martes, 28 de julio de 2015

Capítulo 58. Blazhe.

Narra Ane.
Oh instituto, instituto, ¿por qué eres tú instituto? Niega de tu absoluta inutilidad y rehúsa de mantenernos encarcelados, o sino, tan solo admite que ni tú quieres tenernos dentro y yo dejaré de ser estudiante pienso durante toda mi clase de Literatura. 
Me encanta la literatura, lo juro, y Romeo y Julieta me parece una gran historia, pero que alguien, quien sea, solo una persona en este mundo, me diga que le gusta ir a clase un lunes a las ocho y media de la mañana. Nadie. A nadie le gusta algo así.
Además, ¿que hago yo dando todavía literatura? Si yo estoy preparándome en un grado de educación infantil para que me convaliden asignaturas en la universidad ¿Qué tiene que ver la literatura con los niños? ¿Va a calmar el llanto de un niño Romeo y Julieta? ¿O va a cambiar pañales Dickens? Realmente no entiendo nada.
Para mi gran suerte, suena el timbre del fin la quinta hora. Recojo mis libros sin ganas y me dirijo cual zombie hacia la última hora de este nefasto y largo día.
Es lunes. Me he levantado pronto. He tenido que dejar la calidez de la cama de Niall -y a Niall-. No he podido ir a ver a Harry aún. No he podido hablar con nadie en todo el día, porque María no se ha presentado a clase y Lucía parece medio muerta, lo cual es raro, por parte de ambas chicas. Es un mal día, definitivamente.
Decido intentarlo una vez más con Lulu cuando me la cruzo por el pasillo.
Su expresión se mantiene intacta a la de esta mañana: ojeras marcadas, mirada perdida, pasos lánguidos y sin vida, llevándola a sus clases de manera inconsciente. Si a eso le sumas que no ha ido a ver a Harry al hospital, que no haya ido a llevar a Louis a su casa y que éste también se encuentre de la misma forma, das con un resultado redondo de que algo les ha pasado. Pero como es obvio, ninguno de los dos suelta prenda.
Me acerco a ella a paso rápido, sin obtener ninguna reacción por su parte. Como si yo no estuviera aquí. Como si no pudiera verme.

--Hey, Lulu-saludo tratando de ignorar el escalofriante hecho de su mirada oscura y vacía.
--Hola-responde de manera robótica, como su su subconsciente hablara en vez de ella.
--¿Me vas a contar lo que te pasa?-pregunto todo lo tranquila que puedo.

Es duro y desesperante ver a tu amiga así, en ese estado de muerta, de robot. Sin saber qué hacer o qué decir para que pueda mejorar. Sintiendote impotente por no saber lo que ha ocurrido, por no saber cómo consolarla.
Entonces entiendo que no debió de ser plato de buen gusto para ninguno de ellos cuando fui yo la que se quedó así.

--No me pasa nada-responde en voz baja-Solo estoy cansada.

Un millón de preguntas se alojan en ni garganta, pero decido guardarmelas al ver que ella no tiene ni la más mínima gana de hablar de ello. Con un ligero "Hasta luego" retoma su camino de manera lenta y desganada.
Quizás lo más inteligente fuera hablar con Louis, pero dado como se encuentra Harry no creo que él tampoco esté en condiciones de hablar de algo así. 
Lo peor es que no se le puede preguntar a nadie más. Ellos han sido siempre la pareja modelo: sin peleas, sin discusiones, sin rupturas, sin engaños, sin problemas. Siempre sonrientes, apoyándose y entendiéndose el uno al otro, y de la noche a la mañana todo parece haberse acabado entre ellos. Ninguno sabemos como reaccionar, no es como si Niall y yo discutieramos, porque -aparte de que desde la Gran pelea, no hayamos tenido ningún enfrentamiento- todos saben que acabaremos juntos de nuevo. Incluso si Zayn y María tuvieran problemas o incluso Liam con Ale. Ellos ya han tenido roces y discusiones pequeñas de las que todos nos hemos enterado, pero Louis y Lucía...nunca hemos tenido constancia de problemas entre ellos, y eso es quizás lo más preocupante.
Con un suspiro resignado me meto en mi última clase, a la cual trato de prestar atención, de verdad que lo intento, pero hoy es uno de esos días en los que por más que lo intente no puedo poner mi atención en nada por más de dos minutos.
Finalmente escucho el último timbre. Salgo de clase lo más rápido que puedo, buscando a Lucía con la mirada, pero lo único con lo que doy es con unos ojos azules mirandome desde el otro lado de la puerta acristalada con una gran sonrisa.
Niall Horan: experto en hacer que hasta el peor de tus lunes se alegre con solo verle sonreír.
Me dirijo hacia la salida con muchas más ganas que antes, cuando siento como un gran cuerpo me placa y me tira al suelo.
Pensé que todos los idiotas se habían graduado y ahora se encontraban en alguna universidad pagada con una beca deportiva o algo por el estilo, pero parece que les gusta venir a visitar a sus compañeros que se han visto obligados a repetir curso.
No tengo ni que levantar la mirada para ser qué cerebro de mosquito ha hecho que me coma el suelo después de mucho tiempo sin saborearlo. Debo admitir que lo mantienen más limpio que otros años.

--Hola mosquita muerta-masculla con cierta diversión-¿Me echabas de menos?
--Ni te lo imaginas-respondo en un susurro mientras me levanto del suelo con tranquilidad.
--Bien-es su respuesta con una gran sonrisa llena de maldad.

Antes de que pueda decir nada me mete un empujón que me hace empotrar contra las taquillas. Hola de nuevo taquillas, hacía mucho que mi cara no os deformaba pienso antes de sentir como se me separa de éstas cogiéndome de la parte trasera de mi jersey para volver a golpearme. Antes de que eso ocurra, mis ojos se vuelven a encontrar con los grandes y ahora preocupados, ojos de Niall. Yo solo dejo salir una ligera sonrisa antes de sentir mi cara contra el fino metal.
Pensaba que después de casi matarme se habría relajado, por lo menos eso entendí cuando me dejó en paz los últimos meses de clase, pero claro, ahora ha vuelto y es como si tuviéramos quince años de nuevo.
Por la salvedad de que con quince años no tenía un novio, menos uno como el que se acerca a pasos rápidos y grandes hasta mí, con una mirada casi animal que hasta el día de hoy no había visto. No puedo negar que, aunque la situación no sea lo ideal, esa mirada enciende algo dentro de mí. Un Niall agresivo no me dice nada, uno protector...empieza a llamar mi atención, uno dominante pide a gritos ser sometido.
Por un momento veo a Niall como si fuera mucho más alto y grande de lo que realmente es, mucho más bravo y con una bien marcada línea en su mandíbula que indica la presión que está ejerciendo en sus dientes.
Otro golpe contra la chapa roja de las taquillas me vuelve a la realidad.
Para mi suerte, no hacen daño, tal vez por la práctica de saber cómo recibirlos, puede que porque Brad solo esté interesado en hacer mucho ruido y llamar la atención sin necesidad de que haya sangre, quizás porque no estaba ni siquiera en este mundo mientras observaba a Niall llegar hasta mí.
El rubio parece cogerle de la misma manera que me está cogiendo a mí e imita los movimientos: Brad acaba con la cara contra las taquillas.
Sonrío satisfecha al ver que recibe de su propia medicina, aunque me siento culpable cuando Brad se enfurece y lanza un puñetazo a la cara de Niall.
Me llevo ambas manos a la boca para reprimir un chillido horrorizado.
Antes de que las cosas comiencen a ponerse realmente feas, aparece un hombre, de unos treinta años y gran complexión que me resulta muy familiar. Coge al antiguo capitán del equipo de fútbol del cuello de la camiseta como si fuera un gato y lo aleja mientras se queja a gritos de que su padre es un hombre poderoso y de que nos va a denunciar por tratarlo así. Eso es lo único que necesito para que pueda reaccionar y darme cuenta de toda la situación: Niall acaba de pelearse con un antiguo alumno.
Dos manos llegan a mi cadera y me hacen levantar de un salto. De inmediato dos grandes ojos azules se ponen sobre los míos.

--¿Estás bien?-pregunta con suavidad, acariciando con las yemas de mis dedos mi rostro.
--Define "bien"-respondo aún sintiendo como su mirada llena de enfado está puesta en mí, creando un incendio que poco a poco se apaga conforme sus ojos vuelven a la normalidad.
--¿Te ha hecho daño?-pregunta con una ligera angustia tiñiendo su voz. Sus ojos buscando con desesperación algún rastro de herida o magulladura en mí.
--No, no-me apresuro a responder-No me ha hecho daño.
--¡Te ha estampado contra las taquillas!-exclama exasperado-¿¡Por qué lo ha hecho?! ¿¡Y tú como te dejas?! ¡Te he visto soltar un puñetazo a Harry por mucho menos!

De nuevo sus ojos comienzan a mostrar los signos del enfado: pupilas dilatadas hasta el punto de solo quedar un fino aro azul pese que estemos a plena luz del día. Es curioso que lo más parecido a lo que se muestren sus ojos sea cuando está excitado.
Sus mejillas se colorean por el enfado, no sé si contra Brad por hacerlo o contra mí por no evitarlo, ya que lo único a lo que puedo prestar atención es a sus labios rosados moviéndose con rapidez, los cuales tienen un pequeño corte que deja salir algo de sangre por el golpe recibido.
Una vena en su frente comienza a marcarse para acompañar a la del cuello que parece que en cualquier momento va a reventar. Su pecho se infla y desinfla con velocidad. Y puedo asegurar que, por raro que parezca, es lo más erótico que he llegado a ver nunca, y eso que le he visto atado y con los ojos vendados, completamente desnudo.
Antes de que siga con su despotrique contra el mundo, coloco mi mano izquierda en su cuello y hago que se incline lo suficiente como para que mis labios se estrellen con los suyos de una manera brusca que hace que él se calle y concentre todas sus fuerzas en besarme.
No hace falta ser un lince ni mucho menos avispado para darse cuenta de que Niall lo único que domina es la televisión cuando hay un partido de fútbol. Porque no le gusta, porque no le dejo, porque tampoco le supone un trauma, por la razón que sea, él no suele llevar la voz cantante. Pero por algún motivo, ahora coge mis caderas entre sus manos y las pega a las taquillas de un golpe sordo. Él se pega a mí de inmediato y yo llevo mis manos a su pelo para cogerlo en puños y evitar que se separe de mí.
¿Será por el enfado? ¿Será por mi vulnerabilidad momentánea ante Brad? ¿Será por el sentimiento de protección? ¿Tal vez solo sea el hecho de que ver su lado dominante hace que salga uno mío sumiso? No lo sé, realmente no lo sé. Pero para cuando me quiero dar cuenta parece que nos hemos quitado el aire de los pulmones, porque nos cuesta hasta jadear.
Sonrío entre jadeos, viendo como él también esboza una sonrisa. Su frente pegada a la mía y una mano subiendo de mi cadera a mi rostro.

--¿Qué acaba de pasar?-pregunto dejando salir un risa ligera.
--No tengo ni idea-responde de la misma manera-Pero tampoco me niego a que se repita-añade antes de dejar un beso corto sobre mis labios.

Veo por encima de su hombro cómo no parece haber nadie a nuestro alrededor, cosa extraña, ya que primero ha habido una trifulca y luego ha llegado el ardiente beso. El pasillo debería estar lleno de alumnos y de paparazzis, y sin embargo, no hay nadie.

--¿Y la gente?-pregunto aún con una respiración superficial.
--Paul les habrá echado-contesta aún con esa sonrisa suya.
--¿Con qué derecho?-pregunto con una ceja alzada, aunque no puedo dejar de querer reír por lo raro de la situación.
--¿Con el de que era última hora?-inquiere sin saber si eso tiene sentido, que claramente no lo tiene.

Solo asiento con la cabeza dejando salir otra risa suave y para nada escandalosa. Él se separa de mí con gentileza, su cuerpo solo mostrando una ligera reacción ante el beso.
Coge mi mano con una caricia y caminamos hacia la puerta, la cual está llena de gente chismosa, fotógrafos y niñas, muchas niñas con discos y posters en las manos. ¿Cómo ha podido correrse tan rápido la voz de que Niall esta aquí? O mejor dicho ¿Cuánto tiempo llevamos Niall y yo aquí dentro? Ni la más remota idea.
Salimos del instituto con algún que otro empujón inevitable y llegamos al coche gracias a Paul y a algunos otros guardaespaldas que no sé ni de dónde han salido.
Cuando conseguimos salir de todo el griterío comienzo a preguntar.

--¿De dónde ha salido Paul?

Él frunce el ceño confundido apartando la vista de la carretera solo por dos segundos para poder mirarme antes de volver a ponerla al frente.

