Narra Ane.
Oh instituto, instituto, ¿por qué eres tú instituto? Niega de tu absoluta inutilidad y rehúsa de mantenernos encarcelados, o sino, tan solo admite que ni tú quieres tenernos dentro y yo dejaré de ser estudiante pienso durante toda mi clase de Literatura.
Me encanta la literatura, lo juro, y Romeo y Julieta me parece una gran historia, pero que alguien, quien sea, solo una persona en este mundo, me diga que le gusta ir a clase un lunes a las ocho y media de la mañana. Nadie. A nadie le gusta algo así.
Además, ¿que hago yo dando todavía literatura? Si yo estoy preparándome en un grado de educación infantil para que me convaliden asignaturas en la universidad ¿Qué tiene que ver la literatura con los niños? ¿Va a calmar el llanto de un niño Romeo y Julieta? ¿O va a cambiar pañales Dickens? Realmente no entiendo nada.
Para mi gran suerte, suena el timbre del fin la quinta hora. Recojo mis libros sin ganas y me dirijo cual zombie hacia la última hora de este nefasto y largo día.
Es lunes. Me he levantado pronto. He tenido que dejar la calidez de la cama de Niall -y a Niall-. No he podido ir a ver a Harry aún. No he podido hablar con nadie en todo el día, porque María no se ha presentado a clase y Lucía parece medio muerta, lo cual es raro, por parte de ambas chicas. Es un mal día, definitivamente.
Decido intentarlo una vez más con Lulu cuando me la cruzo por el pasillo.
Su expresión se mantiene intacta a la de esta mañana: ojeras marcadas, mirada perdida, pasos lánguidos y sin vida, llevándola a sus clases de manera inconsciente. Si a eso le sumas que no ha ido a ver a Harry al hospital, que no haya ido a llevar a Louis a su casa y que éste también se encuentre de la misma forma, das con un resultado redondo de que algo les ha pasado. Pero como es obvio, ninguno de los dos suelta prenda.
Me acerco a ella a paso rápido, sin obtener ninguna reacción por su parte. Como si yo no estuviera aquí. Como si no pudiera verme.
--Hey, Lulu-saludo tratando de ignorar el escalofriante hecho de su mirada oscura y vacía.
--Hola-responde de manera robótica, como su su subconsciente hablara en vez de ella.
--¿Me vas a contar lo que te pasa?-pregunto todo lo tranquila que puedo.
Es duro y desesperante ver a tu amiga así, en ese estado de muerta, de robot. Sin saber qué hacer o qué decir para que pueda mejorar. Sintiendote impotente por no saber lo que ha ocurrido, por no saber cómo consolarla.
Entonces entiendo que no debió de ser plato de buen gusto para ninguno de ellos cuando fui yo la que se quedó así.
--No me pasa nada-responde en voz baja-Solo estoy cansada.
Un millón de preguntas se alojan en ni garganta, pero decido guardarmelas al ver que ella no tiene ni la más mínima gana de hablar de ello. Con un ligero "Hasta luego" retoma su camino de manera lenta y desganada.
Quizás lo más inteligente fuera hablar con Louis, pero dado como se encuentra Harry no creo que él tampoco esté en condiciones de hablar de algo así.
Lo peor es que no se le puede preguntar a nadie más. Ellos han sido siempre la pareja modelo: sin peleas, sin discusiones, sin rupturas, sin engaños, sin problemas. Siempre sonrientes, apoyándose y entendiéndose el uno al otro, y de la noche a la mañana todo parece haberse acabado entre ellos. Ninguno sabemos como reaccionar, no es como si Niall y yo discutieramos, porque -aparte de que desde la Gran pelea, no hayamos tenido ningún enfrentamiento- todos saben que acabaremos juntos de nuevo. Incluso si Zayn y María tuvieran problemas o incluso Liam con Ale. Ellos ya han tenido roces y discusiones pequeñas de las que todos nos hemos enterado, pero Louis y Lucía...nunca hemos tenido constancia de problemas entre ellos, y eso es quizás lo más preocupante.
Con un suspiro resignado me meto en mi última clase, a la cual trato de prestar atención, de verdad que lo intento, pero hoy es uno de esos días en los que por más que lo intente no puedo poner mi atención en nada por más de dos minutos.
Finalmente escucho el último timbre. Salgo de clase lo más rápido que puedo, buscando a Lucía con la mirada, pero lo único con lo que doy es con unos ojos azules mirandome desde el otro lado de la puerta acristalada con una gran sonrisa.
Niall Horan: experto en hacer que hasta el peor de tus lunes se alegre con solo verle sonreír.
Me dirijo hacia la salida con muchas más ganas que antes, cuando siento como un gran cuerpo me placa y me tira al suelo.
Pensé que todos los idiotas se habían graduado y ahora se encontraban en alguna universidad pagada con una beca deportiva o algo por el estilo, pero parece que les gusta venir a visitar a sus compañeros que se han visto obligados a repetir curso.
No tengo ni que levantar la mirada para ser qué cerebro de mosquito ha hecho que me coma el suelo después de mucho tiempo sin saborearlo. Debo admitir que lo mantienen más limpio que otros años.
--Hola mosquita muerta-masculla con cierta diversión-¿Me echabas de menos?
--Ni te lo imaginas-respondo en un susurro mientras me levanto del suelo con tranquilidad.
--Bien-es su respuesta con una gran sonrisa llena de maldad.
Antes de que pueda decir nada me mete un empujón que me hace empotrar contra las taquillas. Hola de nuevo taquillas, hacía mucho que mi cara no os deformaba pienso antes de sentir como se me separa de éstas cogiéndome de la parte trasera de mi jersey para volver a golpearme. Antes de que eso ocurra, mis ojos se vuelven a encontrar con los grandes y ahora preocupados, ojos de Niall. Yo solo dejo salir una ligera sonrisa antes de sentir mi cara contra el fino metal.
Pensaba que después de casi matarme se habría relajado, por lo menos eso entendí cuando me dejó en paz los últimos meses de clase, pero claro, ahora ha vuelto y es como si tuviéramos quince años de nuevo.
Por la salvedad de que con quince años no tenía un novio, menos uno como el que se acerca a pasos rápidos y grandes hasta mí, con una mirada casi animal que hasta el día de hoy no había visto. No puedo negar que, aunque la situación no sea lo ideal, esa mirada enciende algo dentro de mí. Un Niall agresivo no me dice nada, uno protector...empieza a llamar mi atención, uno dominante pide a gritos ser sometido.
Por un momento veo a Niall como si fuera mucho más alto y grande de lo que realmente es, mucho más bravo y con una bien marcada línea en su mandíbula que indica la presión que está ejerciendo en sus dientes.
Otro golpe contra la chapa roja de las taquillas me vuelve a la realidad.
Para mi suerte, no hacen daño, tal vez por la práctica de saber cómo recibirlos, puede que porque Brad solo esté interesado en hacer mucho ruido y llamar la atención sin necesidad de que haya sangre, quizás porque no estaba ni siquiera en este mundo mientras observaba a Niall llegar hasta mí.
El rubio parece cogerle de la misma manera que me está cogiendo a mí e imita los movimientos: Brad acaba con la cara contra las taquillas.
Sonrío satisfecha al ver que recibe de su propia medicina, aunque me siento culpable cuando Brad se enfurece y lanza un puñetazo a la cara de Niall.
Me llevo ambas manos a la boca para reprimir un chillido horrorizado.
Antes de que las cosas comiencen a ponerse realmente feas, aparece un hombre, de unos treinta años y gran complexión que me resulta muy familiar. Coge al antiguo capitán del equipo de fútbol del cuello de la camiseta como si fuera un gato y lo aleja mientras se queja a gritos de que su padre es un hombre poderoso y de que nos va a denunciar por tratarlo así. Eso es lo único que necesito para que pueda reaccionar y darme cuenta de toda la situación: Niall acaba de pelearse con un antiguo alumno.
Dos manos llegan a mi cadera y me hacen levantar de un salto. De inmediato dos grandes ojos azules se ponen sobre los míos.
--¿Estás bien?-pregunta con suavidad, acariciando con las yemas de mis dedos mi rostro.
--Define "bien"-respondo aún sintiendo como su mirada llena de enfado está puesta en mí, creando un incendio que poco a poco se apaga conforme sus ojos vuelven a la normalidad.
