Hola gente bella ^^.
Quiero dar las gracias a quien haya dado algún RT para el concurso (creo que nadie de por aquí dio, pero igual, yo lo agradezco) . Aún no han dicho ganador, pero vamos, yo estoy bastante segura de que yo no soy xD. No voy a quejarme porque al menos lo intenté, y si gana otra persona será porque su diseño lo mereciera más que el mío.
That's all.
Enjoy it xxoo
-------------------------------
Narra Liam.
Quiero dar las gracias a quien haya dado algún RT para el concurso (creo que nadie de por aquí dio, pero igual, yo lo agradezco) . Aún no han dicho ganador, pero vamos, yo estoy bastante segura de que yo no soy xD. No voy a quejarme porque al menos lo intenté, y si gana otra persona será porque su diseño lo mereciera más que el mío.
That's all.
Enjoy it xxoo
-------------------------------
Narra Liam.
Acaricio mi cara, restregándome los ojos en un intento de desperezarme mientras un bostezo escapa de mí. Me giro en mi -demasiado- grande cama, pegándome de frente con los barrotes de la cuna -que tuve que comprar, ya que no podía dejar que mi hijo durmiera en mi cama por el resto de mi vida, aunque creo que tampoco me importaría- viendo así como patalea mientras llora con fuerza. Meto mi mano derecha entre los barrotes para acariciar su estómago y hacerle saber que ya estoy despierto, y que ya voy a levantarme de la cama para ir a por su biberón, otra vez, ya que hace tres horas hemos estado despiertos, de nuevo por culpa del hambre. Mi pequeño baja el volumen de su llanto al contacto con mi mano, pero aún así lloriquea y patalea, esperando que remedie su hambre cuanto antes.
Me levanto de la cama mientras bostezo sin poder remediarlo y le saco de la cama, haciendo que se quede pegado a mi pecho, todavía sin frenar sus lloros. Cojo mi móvil para guiarme con la luz de la pantalla y no tener que encender absolutamente todas las luces de la casa.
--Está bien, Matt, ya estoy en ello-le digo en un murmullo, tratando de despejarme mientras salgo de la habitación.
Bajo las escaleras lo más rápido que puedo, solo para no despertar a Cassie -otra vez- y por segunda vez en la madrugada me encuentro en la cocina, quejándome por la fuerte luz que me despierta de inmediato. Diría que a mi pequeño tampoco le hace gracia, aunque sé perfectamente que no es esa su gran pena. Preparo su gran biberón con una mano mientras que con la otra le sujeto contra mí, balanceándome para calmarle, entre suaves nanas que recuerdo que mi madre me cantaba de pequeño, pero no es hasta que el biberón llega a su posesión que no se calma. Se engancha a la tetina como si su vida fuera en ello, y sin ni siquiera abrir los ojos, succiona con insistencia, vaciando el recipiente en poco tiempo, mientras yo le observo sonriente.
--Me parece a mí que te estás haciendo grande muy rápido-admito al ver como parece que sus pequeñas manitas ya no son tan pequeñas como la primera vez que lo tuve entre mis manos.
No ha pasado demasiado tiempo desde entonces, apenas veinte días, diecisiete para ser exactos, pero está claro que los bebés crecen en apenas un minuto, o al menos esa es la percepción que yo tengo.
Cuando termina de comer, dejo el biberón en el lavaplatos, sin molestarme mucho en pensar en lavarlo o no. Con un nuevo bostezo, que parece que le contagio a mi niño, me siento en una de las banquetas de la cocina y le coloco en mi hombro para poder dar las palmaditas necesarias en su pequeño cuerpo para que eche los gases cuanto antes y así poder volver a la cama, al menos hasta las ocho, que de nuevo será hora de comer.
Apenas Matt ha terminado de echar los gases, le coloco en mi regazo dispuesto a volver a la cama durante un rato más, cuando, para mi gran sorpresa, mi móvil comienza a sonar. Mi pequeño no parece molesto, ya que parece lo suficientemente acomodado como para volver a dormir mientras yo contesto a quien sea que pueda estar llamándome a estas horas. Preocupado de que pueda haberle ocurrido algo a Harry o a cualquiera de los chicos o mi familia, ya que es la única cosa que puede ser tan urgente como para que se me llame a estas horas, cojo el móvil de inmediato. En la pantalla hay un número, uno inmensamente largo, más de diez dígitos. Confundido y sin saber con lo que me voy a encontrar, lo cojo.
--¿Si?-pregunto dudoso.
--Liam...
Su suave voz eriza el cabello de la parte trasera de mi nuca y de inmediato me saca una gran sonrisa. Mi corazón palpita con necesidad, con una enorme de poder verla, de poder estar con ella otra vez, aunque sé que aún quedan cerca de cuatro días para que vuelva a ocurrir.
--Princesa-respondo de inmediato-¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Llegasteis bien?-pregunto, aunque sé que no hay muchas posibilidades de que se me responda a muchas de mis dudas.
--Estoy bien. Estamos bien-contesta segura. Puedo sentir su sonrisa a través de la línea-¿Tú te encuentras bien?-el tono de su voz cae, y se puede apreciar algo así parecido al enfado, o tal vez a una extrema preocupación-¿Le ha pasado algo a Matt?
--No, no. Estamos los dos bien-digo con rotundidad, solo para calmar su preocupación, o su enfado, no sé muy bien cómo definirlo.