--¿Cómo que de dónde?-pregunta con un tononque refleja su cara.
--Sí, no estaba y de repente...se ha llevado a Brad como si cogiera una bolsa para tirarla a la basura.
--Realmente espero que le haya metido en un contenedor de basura-sisea con clara diversión.
--¡Niall!-exclamo molesta al ver que no me responde ni siquiera a la más simple de las preguntas.
--¿¡Qué?!
--Que me digas de donde ha salido Paul.
--Pues no sé. Supongo que de su madre, como todo el mundo-bromea antes de reírse de su propia broma.
--Empiezo a pensar que eres idiota-le informo.
--¡Es que ni entiendo a qué tanto drama con eso de que Paul estuviera allí!-responde entre risas-Siempre está con algunonde nosotros si nos vamos a exponer.
--¿Siempre?-pregunto sorprendida.

Nunca he visto a ningún guardaespaldas cerca de los chicos cuando vamos por la calle por ejemplo, o cuando vamos de fiesta.

--Claro, pero solo intervienen si las cosas se ponen feas-responde con un encogimiento de hombros para quitarle importancia.

Se hace un pequeño silencio que me lleva a hacerle la siguiente pregunta.

--¿Cómo que has venido a recogerme?
--¿Es que tampoco puedo?-pregunta con una ceja alzada y una sonrisa ladeada en su rostro.
--No sueles hacerlo.
--No si estoy en la otra punta del mundo o ensayando.
--Touché.

El sonríe de nuevo, como si no importara nada más en el mundo que nuestra conversación estúpida y sin mucho sentido.
Se detiene en un semáforo y aprovecha para llevar su mano izquierda a mi rodilla, para hacer pequeños círculos con sus dedos. Su tacto se siente cálido sobre mis vaqueros aún con la calefacción del coche encendida. Nunca olvida lo friolera que soy, mucho más cuando hace realmente frío, ya que puedo ver como los cristales laterales están empañados y la gente camina por la calle con rapidez y grandes abrigos.
Ni siquiera me he dado cuenta de que ya estamos a diez de Noviembre. Es como si el tiempo hubiera avanzado de un golpe desde el verano a este momento.
Aún puedo sentir los tibios rayos de sol darme en la cara y las briznas de hierba hacer cosquillas en mi piel expuesta, con la cabeza apoyada en el estómago de Niall y dando vueltas a mi anillo de prometida en el dedo anular tal y como hago ahora de manera inconsciente. Odio el calor, pero mucho más odio el tener que estudiar y el saber que Niall pronto volverá a la rutina de ensayos y más tarde de conciertos por todo el mundo.
Suspiro mientras dejo caer mi mano sobre la de Niall para acariciarla y poder entrelazar nuestros dedos por un breve instante antes de que coja mi mano, bese el dorso y vuelva a ponerla en el volante para poder llegar por fin a casa.
Llegamos a casa sin muchas más preguntas. Él conduce, yo pienso en el verano.
En cuanto entramos puedo ver como su labio se está empezando a hinchar alrededor del pequeño corte que tiene.
Por un momento pienso que es idiota por haberse metido en una pelea de manera tan gratuita, luego me doy cuenta de que solo lo ha hecho para protegerme y se me pasa un pongo el sentimientos de que es medio lelo.

--Mira qué labios de Carmen de Mairena más bonitos se te están quedando-me burlo sin mal alguno, cogiendo su cara entre mis manos.
--¿Carmen quien?-pregunta extrañado.

Niego con la cabeza y una sonrisa antes de dejar un corto y delicado beso. Tiro de él de una mano hasta llegar al piso de arriba. Me paro en la cocina para coger algo frío que baje su hinchazón y en el baño para coger desinfectante antes de llegar a la habitación.
Hago que se siente en la cama y yo me siento entre sus piernas para desinfectar el corte.

--Me ha sorprendido verte tan bruto-admito sin separar mi vista de la pequeña herida.
--Te estaban haciendo daño-contesta con tono molesto-No pretenderías que me quedara quieto ¿verdad?
--No, supongo que no-admito dejando el desinfectante y el algodón en la cama-Pero eso no quita que me haya sorprendido-añado colocando mis brazos tras su cuello
--Me parece haber entendido que ha sido una buena sorpresa-dice llevando las manos a mis caderas con una sonrisa ladeada.
--¿Por qué te lo ha parecido?-pregunto inocente.
--Quizás haya sido por el beso que casi me quita el aire-comenta con aire distraído mientras baja lentamente sus manos por mis caderas-puede que a una controladora y dominante nata que yo conozco también la gusta que sean duros con ellas a veces, ¿me equivoco?

Mientras habla me acerca más a él, con esa sonrisa suya algo extraña provocada por el labio hinchado. Yo no puedo evitar una sonrisa de satisfacción igual a la suya.
Su rostro acaba pegado a mi estómago mientras sus manos se mantienen en mis caderas, haciendo círculos con los pulgares. Mueve una de sus manos hasta mi jersey para levantarlo junto con las capas que hay debajo y posa sus labios cerca de mi ombligo, haciendo así que sienta como su labio inferior está caliente por el golpe.
Le aparto de mí con un movimiento suave antes de coger el paquete de guisantes congelados y colocarlo en su boca.
Él gruñe a disgusto, pero debe de aliviar algo el dolor, ya que no se lo quita.
Me siento junto a él en la cama, colocando mis piernas como un indio. Niall me imita colocándose de medio lado para verme.
Con su mano izquierda coge mi derecha, la misma en la que está colocada mi anillo y veo como lo acaricia con el pulgar mientras una sonrisa se extiende de nuevo por su rostro, solo que esta vez es una sonrisa de ilusión y no de diversión.
Entonces me paro a pensar, me paro a pensar en lo que tengo, en lo que me rodea. 
Pienso en sus ojos, azules, calmos, brillantes cuando encuentran los míos. Pienso en su sonrisa casi imborrable de su rostro. Pienso en su risa, musical, ruidosa, perfecta. Pienso en su voz, ronca cuando se levanta pero aún así aterciopelada y con un timbre característico en él. Pienso en como me toca, como me acaricia con las yemas de los dedos, enviando escalofríos y provocando que mi piel se erice. Pienso en las tardes de cine en casa, con pizza, helado, besos y arrumacos. Pienso en los momentos en los que nos vemos obligados a vestir prendas lujosas para ir a una entrega de premios, a una cena importante, al estreno de una película o a cualquier cosa que tenga ver con que seamos fotografiados. Pienso en el golpe que se ha llevado por mi culpa y en todas las discusiones que puede llegar a tener con cualquiera que me haga daño. Pienso en él. Pienso en él de manera constante. Pero también pienso en lo que significa, en lo que me transmite, en lo que siento, en el anillo que tengo en el dedo y en lo importante que es para él, en todo lo que puede llegar a convertirse. 
Y ya está. No pienso en nada más. No quiero nada más. No siento nada más, porque ya lo siento todo. Ya lo entiendo todo. Ya sé lo que quiero: a él. 

--Fijemos la fecha-susurro de manera casi inconsciente.

Él alza su mirada, con una mezcla de sorpresa, confusión y puede que ilusión. No le da tiempo a preguntar a lo que me refiero ya que le interrumpo sin pensarlo.

--Fijemos la fecha para la boda.

Narra Liam.
Otra mañana. Otro sentimiento de desorientación. Otra vez con Matt durmiendo en mi pecho. Otra vez la cama vacía. Otra nota descansando en la almohada.

He ido a comprar algunas cosas. 
Volveré en un par de horas.
No dejes que Alexia se acerque a Matt.

Te quiere. Ale.

Y por supuesto, otra vez sin Ale y con una advertencia que no comprendo acerca de que Cassie esté cerca del pequeño. 
Cassandra nunca ha hecho nada malo, es más, de podría decir que es mucho más segura que Ale.
Suspiro mirando al techo, viendo lo interesante que puede llegar a resultar un techo azul marino, mientras mis pensamientos me martirizan.
¿Qué es lo que realmente hace cada vez que está fuera? ¿A dónde va? ¿Está metida en problemas? ¿Por qué no me lo quiere contar? ¿Por qué cada vez que le saco el tema me lo desvía con sexo? 
Y esas son solo unas cuantas de toda la lista de preguntas sin responder que ahora mismo tejen mi vida.
Pongo la mirada en el pequeño ser que descansa sobre mi pecho. Él no tiene dudas, problemas ni preguntas sin responder. Lo único que le puede llegar a preocupar es la falta de su biberón lleno, un pañal sucio y molesto o estar lejos de su madre o de mí.
Acaricio su pequeña espalda con la palma de mi mano, haciendo que él mueva su chupete con insistencia, aún con los ojos cerrados.
Y por un momento, olvido que tengo una novia permanentemente a la fuga de algo que ni siquiera entiendo.

--Eres lo más bonito que he visto en mi vida-susurro acariciando su mejilla con mi dedo índice-y mamá se lo está perdiendo.

No sé si es por el sonido de mi voz, por la caricia o porque simplemente se ha cansado dormir, pero abre sus grandes ojos castaños y me mira sonriente, ajeno a todo, sin notar la ausencia de su madre. 
Una gran sonrisa se extiende por mi cara de manera que casi parece que se me va a romper algún músculo de la cara. Él parece entender mi alegría, ya que también sonríe de manera amplia mientras alza sus manos hacia mi cara, tratando de cogerme.

--Buenos días-susurro antes de dejar un beso en su frente, ganándome así un arañazo en la mejilla accidental-Está bien, está bien. No más besos sin lavarme los dientes-bromeo sin poder evitar soltar una ligera risa.

Para mi sorpresa, él también ríe, sin entender lo que digo, sin entender el porqué de que lo haga, tan solo riendo porque yo lo hago. Suena como un cascabel: agudo y tintineante.
Siento como mi pecho se infla con el suave sonido y la verdad, me gustaría poder ser una mamá canguro para poder llevarle en un bolsillo gigante todo el día y así no tener que soltarle. Vaya, eso ha sido lo más raro que he pensando en mi vida...
La verdad, no me importa pensar cosas raras, al fin y al cabo solo las pienso y nadie más puede saberlas.
Beso la frente de mi bebé y me levanto de la cama, pensando en que lo más inteligente sería darse una ducha y cambiar las sábanas -aunque ayer la única que llegó a algún lado fue ella-. Así que con un solo brazo operativo, quito las sábanas, tardando el doble de lo que suelo tardar y las llevo hasta el baño para poder dejarlas en el resto de la ropa sucia. En cuanto veo que está lleno, suspiro con el pensamiento de tener que hacer la colada.
Aunque el sentimiento de pesadez y cansancio acaba olvidado cuando veo que la ropa de Ale está ahí. Dejo las sábanas en el suelo y cojo sus vaqueros; están fríos por completo, hace horas que se fue. Posiblemente vuelva pasada la hora de comer.
Me dispongo a dejarlos de nuevo en el cesto, bastante decepcionado con el descubrimiento de que mi novia tardará en volver de nuevo, cuando un sonido sordo se produce. 
Mis ojos vuelan hasta el suelo y puedo ver el causante del ruido que no me esperaba y que realmente me ha sobresaltado. Un arma, negra y pequeña se encuentra a unos centímetros de mis dedos de los pies. Aprieto mis ojos con fuerza al tiempo que hago lo mismo con Matt contra mi pecho. Las armas no son peligrosas, peligrosa es la gente que las usa me repito una y otra vez, pero de tan solo pensar en que mi niño pueda ser herido, se me cierra el estómago y siento escalofríos.
Como acto reflejo, acuno al pequeño sobre mi pecho antes de besar su cabeza con cuidado. Para cuando abro los ojos de nuevo, éstos me observan curiosos, confusos, sin saber el motivo de mi reacción, igual que hacía antes su madre. Todo para ella era extraordinario y le hacía sonreír de manera sobrehumana, mirándome con esos grandes ojos iguales a los de nuestro hijo si no comprendía algo. Está claro que ya no hay rastro de esa chica.
Beso su frente con cuidado, como si le asegurara que todo va bien. Él como respuesta hace un sonido que interpreto como un "Está bien".
Sonrío hacia él antes de volver a la realidad de mi cuarto de baño: hay una pistola en el suelo. La miro con el ceño fruncido, pensando en si dejarla ahí hasta que vuelva Ale para que ella la recoja, es una opción. Pero no, no puedo dejar algo así ahí tirado sin más.
Suspiro con resignación. Me lleno de valor y me agacho. Agarro la pistola de la manera que creo que es menos peligrosa para todo el mundo -con mis dedos índice y pulgar haciendo de pinza de la parte más ancha del arma- . Entonces puedo ver algo que es incluso peor que tener un arma a medio metro de mi pequeño ángel: el final del cañón está decorado con una sustancia seca de un color marrón. Sangre. Hay sangre en la punta de una pistola que mi novia llevaba encima. Mi novia ha disparado a alguien a quemarropa. 
Siento como mi brazo tiembla, como mi pecho se atenaza y como la cicatriz que llevo en el hombro izquierdo, provocada por una prima hermana de la pistola que sostengo, me causa un dolor semejante al que se debe de sentir si alguien taladra en tu piel.
Mi novia puede haber matado a alguien... A quien quiero engañar; seguro que ha matado a alguien. 
Ella me dijo que no era una asesina, que no haría algo así, incluso se enfadó cuando di por hecho que podría matar a Cassie si descubría que...

