viernes, 22 de julio de 2016

Capítulo 81. Oscuridad.

Narra Ed.
Intento sonreír de alguna manera, pero siento cómo mis labios también tiemblan, por lo que supongo que estoy haciendo más una mueca que otra cosa. Carraspeo, esperando que o bien ella o bien su tío digan algo, pero éste se ha retirado silenciosamente, en un intento de darnos privacidad. No quiero privacidad ahora, quiero a alguien que me diga lo que tengo que hacer, lo que tengo que decir, o cómo tengo que tratar con ella en general.
Opto por aprovechar su primera y única palabra, en continuar con la conversación, de una forma desenfadada.

--Sí, Ed. Ese soy yo.

Pero ella no reacciona a mi intento de sonar divertido. Solo se me queda mirando con los ojos muy abiertos, de arriba  bajo, como si estuviera comprobando que soy yo. Aparto la mirada de ella, buscando algo en la habitación que me dé una idea sobre lo que hablar, que pueda sacar un tema de conversación. Pero no soy capaz de discurrir nada en estos momentos.

--Veo que te encuentras mejor-continúo mi patético intento de parecer amigable y tranquilo, cuando solo soy un gran y tembloroso flan.

Bella sigue sin decir palabra. Mi primer pensamiento es llamar a James, preguntarle si es normal que ella no diga palabra, que se quede así mirándome sin más. Pero de mi boca no salen más palabras. Decido devolverle las miradas, inspeccionándola al igual que ella lo hace conmigo.
Está claro que las perspectivas de una persona cambian completamente cuando no están tiradas en el suelo sufriendo una sobredosis, o en el hospital recuperándose de ello. Su piel tiene algo más de color, de vida en general. Su pelo cae en ondas rubias hasta su pecho. Lleva ropa de invierno, cómoda y cálida, bajo la cual doy por hecho que debe de haber una cantidad indecentes de marcas de aguja. Un mal escalofrío me recorre, y decido dejar eso a un lado. Me centro en cosas, como en sus ojos castañas, tan poco interesantes para muchas personas, y tan atrayentes para mí; también me paro a mirar el color de sus uñas, moradas, un color demasiado oscuro, pero que no la queda del todo mal; su pijama tiene dibujos adorables de gatitos que me hacen sonreír.

--¿Eres...eres tú de verdad?-pregunta en un tono de voz apenas audible, ganándose mi atención de nuevo.
--¿A qué te refieres?-pregunto, sin estar seguro de si se refiere a que si de verdad soy Ed Sheeran, o a si soy el vecino.
--El que canta...el que siempre canta en el jardín de al lado-murmura, sin apartar sus ojos de los míos. Yo asiento con la cabeza.

En mi mente había imaginado cosas como que se enfadara conmigo, por no habérselo dicho antes; que me pidiera que la dé entradas para mis próximos conciertos, o que le firme un disco o un póster o algo así. Me había imaginado muchas cosas...salvo que me abrazara de la manera en la que ahora lo está haciendo. La miro sorprendido, y de la misma manera la rodeo con mis brazos. Ninguno de los dos dice nada. Al poco tiempo, comienzo a sentir unas tibias gotas mojar mi cuello, y de inmediato sé que está llorando.

--No....no llores-susurro, sin estar muy seguro de qué decir en estos casos. Me tomo la confianza como para llevar una mano a su pelo, acariciando con cuidado.
--Lo siento. Lo siento mucho-apenas consigo entenderla, con la voz rota y contra mi cuello.
--¿Qué es lo que sientes?
--No haber salido a cantar contigo.

Esa respuesta me pilla más que por sorpresa. De todas formas, no detengo mis movimientos en su pelo, cuidadosos. Bella se aprieta contra mí de manera más fuerte, con un ligero temblor que me preocupa que desencadene de nuevo en algo mucho peor, pero por el momento no digo nada.