--¿Te ha hecho daño?-pregunta con una ligera angustia tiñiendo su voz. Sus ojos buscando con desesperación algún rastro de herida o magulladura en mí.
--No, no-me apresuro a responder-No me ha hecho daño.
--¡Te ha estampado contra las taquillas!-exclama exasperado-¿¡Por qué lo ha hecho?! ¿¡Y tú como te dejas?! ¡Te he visto soltar un puñetazo a Harry por mucho menos!
De nuevo sus ojos comienzan a mostrar los signos del enfado: pupilas dilatadas hasta el punto de solo quedar un fino aro azul pese que estemos a plena luz del día. Es curioso que lo más parecido a lo que se muestren sus ojos sea cuando está excitado.
Sus mejillas se colorean por el enfado, no sé si contra Brad por hacerlo o contra mí por no evitarlo, ya que lo único a lo que puedo prestar atención es a sus labios rosados moviéndose con rapidez, los cuales tienen un pequeño corte que deja salir algo de sangre por el golpe recibido.
Una vena en su frente comienza a marcarse para acompañar a la del cuello que parece que en cualquier momento va a reventar. Su pecho se infla y desinfla con velocidad. Y puedo asegurar que, por raro que parezca, es lo más erótico que he llegado a ver nunca, y eso que le he visto atado y con los ojos vendados, completamente desnudo.
Antes de que siga con su despotrique contra el mundo, coloco mi mano izquierda en su cuello y hago que se incline lo suficiente como para que mis labios se estrellen con los suyos de una manera brusca que hace que él se calle y concentre todas sus fuerzas en besarme.
No hace falta ser un lince ni mucho menos avispado para darse cuenta de que Niall lo único que domina es la televisión cuando hay un partido de fútbol. Porque no le gusta, porque no le dejo, porque tampoco le supone un trauma, por la razón que sea, él no suele llevar la voz cantante. Pero por algún motivo, ahora coge mis caderas entre sus manos y las pega a las taquillas de un golpe sordo. Él se pega a mí de inmediato y yo llevo mis manos a su pelo para cogerlo en puños y evitar que se separe de mí.
¿Será por el enfado? ¿Será por mi vulnerabilidad momentánea ante Brad? ¿Será por el sentimiento de protección? ¿Tal vez solo sea el hecho de que ver su lado dominante hace que salga uno mío sumiso? No lo sé, realmente no lo sé. Pero para cuando me quiero dar cuenta parece que nos hemos quitado el aire de los pulmones, porque nos cuesta hasta jadear.
Sonrío entre jadeos, viendo como él también esboza una sonrisa. Su frente pegada a la mía y una mano subiendo de mi cadera a mi rostro.
--¿Qué acaba de pasar?-pregunto dejando salir un risa ligera.
--No tengo ni idea-responde de la misma manera-Pero tampoco me niego a que se repita-añade antes de dejar un beso corto sobre mis labios.
Veo por encima de su hombro cómo no parece haber nadie a nuestro alrededor, cosa extraña, ya que primero ha habido una trifulca y luego ha llegado el ardiente beso. El pasillo debería estar lleno de alumnos y de paparazzis, y sin embargo, no hay nadie.
--¿Y la gente?-pregunto aún con una respiración superficial.
--Paul les habrá echado-contesta aún con esa sonrisa suya.
--¿Con qué derecho?-pregunto con una ceja alzada, aunque no puedo dejar de querer reír por lo raro de la situación.
--¿Con el de que era última hora?-inquiere sin saber si eso tiene sentido, que claramente no lo tiene.
Solo asiento con la cabeza dejando salir otra risa suave y para nada escandalosa. Él se separa de mí con gentileza, su cuerpo solo mostrando una ligera reacción ante el beso.
Coge mi mano con una caricia y caminamos hacia la puerta, la cual está llena de gente chismosa, fotógrafos y niñas, muchas niñas con discos y posters en las manos. ¿Cómo ha podido correrse tan rápido la voz de que Niall esta aquí? O mejor dicho ¿Cuánto tiempo llevamos Niall y yo aquí dentro? Ni la más remota idea.
Salimos del instituto con algún que otro empujón inevitable y llegamos al coche gracias a Paul y a algunos otros guardaespaldas que no sé ni de dónde han salido.
Cuando conseguimos salir de todo el griterío comienzo a preguntar.
--¿De dónde ha salido Paul?
Él frunce el ceño confundido apartando la vista de la carretera solo por dos segundos para poder mirarme antes de volver a ponerla al frente.
--¿Cómo que de dónde?-pregunta con un tononque refleja su cara.
--Sí, no estaba y de repente...se ha llevado a Brad como si cogiera una bolsa para tirarla a la basura.
--Realmente espero que le haya metido en un contenedor de basura-sisea con clara diversión.
--¡Niall!-exclamo molesta al ver que no me responde ni siquiera a la más simple de las preguntas.
--¿¡Qué?!
--Que me digas de donde ha salido Paul.
--Pues no sé. Supongo que de su madre, como todo el mundo-bromea antes de reírse de su propia broma.
--Empiezo a pensar que eres idiota-le informo.
--¡Es que ni entiendo a qué tanto drama con eso de que Paul estuviera allí!-responde entre risas-Siempre está con algunonde nosotros si nos vamos a exponer.
--¿Siempre?-pregunto sorprendida.
Nunca he visto a ningún guardaespaldas cerca de los chicos cuando vamos por la calle por ejemplo, o cuando vamos de fiesta.
--Claro, pero solo intervienen si las cosas se ponen feas-responde con un encogimiento de hombros para quitarle importancia.
Se hace un pequeño silencio que me lleva a hacerle la siguiente pregunta.
--¿Cómo que has venido a recogerme?
--¿Es que tampoco puedo?-pregunta con una ceja alzada y una sonrisa ladeada en su rostro.
--No sueles hacerlo.
--No si estoy en la otra punta del mundo o ensayando.
--Touché.
El sonríe de nuevo, como si no importara nada más en el mundo que nuestra conversación estúpida y sin mucho sentido.
Se detiene en un semáforo y aprovecha para llevar su mano izquierda a mi rodilla, para hacer pequeños círculos con sus dedos. Su tacto se siente cálido sobre mis vaqueros aún con la calefacción del coche encendida. Nunca olvida lo friolera que soy, mucho más cuando hace realmente frío, ya que puedo ver como los cristales laterales están empañados y la gente camina por la calle con rapidez y grandes abrigos.
Ni siquiera me he dado cuenta de que ya estamos a diez de Noviembre. Es como si el tiempo hubiera avanzado de un golpe desde el verano a este momento.
Aún puedo sentir los tibios rayos de sol darme en la cara y las briznas de hierba hacer cosquillas en mi piel expuesta, con la cabeza apoyada en el estómago de Niall y dando vueltas a mi anillo de prometida en el dedo anular tal y como hago ahora de manera inconsciente. Odio el calor, pero mucho más odio el tener que estudiar y el saber que Niall pronto volverá a la rutina de ensayos y más tarde de conciertos por todo el mundo.
Suspiro mientras dejo caer mi mano sobre la de Niall para acariciarla y poder entrelazar nuestros dedos por un breve instante antes de que coja mi mano, bese el dorso y vuelva a ponerla en el volante para poder llegar por fin a casa.
Llegamos a casa sin muchas más preguntas. Él conduce, yo pienso en el verano.
En cuanto entramos puedo ver como su labio se está empezando a hinchar alrededor del pequeño corte que tiene.
Por un momento pienso que es idiota por haberse metido en una pelea de manera tan gratuita, luego me doy cuenta de que solo lo ha hecho para protegerme y se me pasa un pongo el sentimientos de que es medio lelo.
--Mira qué labios de Carmen de Mairena más bonitos se te están quedando-me burlo sin mal alguno, cogiendo su cara entre mis manos.
--¿Carmen quien?-pregunta extrañado.
Niego con la cabeza y una sonrisa antes de dejar un corto y delicado beso. Tiro de él de una mano hasta llegar al piso de arriba. Me paro en la cocina para coger algo frío que baje su hinchazón y en el baño para coger desinfectante antes de llegar a la habitación.
Hago que se siente en la cama y yo me siento entre sus piernas para desinfectar el corte.
--Me ha sorprendido verte tan bruto-admito sin separar mi vista de la pequeña herida.
--Te estaban haciendo daño-contesta con tono molesto-No pretenderías que me quedara quieto ¿verdad?