--Bien. Bien-responde ella, relajando de nuevo su tono-¿Te he despertado?-pregunta, esta vez con un tono cálido y dulce, con ese con el que durante mucho tiempo yo la escuché hablar todos los días, a todas horas.
--No, para nada. Es la hora del pre-desayuno del pequeño.
--Un poco pronto-bromea por vez primera, después de tanto tiempo.
Mi corazón se acelera al escuchar ese tono de voz, no solo por haber pasado tanto tiempo sin escuchar algo parecido a una broma, sino porque significa que todo va bien, que ella va a volver, y espero que sea dentro de poco.
--Bueno, por eso es pre-desayuno-contesto con el mismo tono divertido.
Es entonces cuando su risa cantarina resuena, provocando que un escalofrío me recorra. Las lágrimas no tardan en venir a mí, y tengo que morder mi labio inferior, que no deja de temblar aunque esté intentando sonreír.
--Te echamos de menos-susurro, sin poder evitar que mi voz se quiebre.
--Y yo a vosotros-responde sin dudar, todavía con ese tono maternal, con esa calidez que hace que me sienta como si ella estuviera aquí ya.
--¿Cuándo vas a volver?
Y entonces, parece que algo se complica allá donde esté. Se escucha el golpe de una puerta abrirse con agresividad, como si hubiera sido derribada, una voz masculina no tarda en hablar a gritos, en esa lengua que relaciono con la misma con la que Ale habla en cuanto yo me doy la vuelta. Y lo siguiente, es un sonido sordo, como si el móvil se hubiera caído al suelo, mas no se hubiera roto ni colgado.
--¿Ale?-susurro. Mi voz temblando como si se tratase de un flan.
Pero no hay respuesta al otro lado, aunque sí que escuche su voz. No su voz dulce, su voz maternal, tranquila, de niña inocente, la voz de mi princesa, de mi Ale, sino la voz dura, la demandante, una dominante que hace que la sangre se me hiele y que no se me ocurra decir palabra, aunque eso no signifique que cuelgue.
Varias personas comienzan a hablar, como si discutieran, entre ellas una muy parecida a la de Josh. Distingo unas cinco diferentes, sumándole la de mi princesa. Todas parecen masculinas, a excepción de la de Ale, que hace que el resto de ellas callen de inmediato. Parece que ruge, que les regaña, escupe un puñado de sonidos apenas pronunciables, que nadie parece querer interrumpir, salvo alguien, un alguien que parece francamente cabreado, y podría asegurar que es con ella. Ale responde, colérica, fuera de sí, ganándose más gritos por parte del otro hombre, que estoy bastante seguro de que no es Josh. Nadie más habla, solo ellos dos, Ale sonando por encima de él, pero eso no quita que él -sea quien sea- suene cabreado, al menos así es, hasta que se escucha un disparo. Mi corazón se detiene, y me quedo estático, como si el disparo hubiera ocurrido aquí. Quiero hablar, pero las palabras no salen de mí, por miedo, por pánico a que ese disparo haya acabado en algún lugar de mi pequeña princesa. Pasan unos segundos de silencio sepulcral en los que no se oye ni el más mínimo suspiro, hasta que es -el que yo creo que es- Josh el que rompe el silencio, con un tono calmo, pero tan dominante como el de mi niña, la cual ya no sé el estado en el que se encuentra.
Las lágrimas no tardan en rodar por mis mejillas junto a un jadeo lloroso e histérico, mientras que al otro lado las voces masculinas, únicamente las masculinas, vuelven a entablar una conversación, bastante menos subida de tono.
No, no puede ser. No pueden haberla herido. No pueden haberla...matado. No. No. Ella no puede irse. Ella no se ha ido. No se ha ido. No se ha ido. Josh no lo hubiera permitido. Josh no se hubiera quedado tan tranquilo si algo le hicieran a su hermana. Josh me prometió que estaría a salvo, que nada malo la ocurriría. Me lo prometió. Me lo juró. No puede haber dejado que una promesa, que un juramente se deshaga así de fácil.
Todavía mantengo el teléfono en mi oído, llorando silenciosamente mientras susurro un "Por favor, di algo" que va dirigido únicamente a ella y a que hable, a que me indique que sigue aquí, pero lo único que distingo son voces de hombre, volviendo a elevarse una sobre la otra, cada vez más alto, cada vez más agresivo. Cada vez mis lágrimas salen más seguidas. Cada vez mi respiración se entre corta más, convirtiéndose rápidamente en sollozo. Y de repente, su voz vuelve a hacer eco, resonando en esa estancia que parece no tener demasiadas cosas, fuerte, imponente, para nada herida o dolorida, ni mucho menos débil. Las voces masculinas se callan una vez más, y yo no puedo evitar romper en llanto, esta vez por la felicidad, por escuchar su voz, por volver a sentir mi corazón palpitar, por saber que ella está bien y que va a volver. Va a volver. Sana y salva.
Se hace un silencio al otro lado de la línea, que hace que separe mi oreja del móvil para confirmar que la llamada no se ha cortado. una de tantas voces de hombre habla, con duda, con extrañeza. Se escucha como si alguien cogiera el teléfono, y de nuevo la dulce voz de Ale está aquí, solo que ya no es dulce, sino distante y demandante.
--Liam, te llamo mañana.
--Ale, ¿estás bien? ¿Qué pasa?-yo pregunto, totalmente ajeno a sus palabras.
