conmigo, es un buen principio.
Me acerco a pasos lentos, con las manos en mis bolsillos, hasta quedar a los pies de su cama. Sonrío de manera algo nerviosa, esperando a sus siguientes palabras, a sus preguntas o a que me eche de aquí.

--Hola-saludo en voz baja-¿Cómo te encuentras?

Bella coge aire de manera ruidosa, con los ojos abierto como platos. Veo como sus manos se agarran con fuerza a las sábanas que hay sobre ella, en puños que se hacen y deshacen conforme sus manos aprietan o aflojan la tela, una y otra vez, como si fuera un tic nervioso. Puedo ver en las pantallas que hay a su alrededor, que su pulso se está acelerando y eso no puede ser bueno de ninguna manera.

--Está bien, me voy. Lo siento-suelto rápidamente mientras me doy media vuelta, decidido a irme y no causarle más daño.
--Espera. Ed, no te vayas-habla con voz tensa y agitada.

El sentimiento de que esto ya lo he vivido antes, hace que por mi espalda recorra un mal escalofrío que me deja clavado en el suelo. Tengo que apretar los ojos con fuerza, tratando de evitar que lleguen los recuerdos, aunque finalmente, acaben por abrirse paso en mi mente, hasta el punto que recuerdo incluso la hora que era, ropa que llevaba o cómo olía la habitación gracias a su perfume, como si estuviera de nuevo en ese momento, hace algo más de siete meses.

--Espera-el eco de su voz dulce e inocente retumba en el fondo de mi mente-Ed, entra.-Y yo como estúpido que fui, la hice caso, y volví junto a ella-Me llamo Elena-Una sonrisa brillaba en su rostro, toda ella parecía iluminada, sin ninguna clase de imperfección aunque estuviera sentada en una cama de hospital, igual que la chica que hay ahora a mis espaldas sin decir palabra-¿Sabes que eres muy mono?-para ese entonces, yo ya había caído en ella por primera vez, como si tuviera catorce años y fuera el único que nunca había tenido una novia, desesperado por un beso y un puñado de palabras bonitas.
--Gr-gracias, tú también eres...muy guapa-balbuceé, sintiendo como sus ojos azules eran lo más bonito que había podido ver en toda mi vida.

--¿Ed?-su voz aún tiembla.

Tengo que acariciar mis ojos, dándome cuenta de que ni siquiera tengo lágrimas, ni mucho menos su recuerdo me causa ya ese dolor en el pecho, en el corazón. Por otro lado, la voz de la chica que está a un par de metros de mí, hace que éste parezca tropezar en un intento de ir más rápido.
¿Y ahora qué? ¿De nuevo me doy media vuelta? ¿De nuevo me arriesgo a lo mismo, a tropezarme con una piedra distinta que está situada en el mismo lugar? ¿Por qué tan siquiera estoy aquí? Ella es solo una niña de dieciséis años con problemas de drogas, y yo un...pongamos hombre, de veintiuno que se dedica a cantar. Somos tan parecidos como un huevo y una castaña, no tenemos nada que ver con el otro, salvo el hecho de vivir a unos metros de distancia.

--No debería estar aquí-murmuro, caminando un par de pasos más en dirección a la puerta por la que he entrado.
--No, espera. Por favor, quédate-su voz es de súplica, de total y absoluta necesidad porque me quede, y por un momento realmente dudo, realmente me planteo darme media vuelta y repetir el mismo círculo vicioso que, en menos de un año, me llevaría a otra rubia sentada en la cama de un hospital, pero no, no puedo hacer eso, no puedo hacerme eso, por lo que no me detengo en mi camino a la puerta hasta que llego a ella-Solo dime si esto es real.

Y de nuevo me detengo, mas no me giro. No puedo girarme, no debo girarme, sería estúpido por mi parte, por lo que solo me mantengo pegado a la puerta, con la cabeza gacha y la mano en el pomo. Ni siquiera debería responder, eso sería mucho peor que girarme, pero no puedo evitar hacerlo, no cuando siento su angustia, su miedo salir por cada uno de sus poros, su confusión al no poder distinguir lo real de lo que es provocado por las drogas.

--¿El qué?-pregunto en voz baja pasados unos segundos, esperando que no me haya escuchado.
--Esto-responde contundente pese a su voz aún agitada y nerviosa, como si la costase controlar su respiración-Tú. Ed Sheeran. Aquí-añade-Que tu voz sea la misma que la de mi vecino.

Frunzo el ceño, todavía con la mirada puesta en el suelo. Pienso muy bien en lo que responder, ya que cualquier cosa que diga puede hacer que ella se altere más aún. Ella no sabe si lo que está viviendo es real, si yo estoy aquí, es más, piensa que soy producto de su imaginación y de las drogas, y yo, sé que no puedo mantenerme a su lado, porque si lo hiciera, acabaría roto de nuevo, y me quiero lo suficiente como para hacerme eso, por lo que solo me queda una opción.
Ingenuo de mí, que acabo por darme la vuelta, aunque sea solo para responder, aunque sea solo para despedirme de ella, para volver a ser el vecino que habla tras la valla. Fuerzo una sonrisa que siento como tiembla, pero que espero que ella no note a la distancia a la que se encuentra.
Sus manos siguen apretando y aflojando la sábana, su pecho sube y baja algo rápido y veo como los latidos de su corazón siguen por encima de lo debido gracias a las máquinas. Sus ojos castaños se mueven de un lado al otro, nerviosos, a una velocidad muy poco normal; sigue sin haber rastro de sangre bajo esas mejillas de piel pálida, pero no ese pálido como es el mío, con el que rápidamente consigues un sonrojo, sino ese pálido enfermizo con el que tu piel adopta un aspecto translúcido; las profundas y violáceas ojeras parecen crecer conforme pasan los segundos; sus labios pálidos, despellejados, sin vida están unidos en una mueca que no sé descifrar.
Algo dentro de mí tiembla al verla, se rompe con el pensamiento de tener que hacer lo que voy a hacer, y aún así, mantengo la sonrisa forzada en mis labios, tratando de hacer más convincente todo esto.

--No. No es real-respondo contundente, tratando de mantener el tono dulce y cauteloso-Yo no estoy aquí, soy solo producto de tu imaginación. Tu vecino Ed no sabe que estás en el hospital, probablemente esté preocupado por no saber nada más de ti. Algún día te encontrarás conmigo de verdad y te daré ese beso que tanto quieres.

Y sin dar tiempo a que ella me pregunte algo más, yo salgo de la habitación. Siento como si las manos tuvieran vida propia, ya que se sacuden con fuerza, con un temblor que se contagia a todo mi cuerpo, mientras intento no perder el equilibrio. Acabo con la espalda pegada a la puerta, cerrando los ojos y tratando que mi respiración vuelva a ser la misma.
Como un rayo, el hombre rubio se acerca a mí. Veo su angustia, su miedo, casi palpables en su rostro, su sonrisa llena de ánimos y seguridad ya es cosa del pasado.

--¿Qué pasa? ¿Qué te ha dicho? ¿Está bien?-pregunta atropelladamente, aún con ese tono de voz lleno de calidez y comprensión.

Me cuesta unos segundos encontrar mi voz, por lo que de primeras niego con la cabeza débilmente ante sus preguntas. Trago saliva, aún sintiendo el temblor expandirse por todo mi cuerpo y aprieto los ojos cerrados, antes de abrirlos nuevamente, para poder responderle.

--No pasa nada-mi voz sale mucho peor de lo que me suponía. Y sé que aunque sonría, no va a arreglar nada.
--Sí, sí que ha pasado. Estás temblando, chico-dice con el ceño fruncido a causada de la preocupación.

Agarra mis hombros con cuidado, como si fuera algo que hace con regularidad y que sabe qué efectos tiene. Acaricia con cuidado esa zona llena de tensión y temblores y me abraza con fuerza, como si fuera alguien cercano a él, como si fuera alguien de su familia. Correspondo al abrazo sin dudarlo, sin tanta fuerza como con la que él me abraza a mí, pero eso no parece importar en estos momentos.

--¿Qué ocurre? ¿Por qué estás llorando?

Es entonces cuando me separo de él, lentamente, con mis brazos aún alrededor de su corpulento -no gordo- cuerpo, totalmente confundido. James me mira a los ojos, como si me analizara, buscando una respuesta que nunca va a encontrar por sus propios medios.
Llevo las manos, a mi cara para así poder darme cuenta de que están frías y húmedas, muy húmedas, como si llevara tiempo llorando. Un nudo cae sobre mi estómago. Llorar puede significar muchas cosas, cientos de ellas, desde la felicidad a la rabia, a la tristeza, a la frustración. Llorar puede significar que estás desesperado, que no sabes cómo remediar algo que te causa una profunda angustia. A veces significa que estás tan feliz, tan emocionado, que las lágrimas saltan fuera de ti mientras sonríes temblorosamente. Otras, es solo una manera de desahogarse cuando algo malo ha pasado, algo que te duele demasiado como para no poder liberarte de una manera. Las lágrimas que ruedan por mis mejillas desde hace tiempo -exactamente cuánto no lo sé- son una mezcla de todas ellas, son de frustración, ira, desesperación, tristeza, felicidad, angustia, temor, emoción, que cuando salen todas juntas, solo puede significar una cosa, y es precisamente lo que yo más he estado evitando desde que la conocí: lágrimas de amor.


Narra Ane.
A la luz de las velas, sentados el uno tan cerca del otro, ella lo miró directamente a los ojos, misteriosos, apasionados. Fue en ese momento cuando Taylor McAden se enamoró de Denise Holton...

Las hojas del libro se vuelan, por poco haciendo que pierda la página del libro. Bufo reabriendo el libro, apoyándolo sobre mis piernas, mientras que con la otra mano me aparto el pelo de la cara.
Por mi mente no deja de pasearse la pregunta de qué es lo que estoy haciendo en el jardín de mi casa -casa de Niall-, en pleno mes de Noviembre, con el frío y el aire que hace. Ah sí, claro, porque el cielo se estaba nublando y tengo la extraña manía de leer cuando se acerca una tormenta.
Coloco la gruesa manta de cuadros que se me está escurriendo por un hombro, y me aovillo más, si es que eso es posible. Me hago todo lo pequeña que puedo, tratando de mantener el calor, y me dispongo a seguir leyendo El rescate, escrito por el mejor escritor del mundo (o al menos para mí lo es).