--Oh mierda...-mascullo

Y antes de pensar en alguna otra posibilidad, corro como si no hubiera otro fin, con mi hijo pegado a mi pecho y un arma en mi mano derecha, con el corazón en un puño y pensando en hasta qué punto la madre de mi hijo puede ser peligrosa.
Ella no puede haber hecho algo así. Seguro que solo exageras. ¿Por qué la mataría? ¿Por qué iba a matarla justo ahora? pienso sin apenas darme cuenta en el corto tiempo que hay hasta la habitación de cuya chica creo que mi novia podría haber matado. Sin pensar tan siquiera en llamar, abro la puerta de golpe. La imagen que aparece ante mis ojos me da el placer de respirar de nuevo y de pedir a mi corazón que vuelva a latir con normalidad.
Cassie se encuentra -viva- con el pelo mojado y una toalla rodeando su torso, colocada bajo sus brazos para sujetarse. Sus azules ojos están abiertos y mirando con fijación hacia mí. Su brazo derecho rodea su estómago de inmediato.

--Y-yo no sé nada. T-te juro que yo no sé nada-balbucea sin moverse de su posición.

Sus palabras me golpean creando una confusión que no comprendo hasta que recuerdo lo que llevo en la mano. Y no precisamente a Matt.

--No, no es eso-la aseguro con voz tensa por el anterior miedo, mientras me acerco a ella.

Ella no se mueve, aunque veo como intenta caminar hacia atrás, pero la cama se lo impide.

--Espera, solo quiero que...

Y mi frase se queda sin acabar cuando ella alza los brazos en señal de rendición. Su toalla cae al suelo y el calor sube a mi cara al ver su cuerpo aún húmedo y desnudo.
Giro mi cabeza de golpe, temiendo sufrir una contractura por el brusco movimiento. Mis mejillas queman y creo que mi corazón se ha vuelto a acelerar, ya que Matt comienza a lloriquear, como si estuviese preocupado por mí o porque mi corazón se detuviera.

--C-Cassandra-balbuceo ciertamente avergonzado.
--Te juro por mis hijos que no sé nada-aún me asegura con voz trémula, sin aparente sensación de bochorno.
--S-solo quería saber si-si estabas bien-consigo decir aún con la vergüenza danzando por mi cuerpo.

Pasan unos segundos de silencio en los que consigo escuchar como ella suspira antes de coger la toalla. Mi cabeza aún mirando la pared perpendicular a la que ella se encuentra.

--Casi me matas de un infarto, pero salvando eso creo que estoy bien-escucho que dice, ya sin aparente miedo, solo con esa suave diversión.
--Bien-contesto rápidamente-Me...me vuelvo a mi habitación-añado nervioso.
--Espera-me detiene con una sola palabra.

Siento como se acerca a mí y como acto seguido toca mi mano con cuidado, pero no con alguna clase de mala o sucia intención, solo coge la pistola que ha causado el malentendido.

--¿De dónde has sacado esto?-pregunta en voz baja y cautelosa.
--Es de Ale-contesto sin más.
--La ha usado-murmura y no sé si me está informado o está pensando en voz alta.
--Eso parece-respondo por si acaso la frase era para mí.

Escucho un resoplido y ella se coloca delante de mi campo de visión. Un ceño fruncido decora su tersa frente. Sus labios rosados están unidos en una tensa línea que indica seriedad.

--Liam, no soy nadie y quizás no debería no siquiera decírtelo, pero no deberías tocar nada que tenga que ver con los asuntos de La Curvas-su tono es serio y quizás algo preocupante.

Yo ni siquiera me molesto en corregirla, ya que para mí es Ale, Alejandra, no La Curvas, pero decido que eso no es importante ahora.
Asiento con la cabeza, seguro de que lo que me dice es cierto y solo busca mi seguridad. Eso parece aliviarla, ya que relaja su gesto para sonreírme con algo parecido a la lástima.
Devuelvo su sonrisa y escuchando un último "Voy a hacer tortitas para el desayuno", salgo de esa habitación.
Camino mucho más lento y sintiendo como toda la desconfianza y el sentimiento de peligro, me hacen caminar todavía más despacio, como si fuera un lastre que tengo que arrastrar conmigo.
Para cuando estoy frente a la desecha cama de nuevo, siento que estoy exhausto y que peso como cincuenta kilos más.
Miro la pistola con sangre de alguna pobre -o mala, quien sabe- persona y acto seguido vuelvo los ojos a Matt. Él mira lo que tengo en la otra mano y sonríe mientras eleva sus manos, tratando de cogerlo.
Y aunque sea algo horrible y muy preocupante, sonrío con pena y una profunda ironía.

--Tú tienes que ser médico-murmuro captando la atecion del pequeño-o inventor-añado algo divertido. Sus manos dejando de lado el intento de coger la pistola-Quizá puedas ser cantante, como yo. O futbolista-me detengo un momento para coger aire y dejarlo salir en un suspiro-Como si quieres ser vendedor de aspiradoras, pero nunca asesino ¿vale?

Él balbucea algo que no es más que un montón de sonidos mientras alza sus manos hacia mi cara.
Una sonrisa mucho más real y tranquila se instala en mi cara.

--No, tú nunca podrías ser alguien así, aunque lo lleves en los genes...

No me detengo a pensar mucho más en ello. Él será lo que quiera ser, pero por lo menos una buena persona, honrada, humilde, tolerante y respetuoso. Estoy seguro de que lo será.
Me acerco hasta la mesilla de noche de Ale y abro el primer cajón con intenciones de dejar ahí dentro la pistola, para que ella la encuentre y me explique, si es que quiere explicarme algo de lo que la rodea. 
Pero entonces mis ojos captan otra cosa en ese cajón. Dejo con cuidado la pistola, con el pensamiento de que si la dejo caer de golpe podría dispararse y agarro la pequeña bola de papel que se encuentra en el cajón.
La desenvuelvo con cuidado, tan rápido como puedo con una mano, encontrándome con una mala caligrafía y huellas de dedos con sangre en el pequeño y blanco papel.
Me trago el nudo en la garganta que se forma con el pensamiento de que Ale lleve las manos manchadas de sangre -de otra persona o de la suya propia- y me paro a analizar el pequeño papel.

В които желаят добре. В 8:30 ч Не приемайте Liam или Мат ,
 тя може да бъде опасно.
Blazhe.

Sé que no es la letra de Ale, por lo visto es de un tal Blazhe, lo cual no me deja mucho más tranquilo, ya que si encima de la seguridad de mi hijo, los problemas en los que puede estar mi novia y mi trabajo, me tengo que preocupar de que me esté engañando, creo que voy a entrar en un ataque de pánico y ansiedad, por lo que decido apartar el sentimiento de engaño para centrarme en el resto.
Está claro que la nota iba para Ale, ya que sino qué iba a hacer arrugada en su mesilla de noche. Otra cosa que está claro es que significa que alguien la ha pedido que vaya a algún sitio, al parecer a las ocho h media de la mañana.
Rápidamente miro hacia el reloj de mi mesilla para ver como hay un marcado 11:47 a.m. Hace casi tres horas y media que debe de con el tal Blazhe.
Debería empezar a plantearme levantarme más temprano.
Otra de las pocas cosas que entiendo en esa nota de lenguaje incomprensible es mi nombre y el de mi hijo. Quien sea que se ha citado con ella sabe de nuestra existencia. Un mal escalofrío me recorre.
¿Dónde nos está metiendo? ¿Quién es Blazhe? ¿Por qué quiere quedar con ella? ¿De qué nos conoce? ¿Que estarán haciendo? ¿Estarán matando a alguien?
Un sonido retumba por toda la casa y yo sin evitarlo, grito del susto antes de llevarme una mano a la boca. Matt también se asusta, ya que comienza a llorar con fuerza (quizás también sea que tiene que comer). El sonido se repite y de nuevo me sobresalto ligeramente, esta vez sin gritar.
No es bueno, nada bueno, estar pensando en tu novia perteneciente a no sé qué grupo armado y peligroso, y que llamen a la puerta. No, nada bueno.
Cierro los ojos soltando un suspiro mientras bajo mi mano de la boca al pecho. Mi corazón palpita con fuerza a causa del susto y Matt llora de manera inconsolable por algún motivo que nunca sabré.

--Tranquilo, tranquilo-susurro mientras me muevo de manera bastante tonta, pero tranquilizante para mi niño-Yo también me he asustado-admito aún con los latidos de mi corazón en mis sienes.

El timbre suena una tercera vez. Cojo el papel de letra extraña -que he dejado caer en el momento del susto- y lo dejo en el cajón de la mesilla junto con la pistola.
Salgo de mi habitación, aún acunando a Matt y tratando de que deje de llorar -intento en vano se mire por donde se mire, porque parece que acaba de coger un buen berrinche- y me dispongo abajar por las escaleras. Escucho un "¡Ya va!" de Cassie aún dentro de su cuarto mientras bajo los escalones rápidamente.

--¡No te preocupes!-grito por encima del timbre y del llanto se mi hijo.

Pienso en quien podrá ser y por qué tiene tanta prisa en que abra. La respuesta aparece completamente empapada, pese a que no haya llovido ni nevado en toda la mañana, ya que el suelo de la calle está completamente seco.
Una voz grave y otra aguda se ponen a hablarme a una velocidad que ni yo entiendo -y eso que yo hablo rápido- con una mezcla de sorpresa y emoción en su voz.
Sus voces chillones se mezclan con el llanto de mi hijo, que se ve agravado por las altas voces que lo rodean, y por un momento pienso que mi cabeza va a estallar.

--¡Oye! ¡Oye!-exclamo haciendo que ambos callen de golpe-¡Gracias!-añado con un gesto exagerado de manos.
--Tío, Liam, no te vas a creer lo que nos ha pasado.
--De verdad tío Liam, ¡ha sido muy extraño!
--¡Parecía una película!
--¡Pero ha sido de verdad!
--Vale, no me estoy enterando de nada-confieso mirando a padre e hijo parlotear sin parar-¿Podéis pasar al salón, tranquilizaros y decidid quien me va a contar por qué estáis mojados?

Malik y Malik junior se callan, se miran y coinciden en algo solo con la mirada antes de pasar a mi casa, dirigiéndose al salón.
El llanto de Matt aún taladra mi oídos. Cierro la puerta y apoyo la frente en ella.
Hoy va a ser un día largo, pero que muy largo.
Cojo aire y me lleno de paciencia. Me separo de la puerta y miro como mi pequeño no deja de soltar lágrimas. Una parte de mí se rompe al pensar en que puede estar sufriendo y que por eso llora, otra, la racional, sabe que su sufrimiento es solo hambre o un pañal sucio, puede que solo el susto de los gritos, por lo que solo puedo calmarlo con susurros tranquilos y movimientos suaves.
Camino hacia la cocina con ese ligero balanceo. Agarro una especie de manta de plástico y la estiro en la encimera de la isla de la cocina. Dejo a mi niño encima y procedo a descubrir si parte de su llanto tiene que ver con su pañal. En efecto, hay un gran premio. Cambio su pañal con toda la rapidez que mi experiencia me permite y me giro a mirar el reloj de pared de la cocina: casi las doce, hora de un biberón, y también de mi desayuno-comida, pero supongo que eso último tendrá que esperar.

--Ya cariño, ya sé que no estás contento, pero mira el lado positivo: ya te he cambiado el pañal-le digo como si pudiera entenderme.

Él suelta una patada a disgusto antes de aumentar el tono de su llanto. Empiezo a ponerme nervioso con el hecho de no saber cómo hacer que se tranquilice y deje de llorar; es una sensación bastante angustiosa ver como lo que más quieres en el mundo, ver al ser más inofensivo del planeta, llora desconsolado y no sabes lo que tienes que hacer para que deje de hacerlo.
Miro hacia el montón de cosas que Ale dejó para cuando cuidara de él y busco algo, un juguete, algo que suene o brille, algo con muchos colores, lo que sea para que le distraiga. Encuentro una especie de mariposa de peluche que tiene pequeños espejos y está lleno de colores. Bingo.

--Mira Matt, mira lo que tengo-digo moviendo el pequeño juguete delante de él, intentando que capte su atención-Brilla y tiene colores, cariño, sé que esto te gusta-le aseguro acercándolo a su mano.

Pero él lo único que hace es agarrarlo para tirarlo al suelo y seguir con su rabieta.

--Vaya agresividad Bennet que tenemos-susurro mientras me agacho a recoger la pobre mariposa.