--No necesitas saberlo. Mañana hablamos. Ten cuidado. No dejes que Alexia se acerque a Matt. Te quiero. Adiós-y la línea se corta, sin darme tiempo a contestarla, pese a que lo haga igualmente, sabiendo que ya nadie me responderá.
--Yo también te quiero...
Despego el móvil de mi oreja, mirando la pantalla inútilmente. El largo número ya se ha ido y tan solo está mi fondo de desbloqueo. Dejo el móvil en la isla de la cocina y aprieto mis labios, en un intento por no echarme a llorar de nuevo, de manera totalmente inútil y sin sentido, pero acabo por hacerlo.
Trato de no ser escandaloso, de no despertar a Matt, quien no parece haberse enterado de nada, ni tampoco a Cassie, pero no puedo evitar sollozar. ¿El motivo? El miedo, la preocupación, la idea de que ella no vaya a volver, porque no quiera, o porque Josh no pueda mantener su promesa, el pensamiento de que su parte dulce, su inocencia, su dulzura, su carió, su calidez...todo se esfume en cuanto vuelva, y ya no vuelva a ser la chica que conocí en aquellas nefastas -y falsas- circunstancias.
Siento una mano colocarse en mi hombro, haciendo que me sobresalte y me levante de la silla, solo para encontrarme esos ojos azules que tanto temía ver a estas horas.
--¿Qué ocurre, Liam?-la chica me pregunta con verdadera preocupación, con nerviosismo, con miedo.
Yo niego con la cabeza, tratando de sonreír para quitarle importancia, pero me resulta completamente imposible. Cassandra me rodea con sus brazos, dejando a Matt entre nosotros, todavía ajeno, tan solo durmiendo tranquilo, sin problema alguno.
--¿Ha pasado algo malo? ¿Se encuentra Harry bien?
Asiento con la cabeza, sin poder articular palabra por el nudo que se me ha formado en la garganta y que parece que se expande por mi pecho de manera dolorosa e implacable.
--¿Entonces qué pasa? ¿Es Malcom?
Esta vez niego con la cabeza, en mitad de un intento de jadeo en busca de aire, que se convierte en otro sollozo incontrolable más.
Cassie no pregunta nada más por un largo rato en el que yo solo me dejo consolar, llorando como mi propio hijo hace unos momentos, con la misma necesidad, con el mismo dolor, con el mismo absoluto sufrimiento...la diferencia entre mi llanto y el suyo es obvia. Pasan unos largos minutos en los que me deshago en mis propias lágrimas, asustado, temeroso por tantas cosas, que sería inútil enumerarlas, pero supongo que todas se pueden resumir en una única palabra, la cual, Cassie susurra, al parecer comprender el motivo de mi desesperación.
--Alejandra... ¿Qué ha hecho? ¿Ha pasado algo?
--No lo sé-confieso con la respiración aún agitada, tratando de controlarme para dejar de parecer un bebé llorón-No lo sé...
--Pero ¿te ha dicho algo? ¿Ha dicho si va a volver? ¿Ha arreglado algo?
Frunzo el ceño ante sus preguntas, ante su repentino interés por Ale, cunado siempre se ha mantenido callada y sumisa si el tema es acerca de ella.
--No me...no ha dicho nada de eso...-respondo-Solo...me ha preguntado cómo estábamos, si todo iba bien y...-mi voz se corta, tiembla, se pierde al recordar ese sonido sordo, esas voces, ese disparo...-s-se ha escuchado un disparo. Pero ella está bien...no sé a quién han disparado ni por qué.
La chica morena de ojos azules parece perder todo el color de su rostro, como si la sangre hubiera huido de ella. Se queda quieta, tan estática como supongo yo he estado en el momento en el que lo he escuchado todo.
Decido no decir nada. No sé que puedo decir, la noticia es impactante se mire por donde se mire. Sin embargo, ella, muy lejos de verse preocupada, de preguntar cómo sé que Ale está bien, o cualquier otra pregunta que cualquiera se plantearía hacerse, lo único que sale de ella son cinco palabras. Cinco palabras que conforman una frase corta y que, aunque no sea una orden, ni mucho menos una tan demandante como la que puede ser una de Ale, inflige en mí la misma reacción de tensión, de miedo, de preocupación, y sobre todo, la idea de hacerla caso sin preguntar.
--Hay que largarse de aquí.
--Princesa-respondo de inmediato-¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Llegasteis bien?-pregunto, aunque sé que no hay muchas posibilidades de que se me responda a muchas de mis dudas.
--Estoy bien. Estamos bien-contesta segura. Puedo sentir su sonrisa a través de la línea-¿Tú te encuentras bien?-el tono de su voz cae, y se puede apreciar algo así parecido al enfado, o tal vez a una extrema preocupación-¿Le ha pasado algo a Matt?
--No, no. Estamos los dos bien-digo con rotundidad, solo para calmar su preocupación, o su enfado, no sé muy bien cómo definirlo.
--Bien. Bien-responde ella, relajando de nuevo su tono-¿Te he despertado?-pregunta, esta vez con un tono cálido y dulce, con ese con el que durante mucho tiempo yo la escuché hablar todos los días, a todas horas.
--No, para nada. Es la hora del pre-desayuno del pequeño.
--Un poco pronto-bromea por vez primera, después de tanto tiempo.
Mi corazón se acelera al escuchar ese tono de voz, no solo por haber pasado tanto tiempo sin escuchar algo parecido a una broma, sino porque significa que todo va bien, que ella va a volver, y espero que sea dentro de poco.