Tantos años preguntándose exactamente qué se sentía al estar enamorado, tantos años de soledad, lo habían...

De nuevo las páginas vuelan, chocando unas contra otras, como si discutieran por ver cual de ellas es la que voy a leer. Alzo la vista al cielo encapotado, viendo como ya no queda nada del cielo azul que había esta mañana; ahora todo está gris, pero no de ese gris oscuro casi negro, amenazado. No, es un gris claro, un gris sutil que tiñe con suavidad las nubes de aspecto algodonoso que se han ido entrelazando hasta cubrir todo el cielo.
Sin saber por qué, sonrío, y apoyo la cabeza en el tronco del árbol. Siento como el viento, agresivo, cortante, contundente, golpea mis mejillas y hace revolotear mi cabello. Coloco el marcapaginas en su sitio correspondiente y dejo que el libro se cierre, evitando que las hojas sigan peleando para llamar mi atención. Vuelvo mi vista al cielo y cierro los ojos, dejando que el aire se mueva a mi alrededor.
Ahora mismo, hay millones de pensamientos en mi cabeza: mi madre, mi padre, mi casa de siempre; Niall, nuestra boda, nuestro futuro; Harry, su salud, su aparente depresión; Marta, sus motivos por los que venir hasta aquí, solo para hacer daño a mi pobre hermano... Esos son solo unos pocos, los que primero llegan a mi mente, pero sé que si dejo que lleguen más, la preocupación por mis estudios, por mis amigos, incluso por lo que voy a regalarle a Niall por Navidad, llegarán a mi cabeza. Y sin embargo, dejo que salgan, dejo que el aire se los lleve, y solo me concentro en los personajes del libro que me encuentro leyendo.
No me da tiempo a pensar demasiado, ya que siento el olor a lluvia llegar a mí, y de inmediato abro los ojos, sabiendo que la tormenta se aproxima. Me pongo en pie, con la manta aún a mi alrededor y el libro en una mano, y camino rápido hacia casa, sintiendo como las primeras y más intermitentes gotas salpican mi cara. En cuanto pongo un pie en la cocina, sin ni siquiera tiempo a cerrar la puerta, cae de golpe toda la lluvia, tan dura, fuerte e imponente como el aire. Ambos dos unidos me obligan a cerrar la puerta con rapidez si no quiero que toda la sala se moje.
Chasqueo la lengua, molesta con no poder seguir leyendo fuera, ya que el libro se mojaría, y pienso en otras posibilidades de estar leyendo dentro, pero con la sensación de estar fuera, de estar cerca de la tormenta. Hago un recorrido mental de todas las habitaciones de la casa, buscando alguna que tenga una ventana, con un alféizar lo suficientemente amplio como para sentarme en él y leer sintiendo la lluvia chocar contra los cristales que los separan de mi cara.
De inmediato pienso en la habitación de invitados: está casi vacía, con una cama individual, una mesilla de noche, un armario y un pequeño escritorio con su mesa y lamparita correspondiente. Y lo mejor de todo: el alféizar está construido de manera que por sí mismo, es un asiento, pegado a la ventana. Bingo.
Sin dudarlo subo al piso de arriba, sin escuchar nada que me indique que Niall siga vivo, aunque con su historial, doy por hecho que debe de estar durmiendo todavía, ya que es algo pronto. Paso de largo por delante de nuestra habitación, sin intenciones de querer interrumpirle ni mucho menos despertarle, y camino hasta llegar a la querida habitación.
Al entrar, siento como este sitio nunca ha estado habitado. Demasiado limpio, demasiado blanco, demasiado frío. Con la manta aún sobre los hombros y el libro en la mano, me acerco al querido alféizar, encontrando algo mucho mejor de lo que recordaba. No es solo un asiento con todas las palabras, sino que está acolchado, como si tuviera un gran cojín plano sobre el que sentarse, incluso sobre el que tumbarse, con un par de cojines en una esquina, de color algo oscuro, contrastando con el resto de la estructura. ¿Por qué no me había acordado de esto antes?
Con una sonrisa satisfecha, me encaramo al lugar indicado, sintiendo el amplio espacio que hay, en el cual, encajo perfectamente. Apoyo mi espalda contra la pared y echo una mirada por la ventana.
Mi mejilla casi toca el cristal, sintiendo como el frío y la humedad parecen querer atravesar la barrera que hay entre nosotros. Las gotas de lluvia se deslizan con rapidez, una tras otra, en cuanto tocan la superficie. Desde aquí puedo ver como los árboles más pequeños se mueven con violencia a causa del fuerte aire.
El día perfecto de lectura.
Una vez me aseguro de que mis pies y mis hombros quedan cubiertos por la manta, abro el libro y continúo leyendo.
Apenas consigo leer un par de páginas, cuando siento como alguien se sienta a mis pies, aplastándolos con cuidado, cosa que agradezco, ya que aún con la manta y los calcetines, los sentía fríos.
Tengo que apartar mis ojos de la lectura para poder admirar su sonrisa, radiante y perfecta, tranquila y suave, ajena a la tormenta que hay afuera. Sus ojos, algo cansados y adormilados por acabar de despertarse, se fijan en los míos, sin duda ni vergüenza por ello.

--Hola-dice con un humor tranquilo y algo divertido. Como siempre.
--Hola-respondo mientras coloco el marcapaginas para evitar accidentes. Mi mirada unida a la suya.
--¿Qué haces?

Y no entiendo por qué, pero sonríe. Sonríe como la primera vez que nos vimos -una vez pasados los nervios-. Sonríe como si no hubiera mal en el mundo. Sonríe de esa manera que te hace sentir bien, que hace que un cosquilleo, que solo parece surgir en la ficción se instale en mi pecho, mientras que mi corazón parece tropezar por un segundo, para comenzar a latir más rápido.
La conversación no parece tener sentido. La pregunta no tiene sentido. Es como si acabáramos de conocernos, y estuviera tratando de sacar un tema de conversación con el que poder flirtear, coquetear, cortejar. Sí, cortejar es la palabra. Me sonríe y me habla, me trata y me mira, como si cada vez que me viera, fuera la primera. No importa que lleve casi un año teniendo que mirarme, cada vez que surge, es como si nunca antes nos hubiéramos visto.
La sonrisa sale involuntaria de mis labios, mientras pienso en si yo también actúo de esa manera, en si él lo hace de manera consciente o si es solo algo que le sale natural. Pienso en cómo parece querer conquistarme cada vez que me habla, que me sonríe, me acaricia y me observa. Y pienso, realmente pienso, que hace un gran trabajo, porque cada vez que lo hace, yo me enamoro de él de nuevo.

--Leo-contesto con simpleza.
--¿Qué lees?-pregunta de nuevo, tranquilo, sonriente.

Su mano está apoyada en una de mis rodillas dobladas, haciendo sutiles movimientos, que también tengo la curiosidad por saber si los hace sabiendo que me gusta, o si es el acto reflejo de hacerlo siempre.
Alzo el libro lo suficiente como para que él vea la portada. Gira la cabeza levemente, supongo que para leer mejor el título y asiente con la cabeza, satisfecho, antes de mirarme de nuevo con esa sonrisa dulce e inocente.

--¿De qué va?-pregunta mientras apoya su mentón encima de la mano, la misma que está sobre mi rodilla.
--Es de Nicholas Sparks-respondo con una ligera risa, dando por hecho que eso es todo lo que necesita para entenderlo.

Frunce ligeramente el ceño, mirándome con esa pequeña extrañeza, esperando a que le explique cómo el nombre del autor podría explicar el resto de la historia.

--Bueno, no varía mucho en la temática de la historia, aunque espero que nunca lo haga-explico mientras cierro el libro definitivamente, dejándolo en mi regazo para centrar toda mi atención en él.
--¿Me vas a hacer preguntar quién es?-pregunta sonriendo con más amplitud, haciendo que el ojo derecho, el que está más apoyado contra la mano, casi se cierre, guiñándose.
--¿Tengo todos sus libros y nunca te has parado a pensar en quien es?
--Nop-responde divertido.
--Pues para tu información-hablo mientras me incorporo, dejando mis piernas cruzadas, por lo que él deja de apoyarse en mi rodilla-es mi escritor favorito.
--Yo creo que no tengo de eso.
--Si no le pusieras tantas ganas a la televisión lo mismo te quedaba tiempo para leer-bromeo, aunque la verdad esté ahí. Tampoco le puedo 'regañar' porque le guste ver la televisión sin hacer otra cosa; después de pasarse meses de gira, supongo que lo que menos apetece es salir todos los días de fiesta, mucho menos en un día como hoy.
--¿Es famoso?-pregunta moviendo la cabeza en dirección al libro.
--Bueno, este en particular no es uno de los más conocidos-admito acariciando la portada-Pero Nicholas Sparks ha escrito mucho.Todos sus libros son bestseller.
--¿Cómo cual? ¿Cual es el más famoso?
--¡Oh, vamos! ¡Tienes que saber alguno!-exclamo sin poder creer que no sepa ningún libro.

Él niega con la cabeza mientras se gira en el asiento, colocándose de la misma forma que yo, solo que en vez de tener las piernas cruzadas las tiene flexionadas, con sus brazos alrededor de manera suelta, uniendo sus manos con dos dedos. La sonrisa sigue intacta en su rostro.
Veo como un relámpago ilumina el cielo momentáneamente. El trueno tarda en llegar, informándonos de que la tormenta esta lejos, aunque la lluvia esté sobre nosotros.

--¿Te suena...Cuando te encuentre?-su respuesta es negar con la cabeza de nuevo. Mi boca se abre por la sorpresa-¡La película está protagonizada por Zac Efron!-exclamo fingiendo indignación porque no sepa algo así.
--No soy muy fan de Zac Efron, lo siento-contesta con diversión.
--Está bien...¿qué tal...La última canción?

Frunce el ceño por un momento, antes de volver a negar con la cabeza.