--No te disculpes. Estabas molesta, es normal que no quisieras salir-contesto con franqueza, ya que entiendo que no se sintiera a gusto después de todo.
--Lo siento-repite, y yo sonrío con debilidad.
--No importa. No hay nada que perdonar.

Siento cómo ella asiente con la cabeza, todavía contra mí. Yo lo la suelto ni por un segundo, agradecido y aliviado ante su compañía.
Al final voy a tener que agradecérselo a Taylor y todo... aunque creo que no lo voy a hacer, solo por lo mal que me lo ha hecho pasar.
Suspiro, apoyando mi mejilla en su cabeza. No sé cómo ha pasado ni cuándo ha empezado, pero ambos dos nos movemos de un lado a otro, nos balanceamos, como si estuviéramos bailando. Más bien parece que nos estamos acunando mutuamente, pero eso no es lo importante.
Veo cómo James asoma apenas la cabeza desde la cocina, con una gran sonrisa en el rostro y ojos vidriosos. Le devuelvo la sonrisa con debilidad, antes de cerrar los ojos, disfrutando de esta repentina calma.
Nos mantenemos en silencio por unos minutos, sin dejar de balancearnos con suavidad. Bella ha dejado de llorar, pero no ha separado. Mantiene la mejilla apoyada contra mi hombro, y de alguna manera sé que tiene los ojos cerrados, al igual que yo. De repente, la sala se llena de una suave melodía de guitarra. Doy por hecho que ha sido James, quien al ver el momento, ha decidido que era la ocasión idónea como para poner pasteloso y todo romanticón el asunto. Me gustaría carraspear y pedirle que parase, ya que creo que se está precipitando, no por mí, sino por ella. Aunque a Bella no parece preocuparle. Se mantiene tranquila contra mí.
Me gustaría decir que no reconozco la canción, pero para mi suerte o mi desgracia, es una canción mía. Más aún, es la canción con la que nos conocimos. ¿Estaría él por allí cuando ocurrió? ¿Se lo habrá contado ella? ¿O ha sido simple casualidad? Sea como sea, ella también se da cuenta, ya que se separa de mí con cuidado. Y más allá de parecer feliz, solo está terriblemente avergonzada. Sus mejillas sonrojadas me lo confirman.

--James, por favor-masculla ella. Como respuesta se escucha una risa desde la sala de al lado.

 La música no se detiene y sus ojos castaños se posan en mí, arrepentidos. Se separa de mí con cautela, apartando sus ojos momentáneamente de mí. Se da media vuelta y es ella misma la que apaga la música con rapidez.

--Lo siento, mi tío no sabe cuando no debe meterse donde no le llaman-está claro que está dirigiéndose más al rubio que a mí.
--¡Estaba intentando ayudar!-éste reprocha, todavía desde la otra sala.

Muerdo mi labio inferior en un intento de no echarme a reír ante la situación. Mis mejillas también están rojas de vergüenza, pero claro está que no puedo evitar verle la gracia a la situación. Me alegra ver que más que tío y sobrina parecen hermanos. Dada la juventud de James, casi podrían serlo.

--¿Y a ti quien te ha dicho que necesitamos ayuda?-tanto la expresión de su rostro como el tono de su voz cambian tan drásticamente, que de inmediato dejo de sonreír.
--Tranquila, no importa-intervengo, con la ligera sospecha de que no debería hacerlo.

Sus ojos vuelven a los míos, y no veo más allá de la disculpa y la vergüenza en ellos. Niega con la cabeza débilmente, suspirando. Escucho que murmura un "Lo siento" más, antes de salir del salón. Frunzo el ceño confundido, sin saber qué es lo que acaba de pasar. Escucho una puerta cerrarse en el piso de arriba, y doy por hecho de inmediato que se ha encerrado en su habitación, lo cual provoca que frunza aún más el ceño. Giro sobre mis propios pies, todavía alucinado y sin saber qué pensar, en busca de James. El rubio aparece por la puerta por la que antes se había asomado, manteniendo la sonrisa, pero también mirándome con disculpa.