--Bueno, por eso es pre-desayuno-contesto con el mismo tono divertido.
Es entonces cuando su risa cantarina resuena, provocando que un escalofrío me recorra. Las lágrimas no tardan en venir a mí, y tengo que morder mi labio inferior, que no deja de temblar aunque esté intentando sonreír.
--Te echamos de menos-susurro, sin poder evitar que mi voz se quiebre.
--Y yo a vosotros-responde sin dudar, todavía con ese tono maternal, con esa calidez que hace que me sienta como si ella estuviera aquí ya.
--¿Cuándo vas a volver?
Y entonces, parece que algo se complica allá donde esté. Se escucha el golpe de una puerta abrirse con agresividad, como si hubiera sido derribada, una voz masculina no tarda en hablar a gritos, en esa lengua que relaciono con la misma con la que Ale habla en cuanto yo me doy la vuelta. Y lo siguiente, es un sonido sordo, como si el móvil se hubiera caído al suelo, mas no se hubiera roto ni colgado.
--¿Ale?-susurro. Mi voz temblando como si se tratase de un flan.
Pero no hay respuesta al otro lado, aunque sí que escuche su voz. No su voz dulce, su voz maternal, tranquila, de niña inocente, la voz de mi princesa, de mi Ale, sino la voz dura, la demandante, una dominante que hace que la sangre se me hiele y que no se me ocurra decir palabra, aunque eso no signifique que cuelgue.
Varias personas comienzan a hablar, como si discutieran, entre ellas una muy parecida a la de Josh. Distingo unas cinco diferentes, sumándole la de mi princesa. Todas parecen masculinas, a excepción de la de Ale, que hace que el resto de ellas callen de inmediato. Parece que ruge, que les regaña, escupe un puñado de sonidos apenas pronunciables, que nadie parece querer interrumpir, salvo alguien, un alguien que parece francamente cabreado, y podría asegurar que es con ella. Ale responde, colérica, fuera de sí, ganándose más gritos por parte del otro hombre, que estoy bastante seguro de que no es Josh. Nadie más habla, solo ellos dos, Ale sonando por encima de él, pero eso no quita que él -sea quien sea- suene cabreado, al menos así es, hasta que se escucha un disparo. Mi corazón se detiene, y me quedo estático, como si el disparo hubiera ocurrido aquí. Quiero hablar, pero las palabras no salen de mí, por miedo, por pánico a que ese disparo haya acabado en algún lugar de mi pequeña princesa. Pasan unos segundos de silencio sepulcral en los que no se oye ni el más mínimo suspiro, hasta que es -el que yo creo que es- Josh el que rompe el silencio, con un tono calmo, pero tan dominante como el de mi niña, la cual ya no sé el estado en el que se encuentra.
Las lágrimas no tardan en rodar por mis mejillas junto a un jadeo lloroso e histérico, mientras que al otro lado las voces masculinas, únicamente las masculinas, vuelven a entablar una conversación, bastante menos subida de tono.
No, no puede ser. No pueden haberla herido. No pueden haberla...matado. No. No. Ella no puede irse. Ella no se ha ido. No se ha ido. No se ha ido. Josh no lo hubiera permitido. Josh no se hubiera quedado tan tranquilo si algo le hicieran a su hermana. Josh me prometió que estaría a salvo, que nada malo la ocurriría. Me lo prometió. Me lo juró. No puede haber dejado que una promesa, que un juramente se deshaga así de fácil.
Todavía mantengo el teléfono en mi oído, llorando silenciosamente mientras susurro un "Por favor, di algo" que va dirigido únicamente a ella y a que hable, a que me indique que sigue aquí, pero lo único que distingo son voces de hombre, volviendo a elevarse una sobre la otra, cada vez más alto, cada vez más agresivo. Cada vez mis lágrimas salen más seguidas. Cada vez mi respiración se entre corta más, convirtiéndose rápidamente en sollozo. Y de repente, su voz vuelve a hacer eco, resonando en esa estancia que parece no tener demasiadas cosas, fuerte, imponente, para nada herida o dolorida, ni mucho menos débil. Las voces masculinas se callan una vez más, y yo no puedo evitar romper en llanto, esta vez por la felicidad, por escuchar su voz, por volver a sentir mi corazón palpitar, por saber que ella está bien y que va a volver. Va a volver. Sana y salva.
Se hace un silencio al otro lado de la línea, que hace que separe mi oreja del móvil para confirmar que la llamada no se ha cortado. una de tantas voces de hombre habla, con duda, con extrañeza. Se escucha como si alguien cogiera el teléfono, y de nuevo la dulce voz de Ale está aquí, solo que ya no es dulce, sino distante y demandante.
--Liam, te llamo mañana.
--Ale, ¿estás bien? ¿Qué pasa?-yo pregunto, totalmente ajeno a sus palabras.
--No necesitas saberlo. Mañana hablamos. Ten cuidado. No dejes que Alexia se acerque a Matt. Te quiero. Adiós-y la línea se corta, sin darme tiempo a contestarla, pese a que lo haga igualmente, sabiendo que ya nadie me responderá.
--Yo también te quiero...
Despego el móvil de mi oreja, mirando la pantalla inútilmente. El largo número ya se ha ido y tan solo está mi fondo de desbloqueo. Dejo el móvil en la isla de la cocina y aprieto mis labios, en un intento por no echarme a llorar de nuevo, de manera totalmente inútil y sin sentido, pero acabo por hacerlo.