--Protagonizada por Miley Cyrus y Liam Hemsworth-digo con los ojos entrecerrados, acusadores, esperando que algo dentro de su cabeza relacione, aunque sea, a los actores. Él alza los hombros, como desentendiéndose del tema-¡Están prometidos gracias a esa película!-él solo ríe, de nuevo encogiéndose de hombros-¡Querido John! ¡Tienes que saber cuál es!
--Es esa...¿en la que se envían cartas?-dice antes de echarse a reír.
--¡Niall!-me quejo-¡Son películas famosas! ¡Son libros famosos!
--No para mí-responde con tono desenfadado.
--¡El cuaderno de Noah!-digo ya desesperada-Tienes que saber cuál es, es mi libro y película favorita, Horan-le advierto.

Niall aparta la mirada de mí para dirigirla a la habitación. Veo como muerde el interior de su mejilla, aún sonriendo, divertido por la situación. Cuando vuelve a poner sus ojos en mí, los achica y frunce el ceño, quitándose quince años de encima, adoptando el rostro de un niño travieso, divirtiéndose de su propia travesura.

--Esa le gusta a Harry. Es todo lo que sé.
--Oh Dios mío-digo de manera exagerada, llevando las manos a mi rostro-No puedo creerme que vaya a casarme contigo...¿Qué es lo que se supone que haces cada vez que te hablo, Niall?
--¿Perdona, qué decías?-pregunta sonando despistado.

Frunzo mi ceño, aun sabiendo que lo está haciendo aposta y que realmente me está escuchando. Su risa divertida me lo confirma. Empuja uno de mis pies cubiertos por la manta con uno de los suyos.

--Sabes que estoy bromeando. Siempre te escucho-contesta riendo de manera floja.
--No, no me escuchas-respondo mientras me levanto del sitio. Rodeo mi cuerpo con la manta una vez más, para no perder el calor que tanto tiempo me lleva ganar (y que muchas veces tengo que quitarle a Niall)-Si me escucharas sabrías que Nicholas Sparks es mi escritor favorito, y que El cuaderno de Noah es mi libro favorito-digo muy segura, con un tono de voz altivo que le hace reír-Así que ahora mismo te vas a leer el libro-aseguro mientras dejo el libro que tenía anteriormente en mi regazo, a sus pies, con un gesto (nuevamente exagerado).

Me doy media vuelta con indignación, que otra vez le hace reír de manera baja y salgo de la habitación. Recorro el pasillo hasta llegar a la habitación, pensando con una sonrisa tonta lo mucho que él puede reír por una estupidez mía, las cuales no siempre son graciosas, pero que por algún motivo a él le sacan una pequeña risa. Niego con la cabeza, sintiendo como mis mejillas están calientes sin un motivo aparente, antes de entrar en la habitación indicada. Toda ella ha cambiado.
Al principio era una habitación unipersonal, privada. Tenía discos y libros, varias guitarras, un escritorio con un ordenador portátil, una televisión con un mando de Play siempre enchufado, un armario lleno de ropa, de su ropa. Ahora parece que la habitación está demasiado llena, que todo tiene demasiadas cosas, y que la esencia de su cuarto, de su personalidad, de mantener las cosas de la manera en la que a él le resultaba cómodo, se ha desvanecido por mi culpa: hay una estantería completa de libros puramente románticos (al igual que en el salón, ya que aquí todos no cabían), discos variados, desde Lady Gaga a Green Day, pasando por Justin Bieber, Bruno Mars o incluso Ed (Sheeran, nuestro amigo, vamos). Sobre una de las mesillas que, normalmente siempre se encuentran vacías, descansa mi reloj de muñeca, una goma del pelo y la foto que mi madre me regaló por Navidad el año pasado, la de mi familia cuando todavía estábamos juntos. El armario está repleto de ropa que es evidente que no es suya, al igual que ocurre en la cómoda, tanto en los cajones de ésta, como sobre ella, ya que encima descansa el joyero que me regaló mi abuela, junto algunas cosas a las que aún no he encontrado sitio. Sobre su escritorio en el que solo había un portátil, ahora hay libros de texto, un archivador y un gran estuche.
Era su habitación, su lugar privado donde quedarse, donde esconderse, ahora mancillado por una segunda persona, por mí. Y aunque él diga que no le molesta, más bien que todo lo contrario, que le encanta tenerme aquí con él, despertarse por las mañana conmigo, y poder hacer comidas elaboradas -puesto que para cocinar para él mismo, no se esforzaba demasiado-, yo me siento un poco como una intrusa en este lugar, que antes era solo suyo.
No es solo que pase en la habitación, sino que ocurre en todos los rincones de la casa: en el salón están el resto de mis libros, junto con mi portátil que siempre dejo olvidado por allí, y con mis zapatillas de estar por casa, las cuales definitivamente debería ponerme en vez de ir andando solo con los calcetines; en la cocina ahora parece haber el doble de comida, entre la que se encuentra mi favorita; es obvio que el baño, su baño de chico casi vacío, tan solo con algunos perfumes, un par de peines, algo de gomina y sus cuchillas de afeitar, ahora ha sido invadido (mucho más que a la mitad) de maquillaje, crema, cepillos de pelo variados y todo aquello que yo puedo necesitar.
Él ha cambiado toda su casa, toda su vida, solo por mí. Nunca dudé de que lo hiciera cuando fuera necesario, y yo sé que habría hecho lo mismo por él, encantada por poder hacerlo y poder estar junto a él más tiempo, pero una parte de mí siente como si le estuviera presionando, como si todo esto le fuera a agobiar y solo acelerara el proceso de las típicas crisis que van por años. Aunque claro, siempre hay quien dice que mientras siga habiendo sexo (y sea uno bueno) todo va bien en una pareja. Personalmente, esa no es mi opinión (aunque siga habiendo trajín en la cama, y un trajín muy bueno y abundante).
Me pongo de puntillas y agarro el libro que Niall va a tener que leerse por amor a mí (que para cuando acabe de leérselo seremos nosotros los ancianitos que estén contando una historia) y camino de nuevo hacia la habitación de invitados, que realmente está solo separada de la habitación principal por una habitación que realmente no me suena haber visto por dentro, pese a todas las veces que he estado aquí, y la semana y media que llevo durmiendo en la habitación de al lado.
Estoy dispuesta a preguntarle a Niall qué es lo que hay ahí dentro, pero cuando entro en la habitación me quedo callada al ver cómo irradia absoluta belleza. Sigue colocado con las rodillas dobladas encima del alféizar, con los brazos rodeándolas pero ahora con el libro que he dejado entre sus manos, colgando sin prestarle ni la más mínima atención; su mirada está puesta en la ventana, la cual queda levemente empañada por su calidez y la baja temperatura que hay fuera. Las nubes esponjosas de tono gris claro, se han convertido en grandes masas casi negras, que avanzan de manera lenta pero apabullante, trayendo más viento, más lluvia y más frío si es que eso es posible. Parece como si todo a nuestro alrededor hubiera oscurecido de repente, como si fuera de noche, cuando apenas son las diez de la mañana, y sin embargo, él sigue brillando. No de esa manera en la que brillan los vampiros de Crepúsculo, aunque igual de maravilloso. Es como si resplandeciera, o al menos como si mis ojos así lo vieran. Desde aquí puedo ver que sus ojos se ven mucho más azules que de costumbre, contrastando con el color oscuro que hay fuera, o con el gris raro y feo que debe de haber en los míos y en los de Harry (si es que está despierto). No veo la sonrisa en su rostro, y eso me preocupa, mucho más cuando veo cómo agacha la cabeza con un ligero suspiro, antes de darse cuenta de que yo estoy en la habitación de nuevo. Su sonrisa vuelve, pero ya no tiene la misma fuerza que antes, y de inmediato sé que algo está pasando por su cabeza, algo que no es bueno precisamente.

--¿Qué pasa?-pregunto mientras me siento de nuevo en mi sitio frente a él. Se encoge de hombros, ampliando su sonrisa.
--Nada, ¿qué iba a pasar?
--Esa es tu cara de que pasa algo-digo muy segura, agarrando el libro que hay entre sus manos para dejarlo en el asiento junto al otro, evitando así distracciones.

Él ríe por lo bajo, negando con la cabeza algo gacha. Sus ojos fuera de los míos.
Sé que intenta hacerme creer que no pasa nada, que nada va mal, pero le conozco, y sé que va a acabar por decírmelo, porque si es algo que él considere tonto o sin importancia suficiente para contármelo, me lo va a contar precisamente por esa razón: por ser algo insignificante. Por otro lado, si es algo que le preocupa, también me lo dirá, porque si a él le pasa algo, también me pasa a mí, si algo le duele, también me duele a mí, si algo le preocupa, también me preocupa a mí. Todo ello también funciona a la inversa.

--Y esa es tu cara de que te he pillado-aseguro sin poder evitar sonreír débilmente.

Su mirada sigue baja, aún con la sonrisa en su cara. Niega con la cabeza, no sé si para indicarme que no es eso lo que pasa (aunque yo sepa que sí) o para decirme que no tengo remedio, porque siempre acabo sabiendo qué es lo que le preocupa.
Alargo mi mano hasta que toca la suya, haciendo que nuestros dedos busquen la manera de entrelazarse. Pese a toda la ropa que llevo yo encima, y a la poca que lleva él (tan solo una camiseta de manga corta y unos pantalones de chándal largos) soy yo la que tiene las manos heladas, como si no hubiera sangre corriendo por ellas, y él quien las tiene calientes, como siempre. Siento como acaricia el dorso de mi mano con su pulgar.
De inmediato me muevo hasta quedar sentada entre sus piernas, con mi cabeza apoyada en su hombro y la manta cubriéndonos a ambos, pese a que él no la necesite. Al estar contra él, siento como -por fin- comienzo a calentarme de verdad, no de una manera sexual, ni mucho menos. Niall agarra la manta, asegurándose de que yo acabe bien tapada, y rodea mi cuerpo con sus brazos, quedando sus manos sobre mi estómago de manera suave, dejando pequeñas caricias por encima de la camiseta, y las mías sobre las suyas. Alzo la mirada hasta que encuentra la suya, viendo de nuevo esa sonrisa suave y tranquila, y sus ojos ya no tan cansados. Agacha su cabeza hasta que llega a mi rostro y deja un pequeño beso en mi nariz, que -como no- está fría en comparación con sus labios.
Sé que no está nervioso, ya que su corazón está sonando muy cerca de mi oído, y se encuentra tranquilo, pausado, como debería ir. Su respiración tampoco está agitada, por lo que debe de estar preocupado, más que nervioso o asustado.
Nos quedamos un rato en silencio. Mi espalda contra su pecho. Nuestras respiraciones tranquilas acompasadas. Sus dedos acariciando mi estómago con suavidad. Su calidez y su dulce aroma rodeándome. La tormenta desatándose violentamente fuera de casa, mientras nosotros estamos tranquilos, en nuestro oasis tranquilo, lleno de cariño.
Es otro de esos momento que me gustaría poder alargar por el resto de mi vida sin aburrirme de ello.