--No te preocupes, está bien-se apresura a decir-No está en uno de sus mejores días. Se altera con facilidad.
--¿Es por mi culpa?-pregunto sin poder ocultar la preocupación en mi voz.
--No, no, que va.  He sido yo el que ha estirado demasiado del hilo. De verdad que solo quería ayudar, pensé que lo estaba haciendo, pero...-suspira, llevándose una mano a la frente-Hay veces que no sé ni por donde cogerla...

Llevo la mirada a la puerta por la que se ha ido, sabiendo que no creo que vaya a verla ya más. Al menos no hoy. Acto seguido la vuelvo a los ojos azules de mi acompañante, que siguen pareciendo dulces y comprensivos, sin el menor atisbo de enfado hacia Bella por su comportamiento.

--Entonces...no está enfadada conmigo, ¿verdad?-me atrevo a preguntar.
--No, no lo creo-su sonrisa se ensancha un poco más. Le creo sin dudarlo, sintiéndome aliviado al instante.
--La otra vez...-intento decir, de nuevo recordando que ella no quería ni verme en pintura.
--La otra vez, ya es pasado-me interrumpe-No merece la pena que sigas pensando en eso. Ella no está enfadada contigo y estoy seguro de que quiere seguir en contacto contigo. Solo que hoy no es el día, tal vez mañana.
--¿Mañana?
--O bueno, tal vez pasado...o cuando te apetezca-contesta sin perder un ápice de alegría en su voz-o cuando puedas, claro. Esta casa siempre va a estar abierta para ti.
--También podéis...no sé, venir a mi casa. También está abierta para vosotros, cuando queráis-digo, todavía con la confusión y la preocupación atrancadas en mi garganta. De todas formas intento sonar tan entusiasta como él, aunque no creo que eso sea posible.
--¡Eso es una idea genial!-exclama, lleno de júbilo. A esto me refiero con lo de que es imposible ser tan entusiasta como él-En cuanto se encuentre un poco mejor nos acercamos ¿te parece?
--Claro-confío con debilidad-Pero antes avísame, porque tengo que ir a Londres esta semana, y no me gustaría que fuerais y no estuviera en casa.
--Sin problema.

Me acompaña hasta la puerta, después de haberme ofrecido tomar algo. Me he visto obligado a rechazarlo, ya que no me parecía del todo correcto, aunque de todas formas se lo he agradecido. Antes de que me dé tiempo a despedirme de él, me da un abrazo que no me esperaba. Me rodea casi por completo y me aprieta contra él con fuerza, con tanta que por poco no tengo que decirle que no  puedo respirar.

--Muchas gracias-escucho que susurra, casi contra mi oído-Muchas gracias por venir.
--No hay problema-respondo algo confuso, devolviéndole el abrazo con torpeza.

Se separa de mí con cuidado, palmeando mi espalda con suavidad. Todavía está sonriendo cuando cierra la puerta.
Me doy media vuelta con un suspiro y me dirijo a casa. En los pocos pasos que me lleva ir de una casa a otra, me fijo en el cielo. No hay una razón aparente, simplemente me paro a ver la noche tanm oscura y vacía. No soy capaz de ver la luna, por lo que tal vez haya una Luna Nueva. Las estrllas tampoco brillan con demasiada intensidad, supongo que eso es por culpa de la contaminación lumínica que hay en el pueblo, pese a que sea uno pequeño.
No tengo ni siquiera que preocuparme porque Taylor no vaya a dejarme entrar, ya que se encuentra en el marco de la puerta, esperándome. Sus cejas están arqueadas, esperando que le cuente una gran historia de amor, de un primer encuentro, de la reacción de Bella al verme demás. Me encojo de hombros como si tal cosa y paso por su lado para entrar en casa. Dejo el abrigo en el perchero mientras escucho cómo la puerta se cierra. Camino hacia el salón, escuchando como ella viene corriendo detrás de mí, todavía esperando que hable. Al ver que no empiezo a contarle nada, y simplemente me siento en el sofá, ella decide empezar la conversación.