--No, supongo que no-admito dejando el desinfectante y el algodón en la cama-Pero eso no quita que me haya sorprendido-añado colocando mis brazos tras su cuello
--Me parece haber entendido que ha sido una buena sorpresa-dice llevando las manos a mis caderas con una sonrisa ladeada.
--¿Por qué te lo ha parecido?-pregunto inocente.
--Quizás haya sido por el beso que casi me quita el aire-comenta con aire distraído mientras baja lentamente sus manos por mis caderas-puede que a una controladora y dominante nata que yo conozco también la gusta que sean duros con ellas a veces, ¿me equivoco?
Mientras habla me acerca más a él, con esa sonrisa suya algo extraña provocada por el labio hinchado. Yo no puedo evitar una sonrisa de satisfacción igual a la suya.
Su rostro acaba pegado a mi estómago mientras sus manos se mantienen en mis caderas, haciendo círculos con los pulgares. Mueve una de sus manos hasta mi jersey para levantarlo junto con las capas que hay debajo y posa sus labios cerca de mi ombligo, haciendo así que sienta como su labio inferior está caliente por el golpe.
Le aparto de mí con un movimiento suave antes de coger el paquete de guisantes congelados y colocarlo en su boca.
Él gruñe a disgusto, pero debe de aliviar algo el dolor, ya que no se lo quita.
Me siento junto a él en la cama, colocando mis piernas como un indio. Niall me imita colocándose de medio lado para verme.
Con su mano izquierda coge mi derecha, la misma en la que está colocada mi anillo y veo como lo acaricia con el pulgar mientras una sonrisa se extiende de nuevo por su rostro, solo que esta vez es una sonrisa de ilusión y no de diversión.
Entonces me paro a pensar, me paro a pensar en lo que tengo, en lo que me rodea.
Pienso en sus ojos, azules, calmos, brillantes cuando encuentran los míos. Pienso en su sonrisa casi imborrable de su rostro. Pienso en su risa, musical, ruidosa, perfecta. Pienso en su voz, ronca cuando se levanta pero aún así aterciopelada y con un timbre característico en él. Pienso en como me toca, como me acaricia con las yemas de los dedos, enviando escalofríos y provocando que mi piel se erice. Pienso en las tardes de cine en casa, con pizza, helado, besos y arrumacos. Pienso en los momentos en los que nos vemos obligados a vestir prendas lujosas para ir a una entrega de premios, a una cena importante, al estreno de una película o a cualquier cosa que tenga ver con que seamos fotografiados. Pienso en el golpe que se ha llevado por mi culpa y en todas las discusiones que puede llegar a tener con cualquiera que me haga daño. Pienso en él. Pienso en él de manera constante. Pero también pienso en lo que significa, en lo que me transmite, en lo que siento, en el anillo que tengo en el dedo y en lo importante que es para él, en todo lo que puede llegar a convertirse.
Y ya está. No pienso en nada más. No quiero nada más. No siento nada más, porque ya lo siento todo. Ya lo entiendo todo. Ya sé lo que quiero: a él.
--Fijemos la fecha-susurro de manera casi inconsciente.
Él alza su mirada, con una mezcla de sorpresa, confusión y puede que ilusión. No le da tiempo a preguntar a lo que me refiero ya que le interrumpo sin pensarlo.
--Fijemos la fecha para la boda.
Narra Liam.
Otra mañana. Otro sentimiento de desorientación. Otra vez con Matt durmiendo en mi pecho. Otra vez la cama vacía. Otra nota descansando en la almohada.
He ido a comprar algunas cosas.
Volveré en un par de horas.
No dejes que Alexia se acerque a Matt.
Te quiere. Ale.
Y por supuesto, otra vez sin Ale y con una advertencia que no comprendo acerca de que Cassie esté cerca del pequeño.
Cassandra nunca ha hecho nada malo, es más, de podría decir que es mucho más segura que Ale.
Suspiro mirando al techo, viendo lo interesante que puede llegar a resultar un techo azul marino, mientras mis pensamientos me martirizan.
¿Qué es lo que realmente hace cada vez que está fuera? ¿A dónde va? ¿Está metida en problemas? ¿Por qué no me lo quiere contar? ¿Por qué cada vez que le saco el tema me lo desvía con sexo?
Y esas son solo unas cuantas de toda la lista de preguntas sin responder que ahora mismo tejen mi vida.
Pongo la mirada en el pequeño ser que descansa sobre mi pecho. Él no tiene dudas, problemas ni preguntas sin responder. Lo único que le puede llegar a preocupar es la falta de su biberón lleno, un pañal sucio y molesto o estar lejos de su madre o de mí.
Acaricio su pequeña espalda con la palma de mi mano, haciendo que él mueva su chupete con insistencia, aún con los ojos cerrados.
Y por un momento, olvido que tengo una novia permanentemente a la fuga de algo que ni siquiera entiendo.
--Eres lo más bonito que he visto en mi vida-susurro acariciando su mejilla con mi dedo índice-y mamá se lo está perdiendo.
No sé si es por el sonido de mi voz, por la caricia o porque simplemente se ha cansado dormir, pero abre sus grandes ojos castaños y me mira sonriente, ajeno a todo, sin notar la ausencia de su madre.
Una gran sonrisa se extiende por mi cara de manera que casi parece que se me va a romper algún músculo de la cara. Él parece entender mi alegría, ya que también sonríe de manera amplia mientras alza sus manos hacia mi cara, tratando de cogerme.
--Buenos días-susurro antes de dejar un beso en su frente, ganándome así un arañazo en la mejilla accidental-Está bien, está bien. No más besos sin lavarme los dientes-bromeo sin poder evitar soltar una ligera risa.
Para mi sorpresa, él también ríe, sin entender lo que digo, sin entender el porqué de que lo haga, tan solo riendo porque yo lo hago. Suena como un cascabel: agudo y tintineante.
Siento como mi pecho se infla con el suave sonido y la verdad, me gustaría poder ser una mamá canguro para poder llevarle en un bolsillo gigante todo el día y así no tener que soltarle. Vaya, eso ha sido lo más raro que he pensando en mi vida...
La verdad, no me importa pensar cosas raras, al fin y al cabo solo las pienso y nadie más puede saberlas.
Beso la frente de mi bebé y me levanto de la cama, pensando en que lo más inteligente sería darse una ducha y cambiar las sábanas -aunque ayer la única que llegó a algún lado fue ella-. Así que con un solo brazo operativo, quito las sábanas, tardando el doble de lo que suelo tardar y las llevo hasta el baño para poder dejarlas en el resto de la ropa sucia. En cuanto veo que está lleno, suspiro con el pensamiento de tener que hacer la colada.
Aunque el sentimiento de pesadez y cansancio acaba olvidado cuando veo que la ropa de Ale está ahí. Dejo las sábanas en el suelo y cojo sus vaqueros; están fríos por completo, hace horas que se fue. Posiblemente vuelva pasada la hora de comer.
Me dispongo a dejarlos de nuevo en el cesto, bastante decepcionado con el descubrimiento de que mi novia tardará en volver de nuevo, cuando un sonido sordo se produce.
Mis ojos vuelan hasta el suelo y puedo ver el causante del ruido que no me esperaba y que realmente me ha sobresaltado. Un arma, negra y pequeña se encuentra a unos centímetros de mis dedos de los pies. Aprieto mis ojos con fuerza al tiempo que hago lo mismo con Matt contra mi pecho. Las armas no son peligrosas, peligrosa es la gente que las usa me repito una y otra vez, pero de tan solo pensar en que mi niño pueda ser herido, se me cierra el estómago y siento escalofríos.
Como acto reflejo, acuno al pequeño sobre mi pecho antes de besar su cabeza con cuidado. Para cuando abro los ojos de nuevo, éstos me observan curiosos, confusos, sin saber el motivo de mi reacción, igual que hacía antes su madre. Todo para ella era extraordinario y le hacía sonreír de manera sobrehumana, mirándome con esos grandes ojos iguales a los de nuestro hijo si no comprendía algo. Está claro que ya no hay rastro de esa chica.
Beso su frente con cuidado, como si le asegurara que todo va bien. Él como respuesta hace un sonido que interpreto como un "Está bien".
Sonrío hacia él antes de volver a la realidad de mi cuarto de baño: hay una pistola en el suelo. La miro con el ceño fruncido, pensando en si dejarla ahí hasta que vuelva Ale para que ella la recoja, es una opción. Pero no, no puedo dejar algo así ahí tirado sin más.
