sábado, 24 de octubre de 2015

Capítulo 71. Pre-desayuno.

Hola gente bella ^^.
Quiero dar las gracias a quien haya dado algún RT para el concurso (creo que nadie de por aquí dio, pero igual, yo lo agradezco) . Aún no han dicho ganador, pero vamos, yo estoy bastante segura de que yo no soy xD. No voy a quejarme porque al menos lo intenté, y si gana otra persona será porque su diseño lo mereciera más que el mío.

That's all.
Enjoy it xxoo
-------------------------------

Narra Liam.
Un suave llanto me despierta, a la hora exacta a la que todos los días, mi pequeño, me informa de que esta es una perfecta hora para desayunar: las cinco y media de la madrugada.
Acaricio mi cara, restregándome los ojos en un intento de desperezarme mientras un bostezo escapa de mí. Me giro en mi -demasiado- grande cama, pegándome de frente con los barrotes de la cuna -que tuve que comprar, ya que no podía dejar que mi hijo durmiera en mi cama por el resto de mi vida, aunque creo que tampoco me importaría- viendo así como patalea mientras llora con fuerza. Meto mi mano derecha entre los barrotes para acariciar su estómago y hacerle saber que ya estoy despierto, y que ya voy a levantarme de la cama para ir a por su biberón, otra vez, ya que hace tres horas hemos estado despiertos, de nuevo por culpa del hambre. Mi pequeño baja el volumen de su llanto al contacto con mi mano, pero aún así lloriquea y patalea, esperando que remedie su hambre cuanto antes.
Me levanto de la cama mientras bostezo sin poder remediarlo y le saco de la cama, haciendo que se quede pegado a mi pecho, todavía sin frenar sus lloros. Cojo mi móvil para guiarme con la luz de la pantalla y no tener que encender absolutamente todas las luces de la casa.

--Está bien, Matt, ya estoy en ello-le digo en un murmullo, tratando de despejarme mientras salgo de la habitación.

Bajo las escaleras lo más rápido que puedo, solo para no despertar a Cassie -otra vez- y por segunda vez en la madrugada me encuentro en la cocina, quejándome por la fuerte luz que me despierta de inmediato. Diría que a mi pequeño tampoco le hace gracia, aunque sé perfectamente que no es esa su gran pena. Preparo su gran biberón con una mano mientras que con la otra le sujeto contra mí, balanceándome para calmarle, entre suaves nanas que recuerdo que mi madre me cantaba de pequeño, pero no es hasta que el biberón llega a su posesión que no se calma. Se engancha a la tetina como si su vida fuera en ello, y sin ni siquiera abrir los ojos, succiona con insistencia, vaciando el recipiente en poco tiempo, mientras yo le observo sonriente.

--Me parece a mí que te estás haciendo grande muy rápido-admito al ver como parece que sus pequeñas manitas ya no son tan pequeñas como la primera vez que lo tuve entre mis manos. 

No ha pasado demasiado tiempo desde entonces, apenas veinte días, diecisiete para ser exactos, pero está claro que los bebés crecen en apenas un minuto, o al menos esa es la percepción que yo tengo. 
Cuando termina de comer, dejo el biberón en el lavaplatos, sin molestarme mucho en pensar en lavarlo o no. Con un nuevo bostezo, que parece que le contagio a mi niño, me siento en una de las banquetas de la cocina y le coloco en mi hombro para poder dar las palmaditas necesarias en su pequeño cuerpo para que eche los gases cuanto antes y así poder volver a la cama, al menos hasta las ocho, que de nuevo será hora de comer.
Apenas Matt ha terminado de echar los gases, le coloco en mi regazo dispuesto a volver a la cama durante un rato más, cuando, para mi gran sorpresa, mi móvil comienza a sonar. Mi pequeño no parece molesto, ya que parece lo suficientemente acomodado como para volver a dormir mientras yo contesto a quien sea que pueda estar llamándome a estas horas. Preocupado de que pueda haberle ocurrido algo a Harry o a cualquiera de los chicos o mi familia, ya que es la única cosa que puede ser tan urgente como para que se me llame a estas horas, cojo el móvil de inmediato. En la pantalla hay un número, uno inmensamente largo, más de diez dígitos. Confundido y sin saber con lo que me voy a encontrar, lo cojo.

--¿Si?-pregunto dudoso.
--Liam...

Su suave voz eriza el cabello de la parte trasera de mi nuca y de inmediato me saca una gran sonrisa. Mi corazón palpita con necesidad, con una enorme de poder verla, de poder estar con ella otra vez, aunque sé que aún quedan cerca de cuatro días para que vuelva a ocurrir.

--Princesa-respondo de inmediato-¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Llegasteis bien?-pregunto, aunque sé que no hay muchas posibilidades de que se me responda a muchas de mis dudas.
--Estoy bien. Estamos bien-contesta segura. Puedo sentir su sonrisa a través de la línea-¿Tú te encuentras bien?-el tono de su voz cae, y se puede apreciar algo así parecido al enfado, o tal vez a una extrema preocupación-¿Le ha pasado algo a Matt?
--No, no. Estamos los dos bien-digo con rotundidad, solo para calmar su preocupación, o su enfado, no sé muy bien cómo definirlo.
--Bien. Bien-responde ella, relajando de nuevo su tono-¿Te he despertado?-pregunta, esta vez con un tono cálido y dulce, con ese con el que durante mucho tiempo yo la escuché hablar todos los días, a todas horas.
--No, para nada. Es la hora del pre-desayuno del pequeño.
--Un poco pronto-bromea por vez primera, después de tanto tiempo.

Mi corazón se acelera al escuchar ese tono de voz, no solo por haber pasado tanto tiempo sin escuchar algo parecido a una broma, sino porque significa que todo va bien, que ella va a volver, y espero que sea dentro de poco.

--Bueno, por eso es pre-desayuno-contesto con el mismo tono divertido.

Es entonces cuando su risa cantarina resuena, provocando que un escalofrío me recorra. Las lágrimas no tardan en venir a mí, y tengo que morder mi labio inferior, que no deja de temblar aunque esté intentando sonreír.

--Te echamos de menos-susurro, sin poder evitar que mi voz se quiebre.
--Y yo a vosotros-responde sin dudar, todavía con ese tono maternal, con esa calidez que hace que me sienta como si ella estuviera aquí ya.
--¿Cuándo vas a volver?

Y entonces, parece que algo se complica allá donde esté. Se escucha el golpe de una puerta abrirse con agresividad, como si hubiera sido derribada, una voz masculina no tarda en hablar a gritos, en esa lengua que relaciono con la misma con la que Ale habla en cuanto yo me doy la vuelta. Y lo siguiente, es un sonido sordo, como si el móvil se hubiera caído al suelo, mas no se hubiera roto ni colgado.

--¿Ale?-susurro. Mi voz temblando como si se tratase de un flan.

Pero no hay respuesta al otro lado, aunque sí que escuche su voz. No su voz dulce, su voz maternal, tranquila, de niña inocente, la voz de mi princesa, de mi Ale, sino la voz dura, la demandante, una dominante que hace que la sangre se me hiele y que no se me ocurra decir palabra, aunque eso no signifique que cuelgue.
Varias personas comienzan a hablar, como si discutieran, entre ellas una muy parecida a la de Josh. Distingo unas cinco diferentes, sumándole la de mi princesa. Todas parecen masculinas, a excepción de la de Ale, que hace que el resto de ellas callen de inmediato. Parece que ruge, que les regaña, escupe un puñado de sonidos apenas pronunciables, que nadie parece querer interrumpir, salvo alguien, un alguien que parece francamente cabreado, y podría asegurar que es con ella. Ale responde, colérica, fuera de sí, ganándose más gritos por parte del otro hombre, que estoy bastante seguro de que no es Josh. Nadie más habla, solo ellos dos, Ale sonando por encima de él, pero eso no quita que él -sea quien sea- suene cabreado, al menos así es, hasta que se escucha un disparo. Mi corazón se detiene, y me quedo estático, como si el disparo hubiera ocurrido aquí. Quiero hablar, pero las palabras no salen de mí, por miedo, por pánico a que ese disparo haya acabado en algún lugar de mi pequeña princesa. Pasan unos segundos de silencio sepulcral en los que no se oye ni el más mínimo suspiro, hasta que es -el que yo creo que es- Josh el que rompe el silencio, con un tono calmo, pero tan dominante como el de mi niña, la cual ya no sé el estado en el que se encuentra.
Las lágrimas no tardan en rodar por mis mejillas junto a un jadeo lloroso e histérico, mientras que al otro lado las voces masculinas, únicamente las masculinas, vuelven a entablar una conversación, bastante menos subida de tono.
No, no puede ser. No pueden haberla herido. No pueden haberla...matado. No. No. Ella no puede irse. Ella no se ha ido. No se ha ido. No se ha ido. Josh no lo hubiera permitido. Josh no se hubiera quedado tan tranquilo si algo le hicieran a su hermana. Josh me prometió que estaría a salvo, que nada malo la ocurriría. Me lo prometió. Me lo juró. No puede haber dejado que una promesa, que un juramente se deshaga así de fácil.
Todavía mantengo el teléfono en mi oído, llorando silenciosamente mientras susurro un "Por favor, di algo" que va dirigido únicamente a ella y a que hable, a que me indique que sigue aquí, pero lo único que distingo son voces de hombre, volviendo a elevarse una sobre la otra, cada vez más alto, cada vez más agresivo. Cada vez mis lágrimas salen más seguidas. Cada vez mi respiración se entre corta más, convirtiéndose rápidamente en sollozo. Y de repente, su voz vuelve a hacer eco, resonando en esa estancia que parece no tener demasiadas cosas, fuerte, imponente, para nada herida o dolorida, ni mucho menos débil. Las voces masculinas se callan una vez más, y yo no puedo evitar romper en llanto, esta vez por la felicidad, por escuchar su voz, por volver a sentir mi corazón palpitar, por saber que ella está bien y que va a volver. Va a volver. Sana y salva.
Se hace un silencio al otro lado de la línea, que hace que separe mi oreja del móvil para confirmar que la llamada no se ha cortado. una de tantas voces de hombre habla, con duda, con extrañeza. Se escucha como si alguien cogiera el teléfono, y de nuevo la dulce voz de Ale está aquí, solo que ya no es dulce, sino distante y demandante.

--Liam, te llamo mañana.
--Ale, ¿estás bien? ¿Qué pasa?-yo pregunto, totalmente ajeno a sus palabras.
--No necesitas saberlo. Mañana hablamos. Ten cuidado. No dejes que Alexia se acerque a Matt. Te quiero. Adiós-y la línea se corta, sin darme tiempo a contestarla, pese a que lo haga igualmente, sabiendo que ya nadie me responderá.
--Yo también te quiero...

Despego el móvil de mi oreja, mirando la pantalla inútilmente. El largo número ya se ha ido y tan solo está mi fondo de desbloqueo. Dejo el móvil en la isla de la cocina y aprieto mis labios, en un intento por no echarme a llorar de nuevo, de manera totalmente inútil y sin sentido, pero acabo por hacerlo.
Trato de no ser escandaloso, de no despertar a Matt, quien no parece haberse enterado de nada, ni tampoco a Cassie, pero no puedo evitar sollozar. ¿El motivo? El miedo, la preocupación, la idea de que ella no vaya a volver, porque no quiera, o porque Josh no pueda mantener su promesa, el pensamiento de que su parte dulce, su inocencia, su dulzura, su carió, su calidez...todo se esfume en cuanto vuelva, y ya no vuelva a ser la chica que conocí en aquellas nefastas -y falsas- circunstancias.
Siento una mano colocarse en mi hombro, haciendo que me sobresalte y me levante de la silla, solo para encontrarme esos ojos azules que tanto temía ver a estas horas.

--¿Qué ocurre, Liam?-la chica me pregunta con verdadera preocupación, con nerviosismo, con miedo.

Yo niego con la cabeza, tratando de sonreír para quitarle importancia, pero me resulta completamente imposible. Cassandra me rodea con sus brazos, dejando a Matt entre nosotros, todavía ajeno, tan solo durmiendo tranquilo, sin problema alguno.

--¿Ha pasado algo malo? ¿Se encuentra Harry bien?

Asiento con la cabeza, sin poder articular palabra por el nudo que se me ha formado en la garganta y que parece que se expande por mi pecho de manera dolorosa e implacable.

--¿Entonces qué pasa? ¿Es Malcom?

Esta vez niego con la cabeza, en mitad de un intento de jadeo en busca de aire, que se convierte en otro sollozo incontrolable más.
Cassie no pregunta nada más por un largo rato en el que yo solo me dejo consolar, llorando como mi propio hijo hace unos momentos, con la misma necesidad, con el mismo dolor, con el mismo absoluto sufrimiento...la diferencia entre mi llanto y el suyo es obvia. Pasan unos largos minutos en los que me deshago en mis propias lágrimas, asustado, temeroso por tantas cosas, que sería inútil enumerarlas, pero supongo que todas se pueden resumir en una única palabra, la cual, Cassie susurra, al parecer comprender el motivo de mi desesperación.

--Alejandra... ¿Qué ha hecho? ¿Ha pasado algo?
--No lo sé-confieso con la respiración aún agitada, tratando de controlarme para dejar de parecer un bebé llorón-No lo sé...
--Pero ¿te ha dicho algo? ¿Ha dicho si va a volver? ¿Ha arreglado algo?

Frunzo el ceño ante sus preguntas, ante su repentino interés por Ale, cunado siempre se ha mantenido callada y sumisa si el tema es acerca de ella.

--No me...no ha dicho nada de eso...-respondo-Solo...me ha preguntado cómo estábamos, si todo iba bien y...-mi voz se corta, tiembla, se pierde al recordar ese sonido sordo, esas voces, ese disparo...-s-se ha escuchado un disparo. Pero ella está bien...no sé a quién han disparado ni por qué.

La chica morena de ojos azules parece perder todo el color de su rostro, como si la sangre hubiera huido de ella. Se queda quieta, tan estática como supongo yo he estado en el momento en el que lo he escuchado todo.
Decido no decir nada. No sé que puedo decir, la noticia es impactante se mire por donde se mire. Sin embargo, ella, muy lejos de verse preocupada, de preguntar cómo sé que Ale está bien, o cualquier otra pregunta que cualquiera se plantearía hacerse, lo único que sale de ella son cinco palabras. Cinco palabras que conforman una frase corta y que, aunque no sea una orden, ni mucho menos una tan demandante como la que puede ser una de Ale, inflige en mí la misma reacción de tensión, de miedo, de preocupación, y sobre todo, la idea de hacerla caso sin preguntar.

--Hay que largarse de aquí.