--Estaba pensando...-comienza a decir de repente, haciendo que su voz resuene dentro de mi pecho.

Pienso en soltar algo sarcástico, algo como "Vaya, tú pensando, qué novedad", pero entonces me doy cuenta de que esa situación ya la hemos vivido, y por un momento sonrío.
También nos encontrábamos tranquilos, en un momento para enmarcar y desear que se repitiera, sintiéndose siempre así de especial. Estábamos tranquilos. No había problemas. Harry todavía no sabía lo que nos unía. Marta seguía con nosotros. Ni Malcom, ni Matt, ni Ale estaban, y los problemas que teníamos en ese momento eran completamente imposibles de superar. Niall me pidió que me casara con él después de un "Estaba pensado...". Todo ello ocurrió hace cinco meses, y parece como si hubiera sido hace tantos años, y al mismo tiempo, como si hubiera sido ayer mismo.
Sin embargo, no noto los latidos de su corazón acelerarse de manera sobrehumana por lo que va a pasar a continuación, ni balbucea, ni se levanta nervioso para hincar rodilla. Tan solo se mantiene en el mismo sitio, en la misma posición, sin mover nada que no sea su pulgar por mi estómago.
Y sé que lo que le preocupa, no tiene nada que ver con una declaración, ni mucho menos con una pedida.

--La última vez que dijiste eso acabé prometida, llena de pintura, mojada, pegando a Harry y más tarde diciéndole que somos hermanos-murmuro sin apartar la mirada del anillo que nunca me quito, salvo para la ducha-Y no creo que me vayas a pedir que me case contigo otra vez, ¿no?-digo lo último poniendo mis ojos de nuevo en su cara, viendo como continúa sonriendo, esta vez de manera más divertida que tierna. Niega con la cabeza antes de dejar un beso en mi frente.
--No, a menos que quieras que te lo pida otra vez. En ese caso sí, te lo pido todos los días si quieres-me asegura con cierta diversión.
--No, todos los días no. Eso quitaría la importancia y la emoción a la primera vez-contesto muy segura-Vamos, suelta lo que estás pensando.
--No es nada-responde después de unos segundos de silencio-No importa.
--Niall...-susurro. Mis ojos buscando los suyos, solo que ahora no los encuentro, ya que se encuentran admirando el otro lado de la habitación.

Me incorporo un poco más, quedando menos cómoda, pero más acorde con la situación que empieza a ponerme los pelos de punta. De nuevo me doy media vuelta, esta vez quedando prácticamente sobre su regazo. Él rodea mi cintura con sus manos, asegurándose de que no me caiga, con la manta ya caída a la altura de mi cadera. Sus ojos aún lejos de mirarme.Mis brazos están detrás de su cuello, acariciándolo con las yemas de los dedos, aún sin captar su atención, por lo que dejo un beso en su mejilla, que consigue el propósito de que me mire, aunque no a los ojos, sino más bien en mi dirección. Su ceño de nuevo está algo fruncido, como cuando me le he encontrado al entrar. La sonrisa parece haberse ido una vez más, haciendo más oscura la estancia.

--¿Qué?-apenas susurro, todavía buscando sus ojos.
--Pensaba...-dice también en un tono bajo. Su ceño se frunce un poco más, antes de suavizarse mientras deja salir un suspiro. Niega con la cabeza-Realmente es una estupidez.
--Entonces cuéntamelo-le animo, mientras llevo una de mis manos hasta su mejilla, acariciándola con cariño-Sabes que puedes confiar en mí.

Lleva su mano hasta la mía que descansa en su mejilla, la coge con cuidado y la pone entre las suyas, agachando de nuevo la mirada. De nuevo se queda callado. Realmente me estoy empezando a preocupar, porque una parte de mí piensa que si está tan cariñoso -más de lo habitual. O al menos eso me parece a mí- es porque por la cabeza se le está pasando algo muy malo, y lo peor que se me ocurre en estos momentos en un "Tenemos que hablar".

--Niall...-digo una vez más, solo que ahora mi voz sale temblorosa, y eso es lo que hace que él me mire directamente a los ojos, ahora mucho más preocupado que antes si es que cabe.
--Oye, oye, que es una tontería, ya te lo he dicho-dice muy seguro, antes de dejar un suave beso sobre mis labios-Son tus padres-dice una vez se separa.

De todas las cosas que me esperaba, no parece tener relación con ninguna. ¿Qué tienen que ver mis padres? Me refiero, entendería que fuera mi madre, porque ha sido la que me ha echado de casa solo por no dejar a Niall, apenas dejándome coger mis cosas. ¿Pero mi padre? ¿Qué tiene que ver mi padre?
Esta vez la que frunce el ceño soy yo, confundida más que preocupada. No hace falta que pregunte, pues él sigue hablando después de dejar salir un suspiro.

--Son como nosotros.
--Niall, ¿de qué estás hablando?-pregunto si retirar mi tono de extrañeza-¿Cómo que son como nosotros? Ellos son adultos, están separados, casi nunca se ven, tienen dos hijos que han mantenido separados durante quince años. Nosotros no somos así.
--Lo somos-dice muy seguro-y me preocupa un poco.
--Explícate, por favor-le pido nerviosa.
--El otro día, cuando...ya sabes, lo del guantazo y eso-dice de manera pausada. Yo decido no pensar en el golpe y la traición de mi madre-Tu madre y tú llorabais y gritabais, estabais...fuera de control, como si estuvierais dispuestas a mataros en ese momento-explica recreando lo que él vio. Yo asiento con la cabeza débilmente, pidiéndole que siga-Y luego estábamos tu padre y yo, ahí a un lado, sin saber qué hacer, simplemente dejando que os gritarais para que todo el enfado se fuera de vosotras, hasta que la cosa se fue de madre. Fue casi automático: explotasteis las dos, y Des y yo os abrazamos en el mismo momento, sabiendo que tenía que ser en ese instante y no antes ni después. Le miré y pude ver cómo él también se extrañaba. Los cuatro actuamos de la misma manera, y eso me preocupa, porque...mira como están ellos ahora, como dices tú: con vidas separadas, viviendo en lugares separados, con los hijos separados hasta hace muy poco-de nuevo un suspiro sale de él-No quiero que sigamos el mismo camino-admite en su susurro.

Ese era todo el problema. Esa era toda la preocupación: que acabemos como mis padres. Mi propia preocupación se esfuma, y solo puedo sentir ternura hacia él. Saco mis manos de entre las suyas para poder abrazarle con fuerza, haciendo que él imite mi gesto, escondiendo su cara en mi cuello.

--Eso no va a pasar, Niall.
--¿Cómo lo sabes?-murmura-Has visto que actuamos igual.
--Pero eso es solo en situaciones puntuales-aseguro sin separarme un milímetro de él- Tú y yo no somos como ellos en el resto de cosas. No soy tan vivaracha como mi madre, ni tan desordenada, ni tan "Viva la vida, ya nos preocuparemos de que la casa está ardiendo, más tarde". Además, tengo peor carácter-admito divertida, haciendo que sienta cómo él ríe contra la piel de mi cuello, haciendo que ésta se erice-Es más, el mal carácter lo he sacado de mi padre-digo mientras me separo lentamente de él, de manera que nuestras narices se rozan. Puedo ver como su sonrisa llena de paz y felicidad está en él de nuevo-y tú no tienes de eso salvo un par de veces al año-bromeo acariciando su mejilla-No somos como ellos. No vamos a acabar como ellos, ya lo verás-confirmo antes de unir mis labios a los suyos momentáneamente-Además tampoco tenemos diecisiete ni yo estoy embarazada-añado riendo sobre sus labios.

Él asiente con la cabeza, también riendo, hasta que nuestras risas acaban en suaves sonrisas que él interrumpe con otro beso corto.

--Te quiero-susurra.
--Y yo a ti-contesto sin dudar-Aunque no te hayas leído el mejor libro del mundo-añado mientras me separo de él para coger el libro y pegarlo en su pecho-Pero eso se va a acabar pronto ¿verdad?

Veo como él pone una mueca de desánimo mientras coge el libro. Mira la portada sin dejar la mueca mohína y acto seguido se va al final del libro.

--¿184 páginas?-dice en tono quejumbroso.
--¿Prefieres leerte La última canción que tiene más de cuatrocientas?-digo divertida.
--Ane...-de nuevo el tono quejica-Que me aburro leyendo...
--Es el libro más corto que tiene y es mi favorito-respondo imitando su tono quejica-¿Por favor?

Lo mira una vez más, profundizando el gesto de cansancio y queja, el cual parece difuminarse, siendo sustituido por una nueva sonrisa, mientras me mira fijamente.

--¿Y si lo lees tú en voz alta?
--¿Cómo voy a leer en voz alta un libro de casi doscientas hojas, Niall?-pregunto rodando los ojos.
--Pues...-habla mientras se acomoda mejor, agarrando la manta que acaba poniendo sobre mis hombros de nuevo-así-dice convencido.

Ruedo los ojos, haciendo que él ría y que yo sonría por ello. Cambio mi posición en su regazo, quedando de lado, con la espalda contra la ventana salvo por su brazo, que me rodea evitándome apoyarme en el frío cristal.