Suspiro con resignación. Me lleno de valor y me agacho. Agarro la pistola de la manera que creo que es menos peligrosa para todo el mundo -con mis dedos índice y pulgar haciendo de pinza de la parte más ancha del arma- . Entonces puedo ver algo que es incluso peor que tener un arma a medio metro de mi pequeño ángel: el final del cañón está decorado con una sustancia seca de un color marrón. Sangre. Hay sangre en la punta de una pistola que mi novia llevaba encima. Mi novia ha disparado a alguien a quemarropa.
Siento como mi brazo tiembla, como mi pecho se atenaza y como la cicatriz que llevo en el hombro izquierdo, provocada por una prima hermana de la pistola que sostengo, me causa un dolor semejante al que se debe de sentir si alguien taladra en tu piel.
Mi novia puede haber matado a alguien... A quien quiero engañar; seguro que ha matado a alguien.
Ella me dijo que no era una asesina, que no haría algo así, incluso se enfadó cuando di por hecho que podría matar a Cassie si descubría que...
--Oh mierda...-mascullo
Y antes de pensar en alguna otra posibilidad, corro como si no hubiera otro fin, con mi hijo pegado a mi pecho y un arma en mi mano derecha, con el corazón en un puño y pensando en hasta qué punto la madre de mi hijo puede ser peligrosa.
Ella no puede haber hecho algo así. Seguro que solo exageras. ¿Por qué la mataría? ¿Por qué iba a matarla justo ahora? pienso sin apenas darme cuenta en el corto tiempo que hay hasta la habitación de cuya chica creo que mi novia podría haber matado. Sin pensar tan siquiera en llamar, abro la puerta de golpe. La imagen que aparece ante mis ojos me da el placer de respirar de nuevo y de pedir a mi corazón que vuelva a latir con normalidad.
Cassie se encuentra -viva- con el pelo mojado y una toalla rodeando su torso, colocada bajo sus brazos para sujetarse. Sus azules ojos están abiertos y mirando con fijación hacia mí. Su brazo derecho rodea su estómago de inmediato.
--Y-yo no sé nada. T-te juro que yo no sé nada-balbucea sin moverse de su posición.
Sus palabras me golpean creando una confusión que no comprendo hasta que recuerdo lo que llevo en la mano. Y no precisamente a Matt.
--No, no es eso-la aseguro con voz tensa por el anterior miedo, mientras me acerco a ella.
Ella no se mueve, aunque veo como intenta caminar hacia atrás, pero la cama se lo impide.
--Espera, solo quiero que...
Y mi frase se queda sin acabar cuando ella alza los brazos en señal de rendición. Su toalla cae al suelo y el calor sube a mi cara al ver su cuerpo aún húmedo y desnudo.
Giro mi cabeza de golpe, temiendo sufrir una contractura por el brusco movimiento. Mis mejillas queman y creo que mi corazón se ha vuelto a acelerar, ya que Matt comienza a lloriquear, como si estuviese preocupado por mí o porque mi corazón se detuviera.
--C-Cassandra-balbuceo ciertamente avergonzado.
--Te juro por mis hijos que no sé nada-aún me asegura con voz trémula, sin aparente sensación de bochorno.
--S-solo quería saber si-si estabas bien-consigo decir aún con la vergüenza danzando por mi cuerpo.
Pasan unos segundos de silencio en los que consigo escuchar como ella suspira antes de coger la toalla. Mi cabeza aún mirando la pared perpendicular a la que ella se encuentra.
--Casi me matas de un infarto, pero salvando eso creo que estoy bien-escucho que dice, ya sin aparente miedo, solo con esa suave diversión.
--Bien-contesto rápidamente-Me...me vuelvo a mi habitación-añado nervioso.
--Espera-me detiene con una sola palabra.
Siento como se acerca a mí y como acto seguido toca mi mano con cuidado, pero no con alguna clase de mala o sucia intención, solo coge la pistola que ha causado el malentendido.
--¿De dónde has sacado esto?-pregunta en voz baja y cautelosa.
--Es de Ale-contesto sin más.
--La ha usado-murmura y no sé si me está informado o está pensando en voz alta.
--Eso parece-respondo por si acaso la frase era para mí.
Escucho un resoplido y ella se coloca delante de mi campo de visión. Un ceño fruncido decora su tersa frente. Sus labios rosados están unidos en una tensa línea que indica seriedad.
--Liam, no soy nadie y quizás no debería no siquiera decírtelo, pero no deberías tocar nada que tenga que ver con los asuntos de La Curvas-su tono es serio y quizás algo preocupante.
Yo ni siquiera me molesto en corregirla, ya que para mí es Ale, Alejandra, no La Curvas, pero decido que eso no es importante ahora.
Asiento con la cabeza, seguro de que lo que me dice es cierto y solo busca mi seguridad. Eso parece aliviarla, ya que relaja su gesto para sonreírme con algo parecido a la lástima.
Devuelvo su sonrisa y escuchando un último "Voy a hacer tortitas para el desayuno", salgo de esa habitación.
Camino mucho más lento y sintiendo como toda la desconfianza y el sentimiento de peligro, me hacen caminar todavía más despacio, como si fuera un lastre que tengo que arrastrar conmigo.
Para cuando estoy frente a la desecha cama de nuevo, siento que estoy exhausto y que peso como cincuenta kilos más.
Miro la pistola con sangre de alguna pobre -o mala, quien sabe- persona y acto seguido vuelvo los ojos a Matt. Él mira lo que tengo en la otra mano y sonríe mientras eleva sus manos, tratando de cogerlo.
Y aunque sea algo horrible y muy preocupante, sonrío con pena y una profunda ironía.
--Tú tienes que ser médico-murmuro captando la atecion del pequeño-o inventor-añado algo divertido. Sus manos dejando de lado el intento de coger la pistola-Quizá puedas ser cantante, como yo. O futbolista-me detengo un momento para coger aire y dejarlo salir en un suspiro-Como si quieres ser vendedor de aspiradoras, pero nunca asesino ¿vale?
Él balbucea algo que no es más que un montón de sonidos mientras alza sus manos hacia mi cara.
Una sonrisa mucho más real y tranquila se instala en mi cara.
--No, tú nunca podrías ser alguien así, aunque lo lleves en los genes...
No me detengo a pensar mucho más en ello. Él será lo que quiera ser, pero por lo menos una buena persona, honrada, humilde, tolerante y respetuoso. Estoy seguro de que lo será.
Me acerco hasta la mesilla de noche de Ale y abro el primer cajón con intenciones de dejar ahí dentro la pistola, para que ella la encuentre y me explique, si es que quiere explicarme algo de lo que la rodea.
Pero entonces mis ojos captan otra cosa en ese cajón. Dejo con cuidado la pistola, con el pensamiento de que si la dejo caer de golpe podría dispararse y agarro la pequeña bola de papel que se encuentra en el cajón.
La desenvuelvo con cuidado, tan rápido como puedo con una mano, encontrándome con una mala caligrafía y huellas de dedos con sangre en el pequeño y blanco papel.
Me trago el nudo en la garganta que se forma con el pensamiento de que Ale lleve las manos manchadas de sangre -de otra persona o de la suya propia- y me paro a analizar el pequeño papel.
В които желаят добре. В 8:30 ч Не приемайте Liam или Мат ,
тя може да бъде опасно.
Blazhe.
Sé que no es la letra de Ale, por lo visto es de un tal Blazhe, lo cual no me deja mucho más tranquilo, ya que si encima de la seguridad de mi hijo, los problemas en los que puede estar mi novia y mi trabajo, me tengo que preocupar de que me esté engañando, creo que voy a entrar en un ataque de pánico y ansiedad, por lo que decido apartar el sentimiento de engaño para centrarme en el resto.
Está claro que la nota iba para Ale, ya que sino qué iba a hacer arrugada en su mesilla de noche. Otra cosa que está claro es que significa que alguien la ha pedido que vaya a algún sitio, al parecer a las ocho h media de la mañana.
Rápidamente miro hacia el reloj de mi mesilla para ver como hay un marcado 11:47 a.m. Hace casi tres horas y media que debe de con el tal Blazhe.
Debería empezar a plantearme levantarme más temprano.
Otra de las pocas cosas que entiendo en esa nota de lenguaje incomprensible es mi nombre y el de mi hijo. Quien sea que se ha citado con ella sabe de nuestra existencia. Un mal escalofrío me recorre.