Trato de no ser escandaloso, de no despertar a Matt, quien no parece haberse enterado de nada, ni tampoco a Cassie, pero no puedo evitar sollozar. ¿El motivo? El miedo, la preocupación, la idea de que ella no vaya a volver, porque no quiera, o porque Josh no pueda mantener su promesa, el pensamiento de que su parte dulce, su inocencia, su dulzura, su carió, su calidez...todo se esfume en cuanto vuelva, y ya no vuelva a ser la chica que conocí en aquellas nefastas -y falsas- circunstancias.
Siento una mano colocarse en mi hombro, haciendo que me sobresalte y me levante de la silla, solo para encontrarme esos ojos azules que tanto temía ver a estas horas.
--¿Qué ocurre, Liam?-la chica me pregunta con verdadera preocupación, con nerviosismo, con miedo.
Yo niego con la cabeza, tratando de sonreír para quitarle importancia, pero me resulta completamente imposible. Cassandra me rodea con sus brazos, dejando a Matt entre nosotros, todavía ajeno, tan solo durmiendo tranquilo, sin problema alguno.
--¿Ha pasado algo malo? ¿Se encuentra Harry bien?
Asiento con la cabeza, sin poder articular palabra por el nudo que se me ha formado en la garganta y que parece que se expande por mi pecho de manera dolorosa e implacable.
--¿Entonces qué pasa? ¿Es Malcom?
Esta vez niego con la cabeza, en mitad de un intento de jadeo en busca de aire, que se convierte en otro sollozo incontrolable más.
Cassie no pregunta nada más por un largo rato en el que yo solo me dejo consolar, llorando como mi propio hijo hace unos momentos, con la misma necesidad, con el mismo dolor, con el mismo absoluto sufrimiento...la diferencia entre mi llanto y el suyo es obvia. Pasan unos largos minutos en los que me deshago en mis propias lágrimas, asustado, temeroso por tantas cosas, que sería inútil enumerarlas, pero supongo que todas se pueden resumir en una única palabra, la cual, Cassie susurra, al parecer comprender el motivo de mi desesperación.
--Alejandra... ¿Qué ha hecho? ¿Ha pasado algo?
--No lo sé-confieso con la respiración aún agitada, tratando de controlarme para dejar de parecer un bebé llorón-No lo sé...
--Pero ¿te ha dicho algo? ¿Ha dicho si va a volver? ¿Ha arreglado algo?
Frunzo el ceño ante sus preguntas, ante su repentino interés por Ale, cunado siempre se ha mantenido callada y sumisa si el tema es acerca de ella.
--No me...no ha dicho nada de eso...-respondo-Solo...me ha preguntado cómo estábamos, si todo iba bien y...-mi voz se corta, tiembla, se pierde al recordar ese sonido sordo, esas voces, ese disparo...-s-se ha escuchado un disparo. Pero ella está bien...no sé a quién han disparado ni por qué.
La chica morena de ojos azules parece perder todo el color de su rostro, como si la sangre hubiera huido de ella. Se queda quieta, tan estática como supongo yo he estado en el momento en el que lo he escuchado todo.
Decido no decir nada. No sé que puedo decir, la noticia es impactante se mire por donde se mire. Sin embargo, ella, muy lejos de verse preocupada, de preguntar cómo sé que Ale está bien, o cualquier otra pregunta que cualquiera se plantearía hacerse, lo único que sale de ella son cinco palabras. Cinco palabras que conforman una frase corta y que, aunque no sea una orden, ni mucho menos una tan demandante como la que puede ser una de Ale, inflige en mí la misma reacción de tensión, de miedo, de preocupación, y sobre todo, la idea de hacerla caso sin preguntar.
--Hay que largarse de aquí.
Narra Niall.
Salgo de la cama con cuidado, a sabiendas de que no se va a despertar, pero aún así observándola, solo por el placer de hacerlo. Miro el reloj de mi mesilla, viendo como un típico reloj digital me muestra que son pasadas las diez de la mañana. Sonrío negando con la cabeza; está claro que alguien no se puso el despertador para ir a clase, y está mucho más que claro que no voy a ser yo quien irrumpa su sueño, no después de haber estado la noche en vela vigilando que Harry estuviera bien. Louis ya la informó de que se encontraba bien, de que él solo podía estar encima de Harry, y de que, además, Lida también se encontraba en la casa, pero ella, mi prometida, cabezona como ella sola, insistió en quedarse por allí, solo para verificar que nada malo le ocurría, pese a que hoy tendría que ir a clase.
Llego al otro lado de la cama, examinando una vez más su apacible rostro dormido. Me inclino para dejar un beso en su frente, lo cual hace que ella suelte algo que no comprendo, seguido de una sonrisa. Correspondo a su sonrisa de manera casi incosciente y dejo una caricia en su mejilla.
Me dispongo a salir cuando me doy cuenta del estado en el que se encuentra su ropa, sobre todo la interior, que aún se encuentra mojada. Agarro su ropa algo caída de la silla junto con una camiseta que encuentro mía y salgo de la habitación. Bajo al piso de abajo, pasando por el cuarto de la lavadora para echar la ropa a lavar, y acto seguido me dirijo a la cocina con la idea de preparar algo abundante en azúcar para que, cuando ella se despierte malhumorada por no haberla despertado para ir a clase, se le pase rápidamente.