--Te advierto que me muevo mucho mientras leo-digo mientras agarro el libro de sus manos.
--Lo sé, te he visto leer en el jardín-contesta divertido mientras termina de colocar la manta, esta vez para que también le tape a él.
--Bien...-respondo como si me costara toda mi vida y parte de otra hacer esto, cuando la verdad es que siempre he querido leerle algo, sobre todo si es algo importante para mí, pese a que mi voz no sea la mejor ni la más suave de este mundo.

Él me sonríe mientras yo niego con la cabeza y abro el libro por la primera página. Tiene las hojas ya gastadas, se puede ver como los bordes están algo ennegrecidos y algunos picos están doblados, por muy bien que lo haya cuidado.
Suspiro una última vez y dirijo mi mirada a él de nuevo,

--Lloro mucho con este libro.
--¿Quieres empezar de una vez?-dice riendo.
--Bueno, bueno, el exigente ahora-contesto por lo bajo, sacándole una nueva risa-¿Nos saltamos los apuntes literarios?
--¡Ane!-exclama riendo-¡Empieza con la historia de una vez!

De nuevo río, tratando de frenarlo mordiendo mi labio inferior. Siento sus labios cálidos chocar contra mi fría mejilla y ya sí, comienzo a leer, con una sonrisa en el rostro, con los truenos y las pequeñas gotas chocar contra los cristales como música de fondo, los relámpagos iluminando brevemente la estancia y los dedos de Niall acariciando mi brazo con suavidad.

--Milagros. ¿Quién soy? ¿Y cómo acabará mi historia? Ya ha salido el sol y estoy sentado junto a la ventana empañada por el aliento de toda una vida...


----------------------------------
Siento tanto rollo por Nicholas Sparks (no, en realidad no lo siento e.e) pero es que tengo adoración por ese hombre, completa y absoluta admiración por ese hombre y lo que escribe y ps es mi novela, escribo lo que quiero, si escribo que Nicholas Sparks es lo mejor de este mundo y no os importa pues lo vais leyendo a saltos y ya xD.

Love you all xoxo.



martes, 1 de septiembre de 2015

Capítulo 65. Rezando.

Narra Louis.
Un subidón de adrenalina me recorre la espalda. Siento los nervios en el estómago, atenazarme y haciéndome sentir un cosquilleo agradable que me hace sonreír. Siento que de nuevo tengo quince años y estoy tratando de escaparme de casa para ir a una fiesta, solo que ahora, no estoy pensando en salir de una casa a escondidas, sino en entrar a una.
Miro a ambos lados de la gran avenida que normalmente está bastante transitada. No hay nadie, ni un alma, ni coches ni personas. Miro mi reloj: las cinco de la mañana. En cualquier momento los coches empezarán a desfilar con pilotos llenos de café y mal humor por tener que irse al trabajo. Tengo que darme prisa.
Me cercioro una última vez de que no pasa ningún coche y atravieso los dos carriles -de una y otra dirección- hasta quedar frente a la casa de Lucía.
Me dejo guiar por la iluminación de las farolas de la calle, ya que parece noche cerrada al ser tan pronto y estar en invierno. Compruebo que la cremallera del plumas esté cerrada, para así evitar tener frío -lo cual es casi imposible en esta época del año, a esta hora y en este país- y camino todo lo silencioso que puedo hasta llegar a la puerta que separa el jardín delantero del trasero. La abro de manera silenciosa, esperando que nadie me vea, ya que podrían tomarlo como allanamiento de morada, y paso al otro lado, cerrando la puertecita de madera blanca tras de mí.
Pongo todos mis sentidos en lo que hay ante mí, pues la luz escasea conforme más dentro me encuentro. Escucho una paloma alzar el vuelo. Una persiana siendo abierta al otro lado de la calle. Un tono de alarma sonando durante un largo minuto, indicándome que -quien sea el propietario de dicho móvil- no quiere levantarse para empezar el día. La escarcha romperse bajo mis pisadas. Mi respiración salir de manera silenciosa, pero dejando una estela de vaho.
Y de esa manera, escuchando con atención todos los ruidos de mi entorno, me posiciono debajo de su ventana, la cual me deja ver una pequeña luz, posiblemente de su teléfono móvil, que me indica que ella ya está despierta, esperándome. Una sonrisa se instala en mi rostro de inmediato.
 Las personas más racionales pensarán que es una estupidez, que esto, no es más que una pérdida de tiempo, que puedo encontrarme con ella de muchas otras maneras. Los poetas, los románticos, aquellos que aún piensan que el ser humano no es todo tecnología, convencionalismos, críticas e intereses materiales, opinarán que es un gran gesto de amor hacia la persona que más amo en este mundo. Tal vez sea un poco de ambas cosas, pero el caso, es que aclaro mi garganta, sintiendo el aire frío entrar en mí, y recito a la ventana cerrada, suficientemente bajo como para que sus padres no se despierten -ya que su habitación queda al otro lado- y lo suficientemente alto como para que ella me escuche.

--¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta, el sol!

La ventana se abre, pero ella no aparece, como si estuviera comprobando que sus padres no se han despertado con mi voz, por lo que yo, sigo con una de las escenas más famosas de la literatura inglesa, y puede que de la mundial.

--¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa! Su tocado de vestal es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan, ¡Deséchalo! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!… 

Ella se asoma, con ojos cansados, con aspecto de recién levantada: el pelo revuelto, colocado en una coleta mal hecha. Ojos a medio cerrar. Nada de maquillaje en su pálido y dulce rostro. Una sonrisa de entre diversión y ternura abriéndose paso en ella, que me obliga a sonreír a mí también, mucho más de lo que ya estaba haciendo antes de verla.

--Habla… más nada se escucha; pero, ¿qué importa? ¡Hablan sus ojos; les responderé!…Soy demasiado atrevido. No es a mí a quien habla. Do de las más resplandecientes estrellas de todo el cielo, teniendo algún quehacer ruegan a sus ojos que brillen en sus esferas hasta su retorno. ¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en su rostro? ¡El fulgor de sus mejillas avergonzaría a esos astros, como la luz del día a la de una lámpara! ¡Sus ojos lanzarían desde la bóveda celestial unos rayos tan claros a través de la región etérea, que cantarían las aves creyendo llegada la aurora!… ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Mirad cómo apoya en su mano la mejilla! ¡Oh! ¡Quién fuera guante de esa mano para poder tocar esa mejilla! 

Lucía ríe de manera baja, en efecto, apoyando su mano en la mejilla, para verme actuar de Romeo; de su querido y loco enamorado Romeo. Pienso en Shakespeare y en lo mucho que odio leer, en lo que me aburre, en lo que me cuesta prestarle atención por más de dos segundos a la página, antes de encontrar algo más entretenido que hacer. También pienso en lo que me gustaba la interpretación en el instituto, en que, de no haber sido cantante, probablemente estaría en alguna universidad, en cualquier sitio, estudiando interpretación, para poder actuar en escenarios. Por último, pienso en ella, en como el rubor llega a sus mejillas por mis palabras, por el frío de la madrugada; pienso en la manera en la que sonríe; en que no me importaría actuar para ella todas y cada una de las mañanas de mi vida, en su patio trasero, hiciera frío, calor, lloviera o cayera un meteorito, con tan solo ver cómo sonríe divertida y agradecida porque lo esté haciendo, me es más que suficiente.

--¡Ay de mí!-ella exclama con un movimiento exagerado que hace que su mano toque su pecho.
--Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!… Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos extáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno del aire.

Interiormente, agradezco a Shakespeare porque escribiera algo así. Porque escribiera la obra teatral más dramática de la historia. Porque escribiera palabras, que ahora mismo yo siento por ella, de una manera tan bonita, tan perfecta para la ocasión.

--¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehusa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto. 
--Oye, que es tu madre la que me odia. A mis padres les caes bien, aunque todavía no te hayan conocido en persona-contesto saliéndome por completo del personaje, para meterme en Louis Tomlinson de nuevo, ese al que se le ocurre romper el hilo de Romeo y Julieta para quejarse de que es su familia la que no nos quiere juntos, no la mía, a la cual no veo desde hace tanto tiempo, que posiblemente pensarían que estoy muerto, si Lottie no les pusiera al día de lo que hago gracias a las redes sociales.
--Acabas de joder el momento, Tomlinson-ella me reprocha, rodando los ojos con brusquedad, aún una sonrisa pintada en su cara.
--¿Cómo no quieres que me defienda cuando me dices que es culpa de mi padre? Ni siquiera sé dónde está ese bastardo y lo sabes, y mi madre y mi padrastro te adoran. No tienes derecho a quejarte-respondo con rapidez, riendo por su cara de alucinación, claramente fingida.
--Está bien Romeo, vete a la mierda, espero que Paris te dé bien por el culo y así ambos dejéis de joderme la existencia-confirma mientras cierra la ventana de un golpe.

Yo solo puedo echarme a reír a carcajada limpia, quizás demasiado alto como para estar de incógnito en su jardín de buena mañana, pero ¿cómo no hacerlo al darle esa vuelta tan dramática a la historia?

--Oh Julieta, ¿por qué eres tan brusca? ¿te parece bien decirle a tu amado que se vaya a follar con otro hombre? ¿con el hombre que lucha conmigo por tu corazón?-pregunto aún riendo.

La ventana de nuevo se abre, para ver como tiene el entrecejo fruncido, los brazos cruzados sobre su pecho y las mejillas hinchadas, como una niña pequeña teniendo una pataleta. La coleta que tenía echa se le va escurriendo de un lado de la cabeza, haciendo que se vea incluso más tierna -y graciosa- de lo que ya parece.

--No, no me parece bien, Romeo. Taylor Lautner es solo mío, no dejaría que en la vida se fuera contigo, ni para experimentar-responde con un retintín fingido y una mueca de autosuficiencia que me hace soltar otra carcajada-Querido Romeo, si no dejas de reír tan fuerte, mi madre despertará y tus pelotas acabarán cortadas y colgadas de alguna farola.

Llevo la mano a mi pecho de forma exagerada, poniendo cara de pánico, que hace que sea ella la que ría ahora.