¿Dónde nos está metiendo? ¿Quién es Blazhe? ¿Por qué quiere quedar con ella? ¿De qué nos conoce? ¿Que estarán haciendo? ¿Estarán matando a alguien?
Un sonido retumba por toda la casa y yo sin evitarlo, grito del susto antes de llevarme una mano a la boca. Matt también se asusta, ya que comienza a llorar con fuerza (quizás también sea que tiene que comer). El sonido se repite y de nuevo me sobresalto ligeramente, esta vez sin gritar.
No es bueno, nada bueno, estar pensando en tu novia perteneciente a no sé qué grupo armado y peligroso, y que llamen a la puerta. No, nada bueno.
Cierro los ojos soltando un suspiro mientras bajo mi mano de la boca al pecho. Mi corazón palpita con fuerza a causa del susto y Matt llora de manera inconsolable por algún motivo que nunca sabré.
--Tranquilo, tranquilo-susurro mientras me muevo de manera bastante tonta, pero tranquilizante para mi niño-Yo también me he asustado-admito aún con los latidos de mi corazón en mis sienes.
El timbre suena una tercera vez. Cojo el papel de letra extraña -que he dejado caer en el momento del susto- y lo dejo en el cajón de la mesilla junto con la pistola.
Salgo de mi habitación, aún acunando a Matt y tratando de que deje de llorar -intento en vano se mire por donde se mire, porque parece que acaba de coger un buen berrinche- y me dispongo abajar por las escaleras. Escucho un "¡Ya va!" de Cassie aún dentro de su cuarto mientras bajo los escalones rápidamente.
--¡No te preocupes!-grito por encima del timbre y del llanto se mi hijo.
Pienso en quien podrá ser y por qué tiene tanta prisa en que abra. La respuesta aparece completamente empapada, pese a que no haya llovido ni nevado en toda la mañana, ya que el suelo de la calle está completamente seco.
Una voz grave y otra aguda se ponen a hablarme a una velocidad que ni yo entiendo -y eso que yo hablo rápido- con una mezcla de sorpresa y emoción en su voz.
Sus voces chillones se mezclan con el llanto de mi hijo, que se ve agravado por las altas voces que lo rodean, y por un momento pienso que mi cabeza va a estallar.
--¡Oye! ¡Oye!-exclamo haciendo que ambos callen de golpe-¡Gracias!-añado con un gesto exagerado de manos.
--Tío, Liam, no te vas a creer lo que nos ha pasado.
--De verdad tío Liam, ¡ha sido muy extraño!
--¡Parecía una película!
--¡Pero ha sido de verdad!
--Vale, no me estoy enterando de nada-confieso mirando a padre e hijo parlotear sin parar-¿Podéis pasar al salón, tranquilizaros y decidid quien me va a contar por qué estáis mojados?
Malik y Malik junior se callan, se miran y coinciden en algo solo con la mirada antes de pasar a mi casa, dirigiéndose al salón.
El llanto de Matt aún taladra mi oídos. Cierro la puerta y apoyo la frente en ella.
Hoy va a ser un día largo, pero que muy largo.
Cojo aire y me lleno de paciencia. Me separo de la puerta y miro como mi pequeño no deja de soltar lágrimas. Una parte de mí se rompe al pensar en que puede estar sufriendo y que por eso llora, otra, la racional, sabe que su sufrimiento es solo hambre o un pañal sucio, puede que solo el susto de los gritos, por lo que solo puedo calmarlo con susurros tranquilos y movimientos suaves.
Camino hacia la cocina con ese ligero balanceo. Agarro una especie de manta de plástico y la estiro en la encimera de la isla de la cocina. Dejo a mi niño encima y procedo a descubrir si parte de su llanto tiene que ver con su pañal. En efecto, hay un gran premio. Cambio su pañal con toda la rapidez que mi experiencia me permite y me giro a mirar el reloj de pared de la cocina: casi las doce, hora de un biberón, y también de mi desayuno-comida, pero supongo que eso último tendrá que esperar.
--Ya cariño, ya sé que no estás contento, pero mira el lado positivo: ya te he cambiado el pañal-le digo como si pudiera entenderme.
Él suelta una patada a disgusto antes de aumentar el tono de su llanto. Empiezo a ponerme nervioso con el hecho de no saber cómo hacer que se tranquilice y deje de llorar; es una sensación bastante angustiosa ver como lo que más quieres en el mundo, ver al ser más inofensivo del planeta, llora desconsolado y no sabes lo que tienes que hacer para que deje de hacerlo.
Miro hacia el montón de cosas que Ale dejó para cuando cuidara de él y busco algo, un juguete, algo que suene o brille, algo con muchos colores, lo que sea para que le distraiga. Encuentro una especie de mariposa de peluche que tiene pequeños espejos y está lleno de colores. Bingo.
--Mira Matt, mira lo que tengo-digo moviendo el pequeño juguete delante de él, intentando que capte su atención-Brilla y tiene colores, cariño, sé que esto te gusta-le aseguro acercándolo a su mano.
Pero él lo único que hace es agarrarlo para tirarlo al suelo y seguir con su rabieta.
--Vaya agresividad Bennet que tenemos-susurro mientras me agacho a recoger la pobre mariposa.
Pongo la atención de nuevo en las cosas que deberían ayudarme a cuidar de mi hijo. Rebusco entre pañales, biberones y ropa del tamaño de un muñeco, hasta que doy con algo que no me esperaba: algo que yo compré para él.
Es un pequeño conejo de peluche, de color blanco con una camiseta a rayas azul marino y blanco. Yo le compré ese peluche cuando solo llevaba unos meses en el útero de su madre. ¿Ella se lo llevó cuando se fue? Realmente no me acuerdo, aunque se puede ver claramente que ha sido usado. No está roto ni manchado, pero está claro que no está como nuevo. Tal vez sea con lo que suele dormir el pequeño.
Se lo acerco en un último intento porque deje de llorar. De inmediato sus lágrimas cesan. Sus ojos llenos de lágrimas se ponen en el objeto que agito lentamente frente a él, sus manos se alzan tratando de agarrarlo, ya que sus dedos se abren y cierran rápidamente.
Sonrío con una mezcla de ternura y alivio y dejo el conejo entre sus manos. Él lo agarra con fuerza y lo agita con una sonrisa en su rostro pese a que las lágrimas aún estén en sus sonrosadas mejillas.
--Ya cariño, ya sé que no estás contento, pero mira el lado positivo: ya te he cambiado el pañal-le digo como si pudiera entenderme.
Él suelta una patada a disgusto antes de aumentar el tono de su llanto. Empiezo a ponerme nervioso con el hecho de no saber cómo hacer que se tranquilice y deje de llorar; es una sensación bastante angustiosa ver como lo que más quieres en el mundo, ver al ser más inofensivo del planeta, llora desconsolado y no sabes lo que tienes que hacer para que deje de hacerlo.
Miro hacia el montón de cosas que Ale dejó para cuando cuidara de él y busco algo, un juguete, algo que suene o brille, algo con muchos colores, lo que sea para que le distraiga. Encuentro una especie de mariposa de peluche que tiene pequeños espejos y está lleno de colores. Bingo.
--Mira Matt, mira lo que tengo-digo moviendo el pequeño juguete delante de él, intentando que capte su atención-Brilla y tiene colores, cariño, sé que esto te gusta-le aseguro acercándolo a su mano.
Pero él lo único que hace es agarrarlo para tirarlo al suelo y seguir con su rabieta.
--Vaya agresividad Bennet que tenemos-susurro mientras me agacho a recoger la pobre mariposa.
Pongo la atención de nuevo en las cosas que deberían ayudarme a cuidar de mi hijo. Rebusco entre pañales, biberones y ropa del tamaño de un muñeco, hasta que doy con algo que no me esperaba: algo que yo compré para él.
Es un pequeño conejo de peluche, de color blanco con una camiseta a rayas azul marino y blanco. Yo le compré ese peluche cuando solo llevaba unos meses en el útero de su madre. ¿Ella se lo llevó cuando se fue? Realmente no me acuerdo, aunque se puede ver claramente que ha sido usado. No está roto ni manchado, pero está claro que no está como nuevo. Tal vez sea con lo que suele dormir el pequeño.
Se lo acerco en un último intento porque deje de llorar. De inmediato sus lágrimas cesan. Sus ojos llenos de lágrimas se ponen en el objeto que agito lentamente frente a él, sus manos se alzan tratando de agarrarlo, ya que sus dedos se abren y cierran rápidamente.