Pongo la atención de nuevo en las cosas que deberían ayudarme a cuidar de mi hijo. Rebusco entre pañales, biberones y ropa del tamaño de un muñeco, hasta que doy con algo que no me esperaba: algo que yo compré para él.
Es un pequeño conejo de peluche, de color blanco con una camiseta a rayas azul marino y blanco. Yo le compré ese peluche cuando solo llevaba unos meses en el útero de su madre. ¿Ella se lo llevó cuando se fue? Realmente no me acuerdo, aunque se puede ver claramente que ha sido usado. No está roto ni manchado, pero está claro que no está como nuevo. Tal vez sea con lo que suele dormir el pequeño.
Se lo acerco en un último intento porque deje de llorar. De inmediato sus lágrimas cesan. Sus ojos llenos de lágrimas se ponen en el objeto que agito lentamente frente a él, sus manos se alzan tratando de agarrarlo, ya que sus dedos se abren y cierran rápidamente.
Sonrío con una mezcla de ternura y alivio y dejo el conejo entre sus manos. Él lo agarra con fuerza y lo agita con una sonrisa en su rostro pese a que las lágrimas aún estén en sus sonrosadas mejillas.
Con un suspiro preparo el biberón que se tiene que tomar mientras escucho como ríe agitando el peluche en sus manos. Al menos le gusta mi pequeño regalo.
Me gustaría decir que estoy pensando en qué está haciendo Zayn con Malcom a estas horas en mi casa, mojados y extasiados con algo que no he llegado a entender. Me encantaría decir que aún tengo el susto en el cuerpo por lo ocurrido con Cassie. Sería un placer preocuparme por lo que esté haciendo Alejandra y con quien. Pero por alguna razón todos los sentimientos se me han juntado y se han convertido en uno solo: cansancio.
Me acabo de levantar (como a las once y media de la mañana) y ya me siento como para tumbarme en el sofá. Normalmente aguanto todo lo que me echen: ensayos interminables, grabación de medio disco en apenas veinticuatro horas, no dormir por gritos en las ventanas de un hotel... Y sin embargo ahora es cuando siento que todo se me viene encima. El llanto de Matt, la preocupación por Ale, la incógnita que hay entre Cassie y Ale, mi amigo con demasiada energía junto a su hijo...necesito un descanso en esta mañana.
Me dejo caer en el sofá del salón, junto al que están sentados los dos morenos, mirándome con una mueca de confusión que ea exactamente igual en ambos.

--Payne, ¿estás bien?-el mayor de los dos me pregunta.
--Creo que los llantos de bebé me quitan la energía-digo con una sonrisa algo cansada mientras coloco el biberón en la boca del pequeño. Éste se engancha de inmediato, todavía con el peluche en su mano.

Suspiro aliviado mientras miro como mi hijo come, ya olvidándose de cualquier preocupación, mientras yo le acaricio con las las yemas de los dedos de la mano que sujeta su cuerpo en mi regazo.

--Oye, se te dan bien los críos-me alaga Zayn con una gran y brillante sonrisa.
--Supongo que sí-contesto con cierta diversión-Ahora dime el motivo de tu llegada a mi casa de esta manera. Y por cierto, será mejor que os sequéis antes de volver a salir; hace un frío que mata-añado.
--Bueno, no te lo vas a creer-de nuevo Zayn habla, esta vez mientras agarra una manta que hay en el reposabrazos del sofá-te juro que ha sido de película-añade mientras extiende la manta y con ella rodea a su hijo, el cual se ha mantenido callado desde que están en el salón.
--Papi-dice en un susurro el aludido-¿Crees que es buena idea que se lo digamos?-pregunta con voz preocupada-Han dicho que deberíamos mantenerlo en secreto...
--Y eso vamos a hacer-confirma Z mientras envuelve en la manta a su hijo cual rollito de primavera. Una tranquilizadora sonrisa en su rostro-Tío Liam es la persona que más y mejor guarda secretos-añade antes de dejar un beso en su cabeza, pero con una mirada cómplice y divertida puesta en mí.

Los ojos del pequeño se ponen en mí, no muy seguro de si su "gran" secreto puede ser compartido conmigo. Le dedico una tranquilizadora sonrisa, asegurándole que nunca le contaré nada a nadie.
La verdad es que sí que soy una tumba en cuantoa secretos. Nadie puede sonsacarmelos.
¿Sino como sabría que Niall mojó la cama hasta los doce? ¿O que Harry durmió con un oso de peluche hasta que prácticamente entró X Factor, y que por eso a veces aparece en cualquier cama, abrazado a uno de nosotros? ¿Cómo tendría yo idea de que Louis tiene completa obsesión con la película Grease, tanto que en ocasiones habla como si fuera alguno de los personajes? Y por supuesto, si no supiera guardar secretos, si no fuera de confianza, si la gente no confiara en mí de manera casi automática, ¿cómo tendría la mínima idea de lo que pasa por la mente de Zayn, cuando prácticamente se guarda hasta el mínimo pensamiento?
Está claro, que si en algún momento alguien sacara todos los secretos guardo, podría llegar a ser una catástrofe.
Malcom me mira una última vez, pero ya no con duda, sino con curiosidad. Sus grandes ojos se desvían de los míos, de mi cara, hasta que llegan a mi pecho, a Matt. Éste prácticamente se ha acabado su gran biberón.
Le aparto el recipiente ya vacío y le coloco en una de mis manos para que eche los gases.

--¿Quieres cogerle?-pregunto con suavidad.

Veo como sus ojos se abren y sus mejillas se encienden. Parece que, aunque no sea tan listo como él, sé lo que el 90% de las personas quieren cuando hay cerca un bebé.
M mira a su padre, preguntándole con la morada si puede hacerlo. El moreno solo sonríe antes de dejar un beso en su frente acompañado de un "Tratale con cuidado".
Matt acaba por echar los gases, esta vez solo los gases y no parte de lo que acaba de comer. 
Malcom de nuevo me mira con curiosidad, mordiendo su labio inferior algo nervioso y asiente con la cabeza tímidamente.
Sonrío como respuesta. Coloco el chupete a Matt para evitar que llore y me levanto del sofá con él en brazos.

--Sientate en el sofá-le pido a M-así será más fácil cogerle-añado aún con una sonrisa tranquila.

El pequeño Malik sale del regazo de su padre y se sienta al lado de éste, quien le mira con la sonrisa. Me mira con una sonrisa llena de emoción e ilusión y acto seguido mira a Matt.
Coloco un chupete en los labios del bebé para se mantenga entretenido con ello y con un movimiento suave, le dejo en brazos del pequeño moreno. Éste se queda con los brazos tensos, claramente incómodos para Matt, provocando ligeros quejidos de disgusto. La cara de M parece quedarse blanca por completo.

--¿Le he hecho daño?-pregunta con un claro miedo-No era mi intención. De verdad que no.

Tanto su padre como yo no podemos evitar una sonrisa de ternura. Me acerco un par de pasos hasta quedar a su lado.

--No le haces daño-le digo con voz tranquila-pero tienes que tranquilizarte, los bebés se dan cuenta de cómo se encuentran quienes les cogen, y si tú no te sientes seguro él tampoco lo sentirá.

El pequeño me mira visiblemente avergonzado mientras asiente con la cabeza. Yo solo sonrío mientras coloco sus brazos de una manera que le resulte cómodo a Matt. El brazo izquierdo de M acaba instalándose en una buena posición para la cabeza de Matt, y la derecha situada en la espalda del bebé, sosteniéndole con suavidad y mucha más tranquilidad que antes.

--Asegurate de que su cuello no se doble ¿vale? Aún es demasiado pequeño.

Malcom de nuevo asiente con la cabeza, con una pequeña sonrisa que se amplia en cuanto baja la mirada hacia Matt. Éste deja salir una risa aguda mientras agita el peluche, visiblemente conforme con la persona que le sostiene.

--Hola-habla con voz dulce y esa tierna sonrisa-Ya sé que no me entiendes, pero me llamo Malcom, y soy tu primo, si así puede decirse.

Sonrío de manera inevitable al ver a los dos niños. Estoy seguro de que se harán amigos, de esa clase de amigos que ya no se sabe si son amigos o familia, tal y como lo somos Zayn y yo.
Llevo la vista a mi amig moreno, viendo así como una sonrisa también está instalada en su rostro. Sus ojos llenos de esa ilusión infantil que su hijo posee.
Sé cuánto le habría gustado poder estar con M cuando era pequeño, cuidarle, mimarle, darle de comer, enseñarle cosas siples, que para estas personitas son todo un mundo. Incluso le habría gustado estar con él para cambiar pañales, sentir vomitonas en toda su ropa y quedarse la noche en vela por él.
Coloco una mano en su hombro, ganando así su atención. Su mirada esquiva al haber sido pillado con, lo que supongo, son pensamientos acerca de su hijo siendo cuidado por él desde que tenía el tamaño de Matt. 
Le hago una señal con la cabeza indicándole qunos sentemos en el sofá de enfrente, para poder hablar sin la presión de decir algo que no debemos enfrente a un par de pequeños, pero aún así cerca de ellos para ver lo hacen, cómo se llevan.

--¿Qué te ha traído a mi casa mojado y flipando en colores?

Él sonríe de manera ladeada antes de dar comienzo a su historia. Casi parece ficticia, de cómic por completo, empezando por una revisión médica, siguiendo por un médico de cabecera nervioso, que les deja en salas extrañas sin poder salir y terminando con las personas que llevan el Servicio de Inteligencia Secreta Británico.

--¿El MI6 quiere a Malcom?-pregunto fuera de mi asombro-¡Si es solo un niño!

Y mi vista vuela a dicho pequeño. Acaricia la tripa de Matt con una mano, como si fuera a romperle, y le habla con voz tranquila. Le dice lo que le gusta hacer, su color favorito, su personaje de cómic favorito, por qué Superman ganaría a todos los superhéroes, por muchos que inventen.
Zayn muerde su labio inferior de manera rápida y asiente con la cabeza.

--Lo sé-confirma-Pero...

Su frase se queda tendida en el aire y yo con los ojos puestos en él, esperando a que continúe. Nada.

--¿Pero...?-le animo a que diga lo que realmente le preocupa.

Suspira de manera pesada. Sus ojos llegan a los míos, acto seguido vuelan a su hijo, todavía tratando de delicadeza a Matt, quien parece estar a gusto en sus brazos, y de nuevo vuelven a mí.

--Pensaban que Malcom es mucho más listo de lo que parece, aún más, pero que o bien loo bloquea de manera consciente o bien su experiencia con...Kate, hizo que se bloqueara de manera inconsciente.
--No debía ser plato de buen gusto para ella que su hijo fuera mucho más listo de lo que ella nunca sería-admito en voz baja, entendiendo perfectamente el porqué de que la mente del niño sea mucho más increíble de lo que ya es. Antes de que siga preguntando, Zayn sigue.
--Le hicieron otra prueba para saber su cociente-dice en voz baja, como si fuera un gran secreto, o como si no le quedaran fuerzas para proseguir-Dicen que las preguntas "simples" por así decirlo, que me ha ido haciendo desde que está conmigo, solo era una manera de saber si estaba seguro conmigo, aún teniendo tanta inteligencia. Están seguros de que las preguntas que me hizo llevaban respondidas en su cabeza desde hace años.

De nuevo se queda callado, pero no durante mucho tiempo, solo los segundos suficientes como para coger aire y mirarme de nuevo a la cara.

--¿Sabes cuál es el mayor cociente intelectual jamás registrado?

Me quedo algo sorprendido por su pregunta, pero niego con la cabeza al no tener ni idea.

--William James Sidis. Entre 250 y 300-responde con tranquilidad-Luego hay un par de personas con gran capacidad, 230, 225, 210...-comenta como si nada-Stephen Hawking es considerado uno de las personas más intelectuales de nuestros tiempos, y sin embargo su cociente es solo de 160. A comparación con el resto que tienen más de 200, podría decirse que no es tan inteligente, aunque siga siendo una de las mentes más brillantes.
--Está bien-contesto algo confundido, sin saber todavía qué tiene que ver con Malcom, o si su cociente está entre los superiores, o si es tan solo superior al de Hawking.
--El hombre que tiene un cociente de 230 ideó un sistema, algo parecido a otro test, para saber el cociente de personas aún más inteligentes que él. El test llegaba a puntuar hasta un 350 de cociente, aunque nadie nunca hubiera llegado allí. Él tenía la certeza de que algún día alguien lo superaría-de nuevo un breve silencio, que él se encarga de llenar-No saben el de Malcom.

Abro los ojos sorprendido, antes de fruncir las cejas con extrañeza.
¿Cómo no pueden saberlo? Han sabido calcular cocientes desde los más bajos hasta el 350, M debería encontrarse en esa escala.

--Pierden la puntuación al llegar a 420-murmura sin más.
--¿Qué?-susurro anonadado-¿420?