Narra Niall.
Su pelo enmarañado hace mil y un dibujos sobre la almohada azul. Su espalda se mueve rítmicamente, acorde con el ligero suspiro que sale del sus labios entreabrietos. Sus ojos se mantienen cerrados bajo unas cejas arqueadas, indicando molestia, justo antes de interrumpir su tranquilidad para murmurar algo ininteligible y darse media vuelta. Ahora lo que puedo admirar ante mis ojos es su espalda desnuda, empezando por sus hombros, cubiertos por algunos mechones rizados, seguido por la depresión que se forma bajo sus costillas levemente y que vuelve a subir a sus caderas. La sábana azulada parece surgir de la nada, cayendo justo por el lugar donde su espina dorsal acaba. Desde esta posición, también me quedo largos minutos admirándola, pensando en cuanto daría por tener el don de la pintura para poder retratarla, para poder plasmar la belleza que cualquier griego estaría esperando con un pedazo de mármol y un cincel en la mano. Un nuevo sonido sale de ella pasados minutos, que no sé si ya pueden ser contados como horas; un suave "Niall" escapa de ella con tono de reproche que me hace sonreír. Me acerco la corta distancia que nos separa, haciendo que mi pecho quede pegada a su espalda. Mi mano derecha agarra la sábana y la sube con cuidado por su costado, encargándome de acariciar su piel suave y fría hasta que está cubierta hasta los hombros. Dejo un beso en su omóplato y un gruñido agradecido -y dormido- me agradece que la mantenga caliente. Sonrío contra su piel antes de apartarme, echando una segunda capa sobre ella, más gruesa, que mantenga su calor en mi lugar.
Salgo de la cama con cuidado, a sabiendas de que no se va a despertar, pero aún así observándola, solo por el placer de hacerlo. Miro el reloj de mi mesilla, viendo como un típico reloj digital me muestra que son pasadas las diez de la mañana. Sonrío negando con la cabeza; está claro que alguien no se puso el despertador para ir a clase, y está mucho más que claro que no voy a ser yo quien irrumpa su sueño, no después de haber estado la noche en vela vigilando que Harry estuviera bien. Louis ya la informó de que se encontraba bien, de que él solo podía estar encima de Harry, y de que, además, Lida también se encontraba en la casa, pero ella, mi prometida, cabezona como ella sola, insistió en quedarse por allí, solo para verificar que nada malo le ocurría, pese a que hoy tendría que ir a clase.
Llego al otro lado de la cama, examinando una vez más su apacible rostro dormido. Me inclino para dejar un beso en su frente, lo cual hace que ella suelte algo que no comprendo, seguido de una sonrisa. Correspondo a su sonrisa de manera casi incosciente y dejo una caricia en su mejilla.
Me dispongo a salir cuando me doy cuenta del estado en el que se encuentra su ropa, sobre todo la interior, que aún se encuentra mojada. Agarro su ropa algo caída de la silla junto con una camiseta que encuentro mía y salgo de la habitación. Bajo al piso de abajo, pasando por el cuarto de la lavadora para echar la ropa a lavar, y acto seguido me dirijo a la cocina con la idea de preparar algo abundante en azúcar para que, cuando ella se despierte malhumorada por no haberla despertado para ir a clase, se le pase rápidamente.
Abro los armarios que hay encima del fregadero, encontrando así con que tengo lo necesario para hacer tortitas. Cojo los ingredientes junto con los utensilios que sé que voy a necesitar y enciendo la radio, dispuesto a preparar un gran desayuno. Desde que ella está aquí, creo que he mejorado mi nivel de cocinero bastante, puesto que cuando estaba yo solo tampoco había muchas ganas de hacer algo grande ni mucho menos elaborado, pero con el incentivo de que lo que voy a hacer es para compartirlo con ella, mis ganas aumentan, aunque luego haya que recoger un gran estropicio en la cocina.
Coloco la harina con la levadura y la sal en un bol, silbando al ritmo de Payphone de Maroon 5. Es cuando estoy batiendo cuando recuerdo la conversación de anoche, si es que se puede considerar conversación, ya que no sé cuan conscientes estábamos ambos, aunque la parte interesante de todo ese mar de cosas chorra y sin sentido que dijimos fue el tema de la habitación.
Mi habitación. Bueno, en realidad no es mi habitación, porque no es donde duermo, aunque sí que es la que uso ¿para qué? Para esos momentos en los que mi cabeza colapsa y realmente no puedo aguantar más, momentos de estrés, momentos de tristeza, de alegría o de simple aburrimiento.
Dejo el bol sobre la encimera, a sabiendas de que aún quedará un rato para que ella se despierte. Me limpio las manos en un paño de cocina cualquiera y subo de nuevo por las escaleras. Asomo la cabeza para confirmar que siga dormida, y acto seguido abro la puerta que tanta curiosidad le causa, aunque tampoco sé por qué.
Una de tantas cosas que tiene es que es curiosa, pero no es curiosa; extraño pero cierto. Es curiosa porque quiere saber, porque quiere descubrir que es lo que hay detrás de eso que le es desconocido, pero no de tal manera en la cual rompería mi "privacidad", entre comillas ya que mi privacidad no me importa, no con ella después de todas las situaciones que hemos vivido.
La puerta se abre con facilidad, dejando paso a la poco común habitación. Poco común, ya que no es algo que cualquier persona tendría en su casa, mucho menos al lado de la habitación principal, pero dado que las paredes están insonorizadas tampoco tiene demasiada importancia.
Miro a mi alrededor, sonriendo satisfecho con todo lo que me encuentro a mi alrededor, mis pequeños y queridos juguetes. Los acaricio con las yemas de los dedos mientras paso de uno a otro, pensando en la de veces que habré usado cada uno, en la de veces que me han reconfortado cuando no tenía nadie más. Algunos de ellos los tengo desde hace años, el más antiguo, de cuando tenía quince, ya desgastado por el uso. Los más antiguos se encuentran en casa de mis padres, ¿dónde sino podría guardar algo tan importante para mí?
Llego al centro de la sala y me siento frente a uno de mis favoritos. A ojos de -aparentemente- todo el mundo, esto es algo que le va más a Louis, e incluso a Liam, nunca nadie ha pensado en que algo así pudiera interesarme. Podríamos decir que es mi pequeño gran secreto.
Cojo aire, coloco las manos sobre las inmaculadas teclas y comienzo a tocar algo sencillo. Hay muchos pianistas por el mundo, muchas más grandes obras, algunas de ellas puedo tocarlas sin mayor complicación, otras tendría que estar practicando como cualquier otro, pero una suave melodía, que originalmente, es tocada por mi mayor ídolo adolescente, sale de mí con facilidad. Tarareo sin esforzarme mucho, tan solo como acto reflejo al escuchar la canción que yo mismo toco.
Me encuentro tan concentrando en la canción, que para cuando me quiero dar cuenta, una hermosa presencia únicamente vestida con el edredón de mi cama se sienta a mi lado, sin decir palabra, sin hacer nada que no sea estar observando mis dedos moverse de una a otra y otra tecla en poco tiempo.
Dejo la canción sin acabar, y los brazos caer a ambos lados de mi cuerpo. Me echo hacia un lado, para dejar más espacio para que ella se siente. Apenas unos segundos más tarde, Ane agarra mi mano izquierda con suavidad -la más cercana a ella- y la deja sobre las teclas. La miro con una expresión de duda pero ella tan solo me sonríe con calidez, besa mi mejilla con dulzura, murmurando un "Sigue" contra mi piel, que hace que un escalofrío me recorra. Devuelvo la sonrisa, al igual que el suave beso, solo que el mío roza sus labios con cariño, antes de volver al piano, retomando ese Nothing like us. Esta vez canto un poco más alto, entonando el estribillo que es lo que más me interesa que ella escuche ahora.


--There’s nothing like us, there’s nothing like you and me, together through the storm. There’s nothing like us, there’s nothing like you and me...together.

Las últimas notas suenan tan lentas y armoniosas como en la canción original. Mis brazos vuelven a quedar lejos del piano, esta vez sobre mi regazo, esperando algo por su parte, pero ella solo parece admirar toda la espaciosa sala con curiosidad y algo de sorpresa. 
Una fila de guitarras, tanto acústicas como eléctricas a un lado de la sala, justo detrás de nosotros. En el alfeizar de la ventana, se aprecia un gran montón de folios que tendría que recoger, llenos de letras y versos sin orden alguno, sin música alguna, o por el contrario, pequeños trozos de melodías que no tienen una letra, y que puede que nunca lleguen a tenerla. Delante de nosotros, justo al otro lado del piano, hay un sofá negro que hace juego con el piano; frente al cómodo asiento, una mesa baja en la que hay aún más hojas garabateadas, justo al lado derecho, una lámpara, la cual me ha hecho compañía durante muchas y largas noches. Encima de todo ello, en la pared más cercana a esas dos cosas, hay dos estanterías simples, repletas de discos de distintas épocas, cantantes y estilos musicales. 
Cuando parece haber terminado de observar todo, sus ojos vuelven a mí, junto con su sonrisa.

--Así que esto es lo que hay tras la puerta misteriosa.
--¿Te esperabas una habitación roja a los 50 Sombras?-bromeo.
--La verdad es que tampoco me hubiera sorprendido-responde ella con gracia, antes de apoyarse contra mi hombro izquierdo-No sabía que tocaras.
--Creo que no mucha gente lo sabe-admito llevando mi mano derecha una vez más a las teclas. Presiono algunas de ellas sin mucho interés, sin querer llegar a ninguna melodía-Soy el chico de la guitarra ¿sabes? Estoy decepcionando a mi propia imagen-río en voz baja ante la idea.
--¿Qué más cosas sabes tocar?
--Aparte de a ti...-comento sin perder el humor, con mis labios contra su pelo-De pequeño aprendí a tocar el violín. No creo que se me gustara demasiado, ya que lo dejé en pocos meses, pero creo que también cuenta. Y bueno, la guitarra, eso está más que claro.
--Se te da bien.
--Es lo que tiene la práctica, y que me guste, está claro.
--Así que en vez de irte de fiesta con tus amigos a hacer el idiota como cualquier chico de quince años...¿te quedabas en tu casa tocando?
--Creo que eso es lo que mi madre pensaba-admito con humor, riendo por ello.

Ella también ríe, antes de volver a dejar la estancia en silencio. Mi brazo izquierdo rodea su espalda parcialmente desnuda, mientras la derecha sigue saltando de una nota a otra sin mucho interés. Ane se levanta de su asiento, lo cual hace que ponga mi atención en ella, observando sus movimientos con curiosidad, siguiéndola con la mirada por toda la sala, parece que observando más de cerca los objetos de esta habitación, poniendo especial atención en las partituras y hojas garabateadas. Mira los papeles del alféizar y los echa hacia un lado con cuidado, cogiendo algunos de ellos como si tuviera miedo de romperlos. Los mira con atención, con el ceño levemente fruncido cuando encuentra algo que no debe de comprender, ya que algunas cosas de las que hay escritas fueron apuntadas a altas horas de la madrugada, o justo antes de salir de casa, deprisa y corriendo. Me levanto con la misma suavidad que ella, apenas haciendo ruido, solo para no romper este extraño silencio que se forma entre nosotros de vez en cuando, y últimamente con frecuencia. Creo que son estas habitaciones, ya que en el resto no suele ser así; en el resto hay muchas risas, mucho ruido, el sonido de televisión de fondo, alguna conversación...pero tanto la vacía sala de invitados, como mi "sala de la música" como yo la llamo, crean una especie de cúpula que nos aísla del ruido mundano, y que nos deja a nosotros encerrados dentro, en un agradable y cálido silencio que nos envuelve y saca nuestros deseos, algunos profundos pensamientos.
Veo como Ane sonríe ante unas cuantas hojas de cuadros, dobladas y arrugadas, algo rotas, y de inmediato sé que son las líneas que conforman aquella canción que le canté una de las veces que estuvimos en Irlanda. Agarro los papeles que tiene entre sus dedos, haciendo que ella me mire con un puchero al querer seguir viéndolos, pero yo solo niego con la cabeza, dejándolos a un lado mientras le tiendo mi mano para que se levante. Ella la coge con seguridad, aunque en sus ojos se vea la duda y se levanta. La guío hasta estar de nuevo ante el piano. Apoyo mis manos en sus caderas y la alzo sin esfuerzo hasta que queda sentada encima del piano, al lado derecho, ya que es el que menos voy a usar en este momento. Sus largas piernas caen desnudas, con el suave edredón cubriendo apenas hasta la mitad de sus muslos. Dejo un beso en ambos dos antes de separarme y empezar a tocar una canción que estoy seguro de que reconoce de inmediato. En efecto, apenas he tocado las dos primeras notas, escucho un sonido que me indica su sorpresa.
No alzo la mirada, tan solo toco la canción todo lo bien que puedo, esperando hasta acabar para poder ver su expresión.
Chopin no es de mis pianistas favoritos, pero supongo que esta canción merece ser tocada en este preciso instante. Preludio en Mi menor, también -poco- conocida como...

--La canción de Allie...

Las palabras salen de ella en un susurro una vez mis manos han finalizado la canción. En su rostro hay una sonrisa temblorosa de ojos cristalizados, que hace que me levante de mi asiento para colocarme entre sus piernas con facilidad, rodeando su cintura con mis brazos. Con una sonrisa, beso sus mejillas, acto seguido su nariz, su frente y por último sus labios, insistiendo en estos últimos con toda la tranquilidad de este mundo.

--¿Cómo lo has sabido?-susurra contra mis labios, sus brazos rodeando mi cuello.
--Puede que haya estado investigando un poco-respondo de la misma manera, sin poder apartar mi sonrisa.
--¿Investigando?
--Quizás haya visto la película.
--¿La has visto?-pregunta extrañada.
--Bueno, solo el principio-confieso sin poder evitar reír. Un nuevo y deseado beso llega a ella, nuestras frentes unidas.
--Ya me parecía a mí-ella ríe de igual manera, devolviendo mi beso con la misma intensidad.
--No parece tan buena como el libro.
--Ninguna película es tan buena como el libro del que ha sido sacada.
--¿Ninguna?-pregunto alzando mis cejas con sorpresa.
--Bueno, la verdad es que todas las de Sparks están bastante bien hechas, pero ninguna superará jamás a su libro.

Sonrío de nuevo ante su respuesta, para acto seguido continuar con la ronda de besos matutina, que acaba por ser una ronda de risas, puesto que encuentro un punto débil en ella, en el cual mis besos dejan de ser agradables para ser un horrible punto de cosquillas que hace que ella estalle a reír, pidiéndome porque pare.
Por un momento parece como cualquiera de las demás estancias de la casa, pero rápidamente vuelve el acogedor silencio, que hace que yo pare de hacer cosquillas entre besos y risas suaves, al tiempo que detiene la fuerte risa de mi prometida. Ambos dos callamos, quedando uno frente al otro, con las miradas unidas, como si fuera la primera vez que lo hiciéramos, con mis manos acariciando sus suaves piernas hasta que se pierden entre el edredón que cubre su desnudez, y con las suyas haciendo patrones de círculos imaginarios en la parte alta de mi espalda.

--¿Me querrías aunque no pudiera recordarte?-pregunta de repente, pillándome de sorpresa. Su voz es seria y parece haber un atisbo de temblor, al igual que en sus profundos ojos que no se separan de los míos.
--Por supuesto que sí-contesto sin tener que pensarme la respuesta-Las discusiones, el dinero, la enfermedad...nada importa, nada puede hacer que deje de quererte. Siempre voy a estar ahí, para ti, queriéndote tanto como el primer día, con tu vestido azul, tan destacable entre las demás, pisándome los pies en un intento de bailar alguna canción que no tenía nada que ver-añado con una sonrisa al recordar la torpeza de ese primer encuentro. Ella me devuelve la sonrisa con un leve asentimiento de cabeza-No importa lo que pase...nada importa. Nada salvo tú y yo.

lunes, 19 de octubre de 2015

Capítulo 70. Tentación


Holiiiiis :'3.
Por fa, no paséis de esta nota, es muy importante para mí.

No me gusta hacer estas cosas, por eso que nunca lo haga, pero esta vez es un caso de extrema importancia.