Abro los armarios que hay encima del fregadero, encontrando así con que tengo lo necesario para hacer tortitas. Cojo los ingredientes junto con los utensilios que sé que voy a necesitar y enciendo la radio, dispuesto a preparar un gran desayuno. Desde que ella está aquí, creo que he mejorado mi nivel de cocinero bastante, puesto que cuando estaba yo solo tampoco había muchas ganas de hacer algo grande ni mucho menos elaborado, pero con el incentivo de que lo que voy a hacer es para compartirlo con ella, mis ganas aumentan, aunque luego haya que recoger un gran estropicio en la cocina.
Coloco la harina con la levadura y la sal en un bol, silbando al ritmo de Payphone de Maroon 5. Es cuando estoy batiendo cuando recuerdo la conversación de anoche, si es que se puede considerar conversación, ya que no sé cuan conscientes estábamos ambos, aunque la parte interesante de todo ese mar de cosas chorra y sin sentido que dijimos fue el tema de la habitación.
Mi habitación. Bueno, en realidad no es mi habitación, porque no es donde duermo, aunque sí que es la que uso ¿para qué? Para esos momentos en los que mi cabeza colapsa y realmente no puedo aguantar más, momentos de estrés, momentos de tristeza, de alegría o de simple aburrimiento.
Dejo el bol sobre la encimera, a sabiendas de que aún quedará un rato para que ella se despierte. Me limpio las manos en un paño de cocina cualquiera y subo de nuevo por las escaleras. Asomo la cabeza para confirmar que siga dormida, y acto seguido abro la puerta que tanta curiosidad le causa, aunque tampoco sé por qué.
Una de tantas cosas que tiene es que es curiosa, pero no es curiosa; extraño pero cierto. Es curiosa porque quiere saber, porque quiere descubrir que es lo que hay detrás de eso que le es desconocido, pero no de tal manera en la cual rompería mi "privacidad", entre comillas ya que mi privacidad no me importa, no con ella después de todas las situaciones que hemos vivido.
La puerta se abre con facilidad, dejando paso a la poco común habitación. Poco común, ya que no es algo que cualquier persona tendría en su casa, mucho menos al lado de la habitación principal, pero dado que las paredes están insonorizadas tampoco tiene demasiada importancia.
Miro a mi alrededor, sonriendo satisfecho con todo lo que me encuentro a mi alrededor, mis pequeños y queridos juguetes. Los acaricio con las yemas de los dedos mientras paso de uno a otro, pensando en la de veces que habré usado cada uno, en la de veces que me han reconfortado cuando no tenía nadie más. Algunos de ellos los tengo desde hace años, el más antiguo, de cuando tenía quince, ya desgastado por el uso. Los más antiguos se encuentran en casa de mis padres, ¿dónde sino podría guardar algo tan importante para mí?
Llego al centro de la sala y me siento frente a uno de mis favoritos. A ojos de -aparentemente- todo el mundo, esto es algo que le va más a Louis, e incluso a Liam, nunca nadie ha pensado en que algo así pudiera interesarme. Podríamos decir que es mi pequeño gran secreto.
Cojo aire, coloco las manos sobre las inmaculadas teclas y comienzo a tocar algo sencillo. Hay muchos pianistas por el mundo, muchas más grandes obras, algunas de ellas puedo tocarlas sin mayor complicación, otras tendría que estar practicando como cualquier otro, pero una suave melodía, que originalmente, es tocada por mi mayor ídolo adolescente, sale de mí con facilidad. Tarareo sin esforzarme mucho, tan solo como acto reflejo al escuchar la canción que yo mismo toco.
Me encuentro tan concentrando en la canción, que para cuando me quiero dar cuenta, una hermosa presencia únicamente vestida con el edredón de mi cama se sienta a mi lado, sin decir palabra, sin hacer nada que no sea estar observando mis dedos moverse de una a otra y otra tecla en poco tiempo.
Dejo la canción sin acabar, y los brazos caer a ambos lados de mi cuerpo. Me echo hacia un lado, para dejar más espacio para que ella se siente. Apenas unos segundos más tarde, Ane agarra mi mano izquierda con suavidad -la más cercana a ella- y la deja sobre las teclas. La miro con una expresión de duda pero ella tan solo me sonríe con calidez, besa mi mejilla con dulzura, murmurando un "Sigue" contra mi piel, que hace que un escalofrío me recorra. Devuelvo la sonrisa, al igual que el suave beso, solo que el mío roza sus labios con cariño, antes de volver al piano, retomando ese Nothing like us. Esta vez canto un poco más alto, entonando el estribillo que es lo que más me interesa que ella escuche ahora.
Las últimas notas suenan tan lentas y armoniosas como en la canción original. Mis brazos vuelven a quedar lejos del piano, esta vez sobre mi regazo, esperando algo por su parte, pero ella solo parece admirar toda la espaciosa sala con curiosidad y algo de sorpresa.
Una fila de guitarras, tanto acústicas como eléctricas a un lado de la sala, justo detrás de nosotros. En el alfeizar de la ventana, se aprecia un gran montón de folios que tendría que recoger, llenos de letras y versos sin orden alguno, sin música alguna, o por el contrario, pequeños trozos de melodías que no tienen una letra, y que puede que nunca lleguen a tenerla. Delante de nosotros, justo al otro lado del piano, hay un sofá negro que hace juego con el piano; frente al cómodo asiento, una mesa baja en la que hay aún más hojas garabateadas, justo al lado derecho, una lámpara, la cual me ha hecho compañía durante muchas y largas noches. Encima de todo ello, en la pared más cercana a esas dos cosas, hay dos estanterías simples, repletas de discos de distintas épocas, cantantes y estilos musicales.