Él asiente con la cabeza. Una mirada de entre preocupación y orgullo dirigida a su hijo.
Stephen Hawking, la persona a la que yo consideraba más inteligente del mundo, tiene un Cociente intelectual de 160. Malcom Malik, el hijo de cuatro años de mi mejor amigo, supera el 420, y no saben a donde llega realmente, aunque parece que lo suficiente como para engañar a todo el mundo sobre su potencial, solo para protegerse.
Simplemente increíble.

--Dicen que está bastante por encima de ese número, pero no saben cuánto exactamente es ese "bastante"-continúa hablando Z en voz baja, todavía mirando a su hijo-podrían ser...veinte puntos. Podrían ser cincuenta. Podrían ser cien. No lo saben. Por eso quieren hacerle pruebas, meterle en un laboratorio, dejarle que experimente y resuelva problemas que ni los más inteligentes han conseguido desarrollar.

Esta vez, los dos nos quedamos callados, con los ojos puestos en el niño sentado en el sofá de enfrente. Él parece ajeno a que le miremos, pero está bastante claro que ha escuchado todo, y que aún así ni se inmuta, parece que ni se preocupa por el hecho de que vayan a tener que separarlo de su padre.
Otro niño que nos quitan sin poder evitarlo, y esta vez, a saber cuándo nos le traen de vuelta pienso en un suspiro. A mí ya me quitaron a Matt una vez, y sé lo que duele, no quiero ni saber lo que le va a costar a Zayn soportar que le quiten a su hijo, cuando solo lleva unos meses con él.

--No me voy a ir a ningún lado-habla Malcom en voz baja, todavía tranquila. Una sonrisa en su rostro al ver a Matt sonreír sobre sus brazos.

Me giro a ver a Zayn, esperando que él responda algo, ya que la respuesta es acerca de irse o no a los laboratorios mencionados por el moreno. Sin embargo, éste no responde. Mira a su hijo y acto seguido me mira a mí, con el ceño levemente fruncido, antes de agachar la mirada hasta que llega al sofá.
Entonces me giro para saber qué es lo que ha hecho que mi amigo frunza el ceño. Unos grandes ojos dorados se clavan en mí. Yo le miro extrañado, tratando de saber qué tengo que ver yo en todo esto, ya que yo no tengo ninguna clase de poder sobre él como para decirle dónde tiene o no que ir.

--Me escaparé si intentan separarme de papá 

Pero un salto en el sofá al escuchar la voz de Malcom...dentro de mi cabeza. Sus labios no se han movido para decir ni media palabra, pero le he escuchado, le he escuchado como si estuviera dentro de mi cabeza.
Le miro sorprendido, todavía sin saber si ha sido algo real, o si me lo acabo de imaginar. Las cejas de niño se alzan y una sonrisa sin mostrar los dientes se extiende por su rostro.

--Sorpresa.

Me giro para mirar a Zayn, dudoso, asustado. Su hijo habla...sin hablar. Se acaba de meter en mi cabeza, y ni siquiera sé cómo o por qué.
El moreno me mira extrañado, sin saber el motivo por el cual debo de tener cara de haber visto a un fantasma. ¿Es que acaso no sabe lo que su hijo puede hacer?

--¿Qué?-pregunta confundido.

--Papá no lo sabe su voz resuena en mi cabeza No quiero que piense que soy raro.

Miro a M de manera dubitativa. Él retira su mirada, como si se avergonzara o se asustara de poder hacer algo tan...jodidamente extraño e increíble. Muevo mi cabeza hasta su padre, quien todavía me mira con una ceja alzada, inquisitiva, esperando que le diga el motivo de mi sorpresa.

--Dijiste que guardabas los secretos de todo el mundo, para siempre. No se lo digas, por favor.

Tengo que morder mis labios. La duda instalada dentro de mí, sin saber qué es lo correcto: guardar un secreto o contarle a mi mejor amigo lo que puede hacer su niño de increíble capacidad mental.

--¿Payne?-la voz confusa de Zayn suena a mi lado, haciendo que le mire de inmediato-¿Qué te ocurre?
--Por favor, no se lo digas. Se lo diré cuando deje de estar preocupado por los del MI6.

Zayn me mira confundido, como si acabara de perder la cabeza, lo cual creo que es cierto. Pero solo sonrío antes de contestar.

--No pasa nada-contesto con tranquilidad-Es solo que estoy cansado-añado echándole una mirada rápida a Malcom.

Éste solo sonríe con alivio, mirando hacia mi pequeño, aún tranquilo entre sus brazos. ¿Podrá meterse también dentro de la cabeza de un bebé? No me extrañaría, y puede que por eso se mantenga tan tranquilo.

--Nunca le haría algo así, no sin su permiso, no siendo tan pequeño. Podría asustarse. Podría dar por hecho que así es como es todo el mundo, y nunca desarrollar la capacidad de hablar me explica con rapidez Y gracias.

Pienso un No hay de qué, que provoca que él sonría satisfecho.
Nadie en este mundo sabrá de lo que es capaz la mente humana, la mente de este niño. Nadie salvo yo.

martes, 21 de julio de 2015

Capítulo 57. Besos.

Narra Ed.
--Louis parecía muy molesto-comenta Taylor de manera casual, antes de lanzarme un osito de gominola, que cae en mi boca de lleno.
--Está muy molesto-reafirmo mientras mastico el dulce-En el fondo es normal; no quiere perder a Harry, es su mejor amigo-añado antes de ser yo el que lance gominola, también acertando en la boca de mi mejor amiga.
--No me puedo creer que tenga puntos y que necesite un médico para la azotea solo por una chica.
--Los hay que se enamoran con completa pasión y necesidad-digo encogiéndome de hombros, antes de abrir la boca para que ella lance un osito.

Hemos estado en el hospital cuando le han dado el alta a Harry. Parecía todavía un poco atontado por la medicación, pero se notaba que empezaba a dejar de hacer efecto, porque su cara estaba teñida de vergüenza y perdón hacia Louis, quien se mantenía con el rostro duro, sin expresión alguna.
Taylor se ha mostrado muy preocupada y atenta con el ojiverde, lo cual me hace pensar en si ese gran secreto, que aún no me ha contado, y que tiene que ver con su vida amorosa, tenga que ver con Harry, y con la noche que pasaron juntos hace menos de una semana.
Finalmente hemos decidido ir a mi casa, solo para poder enseñársela a Taylor, ya que los últimos días en los que hemos estando visitando a Harry he estado durmiendo en la suya. No sería muy inteligente conducir cuatro horas de ida y otras cuatro de vuelta -que es el tiempo que lleva ir desde Halifax a Londres- pudiendo quedarme en la casa que tiene aquí mi mejor amiga, la cual está a apenas media hora en coche -y a cuarenta y cinco minutos corriendo y atravesando parques- de la de Harry, o en su defecto, del hospital en el que estaba.
Un osito asesino me saca de mis pensamientos, ya que llega a mi frente de un golpe seco que hace que mire a mi mejor amiga con ojos entrecerrados, puesto que ella nunca falla en esto. Muestra una sonrisa de niña buena, batiendo sus pestañas sin maquillar, mirándome con inocencia.

--Ups...

Meto la mano en mi cuenco de ositos de goma, cogiendo un buen puñado de ellos, y se los lanzo a la cara. Ella chilla con los ojos cerrados. Rápidamente me llueven a mí las gominolas.
Así es como todo el salón de mi casa acaba lleno de chucherías y nosotros persiguiendonos el uno al otro entre risas. Hasta que una voz, esa voz, hace que frene de golpe, lo cual provoca que Taylor me pille, saltando a mi espalda y colgándose de mí cual mono. Pero yo no me inmuto. Tan solo me quedo quieto escuchando esa voz que ya empezaba a pensar que era producto de mi imaginación.

--Don't hold me down, I think the braces are breaking, and it's more than I can take-su melodiosa voz hace que el cabello de mi nuca se erice.

Sin pensarlo, me muevo hasta el jardín, con Taylor aún enganchada en mi espalda, sin decir palabra, ya que sabe perfectamente quién es y lo que está haciendo. En cuanto pongo un pie descalzo en el frío césped de un Noviembre de Halifax, siento el frío subirme hasta la cabeza, pero saltando mi pecho, el cual se encuentra ardiendo por los fuertes latidos que bombean sangre quizás más fuerte de lo que deberían.

--And it's dark in a cold... November, but I've got you to keep me warm-canto como respuesta sin dudar-If you're broken I will mend you, and I'll keep you sheltered from the storm, that's raging on now...

Y como la primera vez, se instala el silencio entre los dos jardines. 
Siento como Taylor baja de mi espalda y camina por la fría hierba, mirando a todas partes, igual que hice yo en su momento: buscando el lugar exacto en el que la extraña chica puede estar. Cuando parece encontrarlo, me hace una seña con un dedo para que me acerque a ella, quien tiene el ceño fruncido y la mirada puesta en cualquier otra parte. Camino silencioso hasta ella, escuchando lo que hace que su ceño se frunza: un jadeo rápido y tembloroso, y no uno parecido al que uno padece cuando está frenando un llanto, sino esa clase de jadeos que se ven en las películas cuando disparan a alguien en el pecho y lucha por respirar.

--Bella-la llamo con algo de angustia-¿Estás bien?

Pero del otro lado solo me llegan jadeos entrecortados. Escucho un golpe sordo contra la valla de madera que nos separa y de inmediato sé que ha sido su cuerpo, ya que los jadeos se escuchan más fuertes.

--¡Bella!-grito con las manos contra la madera-¡Bella voy para allá!

Y sin esperar una respuesta por su parte, agarro la mano de Taylor y salgo disparado del jardín. El frío, tanto del césped como de la acera junto con los golpes que doy con mis pasos rápidos, provocan que las plantas de mis pies duelan. Mi corazón por otro lado palpita con fuerza, enviando una corriente caliente por mi espina dorsal de pura adrenalina y miedo.
Realmente no sé por qué lo hago; el instinto de protección hacia alguien débil, la empatía hacia una conocida, el cariño hacia una amiga, el sentimiento que ella me provoca y que a su vez, causa un hormigueo en la parte baja de mi estómago, el miedo a que la hagan daño. Muchas probabilidades.
Tardo apenas un minuto en llegar a su jardín delantero. Treinta segundos en decidir si debería llamar a la puerta o simplemente pasar por la puerta del jardín que se ve que está abierta. Otros treinta en sentir la voz de Taylor diciéndome que esto es una locura y que deberíamos llamar a la policía. Diez en atravesar la puerta de tablones de madera clara que hasta el momento han ocultado a la chica de las mil y una incógnitas. Solo uno en sentir como mi corazón cae al suelo, y no por su belleza -la cual posee se mire por donde se mire-, sino por la situación en la que se encuentra.
Su cuerpo parece convulsionando, dando botes agresivos entre el suelo y la valla que siempre nos ha separado. Sus brazos se agitan con fuerzas. Sus ojos están visiblemente en blanco.
Y tardo más de un segundo, más de diez, más de treinta y más de un minuto en reaccionar ante la imagen que se recrea ante mis ojos. 
No entiendo qué la ocurre, pero está claro que no es algo bueno. Ella nunca mostró alguna clase de debilidad, ni mencionó alguna enfermedad, aunque supongo que eso no es algo que la gente suela ir contando si es que puede evitarlo.
¿Qué puede haber provocado esto?
De inmediato mi cerebro piensa en su padre. Piensa en esa persona que la grita sin motivo, que la daña, que hace que ella llore y suplique perdón. No necesito buscar más culpables.
Siento como la mano de Taylor aprieta mi brazo y veo como sus labios se mueven con rapidez mientras me sacude, pero por un momento he dejado de oír todo lo que ocurría a mi alrededor para centrarme en lo que ha causado que Bella se retuerza en el suelo.

--¡Llama a una ambulancia!-la aguda voz de mi amiga me golpea, devolviendome a la realidad.

Saco mi móvil como acto reflejo y se lo doy para que sea ella la que llame, mientras yo me acerco a ver a la chica que sigue en medio de un ataque. Me acerco con cuidado, aún sabiendo que puede que ella no tenga ni la menor idea de lo que está pasando o de que estoy aquí.
La respiración se me atranca en la garganta y tengo que luchar para que entre y salga mientras me arrodillo junto a ella, y la observo. Observo como se retuerce. Observo como su cuerpo está reaccionando a algo que no la causa bien. Observo como en otro tiempo dirían que tiene el demonio dentro o que es una bruja -y la verdad, sí que da el suficiente miedo como para creer que algo maligno la ataca-.
Y de repente...nada.
Su cuerpo se detiene, las convulsiones cesan y da la sensación de que ha quedado dormida en el suelo, pero sus ojos siguen abiertos...y en blanco. Su cara está roja y su mandíbula apretada. Sus labios comienzan a adquirir un tono violáceo, y sé perfectamente que no es por el frío: ha dejado de respirar.
Escucho de fondo la agitada voz de Taylor, describir lo que está ocurriendo tan bien como puede, ya que la imagen no se presenta bonita ante nosotros. Escucho el sonido del algún coche pasar. Siento el aire frío chocar contra mí. Siento como si mi pecho se contrajera, quedando atenazado sin remedio. Siento como alguna parte de mí comienza a temblar, y ese temblor se propaga por el resto de mi cuerpo.
Llevo mi mano derecha hacia su pecho, solo para comprobar que en efecto, no respira, pero para aumentar la gravedad de la situación, su corazón se ha detenido.