Me gustaría que le dierais RT a este tuit --> https://twitter.com/HoransMistress/status/655859834005385220?s=09 
(Si no os sale el link por la razón que sea, el tuit es el que hay fijado en @horansmistress)

No es porque me gusten los RT así a lo loco, sino que es para conocer a los chicos. Sí, a 1D, a los chicos por los que yo escribo y vosotros leéis fics, esta una de ellas. Sé que es muy difícil ganar, por no decir imposible, ya que hay diseños mejores, gente que es famosa por tw y gente que lleva más días tuiteando, pero al menos necesito intentarlo, saber que he hecho todo lo posible para poder estar frente a ellos después de tanto tiempo, para poder abrazarlos y darles las gracias por todo lo que han hecho por mí, por tantas risas, tantas lágrimas, tanto apoyo, tanta ilusión, tanta gente a la que he conocido, mucha de ellas muy importantes para mí, y como no, para agradecerles que me dieran las esperanzas suficientes como para querer plasmarlos en historias como esta.

Es solo un RT, un click. Ni siquiera el concurso es sobre darle RT, sino sobre que los de MTV vean la imagen y ya si la ven que decidan si les gusta. Es estúpido querer RT's, si aunque la gente de MTV lo vea, no les gusta mi diseño, pero es lo único que veo que puedo hacer.
Os lo agradezco un montón, tanto si le dais como sino, tan solo espero que pueda ganar esto.

Ahora sí, ya os dejo leer.
Siento la parrafada, pero es que me pongo emocional con estas cosas imposibles de la vida.

Enjoy it xxoo.
----------------------

Narra Harry.
Me sonríe. Me sonríe a un escaso metro de distancia. Tranquila. Como si nada hubiera ocurrido. Y yo, como el idiota -aún enamorado- que soy, le devuelvo la sonrisa, con la misma tranquilidad, con el mismo sentimiento de que todavía podemos arreglarlo, de que todo puede acabar bien todavía: ella, yo, el bebé, los tres juntos, pero una punzada de rencor sigue instalada en mi pecho, impidiéndome sentirme tan lleno por ella como alguna vez me sentí.
El ascensor tambalea cuando ese extraño hombre sale. La miro asustado, sabiendo que tenemos que salir de aquí cuanto antes, que esto se va a caer y que vamos a morir en cualquier momento. Pero ya es tarde. El ascensor se descuelga y siento ese hormigueo de miedo y adrenalina subir por mi estómago. No hay silencio alguno, no hay gritos, no parece haber lágrimas, es como si no pudiera escuchar absolutamente nada a mi alrededor.
De alguna manera las paredes del ascensor desaparecen y tan solo quedamos ella y yo cayendo al vacío. Esta vez no soy capaz de agarrar ninguna clase de saliente y siento como me precipito metros y metros a una velocidad vertiginosa que solo hace que mi corazón se acelere más. Tan solo espero paciente a que sea mi corazón el que se detenga antes de llegar a las oscuras profundidades en las cuales no sé lo que me encontraré, aunque está claro que no sobreviviré para verlo. Ante mis ojos no pasan imágenes de toda una vida, no, tan solo el blanco resplandor que hay al lado opuesto al que me dirijo. 
Cierro los ojos, buscando algo que pensar en los últimos segundos de mi vida. No chillo, no hay necesidad, tan solo espero y me dejo caer, con ella a apenas un metro de mí. Marta tampoco grita, y aunque no la esté mirando, sé que tampoco siente ninguna clase de angustia, tan solo la misma adrenalina que se ha instalado en mi estómago.
Y de repente, dejo de caer. 
Es extraño, porque no ha habido ninguna clase de golpe, mi corazón no se ha detenido, ni tampoco he sentido el tirón de nadie agarrándome, pero al abrir los ojos, siento esos grandes y grisáceos, mirándome con auténtico pánico y desesperación, todo el que yo no siento por alguna razón. De alguna manera, ella, con su pequeño cuerpo, me agarra con una sola mano, mientras la gravedad sigue buscando tirar de mí. Ninguno decimos nada, todo sigue en ese extraño silencio, salvo por un agudo grito que es precedido de un golpe sordo.
De inmediato sé, que Marta ha caído, que ha llegado al fondo de todo, que no se ha agarrado a mí esta vez y que ha acabado por caer sin llevarme a mí con ella. Yo me encuentro colgado, de ese fino hilo que simula su brazo.
Aún no estoy a salvo, pero al menos ya no caigo con ella.

Ya no hay sobresalto. Después de todas las veces que he soñado con lo mismo, es como si ya mi cuerpo se hubiera acostumbrado a ello, pese a que mi corazón siga desbocado y mi mirada aún tarde en enfocar qué o quién está frente a mí en el momento de abrir los ojos.
No creo que haga faltar decir que no sé cuántos tiempo ha pasado, ni desde la última vez que tuve consciencia, ni de la última vez que intenté levantarme de la cama, por no decir que ni siquiera sé cuánto tiempo en este estado tan lamentable del que no me veo con fuerzas ni ganas para salir.
Por primera vez, en lo que creo que son días, no hay nadie frente a mí vigilándome, con ojos grandes y preocupados, llenos de lágrimas y miedo, como si en cualquier instante fuer a coger y saltar por la ventana. Si al menos tuviera fuerzas como para levantarme de la cama...
Suspiro mirando hacia el techo, sabiendo que es lo único que puedo hacer para calmar mi corazón acelerado. Trato de hacer memoria acerca de cuántas veces he soñado con lo mismo, cuántos finales ha tenido o cuántas se ha repetido exactamente igual a la primera vez que lo tuve. Hago una cuenta lenta, muy lenta, sé que es lenta porque me cuesta pensar. Que triste, me cuesta pensar, y me gustaría reírme de mí mismo por patético y estúpido, pero mis fuerzas se van en cada respiración profunda que hago para hacer que mi pecho poco a poco vuelva a su ritmo original.
Acabo por llegar a la cuenta de dieciséis veces. Dieciséis veces se ha repetido la pesadilla, más todas las veces que no recuerdo haber soñado nada, claramente. Me gustaría poder pensar que si han sido dieciséis veces es porque han pasado dieciséis noches desde el primero, pero lamentablemente sé que hay días que he sentido la misma caída más de una vez.
Niego con la cabeza, dándome por vencido. Simplemente me da igual el tiempo que lleve aquí tumbado, solo quiero levantarme de una vez y volver a mi vida normal. Volver a las canciones, a los ensayos, a los fans, a bromear con los chicos como si nada pasara... Y sé, que eso no va a ser posible, no en un periodo de tiempo corto.
Me doy media vuelta, sintiendo la espalda dolorida, tal vez por el tiempo que lleve en la misma posición. Para mi sorpresa, me topo con un pequeño cuerpo, y para mi no-tan sorpresa, es la pequeña pelirroja, que hoy se ve más castaña que otra cosa. Se encuentra acurrucada y frunce el ceño al sentir que me muevo, pero mantiene los ojos cerrados, mientras a tientas busca mi cuerpo. Cuando lo encuentra, coloca su cabeza contra mi pecho, manteniendo la posición fetal, y su brazo izquierdo se mueve hasta llegar a mi costado, cayendo por mi espalda. Su brazo, ese capaz de mantenerme a mí, con todo mi peso y contra la gravedad a una distancia tan alta, apenas pesa sobre mi costado.
Muevo mi brazo derecho, dudoso, mucho más que dudoso, acercándolo a ella, hasta que acaba haciendo el mismo recorrido que el suyo. Al ser mi brazo más largo acabo por rodearla por completo y me acerco a ella de manera medio inconsciente. Mi cabeza queda por encima de la suya, con mi barbilla apoyada entre sus rizos deshechos de color cambiante. Suspiro, y por primera vez en lo que se sienta una eternidad, siento como sonrío, cómo sonrío de verdad, no de manera muy amplia, pero sé que lo estoy haciendo. Siento unas terribles y sin sentido ganas de llorar solo por el hecho de verme capaz de sonreír, pero me limito a quedarme quieto y callado, dejando que las lágrimas salgan en contra de mi voluntad, con la sonrisa aún débil en mi rostro y mi brazo rodeándola. Hundo mi nariz entre sus rizos y siento como tiemblo a causa del llanto que se me viene encima, pero lo controlo, hago todo lo posible por hacerlo, por no despertarla, ya que ella es la que suele estar despierta y no sería justo que saliera de entre los profundos sueños por mi culpa. Dejo salir una gran bocanada de aire para tranquilizarme y pienso en la hora que puede ser, ya que o bien es muy pronto o muy tarde, de otra manera, los chicos estarían pululando por aquí. Llego a la conclusión de que no importa, ya que los chicos no tiene por qué estar siempre a mi alrededor, sino que también tienen sus propias vidas, mucho más en la madrugada.
La puerta de la habitación se abre sin hacer un solo ruido, dejando que parte de la luz del pasillo se cuele, impactando en mi cara y haciéndome cerrar los ojos momentáneamente, al menos hasta que la puerta vuelve a ser cerrada, solo que esta vez queda reclinada. Esto me permite saber quién es la persona que entra, y no, no es la última persona que esperaba encontrarme, pero de primeras había dado por hecho que sería Louis, y no mi hermana. Una sonrisa débil se extiende por su rostro mientras camina hacia mí con pasos lentos; sus brazos están cruzados sobre su pecho.

--Hola-susurra al llegar a mi lado.
--Hola-respondo, arrastrando un pesado sentimiento de confusión.

No es que Ane no haya estado conmigo durante estos días, que sí, que lo ha estado, pero normalmente se va a dormir a su casa, o bueno, a la de Niall, por eso mi sorpresa al encontrarla aquí, y por que Louis no haya sido el que haya irrumpido como un huracán, histérico, en busca de que haya algo que va mal.

--¿Qué tal te encuentras?-pregunta pasado una mano por mis rizos, echándolos hacia atrás para despejarme la cara, que doy por hecho que está llena de lágrimas. A juzgar por la pena que puedo ver en su rostro mientras acaricia mis mejillas, doy por hecho que es así.
--Confundido-confieso-¿Qué haces aquí?
--Estar contigo-responde sin dar más explicaciones-¿Necesitas algo?-pregunta de nuevo, acariciando mi mejilla con el dorso de su mano-Estás ardiendo-masculla sin esperar mi respuesta.

Se agacha y coloca su frente contra la mía, esquivando a la chica que sigue dormida entre mis brazos; se la oye susurrar algo inentendible, pero todo entre sueños y para nada consciente. Mi hermana se queda callada, con su rostro cercano al mío, antes de subirlo y posar sus labios en el mismo lugar en el que nuestra caras antes se unían.

--Estás demasiado arropado-es lo único que dice mientras se pone en pie de nuevo-¿No tienes calor?-pregunta dudosa mientras baja una de tantas mantas, hasta que queda por mi cintura-Te va a entrar sarampión.
--Estoy bien-es mi respuesta, es lo único que parece que soy capaz de responder, ya que ni siquiera soy consciente de la temperatura que me rodea.
--Harry, estás sudando como un pollo-no sé si me reprocha o me informa-Quitate esa camiseta anda-añade antes de acercarse a mi armario, parece que en busca de una camiseta limpia.

Miro a Lida, con su rostro apoyado en mi pecho y su brazo rodeándome con cuidado, y tengo que pensármelo mucho antes de decidir si moverme o no de mi posición, pero al ver a mi hermana de pie, esperando con una camiseta en la mano, no tengo más opción. Agarro la mano de la chica con cuidado, apartándolo de mí, lo cual provoca que ella frunza el ceño y que acabe por darse media vuelta, como si se hubiera molestado porque hubiera tenido que apartarla de mí, aunque solo fuera durante un momento. Me levanto con cuidado de la cama, quedando de pie encima de ésta, ya que a mi otro lado se encuentra la pared y pienso en dar un salto como he hecho tantas veces, pero al no saber cuan consciente soy de mis actos, decido bajar a paso lento, solo por no caerme de bruces, o peor, sobre mi hermana.
Ane me tiende la camiseta con una sonrisa amable, a la cual yo trato de corresponder, de nuevo sin saber si a mi rostro ha llegado la idea de mi cerebro de que debo de sonreír. Ella parece comprenderlo, puesto que su rostro no se mueve un solo músculo. Agarro la camiseta limpia con cuidado, dándome cuenta de que ni siquiera recuerdo haberme vestido, mucho más haberme metido en la cama con ropa, ya que, como mi hermana mayor ha observado, me da mucho calor a la hora de dormir. De nuevo, decido que no tiene importancia.

--Voy a ducharme-me sorprendo a mí mismo con la idea de vocalizar una idea que ronda por mi cabeza.
--¿Ahora?-pregunta Ane con el ceño fruncido, a lo que yo trato de encogerme de hombros como respuesta.
--Sí, ¿por qué?
--Son las cuatro de la mañana-responde ella con voz suave-¿No crees que es mejor esperar a mañana? Estarás más despejado y...estarán los chicos...
--Puedo ducharme solo-trato de decir con un tono molesto, pero yo mismo puedo escuchar que el tono se mantiene neutral.

Es frustrante. Es mucho más que frustrante. Es como si hubiera perdido la capacidad de expresarme, de hacer lo que yo quiera con mi propio cuerpo. Creo que lo único que aún mantengo con un ligero control es mi mente, mi mente llena de dolor, recuerdos y ascensores cayendo entre ojos verdes y gritos que nunca llegan a sonar.

--Pero...si algo te pasa...-ella habla de nuevo, con tono intranquilo-Es muy tarde Harry, solo estamos Lida, Louis y yo. Si te pasa algo, si necesitas ayuda...
--No necesito ayuda-respondo, de nuevo en un intento de sonar enfadado con la idea de que piensen que soy un inútil que no sabe lo que hace. Sí, sé lo que hago, lo sé perfectamente, aunque lo que no sepa sea el porqué de que lo haga, y claro está, es posible que dentro de un par de horas no lo recuerde.

Ane aprieta los labios al tiempo que una arruga surca el espacio entre sus dos cejas, pensativa, dudosa ante la idea de "dejarme en una situación de peligro" tan, pero que tan absoluta como lo es ducharse.
Coloco una de mis manos en mi hombro, haciendo que ella me mire con una pizca de sorpresa en sus ojos cuasi felinos dado la oscuridad de la estancia. Cierro por un momento mis ojos y pienso con todas mis fuerzas en cómo hacer que mi cerebro envíe la orden correcta al resto de mi cuerpo, en especial a mi cara, para que los músculos hagan su trabajo y yo pueda sonríe para dejarla tranquila. Para cuando mis ojos vuelven a ella, enfocando por completo su imagen, puedo ver como sus brillantes ojos tienen un toque cristalino. Puedo ver como se muerde el labio inferior y cómo, llevándose una mano a la nariz mientras aprieta los párpados, asiente con la cabeza, acto seguido deja salir un suspiro quebrado.
No hace falta ser muy inteligente para entender que está llorando por mí, y porque posiblemente haya conseguido mi propósito (o porque me haya quedado a medias en el intento y eso la dé aún más pena, quien sabe).
Acerco mi otro brazo a ella y hago que se pegue a mí, rodeándola con fuerza entre mis brazos. Apenas pasan unos segundos, y es entonces cuando ella rompe a llorar de manera silenciosa contra mi pecho. Yo sé que también estoy llorando (esta vez al menos puedo alardear de tener un motivo) pero como tantas otras veces, no emito ningún sonido, no a menos de forma consciente.