Cuando parece haber terminado de observar todo, sus ojos vuelven a mí, junto con su sonrisa.
--Así que esto es lo que hay tras la puerta misteriosa.
--¿Te esperabas una habitación roja a los 50 Sombras?-bromeo.
--La verdad es que tampoco me hubiera sorprendido-responde ella con gracia, antes de apoyarse contra mi hombro izquierdo-No sabía que tocaras.
--Creo que no mucha gente lo sabe-admito llevando mi mano derecha una vez más a las teclas. Presiono algunas de ellas sin mucho interés, sin querer llegar a ninguna melodía-Soy el chico de la guitarra ¿sabes? Estoy decepcionando a mi propia imagen-río en voz baja ante la idea.
--¿Qué más cosas sabes tocar?
--Aparte de a ti...-comento sin perder el humor, con mis labios contra su pelo-De pequeño aprendí a tocar el violín. No creo que se me gustara demasiado, ya que lo dejé en pocos meses, pero creo que también cuenta. Y bueno, la guitarra, eso está más que claro.
--Se te da bien.
--Es lo que tiene la práctica, y que me guste, está claro.
--Así que en vez de irte de fiesta con tus amigos a hacer el idiota como cualquier chico de quince años...¿te quedabas en tu casa tocando?
--Creo que eso es lo que mi madre pensaba-admito con humor, riendo por ello.
Ella también ríe, antes de volver a dejar la estancia en silencio. Mi brazo izquierdo rodea su espalda parcialmente desnuda, mientras la derecha sigue saltando de una nota a otra sin mucho interés. Ane se levanta de su asiento, lo cual hace que ponga mi atención en ella, observando sus movimientos con curiosidad, siguiéndola con la mirada por toda la sala, parece que observando más de cerca los objetos de esta habitación, poniendo especial atención en las partituras y hojas garabateadas. Mira los papeles del alféizar y los echa hacia un lado con cuidado, cogiendo algunos de ellos como si tuviera miedo de romperlos. Los mira con atención, con el ceño levemente fruncido cuando encuentra algo que no debe de comprender, ya que algunas cosas de las que hay escritas fueron apuntadas a altas horas de la madrugada, o justo antes de salir de casa, deprisa y corriendo. Me levanto con la misma suavidad que ella, apenas haciendo ruido, solo para no romper este extraño silencio que se forma entre nosotros de vez en cuando, y últimamente con frecuencia. Creo que son estas habitaciones, ya que en el resto no suele ser así; en el resto hay muchas risas, mucho ruido, el sonido de televisión de fondo, alguna conversación...pero tanto la vacía sala de invitados, como mi "sala de la música" como yo la llamo, crean una especie de cúpula que nos aísla del ruido mundano, y que nos deja a nosotros encerrados dentro, en un agradable y cálido silencio que nos envuelve y saca nuestros deseos, algunos profundos pensamientos.
Veo como Ane sonríe ante unas cuantas hojas de cuadros, dobladas y arrugadas, algo rotas, y de inmediato sé que son las líneas que conforman aquella canción que le canté una de las veces que estuvimos en Irlanda. Agarro los papeles que tiene entre sus dedos, haciendo que ella me mire con un puchero al querer seguir viéndolos, pero yo solo niego con la cabeza, dejándolos a un lado mientras le tiendo mi mano para que se levante. Ella la coge con seguridad, aunque en sus ojos se vea la duda y se levanta. La guío hasta estar de nuevo ante el piano. Apoyo mis manos en sus caderas y la alzo sin esfuerzo hasta que queda sentada encima del piano, al lado derecho, ya que es el que menos voy a usar en este momento. Sus largas piernas caen desnudas, con el suave edredón cubriendo apenas hasta la mitad de sus muslos. Dejo un beso en ambos dos antes de separarme y empezar a tocar una canción que estoy seguro de que reconoce de inmediato. En efecto, apenas he tocado las dos primeras notas, escucho un sonido que me indica su sorpresa.
No alzo la mirada, tan solo toco la canción todo lo bien que puedo, esperando hasta acabar para poder ver su expresión.
Chopin no es de mis pianistas favoritos, pero supongo que esta canción merece ser tocada en este preciso instante. Preludio en Mi menor, también -poco- conocida como...
--La canción de Allie...
Las palabras salen de ella en un susurro una vez mis manos han finalizado la canción. En su rostro hay una sonrisa temblorosa de ojos cristalizados, que hace que me levante de mi asiento para colocarme entre sus piernas con facilidad, rodeando su cintura con mis brazos. Con una sonrisa, beso sus mejillas, acto seguido su nariz, su frente y por último sus labios, insistiendo en estos últimos con toda la tranquilidad de este mundo.
--¿Cómo lo has sabido?-susurra contra mis labios, sus brazos rodeando mi cuello.
--Puede que haya estado investigando un poco-respondo de la misma manera, sin poder apartar mi sonrisa.
--¿Investigando?
--Quizás haya visto la película.
--¿La has visto?-pregunta extrañada.
--Bueno, solo el principio-confieso sin poder evitar reír. Un nuevo y deseado beso llega a ella, nuestras frentes unidas.