--Taylor-hablo sin saber muy bien si lo estoy pensando o si realmente he hablado.

Para mi suerte he conseguido que las palabras salgan de mi boca, ya que siento la mano de mi amiga en mi hombro, apretándome mientras escucho que dice un "Solo van a tardar unos minutos".
Pero la chica postrada en el suelo no tiene unos minutos, y puede que no los vuelva a tener si no hacemos algo.
Sigo escuchando a Taylor, a los coches que pasan ajenos a la tragedia. Sigo sintiendo el frío sonrosando mis mejillas y el sentimiento de que todo dentro de mí tiembla de miedo. Pero mi mente está puesta en ella, diciendo un Vamos despierta, sé que puedes hacerlo. Tienes que quedarte aquí, conmigo que sé que no va a resultar. Para mi suerte, no es lo único que retumba en mi cabeza Tenéis que colocaros de rodillas al lado de la persona que se encuentra inconsciente, es decir, sin respiración y sin pulso no sé de quien es la voz, pero sé que es de alguien de mi antiguo entorno, de mi colegio, posiblemente del instituto Debéis descubrir el pecho de la víctima escucho unas risas de fondo que hacen que la aguda voz que me habla pare con su explicación para regañar Chicos, tomároslo enserio, esto podría salvar la vida de alguien.
Los policías, los policías que venían al instituto dos veces al año para hablarnos de drogas, de bullying, de maltrato, de...primeros auxilios.
Pongo mi atención en Bella. Su cuerpo está inmóvil, se encuentra inconsciente. Su piel está pálida, mucho más que cuando llegamos hace apenas unos minutos. Sus labios están prácticamente morados a causa de la falta de aire. Sí, es una situación para realizar una Resucitación Cardiopulmonar para personal no instruido.
Sin pensarlo rompo la camiseta que cubre su pecho, dejando su torso a la intemperie, tan solo con la ropa interior, pero es necesario, por mucha gracia que nos hiciera cuando teníamos quince años.
Trato de hacer memoria, de continuar con la explicación de la mujer que quería que tuviéramos una idea de lo que hacer en estos casos.
Colocad el talón de una mano en el hueso del esternón y la otra encima de ésta, entrelazando los dedos mientras siento como avanza la clase en la que la mujer realizaba los movimientos sobre un muñeco, yo voy haciendo lo mismo sobre ella. Escucho la voz de Taylor decirme cosas como si estoy seguro de eso, que si alguna vez lo he hecho o que si tan siquiera debería intentarlo, pero en este momento no puedo responder.
Escucho de manera nítida las explicaciones y realizo lo mejor que puedo las compresiones y ventilaciones. Siseo un "Vamos. Vamos. Vamos" como si eso fuera parte de la maniobra.
Siento que algo falla, que no lo estoy haciendo bien, que ella no se va a levantar nunca más, que ella nunca sabrá que estuvo hablando y durmiendo con la persona que más amaba, con el chico que la hacía soñar con su simple voz, con el pelirrojo de color de ojos extraños. Siento que la estoy perdiendo junto con mi calma y mi cordura. Siento que nunca más voy a poder decirla que su voz es un don. Que no voy a poder hablar con ella frente a frente. Que no voy a poder verla sonreír. Que no voy a poder abrazarla. Que nunca podré saber si hubiéramos podido estar juntos de la manera que fuera.
Antes de que pueda darme cuenta, unos brazos me alejan con rapidez de su cuerpo aún inmóvil. Sé que no es Taylor, ya que ella confía en lo que hago, ella nunca me apartaría con esa desesperación y ella no tiene esa fuerza suficiente como para levantarme del suelo de un solo tirón.
Veo a varias personas vestidas con chalecos reflectantes colocarse a su alrededor, veo como se hablan con rapidez y cómo sacan de -lo que yo creo es- la nada, un desfibrilador.
Por un minuto me mantengo sentado en el suelo, con el cuerpo apoyado sobre mis brazos y mis ojos puestos en las personas que sé que son médicos especializados, provenientes de la ambulancia que ha llegado tan rápido como ha podido.
Una manta se coloca sobre mis hombros, haciendo que gire mi cabeza para ver a otra persona del servicio de emergencia mirarme con una sonrisa amable, como si quisiera inspirarme alguna confianza que no siento. Y se queda, se queda a mi lado como si esperara que yo fuera a tener alguna clase de reacción ante lo que mis ojos presencian: un sonido agudo y acto seguido el de una especie de golpe proveniente del defibrilador, contra el cuerpo de Bella. Un montón de gente desconocida con ropa destelleante a mis ojos, alrededor de ella. Un grito maldiciéndome porque esto es mi culpa, porque no debería hablar con ella, porque si yo no estuviera en su vida ella estaría bien, un grito que me dice que soy el mal en persona, que debería dejar de causar daño.
Y por raro que parezca, no es la voz de mi conciencia la que me grita. Mucho menos es la de Taylor, quien se ha sentado a mi lado, con un brazo rodeándome y otra manta sobre sus hombros, esperando paciente y temblando junto a mí. No. Es una voz conocida, una voz que provoca un odio en mí que nunca llegué a pensar que tenía, una voz que pertenece al culpable de todo esto: la voz del padre de Bella.
Aún sin saber muy bien como reaccionar o cómo debería sentirme, giro mi cabeza, primero encontrándome con unos ojos azules y tristes de Taylor, acompañados de una sonrisa temblorosa mientras acaricia mi espalda. Acto seguido doy con el hombre de los gritos contra mí.
Sé que son contra mí y con contra Taylor o contra alguien más, porque sus ojos azules llenos de furia y lágrimas están clavados en mí. Sus brazos -retenidos por los servicios médicos- apuntan hacia mí con gestos agresivos. Pero sobre todo, porque sus palabras textuales son "Los pelirrojos vienen del demonio".
Si viniera del demonio no habría intentado salvar a su hija pienso en responder, pero en vez de eso, me levanto de un golpe, llamando así la atención de mi amiga y de la persona de los servicios de emergencia que nos vigila.
Escucho como ambos dos me preguntan un "¿Estás bien?", pero yo solo me aparto la manta de los hombros y me dirijo hacia ese despreciable hombre que me culpa del daño que él ha provocado.
Él, que la pega. Él, que la grita. Él, que la maltrata. Él que ha causado todo esto. Él es el que grita que todo es mi culpa, cuando yo solo trataba de ayudar, de remendar el daño que él ha causado, el miedo que ha provocado a su hija, el dolor que ahora se la está llevando.
Siento brazos a mi alrededor tratando de frenarme, pero no lo consiguen hasta que yo mismo decido parar, a escaso medio metro del hombre de pelo rubio y ojos azules que me mira con un odio espejo al que yo siento.
Y la verdad es que no entiendo por qué me culpa, por qué piensa que yo he hecho algo, por qué no da por hecho que ha sido él quien ha causado todo esto. 
Sorprendentemente, no tiene la apariencia del padre maltratador que yo imaginaba.
Es joven, rondando los treinta, treinta y cinco como mucho. Debió de tenerla cuando solo era un chiquillo. Pelo rubio, todavía con color y sin aspecto de que se vaya a tornar grisáceo o a caer, al menos por ahora. Ojos azules, llenos de lágrimas que se deslizan por sus mejillas.
No es el medio calvo asqueroso con barriga más grande que un barril de cerveza y cara de pedófilo nato.
El sentimiento de odio hacia él parece que se disipa. Algo dentro de mí me dice que no debo ponerme a pelear con él a puño limpio, y no porque haya varias personas frenándonos a ambos, ni porque sepa que no es correcto el uso de violencia, sino porque siento que él no ha tenido nada que ver, que no es una mala persona, que nunca haría daño a la chica a la cual se llevan en camilla a la ambulancia.
Escucho a las personas de Servicio de emergencias que me vaya a casa, que no quieren tener que venir de nuevo y mucho menos por una pelea. Acto seguido se van, informándonos de que Bella vuelve a respirar y su corazón continúa latiendo, pero que se la llevan al hospital y que el tutor legal debe ir con ella.
Mis ojos están puestos en los azules del hombre. El uno desafía al otro, pero esta vez no con ira u odio, sino con duda, queriendo saber quien de los dos ha tenido más culpa del daño de la pobre chica.
Sin decir una palabra más, él sigue a los médicos hasta la ambulancia. Yo me quedo quieto en medio del jardín ajeno, aún confundido y sin saber cómo reaccionar ante todo lo ocurrido.
La mano de Taylor se aferra a la mía con fuerza y con una débil sonrisa dice:

--Todo irá bien.

Narra Harry.
Nunca me había sentido más estúpido que en estos momentos. Juro que nunca antes había sentido esta vergüenza, este arrepentimiento, que se incrementa cada vez que miro a Louis, el cual lleva con el rostro serio desde aquel momento en el que volvió a casa, y se encontró conmigo en aquel nefasto estado.
No quería hacerlo. De verdad que no. No es como si estuviera loco y no supiera lo que hacía. Sí, sí que sabía lo quedarse hacía, perfectamente, y en ese momento lo veía como algo bien hecho, pero ahora, pensándolo fríamente, no le veo ningún sentido a todo lo que he hecho, y de verdad que me siento mal por haber preocupado a todo el mundo solo por una estupidez así. Solo por una chica.

--Louis-me atrevo a hablarle con voz tranquila, o al menos eso pretendo.
--Vas a ir y punto-me espeta sin más, sin ni siquiera mirarme, sin cambiar su rostro serio.
--No es eso-admito en un tono bajo, claramente intimidado por el mal humor de mi amigo-Lo siento...

En ese instante doy gracias a la amable persona a la que se le ocurrió inventar los cinturones de seguridad, ya que si no, ahora mismo estaría con una conmoción cerebral tirado al otro lado de la luna delantera del coche.
Siento como estamos aún a un par de calles de la casa de Ally, situados en medio de una de tantas calles residenciales. Eso no evita que haya alguien que nos llame temerarios por habernos parado así en medio de la calle, pero eso a Louis no le importa, ni lo más mínimo. Él solo se mantiene con los brazos tensos y las manos apretadas en el volante, mirando al frente y con ese rostro serio, ahora marcado por el enfado y lo que creo que es dolor.
No hace falta que nadie me explique lo que va a venir a continuación.
Aunque ni de broma de la manera en la que yo me esperaba.

--Como sigas así te meto en un psiquiátrico. Te lo juro por lo que quieras Harry Styles, que como sigas así por ella te dejo encerrado y me importa una mierda lo que me odies que no dejaré que salgas hasta que tu jodida neurona vuelva al lugar que le corresponde, ¿me entiendes?
--Te entiendo-respondo en voz baja.
--Porque te estás pasando, te estás pasando mucho ya y me está tocando las pelotas de una manera muy poco normal.
--Lo entiendo.

Y así es como parece que saco al Louis Tomlinson enfadado y a la vez asustado que yo estaba esperando desde que todo esto pasó.
Se gira para mirarme a la cara después de veinticuatro horas, dejándome ver como las lágrimas se deslizan por sus mejillas, pero que eso no hace que me sienta menos asustado por su cara de cabreo increíble.

--¿Qué se supone que entiendes, pedazo de idiota?-me pregunta en voz baja y amenazante-¿Qué se supone que entiendes? Por favor, explícamelo, porque si no te has dado cuenta...¡YO SOY EL QUE HA TENIDO QUE LLEVARTE A UN PUTO HOSPITAL PORQUE HABÍAS INTENTADO QUITARTE LA PIEL A TIRAS! ¿¡SABES ACASO EL INFARTO QUE CASI ME DA?! ¡POR POCO ES A MÍ AL QUE TIENEN QUE LLEVAR AL HOSPITAL! ¡NO VUELVAS A HACERME ESO ¿ENTIENDES CABEZA DE SERRÍN?! ¡COMO SOLO SE TE VUELVA A PASAR POR LA CABEZA TE MATO CON MIS PROPIAS MANOS!

Sus gritos llenos de enfado y dolor se ven interrumpidos por su propio llanto que no le deja continuar, quedando así llorando con sus manos sobre su rostro.
Yo no quería que esto pasara. Yo no quería que él se preocupara. No quería que llorara de la manera en la que lo está haciendo. De verdad que no quería. Pero es que simplemente no pensaba racionalmente cuando lo estaba haciendo.

--Louis...-susurro llevando mi mano izquierda hasta su hombro, acariciándolo con cuidado. A cambio me llevo un manotazo por su parte.
--¿Acaso no te das cuenta de que has estado a punto de matarte por una chica de las cuales hay millones en el mundo?-pregunta entre lágrimas. Su voz cortándose y sonando ahogada por su llanto-Ella no vale nada. Ella no vale nada en comparación contigo. Ella no tiene derecho a hacerte este daño. Ella no tiene derecho...