--¿Y bien?
--Hemos hablado un poco-resumo los minutos escasos que hemos estado juntos.
--Y tan poco, no te ha llevado mi veinte minutos.
--¿Ya? ¿Eso es todo? ¿Qué ha pasado? ¡Cuéntame algo!-exclama, histérica perdida.

Suspiro, girando mi cabeza hacia ella. En sus ojos azules puedo ver más curiosidad junta de la que he visto en mi vida.

--No estaba en uno de sus mejores días-contesto en un suspiro, negando con la cabeza-Solo...se ha disculpado conmigo por no salir a cantar al jardín y...se ha ido a su habitación.
--¿Y ya?-de nuevo pregunta sorprendida-¿No habéis...no sé, hablado de vosotros?
--No estaba en uno de sus mejores días-repito, antes de girar la cabeza de nuevo hacia la televisión-Al menos no está enfadada conmigo, ni...ha perdido la cabeza con eso de que soy su ídolo-añado en voz baja.
--¿Cómo puedes ser capaz de confortarte con tan poco?

Y algo en el tono de su voz hace que la vuelva a mirar. Veo como hay algo de molestia ahora en su rostro, y en el mío de inmediato se instala un ceño fruncido. No me ha gustado nada cómo lo ha dicho, como...ha sido como si la hubiera insultado.

--Es suficiente para mí. Y suficiente para ella. No se encuentra bien y no quiere hablar conmigo, ni con nadie. No voy a obligarla a hacer algo que no quiere.Ya sabe quien soy y sabe que me preocupo por ella. Si quiere hablar conmigo me lo hará saber de una manera u otra. No me estoy conformando, estoy al tanto de que no está bien y me adapto a ella y a sus necesidades para que no se sienta peor. Eso es todo.

Taylor no responde. Se limita a girar la cabeza hacia la pantalla, sabiendo que no debe de pinchar más en el tema. No a menos que quiera empezar una discusión.


Narra Harry.
Muevo de un lado al otro los pocos trozos que quedan de mi cena en el plato. Dirijo mis ojos al reloj para ver cómo son casi las nueve, y acto seguido los llevo al plato de enfrente. Louis ni siquiera ha bajado para cenar, y eso que le he llamado desde el otro lado de la puerta, sin irrumpir en su espacio vital. Incluso le he pasado una nota por debajo de la puerta, solo por si no quería hablar conmigo directamente. No me ha llegado a devolver la nota, así que doy por hecho que quizás ni la haya visto.
Me meto en la boca lo que queda de pescado del plato y me levanto para llevarlo al lavavajillas. Cojo el de Louis, le pongo encima un papel de film transparente, y lo meto en el frigorífico, con la esperanza de que en algún momento baje a la cocina (posiblemente mientras yo esté durmiendo) y coma algo.
Salgo de la cocina, dejando la luz apagada tras de mí, y todo se sume en la negrura a mi alrededor. No hay ni un solo ruido en toda la casa, todo es silencio y oscuridad. Algo empieza a trepar por mi pecho al encontrarme tan solo, en medio de mi recibidor, que dada la poca luz se ha convertido en la nada. Tanteo con mis manos por la pared, cerca del marco de la puerta, sabiendo que tiene que haber un interruptor de la luz, pero por algún motivo no lo encuentro, y empiezo a sentir como eso que trepa por mi pecho, no es otra cosa que histeria.
Para cuando consigo encontrar el dichoso interruptor, me encuentro sudando y jadeando, asustado como un niño por un poco de oscuridad. Pero el problema no es la oscuridad, es el sentimiento de vacío, el recuerdo del vacío, de la nada, de la soledad. Por eso le pedí a Louis que viviera conmigo: para no estar solo, para que siempre hubiera alguien que hiciera ruido en la casa. Pero ahora es como si él no estuviera, y el sentimiento que me produce no me gusta en lo más mínimo.
Apoyo mi espalda contra la pared, recordándome que soy estúpido, que me estoy asustando por una chiquillada. Para cuando me convenzo de eso y creo estar más tranquilo, el timbre de la casa suena repentinamente, y yo tengo que taparme la boca para no soltar un chillido histérico. Recuerdo la hora que es, y pienso en que no es excesivamente tarde, aunque sí lo suficiente como para andar haciendo visitas. Bien podría ser una emergencia, que a alguien se le hubiera parado el coche en medio de la calle y haya decidido acercarse a preguntar si pueden usar mi teléfono. También podría ser Anne, o sea, mamá, que necesita hablar conmigo, al fin y al cabo también está sola en casa ahora. O incluso alguno de los chicos solo por hacer una visita. Quizás hasta sea mi hermana, que ha decidido volver pese a que le haya dicho que no se preocupara, ahora me estoy arrepintiendo de no haberla pedido que se quedara conmigo. Pero ya puestos a mencionar todas las posibilidades, podría ser un maníaco peligroso, un asesino en serie, un secuestrador... y yo aquí solo, sabiendo que a Louis no se le ocurrirá salir de su habitación pese a que esté pidiendo auxilio.
No, está claro que no debería abrir la puerta, solo por mi propia seguridad. El timbre suena de nuevo, esta vez acompañado por un toque en la puerta. No, no voy a abrir, no sin saber quien es. Y como si lo hubiera dicho en voz alta, escucho una aguda voz al otro lado de la puerta.