--Dios Harry...-oigo que solloza-Tienes que ponerte bien...No puedes quedarte así por ella-se detiene un momento, para coger aire, para hipar a causa de las lágrimas, no estoy seguro-No es justo...

Yo asiento con la cabeza antes de dejar un beso en la cima de su cabeza. Acaricio su espalda con mi mano en busca de ser alguna clase de consuelo, y me esfuerzo en formular un "Ya lo intento", que a juzgar por la manera en la que sus dedos se aferran a mi espalda, creo que he sido capaz de decir.
Ella se separa de mí con lentitud, sin decir nada. Suspira con pesadez, tratando de controlar su respiración agitada, y asiente con la cabeza mientras se aparta algunas lágrimas de las mejillas.

--Ya sé que lo intentas, pequeño. Ya lo sé.

De nuevo hago otro intento de sonreír, pero sé que esta vez no funciona.
Ella sonríe una vez más con los labios apretados. Agarra mi mano con cuidado y hace fuerzas para que camine tras ella hasta el baño. Antes de entrar, echo un último vistazo para comprobar que Lida sigue durmiendo, aovillada entre las mantas y aparentemente dándome la espalda. Escucho como Ane dice un "Está bien" antes de cerrar la puerta delante de mí, evitándome comprobar que es así como se encuentra la chica que parece haberse metido en mi vida -y en mi cama-, así como de la noche a la mañana, y de alguna manera, sé que esta vez no me voy a arrepentir, no de la dolorosa manera con la que ahora mismo me arrepiento.
Los fríos dedos de mi hermana me hacen poner mi atención en ella, no porque estén fríos, ya que tengo que concentrarme en sentir su temperatura, sino por el hecho de sentir como suben por mis costados, bajo mi camiseta. Su propósito, muy lejos de lo que pueda parecer, no es otro que el de ayudarme a quitarme la camiseta. Para mi sorpresa, ella se encuentra en ropa interior.
Me quedo mirándola con -lo que yo intento que sea- una mueca de confusión al verla de esta manera. Ella no responde, pese a que sé perfectamente que ha entendido mi pregunta no formulada.
Termina de quitarme la camiseta con facilidad y sin ninguna clase de duda o pudor, acaba por dejarme en ropa interior.

--Te ayudo-dice con simpleza-No quiero que te pase nada-añade con ese tono suave.

Yo de nuevo asiento con la cabeza, agradecido porque ella quiera ayudarme, aunque sea algo tan simple como una ducha.
Ane coge aire, no a causa de la pasada llantina, que parece que no ha sido más que un simple aguacero, que un arranque de ira producida por una tormenta, dejando con fuerza un gran torrente de agua, que tan rápido como vino, se fue. Veo como sus ojos están puestos en mis brazos, y entonces recuerdo como se inició toda esta espiral de depresión sin fin. Parece que ella se prepara mentalmente, colocando la palma de mi mano hacia arriba, y sé, que esto es duro para ella, por lo que trato de apartar el brazo y evitarle este mal trago sin sentido. Mi hermana niega con la cabeza, muy segura de lo que hace y de nuevo coge mi mano, y sin miramientos, aunque con extremo cuidado, quita una a una todas las vendas de mi brazo derecho. Puedo apreciar como sus ojos de nuevo se cristalizan, mas su mirada sigue atenta, fuerte e impenetrable. Repite el proceso con el brazo izquierdo, hasta que por fin quedan a la vista una cantidad indecente e inhumanamente posible de marcas y puntos haciendo eses, círculos, líneas de un lado al otro, pintando de ligero carmesí mi lechosa piel. Ane aprecia por un momento toda esta locura, pasando de mis brazos a mis costados, a mi pecho, a mi cuello y de nuevo bajando hasta llegar a la zona de mis muslos.
Sin decir palabra y forzando una sonrisa de ojos cristalinos, me indica con un brazo la ducha y yo sin mucha oposición me meto, ella lo hace tras de mí, cerrando las cortinas de la ducha. Agarra mi mano, hace que abra la palma y coloca mi esponja, supongo que para que la sostenga. Abre el grifo de la ducha, apuntando hacia ella misma, con lo que ella se queja, creo que por lo caliente que ha salido el agua.
Es entonces cuando me viene un fuerte déjà vu, aunque más que una sensación de haber vivido esto antes, es un recuerdo, es una certeza de que ya nos hemos visto en esta situación antes, y que lamentablemente, no fui hace más de mes y medio. Los rolles estaban cambiados, ella era la que no reaccionaba, la que estaba hecha polvo, la del corazón roto, y yo quien me encargué de ayudarla, bastante peor que ella, puesto que recuerdo que a mí no se me ocurrió la idea de la temperatura, y ella acabó por quemarse, aunque en ningún momento se quejara.
De alguna manera u otra, siempre estamos coordinados, para que si uno no se encuentra bien, el otro pueda sacarle de las peores situaciones, de las peores sensaciones. Es como si fuéramos parte de un mismo organismo, que sabe en qué momento parte de él pueda dejarse caer, sabiendo que la otra mitad seguirá adelante, luchando por los dos hasta que pueda reponerse, y de nuevo, que uno de los dos se permita caer.
Cuando Ane parece encontrar la temperatura adecuada, coge mi mano libre y deja que el agua caiga sobre mi mano, escurriéndose entre mis dedos para acto seguido precipitarse contra el suelo de la bañera.

--¿Bien?-pregunta con suavidad. De inmediato entiendo que me pregunta por la temperatura del agua. Mi respuesta es un asentimiento leve de cabeza.

Ane sube el aguda por mi brazo, de manera rápida, como si quisiera evitar que las heridas me dolieran. Ni que decir tiene que apenas siento un leve escozor en ellas. Todo mi cuerpo queda empapado, incluyendo mi ropa interior, al igual que la de ella. Acto seguido, se pone de puntillas y coloca una mano en mi hombro, para así poder llegar a mi pelo, soy yo al que -extraordinariamente- se le ocurre la idea de agachar la cabeza para que así ella no tenga que estar haciendo equilibrios. Humedece la esponja que continúa sobre mi mano y cierra el grifo, colocando la regadera de la ducha en su sitio, para así comenzar con el jabón.

--¿Dónde está Niall?-pregunto de repente, tanto para mi sorpresa como para la de ella.
--Está en casa-responde con aparente normalidad, con la mirada puesta en mis brazos por los que pasa la esponja enjabonada con suma delicadeza-Dijo que le llamara para que viniera a por mí, pero dado la hora y el estado del más profundo sueño en el que se debe de encontrar...creo que me voy a volver andando.
--No-respondo con una rapidez impropia de mí-no te vayas sola. Está oscuro. Es peligroso. Yo te acompaño.
--No me vas a acompañar, Harry. Puedo ir yo sola...
--¿Y si te pasa algo?
--No me pasará nada?
--¿Y si pasa?

Ella suspira, y sé que en lo más profundo -no tan profundo- de su ser, necesita rodar los ojos como si le fuera la vida en ello, pero que dada la aparente "delicada" situación en la que nos encontramos, prefiere reprimirse.

--Me iré cuando ya haya amanecido ¿está bien?

Yo asiento con la cabeza, orgulloso de haber conseguido que ella se vaya cuando no suponga un peligro para su salud.

--¿Te hago daño?-pregunta tras un par de minutos en silencio.

Yo niego con la cabeza, sabiendo que se refiere a la esponja sobre las heridas más delicadas.
No, está claro que no me duele, no después del motivo de su existencia. Si estos rasguños se encuentran en mí, es por culpa de la persona que los causó. El único daño que puedo sentir es el de sus palabras contundentes sobre mí, de su sonrisa nerviosa e inocente, sin la más mínima idea de lo que estaba haciendo en mí, de su noticia, de su nueva huida lejos, muy lejos de mí.

--Harry...-susurra mi hermana con voz enternecida-¿Qué te pasa, cariño?-pregunta dejando una caricia mojada sobre mi mejilla, ya de por sí mojada, más el añadido de las lágrimas que vuelven a recorrer mi rostro sin permiso.
--S-se ha...ido...-consigo decir, balbuceante, con la mirada puesta en mis propios pies-Se ha ido otra vez...
--Lo sé, pero eso no importa, ya no va a volver. Vas a estar bien-habla con tono solemne, pero eso no me conforta, y tan rápido como entra por un oído, sale por el otro.
--Tiene mi bebé...y no quiere que yo le vea...
--Ni siquiera sabes si es tuyo, Harry.
--Lo es.
--Eso no puedes sab...
--Lo es.

Ella no continúa con la discusión, no por ahora.
Yo sé que es mío. Lo sé. Lo siento. Algo dentro de mí me dice que me pertenece. Que esa vida la he creado yo, y que ahora se ha ido de mi lado.

--Tan solo olvídalo. Olvídate de ella. No merece la pena.
--Tú no te olvidaste de Niall cuando te dejó.
--Yo no me...intenté matar cuando lo hizo.
--Yo tampoco.

Narra Ane.
Meto la llave en la cerradura lo más cuidadosa y silenciosamente que puedo, apretando los ojos con molestia cuando escucho el gran ruido que provoca la cerradura. Abro la puerta con el mismo cuidado y la cierro tras de mí, suspirando aliviada en cuanto apoyo la espalda contra la puerta.
La calidez y el aroma de Niall me rodean de inmediato en medio de toda esta oscuridad. Miro el reloj de mi móvil, viendo así que apenas son las cinco de la mañana. El Sol está planteándose salir o no todavía, aunque para mi suerte, Harry cayó dormido de nuevo tras la ducha, y pude irme antes de que amaneciera, ya que si le hubiera hecho caso, no llegaría a clase ni de coña.
Dejo mi abrigo y mi bufanda en la percha, junto con los zapatos y subo al piso de arriba de puntillas. Tan solo me guío por la luz del móvil, el cual está a punto de morir, con lo que la luz no es muy potente que digamos, pero aún así no me choco con nada y acabo por llegar a la habitación.
Al abrir la puerta puedo escuchar el ligero ronquido de Niall, indicándome que no le he despertado al entrar. Pienso en ponerme el pijama, en ponerme cómoda, pero luego me doy cuenta de que solo me quedan un par de horas de sueño antes de volver a estar en pie para ir a clases, y me simplemente me quito la ropa, dejándola en una silla y me dejo caer junto a Niall en la cama, quien deja de roncar por un segundo para removerse y darse media vuelta.
Puedo ver el ceño fruncido en su rostro mientras me meto entre las sábanas, lo cual hace que sonría, ya que junto al ceño puedo ver un ligero puchero, como el de un bebé a punto de echarse a llorar por la molestia de despertarse aún con sueño. Al sentir su calor no dudo en pegarme a él, haciendo que mi pobre prometido se queje al sentir un cuerpo helado irrumpir en su calidez.

--Fría-masculla mientras rodea mi cuerpo con el suyo-Te dije que me llamaras para que fuera a buscarte...
--Estabas dormido-respondo entre medias de un bostezo-y es muy tarde...o muy pronto, como quieras verlo-bromeo.
--¿Qué hora es?
--Las cinco-respondo escondiendo mi rostro bajo el suyo.
--¿Y vas a levantarte a las siete para ir a clase?
--Si consigo dormirme...
--No vayas-respondo convencido.
--Ya he faltado mucho a clase...no puedo faltar más días, señor Horan.
--Pues no vaya a más a clase, futura de Horan-responde con diversión-sobreviviremos sin estudios. Te prometo que nunca pasarás hambre, ni que malvivirás de ninguna manera.
--Pero seré una inculta sin estudios.
--Pues entonces estudia desde casa-responde con rapidez antes de dejar un beso en mi cabeza-O estudia el año que viene...-añade mientras baja sus labios hasta mi frente-o hasta dentro de dos-insiste con una sonrisa. Un nuevo beso llega, esta vez a mi nariz-o cuando quieras-susurra muy cerca de mí-pero no mañana...mañana es pronto...
--Mañana es técnicamente hoy-bromeo, haciendo que él ría contra mis labios.
--Entonces déjalo para pasado mañana...
--¿Y qué se supone que hago hasta entonces?
--Estar conmigo. Aquí. En la cama. Desayunando tortitas. Haciendo el amor. Leyendo libros que te hacen llorar hasta el punto en el que me planteo si llamar a una ambulancia...no sé, lo que quieras-dice con humor, pese a que sé perfectamente que está hablándome enserio.
--Eso suena muy tentador...-admito sonriente antes de dejar un beso corto pero necesitado sobre sus labios.
--Entonces déjate llevar por la tentación-responde antes de devolverme el beso, algo más largo pero con el mismo comienzo de intensidad, que en otras circunstancias podría desembocar en algo, pero que con las pocas horas de sueño...
--Creo que vivo con la tentación-admito divertida, acariciando su mejilla con suavidad.

Veo como abre un ojo, acompañado de una sonrisa traviesa que acaba por convertirse en ligera risa para volver más tarde a sonrisa.

--¿Soy una tentación?
--La peor de todas.
--Interesante...-admite con esa sonrisa de niño, mientras pasa una mano por toda mi espalda, desabrochando mi sujetador en el proceso.

Suelto un gruñido a modo de queja mientras trato de abrochármelo con una sola mano, cosa bastante difícil por si alguien no lo ha intentado nunca.

--Veintidós horas seguidas sin dormir, Niall. Te juro que me quedaré dormida por muchas ganas que le eches.
--Si yo soy la tentación, tú eres la perversión, señora Mente Sucia-dice con tono divertido mientras desliza mi sujetador fuera de mí-¿Quiero saber por qué tienes la ropa empapada?
--¿Quieres saberlo?-bromeo antes de dejar un beso en su barbilla, para acto seguido separarme de él y poder quitarme la ropa mojada. Trato de lanzarla y que quede en alguna silla, cosa que sé que no ha sido así, ya que soy pésima en cuanto a puntería.
--Señora Perversión, alias Mente Sucia...¿se encuentra desnuda y mojada en mi cama?-pregunta con todo un repertorio de tonos de picardía unidos en uno solo.
--La Señora Perversión se encuentra apagada o fuera de cobertura-respondo, arrastrando las palabras por el cansancio, aunque aún con una vaga sonrisa. Mis ojos cerrados desde hace ya tiempo, pues no quieren quedarse abiertos ni aunque sea para admirar a Niall, quien ríe de nuevo de manera baja-Deje su mensaje después de la señal. Bip.
--Bien-es su única respuesta, sin perder la gracia del asunto-Tan solo espero que no te resfríes-admite, sin dudar un solo momento en hacer que me pegue a él para no perder el calor-No eres divertida cuando te resfrías.
--Nadie es divertido cuando se resfría. Te sientes como la puta mierda, Niall-respondo con obviedad, sin dejar la sonrisa divertida.
--Yo soy divertido cuando me resfrío-dice con orgullo-Pero hace tiempo que no lo estoy, así que...
--Por supuesto que sí...
--¡Lo soy!
--Ya, duérmete-le ordeno, tapando su boca con mi propia mano, la cual es chupada sin duda alguna-Cerdo-digo sin alterarme lo más mínimo, pero apartando mi mano de su boca, justo a tiempo de poder oír de nuevo su suave risa.
--Vaya misterio...pensé que eso ya lo sabías...

Y entonces en mi cabeza las palabras se relacionan de tal manera, que recuerdo algo misterioso y que no sé de él: la habitación de al lado. Abro los ojos para así poder verle, dándome la sorpresa de encontrar sus azules ojos, de los cuales solo puedo ver un ligero contorno dada la oscuridad, al igual que su sonrisa y su pelo revuelto.