Sonrío con una mezcla de ternura y alivio y dejo el conejo entre sus manos. Él lo agarra con fuerza y lo agita con una sonrisa en su rostro pese a que las lágrimas aún estén en sus sonrosadas mejillas.
Con un suspiro preparo el biberón que se tiene que tomar mientras escucho como ríe agitando el peluche en sus manos. Al menos le gusta mi pequeño regalo.
Me gustaría decir que estoy pensando en qué está haciendo Zayn con Malcom a estas horas en mi casa, mojados y extasiados con algo que no he llegado a entender. Me encantaría decir que aún tengo el susto en el cuerpo por lo ocurrido con Cassie. Sería un placer preocuparme por lo que esté haciendo Alejandra y con quien. Pero por alguna razón todos los sentimientos se me han juntado y se han convertido en uno solo: cansancio.
Me acabo de levantar (como a las once y media de la mañana) y ya me siento como para tumbarme en el sofá. Normalmente aguanto todo lo que me echen: ensayos interminables, grabación de medio disco en apenas veinticuatro horas, no dormir por gritos en las ventanas de un hotel... Y sin embargo ahora es cuando siento que todo se me viene encima. El llanto de Matt, la preocupación por Ale, la incógnita que hay entre Cassie y Ale, mi amigo con demasiada energía junto a su hijo...necesito un descanso en esta mañana.
Me dejo caer en el sofá del salón, junto al que están sentados los dos morenos, mirándome con una mueca de confusión que ea exactamente igual en ambos.
--Payne, ¿estás bien?-el mayor de los dos me pregunta.
--Creo que los llantos de bebé me quitan la energía-digo con una sonrisa algo cansada mientras coloco el biberón en la boca del pequeño. Éste se engancha de inmediato, todavía con el peluche en su mano.
Suspiro aliviado mientras miro como mi hijo come, ya olvidándose de cualquier preocupación, mientras yo le acaricio con las las yemas de los dedos de la mano que sujeta su cuerpo en mi regazo.
--Oye, se te dan bien los críos-me alaga Zayn con una gran y brillante sonrisa.
--Supongo que sí-contesto con cierta diversión-Ahora dime el motivo de tu llegada a mi casa de esta manera. Y por cierto, será mejor que os sequéis antes de volver a salir; hace un frío que mata-añado.
--Bueno, no te lo vas a creer-de nuevo Zayn habla, esta vez mientras agarra una manta que hay en el reposabrazos del sofá-te juro que ha sido de película-añade mientras extiende la manta y con ella rodea a su hijo, el cual se ha mantenido callado desde que están en el salón.
--Papi-dice en un susurro el aludido-¿Crees que es buena idea que se lo digamos?-pregunta con voz preocupada-Han dicho que deberíamos mantenerlo en secreto...
--Y eso vamos a hacer-confirma Z mientras envuelve en la manta a su hijo cual rollito de primavera. Una tranquilizadora sonrisa en su rostro-Tío Liam es la persona que más y mejor guarda secretos-añade antes de dejar un beso en su cabeza, pero con una mirada cómplice y divertida puesta en mí.
Los ojos del pequeño se ponen en mí, no muy seguro de si su "gran" secreto puede ser compartido conmigo. Le dedico una tranquilizadora sonrisa, asegurándole que nunca le contaré nada a nadie.
La verdad es que sí que soy una tumba en cuantoa secretos. Nadie puede sonsacarmelos.
¿Sino como sabría que Niall mojó la cama hasta los doce? ¿O que Harry durmió con un oso de peluche hasta que prácticamente entró X Factor, y que por eso a veces aparece en cualquier cama, abrazado a uno de nosotros? ¿Cómo tendría yo idea de que Louis tiene completa obsesión con la película Grease, tanto que en ocasiones habla como si fuera alguno de los personajes? Y por supuesto, si no supiera guardar secretos, si no fuera de confianza, si la gente no confiara en mí de manera casi automática, ¿cómo tendría la mínima idea de lo que pasa por la mente de Zayn, cuando prácticamente se guarda hasta el mínimo pensamiento?
Está claro, que si en algún momento alguien sacara todos los secretos guardo, podría llegar a ser una catástrofe.
Malcom me mira una última vez, pero ya no con duda, sino con curiosidad. Sus grandes ojos se desvían de los míos, de mi cara, hasta que llegan a mi pecho, a Matt. Éste prácticamente se ha acabado su gran biberón.
Le aparto el recipiente ya vacío y le coloco en una de mis manos para que eche los gases.
--¿Quieres cogerle?-pregunto con suavidad.
Veo como sus ojos se abren y sus mejillas se encienden. Parece que, aunque no sea tan listo como él, sé lo que el 90% de las personas quieren cuando hay cerca un bebé.
M mira a su padre, preguntándole con la morada si puede hacerlo. El moreno solo sonríe antes de dejar un beso en su frente acompañado de un "Tratale con cuidado".
Matt acaba por echar los gases, esta vez solo los gases y no parte de lo que acaba de comer.
Malcom de nuevo me mira con curiosidad, mordiendo su labio inferior algo nervioso y asiente con la cabeza tímidamente.
Sonrío como respuesta. Coloco el chupete a Matt para evitar que llore y me levanto del sofá con él en brazos.
--Sientate en el sofá-le pido a M-así será más fácil cogerle-añado aún con una sonrisa tranquila.
El pequeño Malik sale del regazo de su padre y se sienta al lado de éste, quien le mira con la sonrisa. Me mira con una sonrisa llena de emoción e ilusión y acto seguido mira a Matt.
Coloco un chupete en los labios del bebé para se mantenga entretenido con ello y con un movimiento suave, le dejo en brazos del pequeño moreno. Éste se queda con los brazos tensos, claramente incómodos para Matt, provocando ligeros quejidos de disgusto. La cara de M parece quedarse blanca por completo.
--¿Le he hecho daño?-pregunta con un claro miedo-No era mi intención. De verdad que no.
Tanto su padre como yo no podemos evitar una sonrisa de ternura. Me acerco un par de pasos hasta quedar a su lado.
--No le haces daño-le digo con voz tranquila-pero tienes que tranquilizarte, los bebés se dan cuenta de cómo se encuentran quienes les cogen, y si tú no te sientes seguro él tampoco lo sentirá.
El pequeño me mira visiblemente avergonzado mientras asiente con la cabeza. Yo solo sonrío mientras coloco sus brazos de una manera que le resulte cómodo a Matt. El brazo izquierdo de M acaba instalándose en una buena posición para la cabeza de Matt, y la derecha situada en la espalda del bebé, sosteniéndole con suavidad y mucha más tranquilidad que antes.
--Asegurate de que su cuello no se doble ¿vale? Aún es demasiado pequeño.
Malcom de nuevo asiente con la cabeza, con una pequeña sonrisa que se amplia en cuanto baja la mirada hacia Matt. Éste deja salir una risa aguda mientras agita el peluche, visiblemente conforme con la persona que le sostiene.
--Hola-habla con voz dulce y esa tierna sonrisa-Ya sé que no me entiendes, pero me llamo Malcom, y soy tu primo, si así puede decirse.
Sonrío de manera inevitable al ver a los dos niños. Estoy seguro de que se harán amigos, de esa clase de amigos que ya no se sabe si son amigos o familia, tal y como lo somos Zayn y yo.
Llevo la vista a mi amig moreno, viendo así como una sonrisa también está instalada en su rostro. Sus ojos llenos de esa ilusión infantil que su hijo posee.
Sé cuánto le habría gustado poder estar con M cuando era pequeño, cuidarle, mimarle, darle de comer, enseñarle cosas siples, que para estas personitas son todo un mundo. Incluso le habría gustado estar con él para cambiar pañales, sentir vomitonas en toda su ropa y quedarse la noche en vela por él.
Coloco una mano en su hombro, ganando así su atención. Su mirada esquiva al haber sido pillado con, lo que supongo, son pensamientos acerca de su hijo siendo cuidado por él desde que tenía el tamaño de Matt.
Le hago una señal con la cabeza indicándole qunos sentemos en el sofá de enfrente, para poder hablar sin la presión de decir algo que no debemos enfrente a un par de pequeños, pero aún así cerca de ellos para ver lo hacen, cómo se llevan.
--¿Qué te ha traído a mi casa mojado y flipando en colores?