--¿Hola? ¿Hay alguien? Soy Lida.

Lida. Ella siempre me hace sentir mejor. Seguro que es capaz de rellenar el silencio y el vacío que Louis ha provocado, al menos durante unos minutos. Ni siquiera echo un vistazo por la mirilla para comprobar que es ella. Abro la puerta de un tirón, sintiendo como ya debo de estar sonriendo como un idiota.
Pese a que la única iluminación que hay es la del pasillo, puedo ver cómo sus ojos ahora están completamente grises, y su pelo hoy tira más hacia el castaño que hacia el pelirrojo, además de estar revuelto, como de costumbre. Me río entre dientes al pensar cómo me recuerda a una de esas brujas buenas de los cuentos, que viven en el bosque entre flores y hadas, y al mismo tiempo, me sorprendo de lo rápido que puede cambiar mi miedo por la ilusión, por la felicidad que me causa verla.
Veo cómo frunce el ceño ligeramente, dudosa, y antes de ser capaz de decir nada, la rodeo con mis brazos, pegándola a mí. Siento cómo me devuelve el abrazo lentamente, con inseguridad, pero de ninguna manera se separa de mí, lo cual agradezco. Sé que rompemos el tiempo que hay limitado entre un abrazo normal, o un abrazo de saludo, y uno que ya tiende a ser raro y preocupante, pero tampoco me importa, no mientras a ella no le moleste.

--¿Harry?-su voz resuena en mi pecho. Me veo obligado a romper el abrazo para dejarla hablar. Repentinamente la vergüenza sube a mis mejillas, ya que no tenía derecho ninguno a abrazarla así sin más, pero está claro que no he podido evitarlo.
--Lo-lo siento-respondo y me aparto de ella un pie más hacia atrás, solo por darle espacio, por no hacerla sentir incómoda-Es que...me alegro de verte-admito sin mirarla a los ojos. Tarda unos segundos en responder, segundos en los que yo me planteo disculparme de nuevo, o al menos mirarla a la cara, para saber qué expresión tiene.
--Estás bien-no es una pregunta, sino una afirmación, llena de sorpresa. Sonrío débilmente, todavía con mis ojos puestos en el suelo, y asiento con la cabeza.

Entonces es cuando sus brazos me rodean a mí de improvisto. La miro algo sorprendido, encontrando poco más que pelo rizado, ya que su mejilla está colocada contra mi pecho, de todas formas sonrío, de nuevo devolviéndola el abrazo.