--Niall, ¿qué hay en la habitación de al lado?
--¿Qué habitación?-pregunta con un tono extrañado.
--La de al lado.
--¿La de al lado?
--Sí, la que hay al lado de esta.
--Pues nada-responde con simpleza tras unos segundos de silencio-Es solo otra habitación más.
--¿Y por qué no me la has enseñado?
--¿Para qué querrías ver una habitación?
--¿Para qué querrías una casa con tantas habitaciones?
--Touché-responde con gracia-Tengo cosas en esa habitación.
--¿Qué cosas?
--Cosas.
--¿Cómo cuales?
--Como cosas que uso.
--Sabes que puedo romperte las pelotas si sigues vacilándome, ¿verdad?
--Sabes que quiero tener hijos algún día, ¿verdad?-dice sin perder la sonrisa llena de diversión.
--Sí, algo me suena-admito-Pero ese no es el punto. Dime lo que hay dentro.
--¿Por qué no solo has entrado y mirado lo que había?
--¿Porque a lo mejor no querías que lo viera?
--Tú eres la que sacó unas esposas y un traje de ama dominante de la nada, ¿de verdad piensas que si quisiera esconderte algo lo escondería en un sitio que puedes encontrar?
--¿Me escondes cosas?
--¿No estábamos hablando de la habitación?-ríe una vez más.
--Se están rifando guantazos sabes, y tienes todas las papeletas.
--Bien. Bien. No hace falta ponerse agresivos...Mañana te lo enseño, ahora duerme.
--Pero lo quiero saber ahora-me quejo con tono de niña pequeña.
--Pero ahora tienes que dormir-responde antes de dejar un beso en mi frente-Mañana te lo enseño, te lo prometo.
--Bien.

domingo, 18 de octubre de 2015

Capítulo 69. Enfermera.

Narra Zayn.
Sus palabras me roban el aire de una manera maravillosa y al mismo tiempo preocupante. No es solo que pueda escucharme a mí, alguien con un vinculo a él, alguien que se encuentra dentro de un perímetro reducido. Ni siquiera se trata de lo que puede escuchar a un par de manzanas, incluso kilómetros de distancia: está hablando de años luz, de una distancia...tal vez fuera de nuestra galaxia.
Y si bien cualquier padre podría.bromear y "seguirle el juego" a su hijo si le dijera algo como lo que yo estoy escuchando, yo me obligo a parpadear, tragar saliva y seguir con esto.

--Años luz-confirmo de nuevo. 

Mi voz sale temblorosa y puede que algo ahogada. Eso le hace sonreír de manera débil y traviesa de nuevo. Sus ojos apenas hacen un contacto visual conmigo, antes de dirigirse hacia una pared alejada de mí.

--Entonces...¿sabías quién era la primera vez que nos vimos?
--Así es-responde sin dudarlo.
--¿Por qué no me lo dijiste?
--¿Me hubieras creído?-sus ojos vuelven a mí, y tanto él como yo sabemos la respuesta a esa pregunta: no.

¿Cómo le hubiera podido creer? Apenas pude creérmelo cuando vi a Kate, mucho menos si él de repente me lo soltara así sin más, con la misma seguridad con la que ahora me está hablando.
De nuevo su mirada se aleja, dejando salir un suspiro. Aunque él ya sepa lo que me estoy preguntando, lo que quiero preguntarle, aunque ya sepa cómo responder a lo que yo aún estoy tratando de organizar en una sola pregunta, él espera paciente a que yo hable.

--Así que...sí que es tu voz la que escuché el día de la tormenta...y esta mañana-M asiente débilmente con la cabeza-Entonces puedes escuchar lo que piensa toda nuestra galaxia y además...¿hablarnos desde dentro de nuestras propias cabezas?-pregunto dudoso, sin saber si las palabras y expresiones que estoy usando son las adecuadas.
--Y meterme en los sueños ajenos...-murmura-Puedo recordar todo lo que he vivido, todo lo que el resto han vivido con mucha más claridad y precisión que ellos mismos-añade, aunque veo con frunce el ceño-En realidad no lo "recuerdo". Los recuerdos del resto son borrosos y no suelen ser ni parecidos a lo que realmente vivieron.
--¿Cómo que no son parecidos?-pregunto, evitando la pregunta del cómo puede recordar todo, no solo lo suyo propio, sino lo de todos-Si lo han vivido serán más claros a lo que tú puedas..ver...u oír o...lo que sea...

Él parece divertido ante mi tartamudeo dudoso al no saber, al no tener ni la más mínima idea cómo es como funciona su cabeza, ni mucho menos como lo siente.

--Los recuerdos de la gente no son recuerdos de lo que realmente ocurrió-responde con ese tono lleno de seguridad y confianza en sí mismo, en sus palabras-Los recuerdos que, por ejemplo tú puedes tener, son solo recuerdos de la última vez que lo recordaste, por eso cambian, por eso son cada vez distintos y por eso dos o más personas que vivieron la misma experiencia en el mismo momento y lugar, pueden tener recuerdos completamente distintos. Mis recuerdos son recuerdos puros, nítidos, son lo que realmente ocurrieron.

De nuevo me tengo que quedar callado, pensando muy lentamente en sus palabras, tratando de comprenderlas sin necesidad de preguntarle de nuevo, y sorprendentemente, entendiéndolo, ya que tiene sentido lo que dice.
Los chicos (ya que son con los que más tiempo paso al fin y al cabo) y yo, hemos estado en muchos sitios, en muchas entrevistas y en muchos conciertos, y cada vez que nos ponemos a recordar las cosas divertidas, tristes, emocionantes, las cosas que sean de cierto momento, cada uno tiene una imagen completamente distinta y siempre acabamos por llegar a la conclusión de que cada uno estaríamos pensando en algo distinto y por eso no lo recordamos de igual manera. Ahora realmente lo entiendo.

--Y...¿desde cuándo recuerdas?-me atrevo a preguntar una vez más.

Y de nuevo, eso parece hacerle una gracia que yo no le veo y que puede que nunca llegue a ver o entender. Todavía sin mirarme contesta.

--Sé cómo se formó esta galaxia. Lo recuerdo, de alguna manera parece que lo viví-trato de articular un "¿Qué?" pero mi alucinación, mi sorpresa, mi propia mente, no me deja y él continúa hablando-Por alguna razón sé lo que ocurrió, ocurre y ocurrirá dentro y fuera de esta galaxia.
--Malcom...-balbuceo-Eso...eso es...
--Imposible ¿verdad?-ríe-Ya lo sé-se encoge de hombros, quitándole la gran importancia que realmente tiene el tema-¿Cómo o por qué un niño de cuatro años puede saber cómo se formó realmente el universo? ¿Cómo puede alguien que se asusta de una tormenta saber si quien está controlándonos desde ahí arriba es un dios cristiano, musulmán, hindú, judío o incluso griego, tan siquiera si realmente hay alguien que nos esté observando, planeando nuestro futuro? ¿Cómo alguien que no puede usar unas tijeras con punta, porque puede ser peligroso, siente, sabe lo que va a ocurrir con cada una de las personas de este mundo? ¿Cómo alguien que fue creado por un error adolescente sabe cómo será realmente el fin de la existencia humana?-baja de la mesa con tranquilidad-Tal vez solo haya sido casualidad-habla mientras de nuevo rodea la mesa, con pasos pequeños y totalmente tranquilos-quizás esté aquí por alguna razón-añade, estableciendo una conexión con mis ojos una vez más, solo que ésta más extensa, acompañada de esa sonrisa llena de diversión.

Y de nuevo, se pone a pintar. Así sin más, con una cera en la mano y un folio de papel, sentado de rodillas en el suelo, después de haberme soltado...de haberme soltado algo así...
No sé si me tomo segundos, minutos o incluso horas, pensando en cada palabra que ha dicho, en cada idea, en cada cosa...imposible que ha dicho, en que conoce los misterios de la vida pasada, presente y futura.
No puedo dejar de observarle. Tan pequeño. Tan débil. Tan...roto y maltratado. Tan menospreciado, cuando puede que sea (y es) la persona más sabia que nunca antes ha podido aparecer, y que seguramente nunca más aparecerá. Mi pequeño niño de cuatro años...sabe todo lo que cualquiera podría y querría saber.

--Hola-María me sorprende dejándose caer a mi lado con un suspiro-Padres-añade con tono quejica, apoyando la cabeza en mi hombro, pero yo solo me puedo mantener callado, tenso, anonadado, preguntándome si todo lo que ha pasado, todo lo que me ha dicho M, realmente ha sido así-¿Qué pasa?-pregunta ella dudosa.

Malcom separa su mirada del dibujo, para dejarlo a un lado mientras me mira expectante, con ambas cejas alzadas, en lo que coge otro folio en blanco.
¿Tengo que decírselo a Mary? ¿No tengo que hacerlo? ¿Tengo que contárselo a medias? ¿Tengo que pensar que me estoy volviendo loco? La sonrisa divertida de M me hace saber que loco no estoy, pero aparte de eso, no dice nada (ni dentro ni fuera de mi cabeza) que me indique cuál es la respuesta que tengo que darle a mi novia, quien se aparta confundida para poder mirarme a los ojos.

--¿Zayn?-pregunta de nuevo, con el ceño fruncido por la confusión-¿Estás bien? ¿Me he perdido algo?-se gira para mirar a Malcom, quien agacha la cabeza, aún sonriente, para seguir pintando.
--Mmm, no-respondo algo dudoso-Solo...estaba pensando-añado con fingida simpleza, que hace juego con mi fingida y forzada sonrisa.
--¿En qué se supone que pensabas?-pregunta alzando una ceja.
--Nada, cosas de la gira. En Harry, en si se va a poder recuperar para entonces...¿tú qué crees?

Ella me mira dudosa, confundida, entrecerrando sus ojos como si no me creyera, pero después de unos segundos en los que yo sonrío, ocultando mis dudas, mis pensamientos, todo aquello que Malcom sabe y que no parece molestarle ni agobiarle en lo más mínimo, ella parece convencerse de que realmente estoy algo preocupado por Harry (que no es que sea mentira, solo que ahora mismo no es mi primer pensamiento).

--Yo creo que sí-responde finalmente-Seguro que en un par de semanas está ensayando, dispuesto a darlo todo en la gira-añade sonriente, para acto seguido dejar un beso en mi mejilla.

Se incorpora en el sofá y se acerca a M, preguntándole acerca de lo que está dibujando, con un tono ñoño, como si Malcom no fuera a comprenderla de otra manera, como si Malcom no supiera ya la pregunta ni lo que tiene que responder, como si él fuera un niño superdotado más en este mundo. Y yo, mientras, le miro, observo sus movimientos, sus palabras, sus sonrisas, todo lo que haría un niño normal y corriente, pero está claro, que él no es un niño más, ni de lejos.
Apenas pasan diez minutos, y el móvil de Mary vuelve a sonar, haciendo que ésta se ponga en pie resoplando. Lo coge y de nuevo parece estar hablando con alguien de su familia, ya que son los únicos que parecen alterarla de esa manera tan poco normal. Otra vez sale de la sala, solo que esta vez en vez de irse hasta el jardín se queda en la cocina, dejándonos a M y a mí solos de nuevo.

--¿Por qué no se lo has dicho?-pregunta él sin más, atento a su dibujo.
--¿Querías que se lo dijera?-preguntó de vuelta, dudoso con mi elección.

Él apenas levanta la mirada, con las cejas alzadas y esa sonrisilla que ya no sé ni cómo interpretar.

--¿Querías decírselo?

Se supone que con cada frase debería de sorprenderme menos, debería habituarme a la realidad de su condición, pero está claro que mi mente necesita más tiempo para entenderle, aunque tal vez nunca vaya a ser capaz de seguir el hilo de sus pensamientos. Mucho menos sus expresiones faciales, cosa que sería de gran utilidad en estos momentos; Malcom se queda pálido, aunque afortunadamente no tanto como esta mañana, de la misma manera en la que sus ojos no dan una vuelta de campana, y se mantienen en el lugar en el que deben, aprieta sus labios y me mira, o al menos esos parece, ya que no parece estar prestándome atención, por no decir que parece que he desaparecido ante sus ojos, los cuales por un segundo pierden el brillo y se quedan opacos.
No me da tiempo a levantarme del sofá, cuando él parece haber vuelto en sí. Su ceño se frunce aún más y hace una mueca de molestia con sus labios.

--¿Malcom?-pregunto preocupado.
--Van a venir-dice en un tono quejica, que acaba por ser tembloroso-Todos van a hacerlo...
--¿Quienes van a venir?
--Los mayores...las pequeñas...
--Malcom, ¿de qué me hablas?-pregunto nervioso.

Me levanto del sofá con cuidado, lentamente, con la idea de que en cualquier momento se pondrá a llorar, a gritar, a pedirme que le ayude a dejar de sentir dolor. Pero no, nada de eso pasa, tan solo se mantiene en su asiento, con una mueca de entre preocupación y miedo. Al llegar a su lado, él solo se abraza a mi pierna con fuerza, como si eso fuera a ayudarle, a salvarle, aunque sepa perfectamente que no siempre será así, ya que hay cosas que se escapan de mi poder.
No dudo en cogerle en mis brazos, haciendo que él se agarre a mí con la misma fuerza, rodeando mi cuello con sus bracitos y escondiendo su rostro en la curva de mi cuello.

--¿Qué es lo que pasa, pequeño?-susurro.
--Viene...viene la familia de mamá...-murmura.

Voy a preguntar un "¿Qué?", ya que no entiendo si se refiere a Kate o a Mary (aunque la verdad, creo que Kate ya está muy lejos de su mente, más o menos), cómo o por qué la familia vendría aquí, o incluso cuando. Afortunadamente, Mary vuelve y responde a mis preguntas no formuladas.
Un ceño fruncido se puede ver en su cara, y deja salir un resoplido antes de hablar.

--Mi familia va a venir.

La miro extrañado, ya no sorprendido pues M me lo había advertido. Éste se aprieta más contra mí, temeroso.

--¿Cómo que van a venir?
--A mi madre no le gusta la idea de que no viva con Louis-contesta con el ceño fruncido todavía-ni que cuide de M como si fuera mío.

Me quedo callado por un momento, pensando en la relación que tiene que haber entre que su madre esté molesta por esas dos cosas, que realmente tampoco tiene motivos como para estarlo, ya que me parece que no es algo malo, que no hace daño nadie...

--¿Y qué?-me atrevo a preguntar.
--Que quiere hablar contigo...y con él-responde con un resoplo-y que se tiene que traer a todas las niñas.

Entonces entiendo el miedo de M. Niñas, niñas pequeñas juguetonas, que corretean y que querrán jugar todas con él.
Nunca he estado con la familia de Louis, pero tanto Mary como él me han hablado de sus múltiples hermanas: cuatro chicas, dos de ellas de apenas ocho años, revoltosas y traviesas; una más mayor de unos doce, que parece ser la más tranquila; y por último la mayor, que está en la típica edad de adolescente contra el mundo, aunque aún solo tenga catorce. Definitivamente, Malcom no va a estar a gusto con todo eso, no después de haber conocido a mis hermanas.

--¿Y cuándo van a...?-trato de preguntar de nuevo, pero ella me interrumpe con rotundidad, dejándose caer en el sofá.
--En una semana.