Muerdo mi labio inferior y trago el nudo de lágrimas que hay en mi garganta. Louis suele ser el fuerte, el que aguanta todo, el que nunca llora. Por el contrario, yo soy el que llora hasta viendo como nace un pollito, yo soy al que él tiene que consolar. Ahora las cosas están al revés y puedo darme cuenta de lo fuerte que es Louis siempre.
Intento colocar mi mano de nuevo en su hombro, esta vez sin sentir su rechazo. Su llanto aumenta de volumen. 

--Louis...-susurro sin poder evitar que mi voz se quiebre.

Aunque sé que le duele lo que me ha ocurrido -tanto que no me ha hablado hasta ahora- sé que ocurre algo más, que hay algo más que le está haciendo daño y por supuesto que hay algo que me va a costar mucho sonsacarle.
Desabrocho su cinturón, acto seguido hago lo mismo con el mío, y con algo de dificultad -y ninguna ayuda por su parte- consigo sacarle de su asiento para colocarle en mi regazo.
Él se abraza a mi cuello con fuerza y llora contra mi hombro de manera escandalosa.
Suspiro de la manera más tranquila que puedo mientras paso mi mano por su espalda para que se desahogue, para que se permita ser débil aunque sea durante un momento, para que confíe en que nunca le juzgaré.

--He roto con Lucía-balbucea apoyado aún sobre mi hombro.

Sus palabras hacen que mi mamo se detenga en medio de su espalda. 
Lo que menos me esperaba era que ellos hubieran acabado, mucho más sin que él me hubiera dicho nada. Nunca les he visto pelear o discutir, por lo que el hecho de que hayan dejado de ser pareja me resulta aún más desconcertante, pero no digo nada. Me quedo callado, esperando a que termine de sacar todo lo que le preocupa, todo lo que le duele.

--Mi hermana...mi hermana está siempre con Zayn. E-ellos siempre están juntos y-y con Malcom.
>>Liam no se...separa de Matt. Siempre está junto a él, con Ale, c-como una familia.
>>Niall vive por y para Ane. Se van a casar, van a estar siem-pre juntos, también serán una familia.
>>Hasta Ed tiene a Taylor...
>>Y tú has intentado irte...-murmura hasta que su voz apenas es audible-No puedes irte, Harry. No me puedes dejar solo. No me gusta estar solo.

Sus palabras oprimen mi pecho de la misma forma en la que sus brazos lo hacen.
Me agarra. Agarra en puños mi camiseta por la espalda, como si se asegurara de que no me voy a ir, de que no le dejaré "solo" como él dice, como él supone que el resto de los chicos han hecho, incluso como siente que ha hecho su hermana.
Nadie se va de tu lado, solo maduramos. Es parte de crecer: dejar el nido, estar junto a alguien, tener hijos, cuidar de tu familia. Nadie se está yendo eso es lo que pienso. Eso es lo que me gustaría poder explicarle, pero de mis labios no sale nada de eso; el nudo en mi garganta me lo impide, la tristeza que él me transmite, su miedo a quedarse solo, todo ello, todo ello me lo impide.
Me mantengo fuerte tanto como puedo, devolviéndole el abrazo, susurrándole que todo va a estar bien, haciendo todo lo que él hace conmigo cuando yo me siento mal, pero él no deja de llorar, y para mi mala suerte yo tampoco puedo evitar que algunas lágrimas salgan.

--No te vas a ir-oigo que dice entre lágrimas-No me dejes aquí solo. No lo hagas, no lo hagas, por favor.

Y su voz suena tan aguda, tan ahogada, tan dolorosa y asustada.

--Louis...-mi voz tiembla cual hoja caduca en pleno otoño, tratando de quedarse en ese árbol que ya ha quedado desnudo-Yo...
--Dime que no te irás-balbucea apretando sus dedos aún más en la parte trasera de mi camiseta. Su cuerpo temblando aún más que mi voz-Dimelo.

Mi mente no deja de repetirme Todos nos iremos. Todos moriremos algún día. Quién sabe quién lo hará primero. Quien sabe si seré yo el que le deje solo, o él el que me deje solo a mí. Y aunque sé que es verdad, ahora mismo Louis es como un niño de cinco años: no va a comprender, no va a querer comprender mejor dicho, que no siempre podré estar ahí. Que nos separaremos. Que seremos adultos y luego ancianos. Que tendremos nuestras vidas por separado, y sí, seguiremos siendo mejores amigos, mejores hermanos pase lo que pase, pero ya no será lo mismo. No puedo decirle algo así, aunque sé que él ya conoce la realidad.

--No me iré-le prometo, aunque sea una promesa vacía-Nunca te dejaré solo. Nunca.

Y por alguna razón, la última parte de la promesa no me suena tan hueca y fácil de romper como la primera.
Su cara se aleja de mi hombro, lo suficiente como para que pueda ver sus pequeños ojos azules inundados, derramando todo ese océano que siempre parece conformar esos orbes que adornan su rostro. Su respiración entrecortada provocando que todo su torso dé botes. Sus manos aferrándose a mi camiseta todavía.

--¿De verdad?-pregunta con voz trémula.
Sus ojos clavados en los míos, impidiéndome de cualquier manera mentirle, o modificar la verdad de la manera que sea.

--Te lo prometo-susurro manteniendo su mirada.
--No me creo tus promesas de mierda, Styles-murmura creando un ceño fruncido.

Siento como su mano derecha suelta mi camiseta lentamente. No noto atisbo de vergüenza o arrepentimiento en esa acción. Sus dedos se mueven hasta mi cuello, delineando lo que supongo que es alguno de mis arañazos, ya que presiona con algo de fuerza y tengo que morder el interior de mi mejilla para no quejarme en voz alta y tener que darle la razón.

--Tendrás que hacerlo esta vez-respondo con voz pausada. 

Mis ojos todavía puestos en los suyos. Los suyos en la herida que no deja de recorrer, aún con el ceño fruncido.
Niega débilmente con la cabeza. Las lágrimas aún deslizándose por sus mejillas, las cuales están rojas por el trajín del llanto. Sus labios algo separados para poder coger el aire que,  doy por hecho, que no puede atrapar con su nariz.
Y le veo. Veo al Louis Tomlinson de hace más de dos años. Veo al Louis Tomlinson que cantó Hey there Delilah. Veo al chico al que rechazaron en aquella prueba eliminatoria que nos unió. Veo al niño que teme quedarse solo, a oscuras en medio de la noche, sin nadie en quien confiar, sin nadie a quien abrazar, sin nadie sobre el que llorar. Veo su esencia. Veo quien realmente es. No es que normalmente no le vea, ni que no sepa cómo es de verdad, sino que hacía tanto tiempo que no le veía tan vulnerable, tan asustado. 
La última vez que le vi tan triste, tan asolado, tan asustado, tan desesperado por no quedarse solo, fue hace un año y medio aproximadamente. Estábamos él, yo, cinco botellas de vodka, tequila, ron y whisky, y algo de...bueno, no importa lo que nos fumáramos, ya estábamos contentos solo con el alcohol. Y lo siguiente que recuerdo entre risas y llantos, entre bromas y recuerdos del pasado, fue una camisa caer al suelo. Una caricia subiendo desde mi ombligo a mi pecho. Una aguda voz llorona que me suplicaba que no le dejara. Unos labios -hasta ese momento- desconocidos apoyarse en los míos.
La única vez que he visto a mi amigo, a mi hermano, completamente destrozado y suplicante, de la misma manera en la que está ahora, acabé dejando que me besara, acariciara y follara. 
No me arrepiento. No lo volvería a hacer. No dejaría que nadie volviera a hacerlo. Ni siquiera pensaría en esa posibilidad como mi manera de vida -al menos por ahora-, pero de ninguna manera me arrepiento.
Y tampoco creo que vaya a arrepentirme de lo que va a ocurrir.
Cojo su mano derecha, la que acaricia mi marcada piel y la dejo contra mi pecho. Siento su mirada confusa puesta en mí, pero yo continúo. Agarro su otra mano, la que aún sigue enganchada a mi camiseta con fuerza, y con algo de esfuerzo, hago que sus dedos suelten mi prenda; acaricio éstos, agarrotados por la tensión y el miedo a soltarme y hago que se coloque junto a la otra.
Cojo aire. Pienso una última vez lo que estoy haciendo. Decido que es lo correcto y coloco mis manos en sus mejillas.
Sin pensarlo una tercera vez, uno mis labios a los suyos en un suave movimiento.
Y no, no se siente como los besos de aquella vez, llena de alcohol y malas ideas. No, no se siente como cuando estaba tan solo que necesitaba besar a Liam. No, tampoco se siente como cuando besa a...a ella. Puede que guarde alguna similitud con todos los besos compartidos y robados a mi hermana. Pero si tuviera que compararlo con algún beso vivido -en este caso en una persona ajena-, tendría que remontarme a otro recuerdo del pasado, mucho anterior a conocer a Louis.
Tendría unos seis años como mucho. Estábamos en la salida de clase un compañero, que recuerdo, se llamaba Noah, y yo, sentados en un banco dentro del colegio, esperando a que nuestros padres vinieran a buscarnos. El suyo llegó antes que el mío -como la mayoría de las veces- y entonces vi como su padre le saludaba con un beso; no un beso en la cabeza, en la frente o en la mejilla, no, era un beso de labio con labio, y eso me extrañó tanto como me había extrañado hasta ahora.
No puse objeción, simplemente miré con extrañeza y confusión, y me despedí de ellos. Al día siguiente le pregunté por qué su padre le daba esos besos, ya que para mí esos besos se los daban las parejas, como esas de la tele o como las de los niños mayores que fumaban a las puertas del instituto de enfrente. Su respuesta fue "Papá dice que no importa donde se dé el beso, sino a quien se lo das y por qué se lo das". Creo que ni él mismo entendía lo que significaba aquello, y yo, mucho menos, por lo que ambos lo dejamos pasar y nos dirigimos a clase sin más.
Ahora, doce años después, puedo comprenderlo.
Un beso puede significar amor, pasión, fogosidad, necesidad, desesperación, frustración, cariño, afecto, ternura, lástima... En este caso, significa "Te lo prometo. Confía en mí. Nunca te dejaré" y sé que él lo entiende, porque no se aparta extrañado, ni mucho menos asqueado. Me devuelve el beso con la misma suavidad que yo se lo he dado, pero él suplicando porque cumpla mi promesa de estar siempre con él.
Para cuando nos separamos, veo como su mirada está gacha y trata de apartarse algunas lágrimas, aunque no lo consigue ni de lejos, ya que sus mejillas siguen brillando por la humedad que hay en ellas. Sus manos siguen en mi pecho y las mías se encuentran colocadas en la parte baja de su espalda.
Antes de que me dé cuenta se encuentra abrazándome con fuerza de nuevo, pero no con los dedos aferrándose a mi camiseta, suplicándome porque nunca le deje. No. Ahora sus manos rodean mi cuello con cuidado mientras su cabeza reposa en mi hombro, esta vez queriendo decir "Gracias por quedarte conmigo".
Trago el nudo que lleva en mi garganta tanto tiempo que pienso que va a dejar una molestia duradera, dejando salir un par de lágrimas que finalizan a las otras que han ido saliendo de manera lenta y pausada de mí.

--Te quiero mucho, Harry-oigo que dice en apenas un jadeo cansado por tanto llanto.
--Y yo a ti, Lou-contesto en un susurro devolviéndole el abrazo con cariño.

Nos quedamos de esta manera, en esta misma posición que puede ser malinterpretada por tanta gente, pero tampoco hay nadie que nos vea. Tan solo abrazados, tranquilos, respirando y calmándonos, sintiendo como los latidos del otro dejan de latir con tanta fuerza y tanta agresividad cono minutos atrás. Acaricio su espalda una y otra vez mientras él suspira cada vez de manera menos entrecortada.
Pasados unos minutos, él vuelve a separarse. Sus ojos siguen acuosos y ahora algo rojizos, pero se clavan en los míos mientras me sonríe con una diversión propia del Louis Tomlinson que todos conocemos.

--Ya estás llorando otra vez, Harold ¿Pero qué voy a hacer contigo?-dice con diversión mientras acaricia mis mejillas con sus manos, apartando con toda la suavidad que puede la humedad que hay en ellas-¡Si ahora ni siquiera hay un cervatillo que te recuerde a Bambi!-exclama antes de reír.