--¿Permitirías tal cosa, mi dulce amada?
--Posiblemente yo la ayudaría. No te estaría mal por ser tan escandaloso.
--¿¡Y qué hay de nuestra descendencia?!-exclamo, con un tono suave parecido al susurro, mientras me dejo caer de rodillas al frío y húmedo césped-¡Nuestro amor no tendrá descendientes que cuenten nuestra historia de amor!
--Se te olvida, querido amado, que aún nos queda Galleta. Él podría escribir nuestra historia...si le enseñamos a escribir.
--Oh sí, es verdad-digo mientras me levanto con indiferencia, quitándole importancia a mi anterior acto-Nuestro gato escribirá nuestra historia. Sí, me parece perfectamente lógico y normal.

Ambos asentimos con la cabeza, de acuerdo en que un gato, nuestro gato, sea el que escriba, el que escriba una versión de Romeo y Julieta que quede en la historia de la humanidad. Nos miramos, pretendiendo mantener cara de seriedad, pero acabamos riendo de manera ruidosa, sin pararnos a pensar en que estamos despertando a todo el vecindario con nuestras risas y estupideces. Pero a quién le importa. Sinceramente, ¿a quién? Nosotros somos felices, a las cinco de la mañana, estando juntos, con nuestras bromas privadas y sin sentido, que nos hacen sonreír y nos recuerda el porqué de que estemos juntos, a pesar de todo (a pesar de su madre, mejor dicho).

--Romeo y Julieta-una grave voz nos interrumpe, haciendo que ambos callemos de inmediato.

Miro con preocupación a Lucía, quien solo se echa hacia atrás, metiéndose en su cuarto, evitándome así poder verla en su más y perfecta absoluta cara de recién levantada. 
Pasan unos segundos en los que se escucha un murmullo procedente de la habitación. Sé que es su padre, esa voz es inconfundible, y sé que él está de nuestra parte, por lo que no nos va a entregar a la familia Capuleto así de buenas a primeras, pero aún así, temo porque podamos perder a nuestro único aliado en esta guerra sin sentido.
El pálido hombre de ojos oscuros con la noche que nos rodea, y que muy lentamente va desaparecieron gracias al Sol que asoma por el horizonte, a través de los pequeños tejados de las casas, se asoma por la misma ventana por la que su hija anteriormente lo había hecho, solo que en vez de apoyarse en una mano y recitar en verso su amor hacia mí, tan solo me mira con diversión, con ambas cejas alzadas.

--La reina duerme cual tronco gracias a la poción que se toma para dejar de ponerse tan nerviosa cada cinco minutos. Si al ruidoso Romeo le parece bien, puedes entrar en casa. Creo que tenéis unas dos horas antes de que despierte la peor de los Capuleto.

Dejo salir un suspiro al ver que sigue en nuestro bando. Sonrío con amplitud ante la idea de poder entrar en su casa -no solo porque me esté muriendo aquí abajo, a menos de diez grados- sino por el hecho de poder estar con ella antes de que tenga que ir a clase, y luego, volver a su prisión. Asiento con la cabeza, él ríe por lo bajo, negando con una débil risa, antes de meterse de nuevo a la habitación.
Menos mal que tenemos a este hombre, sino, no sé qué haríamos, aparte, claro está, de seguir viéndonos en la noche y la madrugada, como los dos amantes más famosos de la historia.
Lucía es la que aparece de nuevo en el marco de la ventana, mirándome con la misma sonrisa que tengo yo, pero subiendo y bajando las cejas, con cierta picardía. Es entonces cuando me doy cuenta de que no lleva pijama, de que solo va cubierta por una sábana que rodea su torso.

--¿Subes o qué, Romeo?
--Subo. Subo. Estoy subiendo ya-respondo con rapidez, antes de echar a andar hacia la parte delantera de la casa.

Realmente está pensándolo. Está planteándose... Me ha planteado, que, como si no fuera suficientemente peligroso el que esté en su casa, aprovechemos el tiempo juntos. Que lo aprovechemos bien. Con su padre despierto, aunque está más que claro, que ese hombre ya daba por hecho lo que iba a pasar, sino, ni siquiera había abierto la boca.
Más suegros y suegras así, por favor. El mundo sería un lugar mejor.
Al llegar a la parte delantera de la casa, ésta ya está abierta, y el hombre de oscura pero cálida mirada me mira con diversión, con la misma expresión de "Ya sé lo que va a pasar" de su hija. Me para con una mano antes de que tan siquiera entre, deja algo contra mi pecho que yo cojo, extrañado por sus actos. Él da un par de palmaditas en mi hombro y desaparece en dirección a la cocina, como si no quisiera saber -ni escuchar- nada. Bajo la mirada hasta mi pecho, para darme cuenta de lo que me ha dado. Un condón. Bien. En realidad lo necesitaba. Lo iba a necesitar en cualquier momento.

--¡Gracias!-le digo, sin moverme de la puerta.
--¡Dos horas! ¡Aprovecha el tiempo!-es su respuesta, con voz alejada, como si estuviera en la otra punta de la casa.

Sí. El mejor suegro del mundo.
Quito mi abrigo, dejándolo en la percha de la entrada, antes de subir corriendo al piso de arriba. Todo está a oscuras, pero tampoco me quiero arriesgar a que la malvada reina Capuleto se despierte a causa de la luz, aunque si no se ha despertado ya, no creo que lo haga por un poco de luz. Aún así camino a oscuras por el pasillo, sabiendo a la perfección donde queda su cuarto.
¿Cómo hemos llegado a esto? Entrando a escondidas, a las cinco de la mañana, rogando porque su madre no se despierte antes de tiempo, caminando de puntillas por todo un piso, apenas respirando en lo que llego a la habitación. En cuanto lo hago, me sorprendo al ver la puerta sin sus habituales fotografías. No le tomo importancia y entro, encontrándome con que no es lo único que se encuentra sin fotos, sin pósters: todo su cuarto está vacío de lo que alguna vez fue una habitación cien por cien directioner.
Mi mente desconecta por completo de la habitación cuando me doy cuenta de que la sábana que cubre su cuerpo, no es otra cosa que una blanca y fina que deja ver a través de ella. La respiración se me corta mientras dejo que mis ojos vaguen por su anatomía de manera lenta, deleitándome con cada centímetro. Ni siquiera recuerdo la última vez que pudimos hacerlo, pero podría acabar de hacerlo por quinta vez, que estoy seguro de que sentiría la misma presión en mis pantalones que estoy sintiendo ahora. Aún así, me esfuerzo por decir algo romántico, inteligente, al menos coherente.

--O-Oh Julieta...-balbuceo, pero ella me interrumpe.
--A tomar por culo Julieta.

La sábana cae al suelo, dejándome ver su pálida y torneada figura, un segundo antes de que se pegue al mío como si fuéramos los imanes más potentes del mundo. Mi espalda choca contra la puerta, dando un golpe seco que retumba en toda la casa. Sus manos quitan con rapidez mi camiseta, tirándola a cualquier lado, para proseguir bajando mis pantalones con ansia, con necesidad. Sin saber realmente como, saco los pies de los pantalones, y al poco tiempo de mi ropa interior. De un movimiento rápido la cojo, haciendo que sus piernas se enrollen en mi cadera, y que por ello ambos dos jadeemos. Sus labios atacan los míos, atacan mi cuello, atacan mis clavículas, todo lo que se le pone por delante, mientras mis manos están en su culo, dejando leves apretones conforme ella succiona y rasguña con cuidado mi piel.

--¿Qué ha pasado con los pósters?-no sé por qué se me ocurre preguntar mientras avanzo hacia la cama, con ella enganchada a mí.
--Los he tenido que quitar. ¿Qué importa?-responde sin darle importancia.

Su cuerpo queda retenido bajo el mío, dejándome así el espacio suficiente como para recorrer desde su cuello hasta su ombligo con mis labios, deteniéndome insistente en sus pechos, acariciándolos, besándolos, dejando pequeñas marcas, que a ella le sacan fuertes gemidos que trata de frenar con su propia mano, pero parece imposible.

--Me gustaban-contesto sin más, con mis labios contra su ombligo.

Siento como la piel de su estómago se pone de gallina con mi tacto, haciendo que sonría contra su piel, mientras sigo bajando de manera lenta, dejando pequeños y húmedos besos.

--¿Por...por qué... por qué ¡AH! ¡MIERDA, LOUIS!

Tarareo indiferente, con la cabeza aún entre sus piernas, imposibilitándola de hablar sin quererlo realmente. Tan solo dejo un par de besos a su alrededor, ya latente, mucho más que preparado, antes de retirarme con una sonrisa satisfecha, y volver hacia arriba. Toda su cara está roja por completo, sus labios algo hinchados, rojos a más no poder por la manera en la que los muerde para retener sus gritos, sus ojos cerrados con fuerza y su ceño fruncido, mientras recorro el mismo camino hasta su ombligo, acto seguido hasta sus pechos y finalmente llegando a su rostro. Sonrío con diversión, siendo esta vez yo el que muerde su labios con cuidado, para separarlos y que pueda escuchar mi nombre salir de ella de nuevo, en forma de gritos y gemidos.

--¿Por qué qué?-pregunto en un murmullo contra sus labios.
--¿Por qué te gustaban?-responde entre jadeos.

Sus brazos se mueven hasta que quedan detrás de mi cuello, acercándome a ella más aún si es que eso es posible. Nuestras narices se acarician sutilmente, mientras la sonrisa en mi rostro se amplía. Muerdo mi labio inferior, ladeando la cabeza, como si no supiera de lo que me está hablando. Ella se da cuenta de eso y hace que mi cabeza se agache más hacia ella, entre nuestros labios apenas hay un milímetro de separación.

--¿Por qué me gustaba el qué?

Apenas me muevo, tan solo..no sé qué hago, pero nuestras caderas casi se unen. Ella jadea apretando los dedos en la parte superior de mi espalda, y yo, gruño de manera baja, pegando mi frente a la suya.

--Los pósters-susurra Lucía, apenas ya con voz.

Tan cerca. Tan cera pero tan lejos. ¿Por qué tan siquiera estamos hablando?