Él sonríe de manera ladeada antes de dar comienzo a su historia. Casi parece ficticia, de cómic por completo, empezando por una revisión médica, siguiendo por un médico de cabecera nervioso, que les deja en salas extrañas sin poder salir y terminando con las personas que llevan el Servicio de Inteligencia Secreta Británico.
--¿El MI6 quiere a Malcom?-pregunto fuera de mi asombro-¡Si es solo un niño!
Y mi vista vuela a dicho pequeño. Acaricia la tripa de Matt con una mano, como si fuera a romperle, y le habla con voz tranquila. Le dice lo que le gusta hacer, su color favorito, su personaje de cómic favorito, por qué Superman ganaría a todos los superhéroes, por muchos que inventen.
Zayn muerde su labio inferior de manera rápida y asiente con la cabeza.
--Lo sé-confirma-Pero...
Su frase se queda tendida en el aire y yo con los ojos puestos en él, esperando a que continúe. Nada.
--¿Pero...?-le animo a que diga lo que realmente le preocupa.
Suspira de manera pesada. Sus ojos llegan a los míos, acto seguido vuelan a su hijo, todavía tratando de delicadeza a Matt, quien parece estar a gusto en sus brazos, y de nuevo vuelven a mí.
--Pensaban que Malcom es mucho más listo de lo que parece, aún más, pero que o bien loo bloquea de manera consciente o bien su experiencia con...Kate, hizo que se bloqueara de manera inconsciente.
--No debía ser plato de buen gusto para ella que su hijo fuera mucho más listo de lo que ella nunca sería-admito en voz baja, entendiendo perfectamente el porqué de que la mente del niño sea mucho más increíble de lo que ya es. Antes de que siga preguntando, Zayn sigue.
--Le hicieron otra prueba para saber su cociente-dice en voz baja, como si fuera un gran secreto, o como si no le quedaran fuerzas para proseguir-Dicen que las preguntas "simples" por así decirlo, que me ha ido haciendo desde que está conmigo, solo era una manera de saber si estaba seguro conmigo, aún teniendo tanta inteligencia. Están seguros de que las preguntas que me hizo llevaban respondidas en su cabeza desde hace años.
De nuevo se queda callado, pero no durante mucho tiempo, solo los segundos suficientes como para coger aire y mirarme de nuevo a la cara.
--¿Sabes cuál es el mayor cociente intelectual jamás registrado?
Me quedo algo sorprendido por su pregunta, pero niego con la cabeza al no tener ni idea.
--William James Sidis. Entre 250 y 300-responde con tranquilidad-Luego hay un par de personas con gran capacidad, 230, 225, 210...-comenta como si nada-Stephen Hawking es considerado uno de las personas más intelectuales de nuestros tiempos, y sin embargo su cociente es solo de 160. A comparación con el resto que tienen más de 200, podría decirse que no es tan inteligente, aunque siga siendo una de las mentes más brillantes.
--Está bien-contesto algo confundido, sin saber todavía qué tiene que ver con Malcom, o si su cociente está entre los superiores, o si es tan solo superior al de Hawking.
--El hombre que tiene un cociente de 230 ideó un sistema, algo parecido a otro test, para saber el cociente de personas aún más inteligentes que él. El test llegaba a puntuar hasta un 350 de cociente, aunque nadie nunca hubiera llegado allí. Él tenía la certeza de que algún día alguien lo superaría-de nuevo un breve silencio, que él se encarga de llenar-No saben el de Malcom.
Abro los ojos sorprendido, antes de fruncir las cejas con extrañeza.
¿Cómo no pueden saberlo? Han sabido calcular cocientes desde los más bajos hasta el 350, M debería encontrarse en esa escala.
--Pierden la puntuación al llegar a 420-murmura sin más.
--¿Qué?-susurro anonadado-¿420?
Él asiente con la cabeza. Una mirada de entre preocupación y orgullo dirigida a su hijo.
Stephen Hawking, la persona a la que yo consideraba más inteligente del mundo, tiene un Cociente intelectual de 160. Malcom Malik, el hijo de cuatro años de mi mejor amigo, supera el 420, y no saben a donde llega realmente, aunque parece que lo suficiente como para engañar a todo el mundo sobre su potencial, solo para protegerse.
Simplemente increíble.
--Dicen que está bastante por encima de ese número, pero no saben cuánto exactamente es ese "bastante"-continúa hablando Z en voz baja, todavía mirando a su hijo-podrían ser...veinte puntos. Podrían ser cincuenta. Podrían ser cien. No lo saben. Por eso quieren hacerle pruebas, meterle en un laboratorio, dejarle que experimente y resuelva problemas que ni los más inteligentes han conseguido desarrollar.
Esta vez, los dos nos quedamos callados, con los ojos puestos en el niño sentado en el sofá de enfrente. Él parece ajeno a que le miremos, pero está bastante claro que ha escuchado todo, y que aún así ni se inmuta, parece que ni se preocupa por el hecho de que vayan a tener que separarlo de su padre.
Otro niño que nos quitan sin poder evitarlo, y esta vez, a saber cuándo nos le traen de vuelta pienso en un suspiro. A mí ya me quitaron a Matt una vez, y sé lo que duele, no quiero ni saber lo que le va a costar a Zayn soportar que le quiten a su hijo, cuando solo lleva unos meses con él.
--No me voy a ir a ningún lado-habla Malcom en voz baja, todavía tranquila. Una sonrisa en su rostro al ver a Matt sonreír sobre sus brazos.
Me giro a ver a Zayn, esperando que él responda algo, ya que la respuesta es acerca de irse o no a los laboratorios mencionados por el moreno. Sin embargo, éste no responde. Mira a su hijo y acto seguido me mira a mí, con el ceño levemente fruncido, antes de agachar la mirada hasta que llega al sofá.
Entonces me giro para saber qué es lo que ha hecho que mi amigo frunza el ceño. Unos grandes ojos dorados se clavan en mí. Yo le miro extrañado, tratando de saber qué tengo que ver yo en todo esto, ya que yo no tengo ninguna clase de poder sobre él como para decirle dónde tiene o no que ir.
--Me escaparé si intentan separarme de papá
Pero un salto en el sofá al escuchar la voz de Malcom...dentro de mi cabeza. Sus labios no se han movido para decir ni media palabra, pero le he escuchado, le he escuchado como si estuviera dentro de mi cabeza.
Le miro sorprendido, todavía sin saber si ha sido algo real, o si me lo acabo de imaginar. Las cejas de niño se alzan y una sonrisa sin mostrar los dientes se extiende por su rostro.
--Sorpresa.
Me giro para mirar a Zayn, dudoso, asustado. Su hijo habla...sin hablar. Se acaba de meter en mi cabeza, y ni siquiera sé cómo o por qué.
El moreno me mira extrañado, sin saber el motivo por el cual debo de tener cara de haber visto a un fantasma. ¿Es que acaso no sabe lo que su hijo puede hacer?
--¿Qué?-pregunta confundido.
--Papá no lo sabe su voz resuena en mi cabeza No quiero que piense que soy raro.
Miro a M de manera dubitativa. Él retira su mirada, como si se avergonzara o se asustara de poder hacer algo tan...jodidamente extraño e increíble. Muevo mi cabeza hasta su padre, quien todavía me mira con una ceja alzada, inquisitiva, esperando que le diga el motivo de mi sorpresa.
--Dijiste que guardabas los secretos de todo el mundo, para siempre. No se lo digas, por favor.
Tengo que morder mis labios. La duda instalada dentro de mí, sin saber qué es lo correcto: guardar un secreto o contarle a mi mejor amigo lo que puede hacer su niño de increíble capacidad mental.
--¿Payne?-la voz confusa de Zayn suena a mi lado, haciendo que le mire de inmediato-¿Qué te ocurre?
--Por favor, no se lo digas. Se lo diré cuando deje de estar preocupado por los del MI6.
Zayn me mira confundido, como si acabara de perder la cabeza, lo cual creo que es cierto. Pero solo sonrío antes de contestar.
--No pasa nada-contesto con tranquilidad-Es solo que estoy cansado-añado echándole una mirada rápida a Malcom.
Éste solo sonríe con alivio, mirando hacia mi pequeño, aún tranquilo entre sus brazos. ¿Podrá meterse también dentro de la cabeza de un bebé? No me extrañaría, y puede que por eso se mantenga tan tranquilo.