--Estoy bien-confirmo en voz baja, aprovechando para colocar mi mejilla en la cima de su cabeza. Resulta sorprendentemente cómoda la postura, puesto que sale de forma natural gracias a nuestros respectivos tamaños.
--Me alegro de que lo estés...-susurra, todavía sin despegarse de mí, lo cual agradezco.

De nuevo nos pasamos los límites de un abrazo normal, y nos quedamos largos minutos de esa manera: en la puerta de mi casa, rodeándonos, sin decir nada. Tampoco hay necesidad de romper el momento con palabras sin sentido.
El sonido de una puerta es lo que me hace reaccionar. Me doy media vuelta, quizás de forma demasiado brusca para estar abrazando a alguien. Louis está en lo alto de las escaleras, mirándonos con los ojos muy abiertos. Esos mismo ojos ya no solo muestran el pánico y el cansancio de hace horas, sino también cierta dolencia que contrasta con el miedo a estar cerca de mí. Por lo que creo entender, no quiere estar cerca de mí, pero tampoco quiere que otros lo estén. No es justo para mí, pero lo entiendo, y entiendo que le duele encontrarme así.

--Lou, no es lo que pa-

No me da tiempo a terminar la frase, ya que se da media vuelta y se vuelve a la habitación.
Genial. Sale por la razón que sea, puede que porque ha escuchado la puerta abrirse y no cerrarse, y lo que se encuentra es conmigo abrazando a Lida. Insisto en que no tiene derecho a molestarse, pero aún así me preocupa haberle hecho daño.
Muerdo mi labio inferior, cerrando los ojos por un segundo, antes de girarme hacia mi acompañante. Sus ojos grisáceos ahora están llenos de confusión de nuevo, antes de dirigirlos a mí. Siento la imperiosa necesidad de apartar la mirada, ya que no me resulta de lo más cómodo mirarle a los ojos a alguien, mucho menos a esa distancia, pero de alguna forma, no puedo dejar de hacerlo. Es terriblemente contradictorio y placentero.

--¿Qué le ocurre?
--Nada. No es nada-respondo tratando de no parecer tan nervioso como lo estoy.
--¿Estás seguro?-arquea una de sus cejas, haciéndome saber que no se ha tragado mi respuesta. Me limito a encogerme de hombros como si eso fuera a quitarle importancia al asunto.

Antes de que me pregunte de nuevo, hago que pase, cerrando la puerta detrás de ella. Llegamos al salón, y después de ofrecerle algo de comer o de beber, y de preparar un té para ella, nos sentamos en el sofá. Trato de mantener una conversación banal y sin sentido durante todo el tiempo que me es posible, pero los temas se me acaban y finalmente es ella la que habla. Para mi sorpresa, no es acerca de mi repentina recuperación, lo cual en el fondo agradezco: temo que si hablo mucho de ello, vuelva a encontrarme en una cama, luchando contra mi propio cuerpo.

--Louis sigue celoso, ¿verdad?-pregunta antes de darle un sorbo a su bebida caliente. Pese a sus movimientos, sigue manteniendo la mirada en mí.
--Algo así-murmuro. Ahora lo que se me hace difícil es dejar de mirarle directamente.
--¿Y tú?-esta vez el que arquea una ceja soy yo, confundido por esa pregunta tan ambigua a la que no sé qué espera que responda.
--¿Yo qué?
--Que si sientes algo por él, ya sabes-lo dice como si tal cosa, dejando la taza en la mesita del salón.

Mis mejillas empiezan a sentirse cálidas de nuevo, y finalmente aparto mis ojos de los suyos, sintiendo cómo la vergüenza ya es insoportable. Carraspeo un poco y cambio mi posición en el sofá, buscando tiempo para responder, buscando una respuesta clara que darle. Ella espera con paciencia, sin una sola mueca que me indique que debo de darme prisa en responder.

--Eh...sí, creo...supongo que sí-apenas susurro. Lida no parece ni siquiera sorprendida, sino más bien orgullosa de sí misma.
--Te dije que hacíais una pareja súper mona.
--Seguimos siendo solo amigos-me apresuro a decir, antes de que se apunte un tanto que todavía está a medio camino (si es que así puede decirse).
--¿Y eso por qué?
--Tiene bastante miedo.