--Ya me parecía a mí-ella ríe de igual manera, devolviendo mi beso con la misma intensidad.
--No parece tan buena como el libro.
--Ninguna película es tan buena como el libro del que ha sido sacada.
--¿Ninguna?-pregunto alzando mis cejas con sorpresa.
--Bueno, la verdad es que todas las de Sparks están bastante bien hechas, pero ninguna superará jamás a su libro.
Sonrío de nuevo ante su respuesta, para acto seguido continuar con la ronda de besos matutina, que acaba por ser una ronda de risas, puesto que encuentro un punto débil en ella, en el cual mis besos dejan de ser agradables para ser un horrible punto de cosquillas que hace que ella estalle a reír, pidiéndome porque pare.
Por un momento parece como cualquiera de las demás estancias de la casa, pero rápidamente vuelve el acogedor silencio, que hace que yo pare de hacer cosquillas entre besos y risas suaves, al tiempo que detiene la fuerte risa de mi prometida. Ambos dos callamos, quedando uno frente al otro, con las miradas unidas, como si fuera la primera vez que lo hiciéramos, con mis manos acariciando sus suaves piernas hasta que se pierden entre el edredón que cubre su desnudez, y con las suyas haciendo patrones de círculos imaginarios en la parte alta de mi espalda.
--¿Me querrías aunque no pudiera recordarte?-pregunta de repente, pillándome de sorpresa. Su voz es seria y parece haber un atisbo de temblor, al igual que en sus profundos ojos que no se separan de los míos.
--Por supuesto que sí-contesto sin tener que pensarme la respuesta-Las discusiones, el dinero, la enfermedad...nada importa, nada puede hacer que deje de quererte. Siempre voy a estar ahí, para ti, queriéndote tanto como el primer día, con tu vestido azul, tan destacable entre las demás, pisándome los pies en un intento de bailar alguna canción que no tenía nada que ver-añado con una sonrisa al recordar la torpeza de ese primer encuentro. Ella me devuelve la sonrisa con un leve asentimiento de cabeza-No importa lo que pase...nada importa. Nada salvo tú y yo.
No alzo la mirada, tan solo toco la canción todo lo bien que puedo, esperando hasta acabar para poder ver su expresión.
Chopin no es de mis pianistas favoritos, pero supongo que esta canción merece ser tocada en este preciso instante. Preludio en Mi menor, también -poco- conocida como...
--La canción de Allie...
Las palabras salen de ella en un susurro una vez mis manos han finalizado la canción. En su rostro hay una sonrisa temblorosa de ojos cristalizados, que hace que me levante de mi asiento para colocarme entre sus piernas con facilidad, rodeando su cintura con mis brazos. Con una sonrisa, beso sus mejillas, acto seguido su nariz, su frente y por último sus labios, insistiendo en estos últimos con toda la tranquilidad de este mundo.
--¿Cómo lo has sabido?-susurra contra mis labios, sus brazos rodeando mi cuello.
--Puede que haya estado investigando un poco-respondo de la misma manera, sin poder apartar mi sonrisa.
--¿Investigando?
--Quizás haya visto la película.
--¿La has visto?-pregunta extrañada.
--Bueno, solo el principio-confieso sin poder evitar reír. Un nuevo y deseado beso llega a ella, nuestras frentes unidas.
--Ya me parecía a mí-ella ríe de igual manera, devolviendo mi beso con la misma intensidad.
--No parece tan buena como el libro.
--Ninguna película es tan buena como el libro del que ha sido sacada.
--¿Ninguna?-pregunto alzando mis cejas con sorpresa.
--Bueno, la verdad es que todas las de Sparks están bastante bien hechas, pero ninguna superará jamás a su libro.
Sonrío de nuevo ante su respuesta, para acto seguido continuar con la ronda de besos matutina, que acaba por ser una ronda de risas, puesto que encuentro un punto débil en ella, en el cual mis besos dejan de ser agradables para ser un horrible punto de cosquillas que hace que ella estalle a reír, pidiéndome porque pare.
Por un momento parece como cualquiera de las demás estancias de la casa, pero rápidamente vuelve el acogedor silencio, que hace que yo pare de hacer cosquillas entre besos y risas suaves, al tiempo que detiene la fuerte risa de mi prometida. Ambos dos callamos, quedando uno frente al otro, con las miradas unidas, como si fuera la primera vez que lo hiciéramos, con mis manos acariciando sus suaves piernas hasta que se pierden entre el edredón que cubre su desnudez, y con las suyas haciendo patrones de círculos imaginarios en la parte alta de mi espalda.
--¿Me querrías aunque no pudiera recordarte?-pregunta de repente, pillándome de sorpresa. Su voz es seria y parece haber un atisbo de temblor, al igual que en sus profundos ojos que no se separan de los míos.
--Por supuesto que sí-contesto sin tener que pensarme la respuesta-Las discusiones, el dinero, la enfermedad...nada importa, nada puede hacer que deje de quererte. Siempre voy a estar ahí, para ti, queriéndote tanto como el primer día, con tu vestido azul, tan destacable entre las demás, pisándome los pies en un intento de bailar alguna canción que no tenía nada que ver-añado con una sonrisa al recordar la torpeza de ese primer encuentro. Ella me devuelve la sonrisa con un leve asentimiento de cabeza-No importa lo que pase...nada importa. Nada salvo tú y yo.