--Eran bonitos-respondo con sencillez, antes de atrapar sus labios entre los míos.
--Parecía que nos observaban-habla ella, con una sonrisa.

Yo solo me encojo de hombro, quitándole importancia, y me dispongo a proseguir, sabiendo que no tenemos mucho tiempo y que mi entrepierna palpita con tanta fuerza que creo que tiene un corazón propio. Pero ella añade un último comentario que me frena.

--¿Te gustaba que nos miraran?-pregunta con clara diversión. Frunzo el ceño ante el comentario.
--¿Por qué iba a gustar que me mirasen? Te recuerdo que en esas fotos salían mis amigos, incluso yo mismo-respondo siguiendo su humor divertido.
--Bueno, cada uno y sus gustos-murmura, volviendo al tema principal.

Sus ojos negros se clavan en los míos, hambrientos, feroces, salvajes, llenos de lujuria. Su piel se siente en llamas, quemando bajo mi cuerpo. Su pelo ahora se encuentra libre, extendido por toda la almohada de una manera que parece casi artística. Sus finas manos se aprietan aún más en mi espalda, incitándome a proceder.
Le sonrío una vez más, uno mis labios a los suyos de manera suave y...

--¿Si no te gusta que te miren mientras lo haces, por qué lo hicimos en el cine?

Mi cabeza cae contra su hombro. Frustrado. Pensando en que mi pobre entrepierna va a saltar de mi cuerpo y a huir, porque ya no puede más con tantos preámbulos. Cojo aire para mirarla y responder.

--No lo sé. Simplemente surgió.
--¿Y cuando estuvimos en la playa?
--Era de noche, nadie nos podía ver.
--¿Qué hay de en el ascensor? ¿Te acuerdas de eso?
--¡Estábamos atrapados!-exclamo con un bufido.
--¿Y lo de los baños del hospital?
--¿Podemos hablar de esto cuando no esté a punto de reventarme una vena de la polla?

Ella suelta una gran carcajada a la que no encuentro sentido. Frunzo el ceño aún más si cabe. ¿A qué está jugando conmigo?

--Lucía...-me quejo, empezando a sentirme malhumorado.
--¡Lo siento!-responde ella, antes de volver a reír-Pero es que creo que hemos tenido sexo en todos los lugares posibles. Es un poco raro.
--Aún nos queda en el coche-digo, con el ceño fruncido aún, pero recopilando opciones-Es el autobús del tour. En el backstage. En el escenario, antes de que entre la gente, claro. En casa de mis padres, eso sin duda tiene que estar bien-admito, con un asentimiento de cabeza-En el jardín. En la cocina de mi casa aún no lo hemos probado. Ni en el salón.
--Harry siempre está por ahí. No podemos hacerlo en la cocina o el salón.
--Bueno, ahí está la gracia-confieso alzando las cejas.

Ella abre la boca con fingida sorpresa, llevándose una mano a ésta para taparla, aumentando aún más el dramatismo. Ruedo los ojos, ya sin enfado alguno, sino con cierta diversión por sus muecas.

--Ves. Te pone que la gente te vea hacerlo. Eres un cerdo-dice con cara de superioridad.
--No. No. No-la corrijo separándome de ella para poder mirarla mejor. Ella alza ambas cejas, ahora sí que realmente sorprendido-La cosa no es el que alguien nos vea, sino la adrenalina de sentir que alguien puede pillarnos.

Sus labios se abren formando una "O" perfecta. Yo alzo mis cejas y sonrío de manera que mis labios están unidos. Divertido porque no haya pensado nunca en ello.

--Entonces...te da morbo que estemos aquí...-dice como si quisiera cerciorarse.
--Sí, un poco sí. Técnicamente tu madre podría pillarnos, así que sí.
--Um...¿y si te digo que está en la habitación de al lado?-susurra con una sonrisa ladeada que hace que la mía se amplíe-¿Que solo hay un tabique entre ella y nosotros? ¿Que podría levantarse en cualquier momento? ¿Que en cualquier momento podría atravesar esta puerta? ¿Que...?

De un solo golpe, cegado por la excitación, me meto en ella. Ella chilla con fuerza, con tanta que pienso que nos debe de haber escuchado hasta la reina.

--¡DIOS!

Sonrío satisfecho. Apoyo mi frente contra la suya, repitiendo el movimiento, una y otra vez, con el pensamiento de que su madre nos podría pillar, presionándome en el fondo de mi cabeza. Veo como los besos marcados en sus clavículas comienzan a adquirir un tono violáceo, que solo llama a que prosiga dejando chupetones sobre su pálida y fina piel.

--¡DIOS! ¡DIOS! ¡JESUCRISTO!-ella chilla, clavando sus uñas en mi espalda, cuando el orgasmo se avecina.
--¿Lucía?-es la voz de su madre la que se escucha, al otro lado de la puerta.

Siento como un escalofrío baja por mi espalda. Nos van a pillar. Prácticamente nos están pillando. Estamos a apenas un suspiro de que esa mujer me mate a escobazos, y castigue a Lucía de por vida, encerrada en esta casa, posiblemente en esta habitación, con dos guardias de seguridad custodiando la puerta y una reja en la ventana.
No puedo evitar gemir, tratando de frenar el sonido, mordiendo con suavidad su hombro, mientras el orgasmo llega a mí de manera abrasadora. Ella por el contrario no piensa en el ruido que está haciendo, ni mucho menos en lo que puede causar.

--¡OH, SANTA MARÍA MADRE DE DIOS!
--¿Lulu?-pregunta de nuevo esa mujer al otro lado de la puerta.

Veo como el pomo de la puerta se mueve, tratando de abrirla. Apenas tenemos dos segundos para coger mi ropa y meterme con ella bajo la cama. Agarro un zapato que había quedado fuera de la cama, a plena vista. Es entonces cuando la puerta se abre, dejándome ver los pies descalzos de esa mujer, avanzar hasta quedar prácticamente frente a mí. Muerdo mi labio inferior, tratando de ni reír, ni jadear

--¿Lucía? ¿Cariño?-pregunta dudosa.
--¿S-sí mamá?-ella responde, con la voz temblorosa, aún recuperándose del orgasmo.
--¿Qué es lo que hacías?

Siento como tanto ella como yo contenemos la respiración. Mierda.

--Eh...Eh...rezando mamá. Estaba rezando.


Narra Harry.
Me sonríe. Me sonríe a un escaso metro de distancia. Tranquila. Como si nada hubiera ocurrido. Y yo, como el idiota -aún enamorado- que soy, le devuelvo la sonrisa, con la misma tranquilidad, con el mismo sentimiento de que todavía podemos arreglarlo, de que todo puede acabar bien todavía: ella, yo, el bebé, los tres juntos, pero una punzada de rencor sigue instalada en mi pecho, impidiéndome sentirme tan lleno por ella como alguna vez me sentí.
El ascensor tambalea cuando ese extraño hombre sale. La miro asustado, sabiendo que tenemos que salir de aquí cuanto antes, que esto se va a caer y que vamos a morir en cualquier momento. Pero ya es tarde. El ascensor se descuelga y siento ese hormigueo de miedo y adrenalina subir por mi estómago.
Una voz dulce y aguda me habla, con cierto tono de miedo. Escucho como rebota en todas y cada una de mis partes, pero no viene de la chica que hay frente a mí, la cual tiene un cierto toque de pánico, aunque no todo el que debería sentir. Harry. Harry despierta. Harry vamos. Harry. Harry. Harry.


--¡Harry!

De nuevo el sobresalto, el sentimiento de mareo, de confusión, pero al menos, no siento como si me estuviera cayendo hacia ningún lado, y dado que nadie parece estar agarrándome esta vez, creo que es así.
No tardo tanto en enfocar, más por el hecho de que esta vez no hay nadie, que porque mi cabeza funcione más rápido. Sus ojos están teñidos de pánico, mirándome a una escasa distancia. Su pelo sigue alborotado de manera graciosa. Sus manos están en mis mejillas, acariciándolas con los pulgares, haciendo así que me dé cuenta de que, otra vez, estoy llorando sin tener un motivo claro.
Mi respiración está agitada y mi corazón palpita con violencia, como si fuera la primera vez que vivo este sueño. Es la sexta vez que revivo esta sensación de agobio, de miedo, de...angustia, pero no por el hecho de caer al vacío dentro de un ascensor, sino por tener que sentir su mirada suplicante, sus lágrimas arrepentidas, su sonrisa temblorosa y su abrazo lleno de necesidad en torno a mí. Desde la primera vez que vino a mi mente subconsciente, no sé hace cuanto fue, la verdad es que ya no tengo constancia de los días, de las noches, de las horas, de los minutos, de la gente que hay a mi alrededor. Ya no soy capaz de mantener mi atención en nada, que no sea dormir. Es como si el revivir la escena una y otra vez me agotara tanto, que lo único que puedo es dejarme llevar de nuevo. Mis músculos ya se sienten doloridos por sentir tanta tensión en sueños, y me cuesta bastante volver a estar tranquilo, aunque no caer en el sueño. Mis ojos están cansados, cansados de dormir, cansados de llorar, cansados de todo. Mi estómago se mantiene apretado, impidiendo que nada consistente baje por mi garganta; me intentan alimentar a base de sopas y purés, como si estuviera con gripe, como si fuera un niño pequeño, como si estuviera senil.
La calidez de sus manos hace que parte de mis músculos comiencen a relajarse, junto con mi respiración y mi corazón acelerados. Ni siquiera me he dado cuenta de cuándo me he levantado hasta quedar sentado, pero tampoco me importa, porque me dejo caer de nuevo en la cama. Cierro los ojos, con mi cuerpo postrado hacia arriba y una de sus manos apoyada sobre la mía. Me fuerzo a mí y a mi cuerpo porque terminen de relajarse, de tranquilizarse, para poder caer rendido de nuevo.

--¿Estás?-es lo único que ella pregunta.

Yo solo asiento con la cabeza, aún con los ojos cerrados. Mi pecho comienza a subir y bajar con normalidad de nuevo. Mi cuerpo comienza a sentirse cansado y débil una vez más.
¿Qué me está pasando? ¿Por qué estoy reaccionando así? ¿Por qué me canso con solo respirar?
Sus manos se mueven hasta mi frente, apartando algunos rizos que se han quedado pegados a causa de la transpiración, haciéndome sentir algo mal por ella; a nadie le gusta tocar a una persona sudada. Alzo mi mano hasta mi cabeza, tanteando para encontrar la suya. Cuando la encuentro, la agarro con fuerza, dejándola caer en la cama.
Su pulgar acaricia el dorso de mi mano, esperando con paciencia a que diga, a que explique algo, a que sepa por qué me despierto tan alterado. Pero no, ella no puede saber, ella no debe saber, eso solo la preocuparía sin motivo, puede que incluso la enfadara, por lo que me mantengo callado, negando con la cabeza cada vez que me preguntan de qué trata mi pesadilla. Mi excusa es perfecta, sin fallos, compleja: No me acuerdo de lo que he soñado. Es lo que siempre les digo, y es lo que ellos parecen creerse.
Siento como ella se mueve a mi lado, y yo de manera automática me muevo hasta quedar pegado a la pared, dejando espacio para ella. Se acomoda con cuidado, metiéndose bajo las mantas conmigo, mantas que ahora mismo me sobran, ya que siento mi cuerpo a punto de asarse bajo todo esto, pero claro, a ver quien convence a Louis de que no necesito todo esto.
No sé dónde está, ni Louis, ni Ane, ni Niall, ni Taylor, ni Liam, ni Zayn ni nadie. Simplemente no sé dónde están, y lo peor es que no me preocupa. No me preocupa en lo más mínimo lo que estén haciendo o cómo se encuentren. No me preocupa nada.
Sin dudarlo, Lida se acerca a mi cuerpo, rodeándome tanto como puede, y yo, tan solo me doy media vuelta para encogerme y recibir su abrazo gustoso, con mi cabeza en su pecho y sus manos en mi espalda.

--¿El mismo sueño?-pregunta con suavidad, apenas levantando la voz.

Me limito a negar con la cabeza, mintiendo una vez más sin sentimiento de culpa, sin ninguna voz en mi conciencia que me diga que eso está mal. La verdad, es que hace mucho tiempo que ya no escucho a mi conciencia, no porque decida ignorarla, sino porque parece que se ha ido, que ha desaparecido, que me ha abandonado junto con la cordura, las fuerzas, las energías, y aparentemente mis ganas de vivir.
Ella no pregunta nada más, sabe que es inútil hacerlo. Posa sus labios en mi frente y acto seguido entre mis rizos, moviendo una de sus manos de manera circular por la parte alta de mi espalda. No tardo en quedarme dormido, vencido, abatido, derrotado por un agotamiento que parece inexistente.

-Moments-

A mi mente no parece darle tiempo a rehacer el sueño, ya que para cuando vuelvo a abrir los ojos, lo hago por un ruido, y no por el agobio. Abro los ojos con rapidez, para identificar al ruido. Es así como me doy cuenta de que es Matt, que por alguna razón, ha soltado una carcajada. Tengo que llevar la mano a mis labios para verificar que estoy sonriendo, ya que no me veo capaz de hacer ni una simple mueca. Definitivamente, estoy perdiendo juicio.
Veo como Liam acuna a su hijo con dulzura, con cariño. Se mueve de un lado al otro sin hacer apenas ruido, susurrando cosas dulces con una pequeña sonrisa, con los ojos puestos en su pequeño niño.
El pensamiento de un niño hace que mi estómago dé un vuelco. Siento como la bilis debe de estar centrifugando dentro de mi estómago, ya que es lo único que creo que hay dentro de él. Me incorporo desorientado, mareado, pero ni confundido ni con la visión borrosa -creo que eso es un avance- y trato de levantarme. Eso hace que la atención del castaño se ponga en mí de inmediato. Siento sus ojos preocupados puestos en mí.

--Harry. Harry qué pasa. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

Pero yo solo niego con la cabeza, en lo que trato de levantarme. Mis huesos pesan, y mis músculos duelen. Respirar me quita demasiada energía, y parece que no soy ni siquiera capaz de levantarme para ir al baño. Como tantas otras cosas, no soy consciente de cuándo aparece Louis en mi cuarto, o en la casa, no sé si había salido. A mis oídos llega de manera amortiguada la aparente discusión que tienen entre ellos, pero no soy capaz de procesar las palabras como para saber el motivo por el que están en desacuerdo, aunque tampoco me hace falta escucharlo con nitidez: yo soy el motivo.
Un gran brazo rodea mi cintura, ayudándome a levantar en un cuarto del tiempo que a mí me ha costado el intento. Por la fuerza, la calidez y el tamaño del brazo, sé que es Liam el que me agarra. Alzo la mirada para ver cómo es Louis quien ahora agarra a Matt, con gesto preocupado, con lágrimas en los ojos de nuevo. Oh, Louis...

--¿A dónde quieres ir, Harry?-pregunta con cautela Liam.

Es entonces cuando siento como si me estuvieran tratando como a un anciano que está perdiendo la memoria, que no sabe cuándo, cómo o por qué se ha levantado, y mucho menos a dónde quería ir. Pienso en molestarme porque me estén tratando de esta manera, pero ni siquiera soy capaz de concentrar mis energías en enfadarme, por lo que me limito a responder.

--Al baño-murmuro.

De nuevo siento la necesidad de llevarme la mano a la cara, para confirmar que estoy frunciendo el ceño por la molestia. Por la molestia de tener que necesitar que me ayuden a levantar de la cama, porque no tengo fuerzas ni para eso. Por la molestia de preocuparles. Por la molestia de hacer que Liam deje de sostener a su hijo para sostenerme a mí. Por la molestia de ver a Louis llorar por mi culpa una vez más. Por la molestia de sentirme cansado. Por la molestia de querer vomitar. Por la molestia de no saber qué es lo que me pasa, ni por qué estoy reaccionando así.
Liam no duda en acompañarme hasta el baño, que afortunadamente no queda muy lejos, y se queda dentro junto a mí, esperando mi próximo movimiento, para saber si necesito o no su ayuda, pero para esto, no necesito ayuda de nadie. Me dejo caer de rodillas frente al inodoro, y sintiendo mis manos temblar, levanto la tapa para poder dejar que la bilis salga, quemando mi garganta, destrozando mi boca. Pero apenas soy capaz de escupir, porque de mí no sale nada, aunque mi estómago se contraiga y mi cuerpo tiemble por la arcada.
Las manos de mi amigo llegan a mi espalda, acariciándola con cuidado mientras yo sigo intentado aliviar mi estómago, que no deja de apretarse una y otra voz. Esta vez sí que siento cómo las lágrimas caen.

--Tienes el estómago vacío, Harry, no sé qué es lo que quieres vomitar-habla con voz serena y baja, mientras su mano sube y baja por mi espalda.

Y de repente, una extraña ola de miedo, de preocupación, de angustia, de dolor, de frustración, de ira, llega a mí, golpeándome con tanto fuerza, que rompo a llorar sin motivo aparente. Tengo que agarrarme al inodoro para no caerme, ya que llorar me arranca la poca energía que tenía, y siento como si cabeza empezara a dar tantas vueltas como mi estomago anteriormente.
Niño.
Bebé.
Hijo.
Mi hijo.
Mi hijo que ella tiene.
Las mismas palabras se repiten una y otra vez en mi cabeza, no ayudando en lo más mínimo a que deje de llorar, a que deje de comportarme como si hubiera perdido el juicio.
De nuevo escucho voces amortiguadas a mi alrededor, pero no consigo escucharlas con la suficiente nitidez como para saber lo que expresan, aunque sé que me están hablando a mí. De la nada, mi cuerpo parece dejar de tocar el frío suelo, y no siento la necesidad de agarrarme a ningún lado para no caerme. No me voy a caer. Sé que no me voy a caer. Liam me está cargando en sus brazos como si fuera Matt. Liam me está sosteniendo. No me voy a caer.
Apoyo la cabeza en su hombro y cierro los ojos, sintiendo la calidez y la seguridad de mi amigo, mientras la chillona voz de Louis, completamente llena de pánico, se escucha a mi alrededor.
En pocos segundos siento como mi cuerpo vuelve a tocar la suavidad de mi cama y cómo no tardan en poner una manta sobre mi cuerpo. No sé si sigo llorando, aunque por la manera en la que la respiración se me dificulta, doy por hecho que sí.
La voz de Louis se esfuma, y siento de nuevo un cuerpo junto a mí, abrazándome, rodeándome por completo, haciendo que mi cara quede pegada a su pecho.

--Está bien. Está bien. No pasa nada-su voz tranquila se repite, tratando de consolarme, pero ni siquiera yo sé el porqué de que me tengan que consolar.
--L-L-Li...-balbuceo contra su camiseta, ya mojada por mis lágrimas.
--No pasa nada Harry, no pasa nada-me asegura con voz calma.

Yo asiento antes de romper en un nuevo sollozo.
Esto no tiene sentido. Nada tiene sentido. ¿Por qué estoy llorando? ¿Por qué? ¿Alguien puede decírmelo? Si yo no he decidido llorar. Si no tengo motivos. Si ya he superado a Marta, lo he hecho, ya no me importa nada en absoluto. Estoy bien. Estoy curado.

--Todavía no, pero pronto, ya lo verás-Liam parece responder, aunque no sé a qué pregunta.

No sé dónde es donde ha dejado a su hijo, o por qué tan solo lo ha dejado por mi culpa, pero la verdad es que lo agradezco, aunque solo sea un poco, muy en el fondo. Liam me tranquiliza, me serena, siempre está cuando estallo, cuando me rompo, como si quisiera recomponer los trozos, ya hechos astillas de astillas, casi inapreciables.
Escondo la cara en su pecho, colocando mis manos en sus costados, agarrando su camiseta como si me fuera la vida en ello. Noto como deja besos en mi cabeza de rizos enmarañados, en mis mejillas húmedas, en mi nariz fría, en mis párpados cerrados, en mis labios mordidos y despellejados.

--Todo está bien, Harry. Todo está bien.


----------------------------------
Al final puse una foto de Matt. No me pude resistir en cuanto la vi *-*