Y sí, ha vuelto Louis, como si nada hubiera pasado, como si nunca se hubiera roto. Pero todo el mundo sabe, que una vez algo está roto, por mucho que lo vuelvas a pegar, nunca quedará como estaba en un principio, por lo que solo queda esperar a la próxima vez que se deje ver así para poder consolarle. Aunque quizá no ocurra hasta dentro de otro año y medio.
Ruedo los ojos divertido por sus palabras acerca de mi sensibilidad. Le cojo de nuevo, esta vez con algo más de facilidad ya que no parece hacer fuerza para quedarse en su lugar, pero eso no quiere decir que no sienta mis brazos doler. Prácticamente le dejo caer en su asiento.
Hemos estado parados en medio de una calle residencial, y parece que nadie se ha dado cuenta o a nadie ha parecido molestarle.
Escucho la tintineante risa de mi amigo justo un segundo antes de continuar la marcha hasta la casa de Ally, que solo queda a un par de calles.
No soy consciente de las palabras que tendría que haber pensado -y no he pensado- para decirle a mi psicóloga, hasta que estoy parado delante de su puerta. 
Louis toca el timbre y agarra mi mano con fuerza, dándome ánimos para lo que se avecina.
La puerta se abre y aparece ella, con su habitual sonrisa de que todo va a mejorar, la cual decae de un plumazo al ver mi estado. 
Se queda pálida por completo. Sus ojos castaños se abren, al igual que su boca, la cual trata de tapar con una mano por la sorpresa.
Sus ojos se pasean por lo que supongo que son las marcas que hay en mi cara, en mi cuello y en los brazos, ya que los extiendo hacia ella, aún cubiertos por gasas, para que entienda hasta donde ha llegado el problema.
Veo como trata de balbucear mi nombre, pero finalmente se calla, cierra la boca tratando de volver a la profesionalidad, y sin decir una palabra, se aparta de la puerta haciendo un ademán de que pase dentro.
Con la cabeza gacha y sintiendo la vergüenza quemar mis mejillas, paso a la casa, sintiendo como Louis viene detrás de mí, y, sabiendo que Lou va a poner a Ally al corriente de lo acontecido en estos últimos dos días, decido dejarles a solas, ya que no quiero revivir más lo ocurrido.
Camino hasta el salón, sabiendo que allí hablaremos más tarde, encontrándome con otra persona aquí.
De espaldas lo único que puedo saber es que es una chica, pequeña y de un color castaño que tira a cobrizo, cortado de manera recta algo por debajo de sus hombros. Puedo ver como Michael habla con ella con entusiasmo, pero en cuanto sus ojitos se ponen en mí, parece olvidar la conversación que estaba teniendo.

--¡HARRY!-chilla lleno de ilusión.
--¡MIKE!-respondo de la misma manera, soltando una ligera risa.

Veo como se acerca a mí corriendo y me veo obligado a pasar de las recomendaciones del médico una vez más, ya que cojo al niño en mis brazos.

--¿Qué te ha pasado?-pregunta con un puchero, mirando mi cara con interés-¿Te duele?-pregunta apenas rozando con uno de sus dedos algún rasguño que hay en mi nariz.
--No, tranquilo, no me duele-le aseguro antes de dejar un beso en su frente-Pero voy a tener que bajarte al suelo, porque también me he hecho daño en los brazos-admito con un mueca triste.

Pero él lo comprende, ya que asiente con la cabeza. Me da un abrazo rodeando mi cuello con cuidado y acto seguido tengo que dejarle en el suelo. Él agarra mi mano de inmediato y yo sonrío mirándole desde mi posición.
Entonces encuentro un par de ojos entre verdes y grises mirarme con una expresión que tiene tanto la parte sorprendida y asustada por lo que significa, como la que ha puesto Ally, como una parte feliz por verme de nuevo, al igual que el pequeño que hay junto a mí.

--¿Lida?-pregunto algo sorprendido, ya que la última vez que la vi llevaba el pelo de un color azul eléctrico y algo más largo-¿Qué te ha ocurrido?
--Irónico que me lo preguntes tú-responde con una débil sonrisa, que entiendo que trata de esbozar para que no le sienta aún más violento.
--Sí, creo que yo ya he llegado al tope de mi locura-admito tratando de bromear.

Me muevo hasta el sofá en el que ella se encuentra y me siento a una distancia prudente, ya que no sé si somos amigos, conocidos o ni siquiera eso, ya que nos vimos solo una vez, y sí, intercambiamos números de teléfono, pero por alguna razón u otra, no he vuelto a saber nada de ella hasta ahora.
Mike se mantiene callado, esperando a que alguien diga algo. Veo como coge el coche que le regalé y se sube al sofá en el que estamos sentados, mirándonos con curiosidad. Le dedico una sonrisa, acariciando su pelo rubio para desordenarlo un poco, haciendo que él frunza el ceño y haga un puchero mientras se lo vuelve a ordenar.

--¿De qué estabas hablando antes con Lida?-le pregunto con suavidad, alzando un poco mi mirada para ver como ella sonríe de medio lado con la vista puesta en el niño.
--Me ha preguntado cuántos años tengo-dice con seguridad-y cuándo es mi cumpleaños.
--¿Y cuándo es?-le pregunto, tratando de mantener alguna clase de conversación que rellene el incómodo silencio.
--El dieciocho de Marzo cumplí cinco-contesta con orgullo-cinco son estos-añade antes de mostrarme todos los dedos de su mano.

Y una parte de mí, encuentra esta situación extraña. 
Si tú le preguntas a Malcom su cumpleaños te dice la fecha exacta, puede que incluso la hora, el hospital en el que fue o el día de la semana. Nunca te indicaría con dedos su edad.
Entonces entiendo cómo se comporta realmente un niño de cinco años, y lo especial que debe de ser la mente del pequeño Malik.
Sonrío al niño con un asentimiento de cabeza, haciéndole saber que entiendo a lo que se refiere.
Mike comienza a hablar de nuevo, con algo más de confianza aún estando entre nosotros dos, pero para entonces ya tengo mi mirada y mi atención puesta en la pequeña chica que está a menos de un metro de mí. Para mi mala -o buena- suerte, soy pillado en el momento en el que mis ojos están analizando sus labios, rosados y brillantes. Ella parece darse cuenta de mi análisis, ya que veo como sus mejillas se tornan de un rosa que resulta adorable, mientras sonríe algo cortada, apartando la mirada de mis ojos, aunque no de mi cuerpo. Yo solo respondo con una sonrisa amplia que debe de mostrar mis hoyuelos, que por alguna razón, quiero mostrarle, ya que a todo el mundo le suelen gustar. Y realmente quiero que a ella le agrade. Quiero agradarle.
Niall tiene razón. Tengo que olvidar a Marta. Tengo que hacerlo. Tengo que intentarlo, pero intentarlo de verdad, no como he hecho hasta el momento, que puede resumirse en: pensar en ella. Pensar en su sonrisa. Pensar en sus besos. Pensar en sus caricias. Dejar de pensar en ella durante diez minutos. Pensar en su voz. Pensar en como me hacía sentir. Sentirme un idiota por pensar tanto en ella. Volver a pensar en ella.
Durante la pelea de Ane y Niall, durante el shock de mi hermana, conseguí dejar de pensar en ella durante un mes completo, lo cual es todo un récord. Si a eso se le suma los días que hubo problemas con Malcom, pues ya hace una cantidad de tiempo importante. 
Después, ha habido algo menos de dos semanas, en las que mi mente quería pensar en ella, porque necesitaba pensar en ella, porque si no pienso en ella, no sé qué hacer, me siento perdido y vacío. Y luego llegó la llamada.
Fue apenas hace tres días -o eso me han dicho, porque no recuerdo demasiadas cosas entre chute de droga y chute de droga-.
Un recuerdo fuga llega a mi mente: Creo que me estoy enamorando. Pero ahora mismo no sé cuándo, cómo, quien o por qué dijo algo así, por lo que lo desecho de mi mente, al igual que hago con cada cosa de Marta que se me ocurra.
Borro su sonrisa. Borro su voz. Borro sus palabras hirientes. Borro la llamada de teléfono. Borro todo lo que me hace sentir mal de ella, descubriendo así que todo me causa una punzada en medio del pecho que parece no tener fin. Siento como bajo mi piel comienza ese ardor que relaciono con la adrenalina, con el odio que quiere salir de mí hacia ella, con ese odio que quiere salir de debajo de mi piel y no puede, porque las heridas están cicatrizando, y eso hace que me pique, que me pique toda la piel que me recubre. 
Y siento que la odio, pero que la quiero.
Que no quiero que vuelva nunca, pero que la necesito a mi lado.
Que sus recuerdos me duelen, pero me hacen sonreír.
Que su voz, preocupada por mí cuando cogió la llamada pensando que era Louis, no significó nada, porque no ha vuelto a comunicarse conmigo, ni con nadie -creo-, pero que al mismo tiempo, algo dentro de mí chilla con la posibilidad de que ella esté viniendo a por mí.
Por una ligera fracción de segundo, pierdo de nuevo la consciencia y la cordura, y sé que quiero parar, pero no sé qué es lo que debo parar, porque no siento nada a mi alrededor.
Pero para mi suerte, una pequeña y suave mano me hace volver a la realidad.
Parpadeo confuso, buscando una razón lógica para todo esto, para estos momentos en los que mi mente se aísla en un oasis mientras que mi cuerpo se defiende de sí mismo. Pero en vez de encontrar alguna respuesta, encuentro unos ojos entre verdes y grisáceos, muy grandes, observándome con preocupación.

--Harry, ¿estás bien? ¿estás aquí?-pregunta con voz suave y cuidadosa.
--Sí-murmuro aún confundido.

La última vez me paró mi organismo, me paro la falta de sangre, me paró la inconsciencia, y sin embargo, ahora de repente, parece que he parado solo.
Pero no, no he sido yo solo.
Caigo en dónde están mis manos: la izquierda con las uñas clavadas en la rodilla, la derecha, con los dedos ya tocando mi piel herida y sensible, por debajo de las vendas que parece que alguien ha quitado con necesidad. Sé que ese alguien soy yo.
Y sin embargo, encuentro una tercera mano sobre mi cuerpo. Esa pequeña y suave que ha hecho que pare, esa que es de Lida. Se encuentra posada sobre mi mano derecha, la que buscaba ahogarme más en mi propio dolor y agravar los heridas -la que también supongo ha tenido que luchar inconscientemente con las vendas-.
Relajo los dedos que presionaban mi rodilla con las uñas y hago lo mismo con la derecha, pero ella se adelanta.
Con maestría y mucho cuidado, deja las vendas como estaban.
Ella me ha parado. Ella ha hecho que salga del oasis de dolor, tranquilidad, sufrimiento e inconsciencia. Ella ha sido la que ha detenido otra locura, otra visita al hospital. 
No puedo evitar una mirada de confusión y curiosidad hacia ella. ¿Por qué ella? Si solo la he visto dos veces en mi vida. Si no sé ni como se apellida. Si no sé quien es. ¿Por qué ella ha conseguido detenerme tan solo colocando su mano sobre la mía?
Y la observo. Observo su rostro sereno mientras trata de dejar esas gasas blancas como estaban. Veo como su nariz se frunce ligeramente por la concentración. Veo como sus ojos de color extraño y confuso están completamente puestos en mi brazo izquierdo, brillando por algún motivo que no entiendo. Veo como sus rizos caen a ambos lados de su cara.
Y no encuentro nada en ella que me dé una pista acerca de lo que ha hecho exactamente, cómo lo ha hecho o tan siquiera si ha hecho algo conscientemente para pararme.
Sus ojos chocan con los míos, y olvido todo. Olvido a Marta. Olvido sus malos y buenos recuerdos. Olvido el dolor. Olvido el ardor que crece debajo de mi piel cuando pienso en cualquier cosa de ella. Olvido mi nombre. Olvido donde estoy. Olvido qué hago aquí. Olvido la existencia humana. Olvido todo que no sea ella.

--¿Sigues aquí?-pregunta de nuevo con suavidad.

Y aunque la pregunta suene extraña, es acertada, porque cuando estoy en ese oasis de mi cabeza, no estoy en el mundo real.
Me pregunto si ella también tendrá un oasis de angustia y al mismo tiempo felicidad, de agonía y alivio. Y muy dentro de mí, rezo porque no sea así, porque nadie merece esa sensación de estar perdido, sabiendo que tu cuerpo está tratando de eliminarte y tú no puedes hacer nada. Porque alguien como ella no merece que le pase algo así.

--No lo sé-admito en un susurro, aún perdido en algún punto entre la Tierra y sus ojos.
--Creo que voy a llamar a Ally-admite, todavía sin apartar sus ojos de los míos.
--Creo que es lo mejor-confieso.

Pero ninguno se levanta. Ninguno se mueve ni un milímetro. Ninguno aparta la mirada.
Su mano se encuentra sobre mi brazo, que siento que arde, pero no por la rabia y la alegría unidas, sino porque tengo la piel en carne viva. Sin embargo su toque no me molesta o me daña, sino que me alivia.

--Lida-murmuro pasados unos segundos, minutos, horas, milenios, qué importa.
--¿Qué?-responde con una pregunta en un tono bajo.
--Me gustan tus ojos.