Miro hacia otro lado, con una mueca de sorpresa y extrañeza. ¿Por qué le estoy contando todo esto? ¿Cómo es que me infunde tanta confianza si solo me está preguntando como cualquier otro podría hacerlo? Niego ligeramente con la cabeza, todavía confuso, para volver a dirigirme a ella.

--Es normal que lo tenga, ¿no crees?-su tono de voz es tan comprensivo, como si entendiera a la perfección la mente de Louis, que me hace olvidar lo joven que es y me hace pensar de inmediato en Ally. Es como si estuviera hablando con ella de alguna forma... De todas formas tendría que llamarla para hacerle saber que ya me encuentro bien.
--Supongo-admito en un suspiro.
--¿Acaso tú no lo tienes?
--He pasado por muchas crisis de identidad a lo largo de este último año, acompañadas de experimentos con mi sexualidad-respondo de nuevo como si tal cosa, sin saber qué me empuja a decirle esas cosas con una tranquilidad similar a que si le estuviera hablando del tiempo. Aún así, me encojo de hombros, quitándole importancia-Ya me espero de mí mismo y de mis inclinaciones cualquier cosa-añado con una sonrisa, que rápidamente le contagio.
--Eso está bien-confirma con un asentimiento de cabeza, antes de inclinarse a coger su taza de nuevo.
--Me toca preguntar-digo con seguridad, aprovechando que está bebiendo-¿Qué haces aquí tan tarde?
--Venía a ver cómo estabas-responde sin dudarlo, una vez ha dado otro sorbo a la bebida.
--Pero es tardísimo.
--Bueno, tengo una vida ¿sabes?-ríe bajito, antes de dar otro sorbo y acto seguido volver a colocar la taza en la mesa-Ya sabes, estudios, familia, amigos, una vida personal...

Me gustaría poder decir lo contrario, pero el término "vida personal" me ha llevado directamente al término "Novio" y a su vez, a un sentimiento de celos que, al igual que los de Louis, son injustificables e injustos, en este caso para ella.
Lida es solo mi amiga, y tal y como están las cosas con Louis, casi que mejor que solo lo sea, a fin de cuentas, no sé cuándo voy a ser capaz de hablar con él. Bien podría ser dentro de una semana, o bien mañana mismo. Sea cuando sea, de alguna forma podríamos debilitar su miedo hacia mí y lo que sea que le preocupa, hasta que vuelva a sentirse cómodo conmigo y...bueno, lo que tenga que ocurrir ocurrirá.
Y por mucho que lo piense, sigo sintiéndome engañado de alguna forma por ella. Nunca ha hecho ningún movimiento ni ningún comentario que me haga pensar que es una muy clara indirecta, aunque claro está, que en mi cabeza o bien todo son indirectas, o nada lo son, por lo que tampoco puedo fiarme de mí mismo. En cualquier caso, no tengo derecho a sentirme dolido porque tenga una vida aparte de mí, una vida íntima y amorosa con otra persona. Sé que nunca llegaré a creerme algo así.

--¿Pasa algo?-pregunta extrañada, sacándome de mis mil y un pensamientos enrevesados.
--No, no-sonrío de forma que parezca convincente-¿Por qué lo dices?
--No lo sé... te has quedado muy quieto y...muy callado. Pensé que...te habías ido de nuevo-dice lo último casi en un susurro, como si tuviera el mismo miedo que yo a que a fuerza de hablar de ello, vuelva a aparecer. Niego con la cabeza, todavía sonriente, haciéndole saber que sigo aquí.
--Estoy bien.
--Me alegro-de nuevo repite, con un tono lleno de sinceridad.

De alguna manera, el tiempo pasa lo suficientemente rápido como para que, lo que a mí me han parecido minutos, se conviertan en más de una hora. Ella también parece darse cuenta de ello, ya que mira el móvil y frunce levemente el ceño.