Narra Ed.
¿Por qué sigo aquí? No me lo pregunto de manera depresiva ni suicida, como si esperara a que llegase la muerte. Hablo de una manera física, al porqué de que siga en el hospital, al porqué de que me siga negando a mí mismo volver a casa, volver con Taylor o incluso con Harry, al porqué de que siga sentado en esta silla metálica que nunca me ha resultado cómoda, pero que después del tiempo que llevo, ahora la tengo incluso más manía.
Han pasado dos días completos desde que la pude ver, desde que la confirmé que solo era un espejismo provocado por los alucinógenos, y por alguna razón, sigo en esta sala de espera, ¿esperando a qué? En realidad no lo sé, no sé qué estoy esperando, no sé a qué estoy esperando, aunque parece, que James se hace una vaga idea de eso. Su débil sonrisa ladeada me hace pensar que, tras esos ojos azules marcados por el cansancio y la preocupación, hay un pensamiento lógico que responde a mis preguntas no formuladas.
Fue ayer cuando le tuve que confesar lo que había pasado en esa habitación, des mi primera imagen de ella, sus palabras textuales, hasta mi manera de reaccionar. Simplemente tuve que hacerlo, tuve que decirle el porqué de que no quisiera entrar a ver a Bella, porque empezaba a notar su molestia hacia mí. Muy lejos de lo que hubiera pensado, él no reaccionó de manera agresiva o tan siquiera molesta, es más, lo entendió. Lo entendió mejor que yo mismo.
Es así, como me encuentro en la sala de espera sin esperar nada, con los brazos cruzados sobre mi regazo y la cabeza apoyada en la pared, mirando hacia el interesantísimo techo blanco, puesto que me he cansado de mirar el suelo, de contar las líneas que hay en él frente a mí y de tratar de adivinar a donde llevará ese pequeño agujero que hay al lado de la pata de mi silla.
Veo esa cabellera rubia venir hacia mí como una exhalación. Sus labios unidos con algo de fuerza, esbozando una sonrisa que sé que no es completamente sincera. Sin decir palabra, se sienta a mi izquierda, busca mi mano -teniendo que descruzar mis brazos- y la agarra con fuerza y cariño, antes de informarme de lo que está ocurriendo a unas cuantas horas de aquí.

--Harry se encuentra un poco mejor, pero todavía sigue en cama. Louis ha dicho que la psicóloga iré a verle (a Louis, no a Harry) hoy mismo, para saber exactamente lo que ha pasado, lo que le pasa a Harry, desde cuando...todas esas cosas, para luego empezar la terapia con él cuando crea necesario-ella dice con voz dulce y calmada, a lo que yo asiento con la cabeza-Marta no ha vuelto a aparecer, todos suponen que se ha vuelto a Estados Unidos-añade en un tono algo más bajo, no como si fuera enfadado o amenazante hacia la chica de la que habla, sino dolido por ello, por Harry más bien.

Taylor no es de esas personas que te cuentan todo lo que te ocurre. Bueno, en realidad sí que lo hace, cuenta casi todo lo que le ha pasado, mucho más a mí, que soy su mejor amigo desde hace tanto tiempo, que resulta ser toda una vida, pero aún así, sé que hay algo con Harry que no me encaja, algo que le pasa con él, o mejor dicho, algo que siente por él, pero sé que no quiere hablar de ello, por lo que no la presiono. Paso mi pulgar por su mano, haciendo que ella me sonría débilmente una vez más, antes de proseguir con las últimas noticias de mis amigos.

--Pasó...algo raro, algo muy raro con Malcom-dice con el ceño fruncido-¿Te acuerdas cuando vine hace dos días?-yo asiento con la cabeza ante su pregunta, ya que es imposible no recordar la sorpresa que me dio al aparecer aquí, preocupada por cómo estaría e incluso preocupada por Bella y su estado. En ese momento, en ese instante en el que me sentía tan...hundido y perdido respecto a la rubia (la que está dentro de la habitación, no la que está fuera) tanto como me siento ahora, la agradecí por haber estado conmigo cuando más lo necesitaba, sin que yo se lo hubiera pedido, sin que ella realmente supiera que yo la necesitaba. Ella siempre acaba estando cuando más necesito de un abrazo suyo, de alguna broma tonta que me hace sonreír, o de sus simples y tranquilizadoras palabras-Pues pasó justo entonces. Nadie parece querer decirme lo que sucedió exactamente, pero Louis me ha asegurado que fue algo...sobrenatural o algo por el estilo, pero que Malcom ya se encuentra bien. Fuera lo que fuera, creo que Zayn se asustó bastante, y sigue asustado por ello, ya que no le quita el ojo de encima al pobre niño. Es María la que le deja algo más de rienda suelta a M-dice con algo de diversión-Apenas he visto a Liam desde estos dos días pasados-añade con el ceño algo fruncido-Ni a Liam ni a la chica de ojos azules con la que últimamente va. Louis (quien sino) también me ha dejado claro que no pasa nada, que seguramente Liam se esté estresando un poco con el bebé, que no podrá dormir y esas cosas y que por eso no va a ver a Harry últimamente. Ane y Niall van de aquí para allá, a donde sea que se mueve uno, el otro va con él; aún así, han estado por separado con Harry, no sé realmente por qué-se encoge de hombros-Ane dice que es para que no se agobie al haber demasiada gente en la habitación, pero por el tiempo que he estado yo con Harry, creo que lo que menos le importa es que haya gente. La que sí que está prácticamente todo el día con él es Lida, la chica pelirroja, sabes quién te digo ¿no?-asiento con la cabeza ante sus palabras-pues se sienta con él en la cama y se pasa las horas muertas con él. No sé qué harán, pero ya te digo, horas y horas ahí los dos. Y....¿quién me queda?-se pregunta a sí misma dudosa-Ah sí, Lucía, ella sí que no ha podido estar en la casa, aunque Louis va a verla todos los días. Por lo que él mismo dice, resulta divertido encontrar maneras para entrar en su casa sin que los padres de ella les pillen. ¡Oh, claro!-exclama de repente-Andrew. Andrew ha estado estos dos días en la casa. Aparece, desaparece, viene, va...sigue siendo raro, pero raro, raro, pero al menos es majo.

Yo asiento con la cabeza nuevamente, algo divertido por la observación de que ese chico es lo más extraño que nadie se pueda encontrar en este mundo. Taylor me mira satisfecha y acaba por colocarse bajo mi brazo, acurrucada contra mí.

--¿Qué tal tú?-habla ella de nuevo-¿Has...vuelto a hablar con ella?
--No-respondo francamente-Y no creo que vuelva a hacerlo, no cara a cara-añado en voz baja. Siento como ella aún sostiene mi mano, acariciándola con cariño.
--¿Entonces qué haces todavía aquí?
--Buena pregunta-siseo negando débilmente con la cabeza.

Ella no añade nada más y ambos dos nos quedamos sentados uno junto al otro en estas sillas metálicas tan incómodas. Yo sé cuándo no debo presionarla a hablar y ella sabe cuándo no debe hacérmelo a mí, y creo que se lo agradezco tanto como ella a mí.
Mi mirada se mantiene en la gente que pasa frente a mí: un par de niños corriendo con una madre detrás, diciéndoles que deben de detenerse; un chico desmayado a causa del alcohol -por lo que huelo- y acompañado de un par de amigos, que tienen que separarse de él cuando un par de enfermeros se lo llevan a algún lugar; una pareja joven, caminando juntos de la mano, con aspecto tembloroso pero aún así sonrientes; y como no, la anciana que lleva aquí tantos días como llevo yo (que en total, son cinco).
En el tiempo que llevo aquí, apenas hemos intercambiado un par de miradas, palabras ninguna, pero aún así, sé que ella también está esperando algo, como yo, algo que no sabe si quiere saber o no. En estos instantes me sonríe con suavidad, asintiendo con la cabeza antes de volver su mirada a un rosario que siempre lleva entre los temblorosos dedos.
Por otro lado, James se encuentra dentro una vez más, aprovechando los ratos de fortaleza y estabilidad de su sobrina para poder hablar con ella. Al principio apenas eran unos minutos, esta vez, para cuando sale, han pasado casi veinte, y lo hace con una sonrisa llena de ilusión. Saluda a Taylor con tranquilidad y se sienta a mi otro lado, con esa sonrisa, que ahora se torna a algo parecido a la ternura. No me explica el motivo de su sonrisa, pero doy por hecho que Bella está completamente fuera de peligro, y que pronto podrá volver a casa, lo cual no sé si me tranquiliza o preocupa.
Si vuelve a casa será como si todo empezara de nuevo: ella su jardín, yo el mío. Ella confundida, sin saber quién soy yo. Yo arrepentido, pero seguro de lo que le dije y de por qué.

--Pregunta por ti-James habla, pronunciando las mismas palabras de los dos últimos días.

De nuevo, me atrevo a preguntar lo mismo que siempre me cuestiono cada vez que él me lo dice.

--¿Por Ed el vecino o por Ed el cantante?

Y de nuevo, su respuesta idéntica.

--Por los dos.

Yo asiento con la cabeza y siento como la mano de Taylor se aprieta en mi antebrazo con cariño, como consuelo o simplemente para hacerme saber que ella sigue aquí.
Ninguno de los tres dice nada durante un largo rato, hasta que pasa por delante de nosotros esa joven enfermera que tan familiar me resulta, pero a la que no puedo ponerle un entorno. Me dirige una pequeña sonrisa de dientes perlados antes de subir por el puente de su nariz, unas gafas negras de pasta bastante grandes. Algo me dice que ella sí que recuerda el lugar en el que nos hemos encontrado, pero no dice nada, tan solo ciña hacia delante, perdiéndose entre gente de batas blancas y personas en camilla. Es cuando Taylor se separa de mí ligeramente, como si tan solo se estuviera incorporando en la silla, para seguir con una atenta mirada a la enfermera, en el que sé que no soy el único al que le resulta familiar, y eso me tranquiliza; el círculo se estrecha, puesto que yo puedo conocer a mucha gente y Taylor a otra tanta, pero una persona fuera del entorno de la fama, que nos resulte familiar...significa que ambos la hemos visto en el mismo sitio.

--Esa era una de las enfermeras de Harry-habla mi amiga con rotundidad absoluta, sin apartar sus ojos de la figura que va haciendo eses entre la gente.

Sus palabras me sorprenden, pero no me atrevo a contradecirlas. Eso no quita que sea extraño; el hospital de Harry estaba en Londres, y en el que nos encontramos está a cientos de kilómetros más al norte, sería complicado que la chica trabajara en los dos sitios, aunque no tanto que la hubieran cambiado de hospital.

--Tendrá algo que hacer aquí-respondo con simpleza.
--No-ella responde, levantándose del asiento con rapidez-No puede estar en dos sitios a la vez...
--¿Cómo que dos sitios a la vez?-pregunto confundido.

Pero mi rubia amiga ya ha salido corriendo por el pasillo, tras la chica morena que -según ella- está en dos sitios al mismo tiempo, cosa poco probable por no decir imposible, a menos que no sea la misma chica...o que tenga una gemela y ambas trabajen como enfermeras. Tampoco sería tan extraña esa opción ¿no? Consigo ver a Taylor al final del pasillo, hablando con el ceño fruncido con la chica morena. Ésta solo la sonríe con cierta ternura, tranquila, mientras la rubia parece preguntarle con bastante intensidad -por no decir que parece molesta e incluso enfadada, cosa que tampoco entiendo- qué es lo que hace aquí, cómo o tal vez por qué, no soy capaz de escucharlas con claridad.

--Parece que no se llevan bien-James comenta con diversión, haciendo que me gira hacia él, viendo así una sonrisa que muestra la gracia que siente por la escena lejana-¿Se puede saber qué es lo que la ha hecho?
--No lo sé-admito confundido, volviendo mi vista a las dos chicas-Creo que nunca han llegado a hablar, y si lo han hecho...-interrumpo yo mismo mi frase, negando con la cabeza antes de mirar hacia el suelo-no, nunca han hablado...No sé qué es lo que puede molestarle tanto a Taylor...ella ni siquiera es de esas chicas que pelean por pelear, siempre se toma todo a bien, se ríe...es fuerte, muy fuerte como para perder los papeles, como para que algo le afecte así. Ella simplemente...
--Está celosa-murmura el chico que hay a mi lado.

Rápidamente levanto la cabeza para mirarle sorprendido, anonadado. ¿Celosa? ¿Taylor celosa? ¿De quién? Harry es quien...le gusta, o lo que sea que sienta, y estuvo con él hace unas horas. Está claro que James está equivocado...pero por su sonrisa me parece que está muy seguro de sus palabras.

--Es imposible que ella esté celosa, ella no...
--Pensaba que la estaba engañando-interrumpe él, ampliando su sonrisa-está claro que no es así.
--¿Pero de qué hablas?-pregunto, aún confundido.

Es entonces cuando me doy cuenta de que James no me está mirando, sino que su atención está puesta en algo que hay a mis espaldas, algo que yo no veo, ni de lo que me percato, hasta que se me ocurre la brillante idea de girarme y entender muchas cosas...aunque dejando muchas otras incógnitas.
Taylor...se está liando con la enfermera morena tan familiar, que según ella...estaba en dos sitios al mismo tiempo.


sábado, 3 de octubre de 2015

Capítulo 68. Paranoia.

Narra Zayn.
Mi mente trabaja todo lo rápido que puede, ya no buscando un motivo, sino una solución. Mi pobre hijo llora, solloza, chilla, tapándose las orejas, sin dar ninguna explicación o mucho menos una pista de lo que pueda yo hacer. Si no sé de dónde viene el dolor, no puedo erradicarlo.
Cassandra a mi lado tan solo trata de calmar a Matt con auténtica desesperación, sin tampoco obtener ningún resultado, ya que el pequeño sigue llorando asustado.

¡FUERA!

La voz aguda y llorosa de nuevo aparece, chillando dentro de mi cabeza y que provoca un pinchazo que solo puedo ignorar. Miro a M, temblando tanto como yo, con un torrente de lágrimas que parece tan interminable como el mío, con sus latidos tan desbocados como el mío. Los dos estamos asustados, y eso no ayuda en nada. Alguno de los dos debería poder calmarse y arreglar las cosas, y sé que ese tendría que ser yo, pero el miedo ha paralizado mi cuerpo, mi lógica, incluso mi voz, por lo que tampoco puedo pedir ayuda.

¡VAMOS FUERA!

La voz de nuevo me ordena, entre lágrimas y un nuevo grito de dolor que se expande hasta Malcom, mientras él agarra mi camiseta con sus pequeños dedos. Es como si escuchara el grito dolorido tanto dentro como fuera de mi cabeza, martirizándome por no poder hacer nada. ¿Qué hago? ¿Hago caso de la voz? Todavía ni siquiera estoy seguro de si Malcom es consciente de ello o lo controla, por no saber, no sé ni siquiera con certeza si la voz proviene de él, aunque ¿de quién sino?
Echo una mirada hacia la chica morena, que arrulla con ternura al bebé que sigue llorando. Algo dentro de mí me dice que no debo dejarla sola, no aquí, no con el niño.

--Cassandra-balbuceo con voz ronca, lo suficiente fuerte como para que ella eleve su cabeza hasta mí. Sus ojos azules llenos de algo más fuerte que preocupación porque un niño llore, hay miedo, hay angustia, como si el hecho de que Matt llore significase el inicio de la Tercera Guerra Mundial-Salgamos a la calle.

Ella no se opone, tan solo agarra una nueva manta para Matt y su propio abrigo. Por mi parte, consigo reaccionar de manera física, y me muevo con M hasta el perchero, agarro su abrigo y se lo pongo tan cuidadoso como mis nervios y la propia tensión me lo permiten. Ni siquiera cojo mi abrigo y salgo fuera de la casa.
El llanto de mi hijo prosigue, tan fuerte y dolorido como desde que empezó todo esto, haciendo eco en mi pecho. Soy consciente de que la gente se está girando para vernos, de que nos estarán haciendo fotos, de que en menos de diez minutos habrá un caos completo por todas las redes sociales. Me importa una verdadera mierda, hablando pronto y mal.
Noto los pasos de Cassandra cercanos a mí, no sé a cuanta distancia ni a qué velocidad, puesto que no puedo ver más allá del final de la calle, y de los llantos de mi hijos, todo ello entre las espesas lágrimas que también cubren mis ojos.
Cuando por fin alcanzo el final de la calle -que está a unos setenta metros de la casa de Harry- tanto el sonido desolado procedente de dentro de mi cabeza, como el que sale de mi niño propiamente dicho, parecen apaciguarse. El sollozo no cesa hasta pasados unos quince metros más. Las lágrimas no dejan de salir hasta diez más allá. Su respiración no vuelve a la normalidad hasta que estoy tan lejos que creo que estoy en otra parte del barrio. Sus manos poco a poco van dejando de apretar mi camiseta, y finalmente, acaba por apoyar su carita en mi hombro, tan agotado como si hubiese estado corriendo durante horas.
Malcom no dice palabra, ni tampoco la voz que viene y va en mi cabeza. Decido detenerme, solo para verificar que la chica castaña sigue conmigo. Efectivamente ahí está, con el bebé entre las mantas, también callado, solo que él ha acabado por dormirse después de todo el trajín y de todo el lloro. Asumo que mi pequeño también caerá dormido en apenas unos minutos, puede que no llegue despierto a la casa de Harry.
Me doy el placer de suspirar y de confirmar que mi corazón sigue latiendo. Las lágrimas todavía bajan cálidas por mis mejillas mientras dejo un beso en la cabeza de M y le estrecho entre mis brazos. Escucho como sorbe sus propias lágrimas mientras corresponde a mi abrazo con las pocas fuerzas que le deben quedar.
No le pregunto, no porque no quiera saber la respuesta, no porque no tenga curiosidad, no porque no esté preocupado. Simplemente no le pregunto, porque si él quisiera decirme algo, lo habría hecho.
Los cuatro nos quedamos en medio de la calle durante diez largos minutos. Cassandra acuna a Matt con torpeza, casi sin acercárselo, como si el inocente bebé quemara o le fuera a contagiar algo. Éste sin embargo no se queja, se mantiene en su profundo sueño. Yo también me balanceo con suavidad, cambiando el peso de un pie a otro, caminando hacia delante y hacia atrás. El pequeño cuerpo de Malcom no tarda en relajarse por completo, dejando caer sus manos por mi espalda. Se remueve ligeramente, cambiando la mejilla en la que se apoyaba, para acabar mirando hacia mí, ya con los ojos cerrados y algunas lágrimas sobre sus pálidas mejillas. Sonrío débilmente antes de volver mi atención hacia la chica con menos sentido maternal del universo.

--Tal vez deberíamos volver ya-comento con simpleza.

De nuevo, ella no muestra pensar lo contrario. Tan solo asiente con la cabeza y se da media vuelta.
El camino de vuelta a casa de Harry se realiza en un silencio sepulcral. De nuevo la gente nos mira, claramente no es la misma gente que se nos quedó mirando confundidos y curiosos a la ida, pero de igual manera sus ojos se posan en nosotros con la misma expresión de duda y cotilleo.
Al llegar a la puerta, me doy cuenta de la ambulancia que hay enfrente, con las sirenas apagadas. Puedo ver como un par de personas se suben a dicho vehículo; personas que hace un rato debieron de salir de allí y que ahora niegan con la cabeza, con gesto algo molesto, negando con la cabeza.
A mi cabeza llega el pensamiento del estado en el que se debe de encontrar Harry. Pero de inmediato me doy cuenta de que se debe de encontrar bien, porque sino, los de la ambulancia no se estarían yendo tan tranquilos, con tanta lentitud, sin ningún pasajero adicional.
 Malcom se alteró (o como sea que se le puede describir a ese momento tan angustioso) porque decía que algo malo le ocurría a Harry. Yo como amigo debería de haberme asegurado de que estaba bien antes de irme, pero como padre no podía, puedo, ni podré soportar escuchar un llanto tan desastroso, tan desgarrador, procedente de mi hijo, y no hacer nada por calmarlo. Tan solo me queda esperar que no le haya pasado nada.
Es Cassandra quien llama al timbre, y Liam el que aparece en apenas cinco segundos, con aspecto histérico. Histeria que desaparece en cuanto ve a su retoño. Prácticamente se lo arranca de los brazos a la castaña y lo pega a su pecho con necesidad, murmurando una y otra vez cuanto lo siente, prometiéndole que nunca más le va a dejar solo.
Liam ha sido la otra cara de mi moneda. Ha ido primero a ver como estaba Harry, dejando en brazos a su hijo para asegurarse de que la vida de nuestro amigo no corriera peligro. No es un mal padre, por supuesto que no, tan solo ha elegido tratar de evitar una desgracia, a calmar uno de tantos llantos que su hijo producirá a lo largo de su vida.
No le dice nada a Cassandra, aunque quizás debería agradecerle porque haya conseguido hacer que su hijo deje de llorar y se encuentre dormido, tranquilo, sano y a salvo, pero Liam se encuentra demasiado ocupado arrullando, acunando, diciendo a su hijo todo lo importante que es para él. La chica tímida e inexperta tampoco dice nada -una vez más- y vuelve a caminar detrás de Liam como si fueran parte del mismo cuerpo.
María no tarda en llegar. Me mira con los ojos bien abiertos, llegando a mí en cuestión de milésimas, para confirmar el estado de M. Aparta el pelo que cae por su frente y al ver que se mantiene dormido, en el mismo estado en el que su primo pequeño se encuentra, suspira visiblemente. Deja un beso en su frente, que hace que el niño sonría aún en sueños, y se apresura a dejar un beso en mis labios.

--¿Y Harry?-pregunto en voz baja, buscando en su mirada algo que me diga que, mis pensamientos acerca de la salud de mi amigo, son erróneos.
--Está arriba, durmiendo-responde con simpleza, volviendo su atención a Malcom-No...le pasaba nada-añade con el ceño fruncido, confundida, dudosa-Lida y Louis están con él. Andrew creo que está con ellos...sino es que se ha vuelto a esfumar. Ed no ha vuelto aún, ni con Taylor ni sin ella, y Niall y Ane...
--¿Qué pasa con nosotros?-una voz que no es ni aguda ni grave resuena a mis espaldas, interrumpiendo a María.

Me giro para ver cómo al otro lado de la puerta abierta el irlandés se encuentra con esa amplia sonrisa, agarrando de la mano a Ane, quien comparte su felicidad y entusiasmo. Está claro que no han sido testigos ni de treinta segundos del pánico que se ha producido aquí hace menos de media hora.
Pienso en qué responderles, ya que todavía no lo tengo claro ni yo. María parece querer desentenderse del tema, ya que siento como coge a Malcom de mis brazos para llevárselo, posiblemente a algún sitio en el que pueda descansar hasta que nos volvamos a casa. La mirada verdosa de Ane pierde la felicidad en un visto y no visto.

--¿Qué le ha pasado?-pregunta rápidamente.

Entra en la casa casi con brusquedad, apartándome a mí a un lado y dejando a su prometido atrás, aunque éste no duda en seguirla, también con un rastro de preocupación en su rostro. En ese preciso momento, Andrew -quien efectivamente estaba arriba y no desaparecido por enésima vez- baja los escalones con desenfado, saltándose algunos de ellos como si fuera un juego el bajar las escaleras. Agarra a la chica preocupada antes de que pueda salir.

--Tranquila. Está bien-la responde con esa sonrisa cariñosa y desenfadada-Está durmiendo con dos guardianes que comprueban que se mantiene a salvo.

El chico castaño suelta el brazo de Ane con el mismo cuidado con el que se lo ha cogido. Agarra una chaqueta, que doy por hecho que es suya y, soltando un simple "Hasta luego", sale de la casa con aspecto tranquilo pese a que él sí que ha vivido el tormento. Cierra la puerta tras él, y con ello Liam vuelve a la entrada.

--¿Quién ha llegado?-pregunta con los labios contra la cabeza de su niño.
--¿Alguien que me explique qué coño le pasa a ese tío?-pregunta Ane, sin tener intención de responder a Liam, pero respondiéndole al demostrar su presencia-¿A dónde se va? O mejor, ¿cuándo ha llegado? ¿Qué hace aquí?
--¿Quién se ha ido?-pregunta de nuevo Payne, sorprendido, no sé si por la presencia del rubio con Ane, o por el hecho de que alguien se haya ido y a la ojiverde no le haya hecho ni la más mínima gracia.
--¿A ti quién te parece que se ha ido?-me atrevo a preguntar con algo de diversión.
--¿Andrew otra vez siendo raro?
--¿Quién es Andrew?-Cassandra pregunta en un tono bajo, pero demandante, casi como si nos obligara a responder a su pregunta, cosa que me sorprende, ya que parecía tímida y modosita, pero ahora se pone a la defensiva solo por saber quién es ese chico tan raro.

Es Liam el que responde, resumiendo todas nuestras respuestas en una única expresión.

--Qué sabe nadie.

-Moments-


No volvemos a saber nada más de Andrew. Ed llama a Louis -quien baja de vez en cuando, en períodos alternos a Lida- para preguntar acerca del estado de Harry, informándonos de que Taylor está con él y disculpándose por no poder estar allí, ni hoy ni en los próximos días, por alguna razón en la que no ha querido profundizar. Liam se va junto con Cassandra y Matt en el momento en el que Niall se ofrece a prepararnos algo para la hora de la comida. Le pregunto a Payne con la mirada, pero él solo se encoge de hombros, echando una rápida mirada a la chica de ojos azules, como si me quisiera decir que es ella la que se quiere ir por alguna razón. Ninguno pregunta ni dice nada.
De manera sorprendente, Harry sale de la cama en cuanto Niall está sirviéndonos un buen plato de, lo que según él, es paella, de esa que se hace en España, pero tanto él, como yo, como María, Harry y Louis hemos estado en España, hemos comido paella y ni de lejos se parece a lo que Niall nos está ofreciendo. Se excusa diciendo que no es su culpa que en Inglaterra no se vendan los mismos productos que en España.
Malcom también despierta con el olor de la comida. Sus ojos se ven todavía hinchados y rojizos, pero sonríe de igual manera, agradeciéndole a Niall por la comida.
Cada cual se sienta en el sitio que más le conviene, prácticamente el mismo en el que normalmente nos sentamos cuando nos reunimos: Harry en medio del sofá, flanqueado por Ane por el lado de derecho, por Louis por el izquierdo, y por delante por Lida, quien por mucho que se la haya ofrecido otro sitio, decide comer sentada en el suelo, con las piernas cruzadas y el plato sobre ellas. María se sienta en el hueco libre que queda en el sofá al lado de su hermano, y Niall en el sillón que hay junto a la orilla del sofá en el que se encuentra Ane. Malcom decide colocarse de rodillas en el suelo, apoyando así el plato en la mesa baja frente a la que todos estamos, puesto que sus manos no son capaces de agarrar un plato tan grande y comer de él sin que se caiga nada, y por mucho que le diga que Louis acabará echando más comida fuera del plato que en su boca al ser un culo de mal asiento, el pequeño insiste en no querer ensuciar nada.
Al principio la comida es en silencio, como si no supiéramos qué decir frente a Harry, quien solo se mantiene envuelto en una manta, con las rodillas pegadas a su pecho y sin probar bocado pese a la insistencia de su hermana. Es como si cualquier cosa que dijéramos le fuera a causar un ataque. Por otro lado, aún queda la duda de Malcom y su relación con Harry o lo que pueda sentir, o soñar, pensar, o si no es algo específico con Harry y que puede ocurrir con cualquiera de nosotros.
Como siempre, entre Louis y Niall empieza una charla sobre la comida, que desencadena en España y que hace que Mary cuente anécdotas de su estancia allí. Ane y Malcom se unen con rapidez, la castaña hablando de la idea de poder ir allí, cosa que hace que Louis "regañe" a Niall por no haberla llevado nunca, mientras que mi pequeño nos comenta datos curiosos sobre el país, que acaba por convertirse en una conversación "privada" con Lida, la cual también sabe ciertas cosas del lugar que alegran a Malcom visiblemente. Y luego estoy yo, observándoles a todos, poniendo mi atención en todos ellos, en sus conversaciones, y por supuesto, en Harry.
Sus ojos se mantienen moviéndose de una a otra persona, sin mucho interés, pero observándoles de la misma manera que yo, hasta que llega a mí y nuestras miradas se encuentran. Decido sonreírle, solo por no hacer que se sienta más incómodo con más preguntas del tipo "¿Cómo estás? "¿Necesitas algo?" "¿Te encuentras bien?". Él me devuelve la sonrisa, algo más débil y sin llegar a mostrar sus hoyuelos, pero aún así sonrisa, antes de volver la mirada hacia el resto.

-Moments-

M se encuentra ahí, sentado en suelo ya de nuestra casa, con un lapicero en la mano y un leve ceño fruncido a causa de la concentración. No parece abrumado. No parece preocupado. No parece como si nada de lo que hubiera ocurrido hace horas en casa de Harry hubiera sido. Tan solo está ahí, aquí, a un par de metros de mí. 
María se encuentra hablando por teléfono con su madre, ya que el colegio ha llamado por el número de faltas que hay en su historial, todas ellas por mi culpa. Aparto la mirada de Malcom por un momento para girarme y ver a Mary, aparentemente discutiendo con su familia, dando una y otra vuelta en el jardín trasero, solo para no armar un escándalo dentro de casa y preocupar a nuestro pequeño. 
Ya la he dicho más de una y de dos veces que me deje hablar con ellos, que me dejen explicarles el motivo por el que María no haya ido a clase varios días sin presentar una justificación, pero ella, con sus genes Tomlinson y un ceño fruncido, me ha dejado bien claro que no me preocupe, que todo eso lo tiene que arreglar ella, porque es ella quien no ha ido a clase y que lo ha hecho por voluntad propia, que yo no he tenido nada que ver. Desde aquí puedo ver como rueda los ojos con tanta violencia que temo porque se le vayan a quedar así, pero no, vuelven a su sitio con un resoplo frustrado más. Río por lo bajo, negando con la cabeza al ver lo terca que es y lo mucho que debe de estar enfadando a sus padres.
Al volver la vista a M, él continúa dibujando con tranquilidad pero aún así esfuerzo.
Por mi cabeza no deja de pasarse una y otra vez la idea de que tal vez sí que deba de preguntarle lo que ocurre, lo que sabe o lo que sospecha, lo que puede o no puede hacer, si sabe o no controlarlo. No puedo evitar pensar -otra vez- que si él quisiera decírmelo lo habría hecho, pero...¿y si no fuera así? ¿Y si estuviera esperando a que yo le pregunte porque él no sabe -o no entiende- cómo empezar a contarme algo así, como hacérmelo entender, o simplemente, que esté demasiado asustado como para ser él el que saque el tema?
Me acerco a él un par de pasos de manera lenta, hasta quedar en el sofá que hay frente a la mesa baja, tras la que él se encuentra arrodillado. Ni siquiera aparta la mirada de su dibujo, su ceño fruncido a causa del esfuerzo sigue ahí. Aún así, sé perfectamente que me ha escuchado y que ahora me encuentro más cerca de él, puede que incluso sepa el porqué de que me esté sentando lentamente, como si temiera que el más mínimo ruido fuera a alterarle, puede que sepa qué es exactamente lo que le voy a preguntar. 
Me coloco de manera cómoda, tratando de hacer desaparecer la ligera tensión y puede que el nerviosismo, que yo mismo me he causado con tanta pregunta. Trago saliva, pensando con sumo cuidado las palabras que debo decir. Oye Malcom, cariño, ¿tienes algo que contarme? No, ni de coña, así parezco una madre intentando saber si su hija a perdido o no la virginidad. Niego con la cabeza, rehaciendo de nuevo mis pensamientos. M, ¿quieres que hablemos de lo que ha pasado esta mañana? Tal vez demasiado presuntuoso, se ve venir de qué es de lo que quiero hablar. Pequeño, ¿te encuentras bien? Demasiado ambiguo...
Suspiro dejando caer mi espalda contra el sofá. Llevo mi mano derecha a la frente, para acabar bajando por mis ojos cerrados y así poder acariciarlos. ¿No se supone que la época difícil era la adolescencia? Todos los cambios, las hormonas, las nuevas posibilidades, las tentaciones... Eso es a partir de los catorce, ¿por qué a mí me llega la parte difícil diez años antes de tiempo?
Para mi sorpresa, escucho un segundo suspiro que no es mío. Aparto la mano de mis ojos para poder abrirlos y ver así como mi hijo se levanta de su sitio lentamente.
Camina con sus pasitos cortos hasta llegar al otro lado de la mesa, deteniéndose frente a mí. Sin mirarme a los ojos frunce sus labios, bajo mi atenta y extrañada mirada. No dice palabra y se sienta en el borde de la mesa baja en la que antes pintaba. Sus pies tocando el suelo;  sus manos unidas, tranquilas, sin ningún temblor o gesto nervioso; su mirada baja mientras deja salir otra respiración más pesada de lo habitual.
Me incorporo en el sofá, algo confundido, pensando en sus actos. ¿Me habrá oído? ¿Se ha metido en mi cabeza sin más? No ha hecho nada...extraño, y con Harry tuvo un momento...paranormal. Aunque por otra parte, cuando "escuchó" a Andrew, ni siquiera se movió, siguió tranquilo, a su rollo, también dibujando. ¿Es que acaso con cada persona reacciona distinto? Puede que solo sea la distancia, Harry estaba en el piso de arriba, mientras que Andrew...

--Harry soñaba-su aguda voz me interrumpe-Andy solo estaba pensando en ser sigiloso. No tiene que ver la distancia.

Aprieto mis labios, mordiendo el superior ligeramente mientras me acerco a él, quedando sentado en el borde del sofá. Coloco los brazos sobre mis rodillas, mirándole con atención como si fuera a añadir algo más, pero no lo hace. Solo se mantiene con su mirada en sus pies descalzos.
Así que sí, sabe lo que pienso... 

--Lo escucho-murmura casi de manera inaudible.
--Me escuchas-confirmo en voz baja, analizando cada cosa que sale de él. 

Él asiente con la cabeza.
Durante un largo minuto solo se escucha a María despotricar en el patio de atrás. Nosotros dos nos quedamos quietos. Mi mirada puesta en él y la suya en el suelo. Nadie dice nada.
Muerdo mi labio de nuevo, esta vez el inferior, antes de preguntar.

--¿Puedes...escuchar a mamá?-pregunto suavemente.

Una sonrisa torcida se extiende sobre su rostro. Eleva su mirada con lentitud sin retirar su sonrisa traviesa.

--Creo que todo el mundo puede escucharla gritar-dice con un tono divertido que me sorprende, y que rápidamente parece desaparecer. Sin darme tiempo a reformular la pregunta, él continúa hablando. Su mirada de nuevo cae al suelo-Escucho lo que piensa. Escucho lo que piensas tú. Escucho que tío Liam está pensando en este mismo instante-frunce ligeramente la nariz-Solo os está protegiendo...-masculla negando ligeramente con la cabeza. Por alguna razón, sé que no me está hablando a mí-Escucho lo que piensa la reina. Escucho lo que está pensando una niña de siete años que vive en Egipto. Escucho a Kate...-susurra-la escucho constantemente pensar en cosas horribles sobre ti...sobre mí-su voz se quiebra-Escucho todo lo que ocurre a...años luz de distancia. Lo escucho todo.


Narra Liam.
El llegar a casa es casi tan agobiante como lo ha sido el camino de casa de Harry a aquí. Por alguna razón, hemos ido casi corriendo, lo cual es un poco -bastante- difícil si llevas a un bebé dormido en brazos. Cassandra ha ido mirando todas y cada una de las cosas que nos rodearan, desde las personas hasta los buzones, como si se le hubiera ido la olla por completo.
En cuanto pongo un pie en casa, parece que me empuja con suavidad para que entre aún más deprisa, si es que eso es posible. Ella se encarga de cerrar la puerta, echando la llave y, por si eso no fuera suficiente, el cerrojo que en la vida me he visto obligado a usar.
Yo me limito a caminar hasta el centro del salón, con paso ya tranquilo, sin que ella me pida que camine más rápido, cosa que agradezco. Mientras, Cassie se mueve de un lado al otro como una exhalación. Se mete en la cocina, saliendo al poco tiempo, seguidamente pasa por el baño, repitiendo el mismo proceso de entrar y salir sin hacer nada dentro. Sube al piso de arriba, siendo seguida por mí, sin saber qué es lo que busca ni por qué, o por qué tanta urgencia con volver a casa tan rápido, o por qué sin comer con los chicos, o por qué parece como si se estuviera volviendo paranoica. 
Apenas me da tiempo a subir todos los escalones, cuando ella ya está de nuevo bajando, con el mismo ritmo frenético y sin aparente sentido para mí. Extrañado, yo mismo reviso las habitaciones, solo que a paso más lento, tratando de encontrar aquellos que tanto parece necesitar. Mis pies se mueven a un ritmo acorde con el de mis brazos, para no interrumpir el acunar a Matt, aunque de ninguna manera eso parece importarle, ya que sigue durmiendo como un tronco.
Paso por todas las habitaciones, empezando por una segunda habitación de invitados, que cuando sea necesario será ha habitación de Matt, siguiendo por la de Cassandra, la cual está pulcramente ordenada, continúo por el baño del piso de arriba, tampoco hay nada fuera de lo habitual, y acabo en mi propio cuarto, tan vacío como en los últimos días.
Desde la puerta observo toda la estancia, vacía, silenciosa, sin rastro alguno de su presencia. Con un suspiro, cierro la puerta sin interrumpir apenas el gran y angustioso silencio, y camino hasta sentarme en el borde de la cama. Cierro los ojos con pesadumbre y trato de pensar en algo que no se relacione con ella, pero es difícil, es muy difícil cuando la pequeña vida que hemos creado juntos duerme tranquilo sobre mi pecho. No puedo evitar sonreírle, apenas abriendo los ojos, mientras un par de lágrimas se deslizan por mis mejillas.
No, ella va a volver. Dijo que volvería. No va a dejarme solo, no otra vez, no sin una explicación, no dejando a su hijo aquí conmigo, como si no le importara lo más mínimo, ni él, ni yo.
Paso mi dedo pulgar por su mejilla, haciendo que él se remueva un poco, abriendo y cerrando su boquita, como si buscara su chupete en sueños. Sonrío con algo más de amplitud mientras me levanto de la cama, dejando atrás la idea de que Alejandra no va a volver, porque eso no es posible. Puede que pudiera abandonarme a mí, ya lo hizo una vez y no pareció importarla demasiado, pero nadie nunca podría abandonar a un bebé, a un pequeño ser que has llevado dentro de ti durante nueve meses, a tu propio hijo, a alguien tan pequeño y frágil que es obvio que necesita de ti. Nadie haría eso, no a menos que no tuviera más remedio...
Cierro la puerta tras de mí y bajo al piso de abajo, donde la chica de ojos azules parece seguir buscando y buscando algo que no encuentra. Me muevo hasta la bolsa de Matt y saco su gracioso chupete, en el cual hay dibujada una rana sonriente, y se lo pongo. Una sonrisa de satisfacción surge en él y rápidamente se me contagia a mí.

--¿Qué es lo que tanto buscas?-pregunto en voz lo suficientemente alta como para que me escuche, pero con mis ojos puestos en mi hijo.

Ella tarda en responder, ya que está demasiado ocupada mirando algo a través de la ventana del comedor, y posteriormente, casi volando hasta la cocina.. Yo solo me dedico a seguir acunando a Matt con suavidad.

--No estoy buscando nada-oigo que dice jadeante, mientras pasa por mi lado a una velocidad de vértigo, dirigiéndose al inutilizado salón.
--¿Entonces qué haces yendo de un lado para el otro de la casa?-pregunto con cierta diversión.
--Asegurarme-responde con mayor rapidez, en lo que vuelve a pasar delante de mí.
--¿Asegurarte de qué?-pregunto de nuevo, esta vez algo confundido.

Y ya no responde. Se limita a ir de allí para allá, como si en vez de ser una casa unifamiliar de dos pisos, fuera una mansión de miles de kilómetros cuadrados con varios pisos. Por mi parte, solo puedo observarla, tratando de comprender, desde el motivo por el que nos encontremos aquí en vez de con los chicos, a su manera de "asegurarse" de algo que no comprendo, pasando por la manera en la que hemos llegado casi corriendo.
Algo dentro de mí me asegura de que sé de qué se está asegurando. Ese mismo algo me grita que debería estar haciendo lo mismo que ella, puede que incluso debería estar haciendo las maletas para huir a algún sitio, pero no le hago caso, porque me convenzo de que no es necesario, de que no pasa nada, de que todo está bien. Como siempre.

--Cassie, creo que deberías sentarte-digo con tranquilidad-por si no lo recuerdas estás embarazada, no deberías estar haciendo esos movimientos tan bruscos, podría ser peligroso.

Y es entonces cundo ella se detiene por fin, pero esta vez es frente a mí. Su alta figura está erguida, mirándome desde la altura. Sus ojos parecen moverse de un lado al otro a un ritmo frenéticos, mucho más que su pecho, el cual sube y baja de manera preocupante. Su respiración es jadeante, pero no a causa de la manera en la que se está moviendo, no.

--¿Qué ocurre?-pregunto con una confusión, que ni yo mismo me creo.
--¿Peligroso?-es lo único que ella pregunta, con rostro visiblemente sorprendido, que rápidamente torna a un ceño fruncido por la molestia-Liam, sé que ves las cosas como yo las veo. Puede que incluso las veas mejor que yo. Y estoy completamente segura, de que hacer como si nada pasara no va a arreglar nada.
--¿De qué me estás hablando?
--Hacerte el tonto tampoco evitará una desgracia-es lo único que responde, negando con la cabeza-¿Hace cuántos días que se fue?

La pregunta me atraviesa con fuerza, aunque ya supiera que sería formulada tarde o temprano. Pienso en las noches, los días que han pasado, todo lo que ha ocurrido en tan poco tiempo, o en tanto, ya que no estoy seguro de los días que han pasado.

--Dos-murmuro, sin saber si es esa realmente la respuesta.
--Sí, dos-ella confirma-¿Te ha llamado? ¿Te ha enviado algún mensaje? ¿Te ha escrito? ¿Te ha hecho saber de alguna manera que se encuentra bien, que ha llegado a donde sea que se fuera?

Pienso en responderla, con cierta molestia por las preguntas que me hace, aún sabiendo que me duelen, ya que la respuesta es "No" a todas esas preguntas, y ella lo sabe perfectamente. Sin embargo, tan solo retiro mis ojos de los suyos para bajar a mirar a Matt una vez más.

--Exacto-continúa hablando sin aparente sentimiento de disculpa, o pena hacia mí, aunque tampoco los necesito-Se ha ido, y ni siquiera está claro que vaya a volver. Te ha dejado solo y en peligro, con un niño que también lo está, y sin dejarte la más mínima pista del porqué el peligro, de la gravedad o de por dónde atacará.
--Ella se fue para protegernos-respondo muy seguro, levantándome de mi asiento con brusquedad, puede que incluso agresividad ante las palabras, ante la forma con la que está hablando de la mujer que amo, por mucha razón que pueda tener-Y va a volver, dijo que volvería y lo va a hacer.
--La última vez que se fue tardó meses en volver, ¿qué te hace pensar que no será igual?
--Me lo dijo.
--¿Te lo dijo?-pregunto con una sonrisa, que solo hace que algo más se clave en mi pecho-Liam, dime cuántas cosas de las que ella te ha dicho te crees realmente, porque estoy segura de que te crees tantas como me pueda creer yo. Vive mintiendo, escabulléndose, huyendo de algo que ni siquiera sabemos.
--Me quiere-la interrumpo sin dudarlo-Nos quiere y por eso hace todo esto-digo con más seguridad de la que realmente siento.
--¿Y si te quiere por qué no te lo cuenta? ¿Por qué te deja aquí solo y desprotegido con su hijo?

Solo os está protegiendo... La voz de Malcom resuena dentro de mí, haciéndome girar algo asustado, tanto como la primera vez que le escuché hacer esto, pero esta vez, él no está aquí, ni siquiera está cerca, y eso me preocuparía, si la situación no fuera tan peliaguda como lo es. Sin embargo, no dudo en usar su pensamiento...o el mío, o su idea...o lo que sea.

--Solo nos está protegiendo.
--¿Protegiendo de qué? Porque no me vas a decir que todavía te crees que toda esta mierda tiene que ver con ese estúpido barrio ¿verdad?

Me quedo callado, sin poder ni querer seguir con esta discusión, con esta pelea.
Sí, siempre he tenido la esperanza de que todo esto tuviera que ver con un puñado de droga y un par de armas, algunas peleas entre bandas callejeras, aunque en el fondo,en el fondo de mi pecho, siempre haya sabido que todo esto, todo lo que tiene que ver con Alejandra, no es más que un juego, que una mentira, que algo que ella usa a su antojo para ocultar todo lo que hay realmente detrás.

--Liam...-su voz suena baja, puede que preocupada después de todo, casi suena dolida. Yo niego con la cabeza.
--Ya lo sé. Ya sé que me miente. Lo hace por nuestro bien-es todo lo que tengo que decir, mientras salgo del comedor con rapidez-Y va a volver en cinco días-añado antes de subir las escaleras.

No espero una respuesta por su parte, tampoco la necesito. Entiendo el motivo de su paranoia, aunque no el porqué de que haya empezado justo en el momento en el que estábamos en casa de los chicos, puesto que allí no había ningún peligro, no ninguno que yo viera por lo menos. Solo estaban los chicos, ellos no forman parte de esto, no tienen ni idea de a donde se ha ido Alejandra o por qué... No lo saben, no tendrían por qué saberlo, si supieran algo me lo habrían dicho... Me lo habrían dicho ¿verdad?


------------------------------------------

No es el mejor capítulo del mundo, pero bueh, es lo que pasa cuando no escribes en siglos...
Odio las clases, el bachiller, la selectividad, la PAU, la universidad y tal y tal y tal, la culpa de que no suba es por todas esas cosas.

That's all xxoo.