--Nunca le haría algo así, no sin su permiso, no siendo tan pequeño. Podría asustarse. Podría dar por hecho que así es como es todo el mundo, y nunca desarrollar la capacidad de hablar me explica con rapidez Y gracias.
Pienso un No hay de qué, que provoca que él sonría satisfecho.
Nadie en este mundo sabrá de lo que es capaz la mente humana, la mente de este niño. Nadie salvo yo.
Zayn muerde su labio inferior de manera rápida y asiente con la cabeza.
--Lo sé-confirma-Pero...
Su frase se queda tendida en el aire y yo con los ojos puestos en él, esperando a que continúe. Nada.
--¿Pero...?-le animo a que diga lo que realmente le preocupa.
Suspira de manera pesada. Sus ojos llegan a los míos, acto seguido vuelan a su hijo, todavía tratando de delicadeza a Matt, quien parece estar a gusto en sus brazos, y de nuevo vuelven a mí.
--Pensaban que Malcom es mucho más listo de lo que parece, aún más, pero que o bien loo bloquea de manera consciente o bien su experiencia con...Kate, hizo que se bloqueara de manera inconsciente.
--No debía ser plato de buen gusto para ella que su hijo fuera mucho más listo de lo que ella nunca sería-admito en voz baja, entendiendo perfectamente el porqué de que la mente del niño sea mucho más increíble de lo que ya es. Antes de que siga preguntando, Zayn sigue.
--Le hicieron otra prueba para saber su cociente-dice en voz baja, como si fuera un gran secreto, o como si no le quedaran fuerzas para proseguir-Dicen que las preguntas "simples" por así decirlo, que me ha ido haciendo desde que está conmigo, solo era una manera de saber si estaba seguro conmigo, aún teniendo tanta inteligencia. Están seguros de que las preguntas que me hizo llevaban respondidas en su cabeza desde hace años.
De nuevo se queda callado, pero no durante mucho tiempo, solo los segundos suficientes como para coger aire y mirarme de nuevo a la cara.
--¿Sabes cuál es el mayor cociente intelectual jamás registrado?
Me quedo algo sorprendido por su pregunta, pero niego con la cabeza al no tener ni idea.
--William James Sidis. Entre 250 y 300-responde con tranquilidad-Luego hay un par de personas con gran capacidad, 230, 225, 210...-comenta como si nada-Stephen Hawking es considerado uno de las personas más intelectuales de nuestros tiempos, y sin embargo su cociente es solo de 160. A comparación con el resto que tienen más de 200, podría decirse que no es tan inteligente, aunque siga siendo una de las mentes más brillantes.
--Está bien-contesto algo confundido, sin saber todavía qué tiene que ver con Malcom, o si su cociente está entre los superiores, o si es tan solo superior al de Hawking.
--El hombre que tiene un cociente de 230 ideó un sistema, algo parecido a otro test, para saber el cociente de personas aún más inteligentes que él. El test llegaba a puntuar hasta un 350 de cociente, aunque nadie nunca hubiera llegado allí. Él tenía la certeza de que algún día alguien lo superaría-de nuevo un breve silencio, que él se encarga de llenar-No saben el de Malcom.
Abro los ojos sorprendido, antes de fruncir las cejas con extrañeza.
¿Cómo no pueden saberlo? Han sabido calcular cocientes desde los más bajos hasta el 350, M debería encontrarse en esa escala.
--Pierden la puntuación al llegar a 420-murmura sin más.
--¿Qué?-susurro anonadado-¿420?
Él asiente con la cabeza. Una mirada de entre preocupación y orgullo dirigida a su hijo.
Stephen Hawking, la persona a la que yo consideraba más inteligente del mundo, tiene un Cociente intelectual de 160. Malcom Malik, el hijo de cuatro años de mi mejor amigo, supera el 420, y no saben a donde llega realmente, aunque parece que lo suficiente como para engañar a todo el mundo sobre su potencial, solo para protegerse.
Simplemente increíble.
--Dicen que está bastante por encima de ese número, pero no saben cuánto exactamente es ese "bastante"-continúa hablando Z en voz baja, todavía mirando a su hijo-podrían ser...veinte puntos. Podrían ser cincuenta. Podrían ser cien. No lo saben. Por eso quieren hacerle pruebas, meterle en un laboratorio, dejarle que experimente y resuelva problemas que ni los más inteligentes han conseguido desarrollar.
Esta vez, los dos nos quedamos callados, con los ojos puestos en el niño sentado en el sofá de enfrente. Él parece ajeno a que le miremos, pero está bastante claro que ha escuchado todo, y que aún así ni se inmuta, parece que ni se preocupa por el hecho de que vayan a tener que separarlo de su padre.
Otro niño que nos quitan sin poder evitarlo, y esta vez, a saber cuándo nos le traen de vuelta pienso en un suspiro. A mí ya me quitaron a Matt una vez, y sé lo que duele, no quiero ni saber lo que le va a costar a Zayn soportar que le quiten a su hijo, cuando solo lleva unos meses con él.
--No me voy a ir a ningún lado-habla Malcom en voz baja, todavía tranquila. Una sonrisa en su rostro al ver a Matt sonreír sobre sus brazos.
Me giro a ver a Zayn, esperando que él responda algo, ya que la respuesta es acerca de irse o no a los laboratorios mencionados por el moreno. Sin embargo, éste no responde. Mira a su hijo y acto seguido me mira a mí, con el ceño levemente fruncido, antes de agachar la mirada hasta que llega al sofá.
Entonces me giro para saber qué es lo que ha hecho que mi amigo frunza el ceño. Unos grandes ojos dorados se clavan en mí. Yo le miro extrañado, tratando de saber qué tengo que ver yo en todo esto, ya que yo no tengo ninguna clase de poder sobre él como para decirle dónde tiene o no que ir.
--Me escaparé si intentan separarme de papá
Pero un salto en el sofá al escuchar la voz de Malcom...dentro de mi cabeza. Sus labios no se han movido para decir ni media palabra, pero le he escuchado, le he escuchado como si estuviera dentro de mi cabeza.
Le miro sorprendido, todavía sin saber si ha sido algo real, o si me lo acabo de imaginar. Las cejas de niño se alzan y una sonrisa sin mostrar los dientes se extiende por su rostro.
--Sorpresa.
Me giro para mirar a Zayn, dudoso, asustado. Su hijo habla...sin hablar. Se acaba de meter en mi cabeza, y ni siquiera sé cómo o por qué.
El moreno me mira extrañado, sin saber el motivo por el cual debo de tener cara de haber visto a un fantasma. ¿Es que acaso no sabe lo que su hijo puede hacer?
--¿Qué?-pregunta confundido.
--Papá no lo sabe su voz resuena en mi cabeza No quiero que piense que soy raro.
Miro a M de manera dubitativa. Él retira su mirada, como si se avergonzara o se asustara de poder hacer algo tan...jodidamente extraño e increíble. Muevo mi cabeza hasta su padre, quien todavía me mira con una ceja alzada, inquisitiva, esperando que le diga el motivo de mi sorpresa.
--Dijiste que guardabas los secretos de todo el mundo, para siempre. No se lo digas, por favor.
Tengo que morder mis labios. La duda instalada dentro de mí, sin saber qué es lo correcto: guardar un secreto o contarle a mi mejor amigo lo que puede hacer su niño de increíble capacidad mental.
--¿Payne?-la voz confusa de Zayn suena a mi lado, haciendo que le mire de inmediato-¿Qué te ocurre?
--Por favor, no se lo digas. Se lo diré cuando deje de estar preocupado por los del MI6.
Zayn me mira confundido, como si acabara de perder la cabeza, lo cual creo que es cierto. Pero solo sonrío antes de contestar.
--No pasa nada-contesto con tranquilidad-Es solo que estoy cansado-añado echándole una mirada rápida a Malcom.
Éste solo sonríe con alivio, mirando hacia mi pequeño, aún tranquilo entre sus brazos. ¿Podrá meterse también dentro de la cabeza de un bebé? No me extrañaría, y puede que por eso se mantenga tan tranquilo.
--Nunca le haría algo así, no sin su permiso, no siendo tan pequeño. Podría asustarse. Podría dar por hecho que así es como es todo el mundo, y nunca desarrollar la capacidad de hablar me explica con rapidez Y gracias.
Pienso un No hay de qué, que provoca que él sonría satisfecho.
Nadie en este mundo sabrá de lo que es capaz la mente humana, la mente de este niño. Nadie salvo yo.