--Puedes quedarte a dormir, si quieres-ofrezco con amabilidad.

En mi cabeza me voy haciendo a la idea de dormir en el sofá, ya que Louis no va a estar dispuesto a abrirme la puerta, mucho menos a dormir conmigo, y no me parece correcto dormir con ella. Sé que lo ha hecho con anterioridad, pero no era la misma situación: ella lo hacía porque sabía que me hacía sentir bien. Ahora ya sabe que estoy bien, por lo que no habría excusa para dormir juntos, aunque solo fuera cosa de amigos.
Ella niega con la cabeza, sonriente, mientras se levanta del sofá. Yo imito sus movimientos.

--No te preocupes, todavía pasan autobuses.
--Puedo llevarte a casa en coche-insisto en no dejarla ir, no tan rápido. No quiero quedarme solo de nuevo.
--Muchas gracias, pero de verdad que no hace falta. No quiero molestarte.
--De verdad que no es molestia-y sé que mi voz ha sonado más desesperada de lo esperaba, ya que me mira algo dudosa. De alguna manera, ella sabe lo que debe de estar pasando por mi cabeza como para que insista tanto.
--Bueno, está bien...Puedes llevarme en coche.

Muerdo mi labio de nuevo y asiento con la cabeza. Me trago la vergüenza y el sentimiento de patetismo que me inunda. Ahora sabe lo desesperado que estoy por estar junto a ella. Perfecto.
Escribo una nota rápida en un papel cualquier y la meto por debajo de la puerta de Louis, haciéndole saber que no tardaré en volver. Cojo las llaves del coche y con una sonrisa lo más estable que puedo mantener, le abro la puerta para que salga. Realizo el mismo movimiento en la puerta del coche, y a ambas cosas ella me sonríe mínimamente, susurrando un gracias.

--¿Estás bien?-pregunta de repente, entre indicaciones de como llegar a su casa.
--Sí, ¿por qué?-digo sin apartar la mirada de la carretera, sabiendo perfectamente la respuesta.
--Me ha sorprendido la insistencia en acompañarme-contesta ella-He pensado que tal vez querías hacer tiempo para hablar conmigo de algo.
--No, no-digo con rapidez-¿Giro por aquí?
--Sí, por aquí-confirma ella, antes de volver al otro tema-Está bien si quieres hablar conmigo, de lo que sea, a mí no me molesta. Me gusta saber que puedo ayudarte-de nuevo el tono de su voz es increíblemente sincero.
--Me gusta hablar contigo-confieso-Me hace sentir mejor. Me haces sentir mejor.
--Entonces puedes hacerlo, no hay problema. Me gusta hablar contigo-confirma, esta vez con voz alegre, que por alguna razón a mí no me contagia. Me veo obligado a forzar una sonrisa de nuevo.

Minutos después estamos en la puerta de su casa. Se despide de mí con un "Hasta mañana" y un beso en mi mejilla, y sale del coche. Espero hasta ver cómo se mete en casa, y se despide de mí con la mano una última vez antes de desaparecer tras esa puerta. El sentimiento de soledad vuelve a mí me inmediato.
Dejo caer la cabeza contra el volante, asegurándome de no apoyarme en el claxon y despertar a medio vecindario.

--¿Qué se supone que estoy haciendo?-me pregunto a mí mismo, con los ojos cerrados-¿En qué te estás metiendo ahora, Harry Styles? Eres todo un imán para los problemas. Eres el mayor creador de problemas de la historia. Están los creadores de la bomba nuclear y después tú-me regaño a mí mismo, sin moverme de mi posición.

Finalmente cojo aire y separo la cabeza del nombrado volante. Enciendo la radio para así sentir que hay ruido a mi alrededor, que hay alguien a mi alrededor, aunque solo sea un programa de bromas de mal gusto. De esa manera vuelvo a casa, donde me espera otro problema, otro problema con nombres y apellidos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario